El restaurante Roma Amor marcó una época en la calle Bacacay,
transformándose en el lugar de encuentro de diplomáticos, personajes de la
cultura y habitués de esa zona. Con una propuesta de cocina italiana
simple con ingredientes naturales y de elaboración casera hecha por sus dueños,
la italiana Donatella Vetriano y su esposo, el uruguayo Raúl Cabrera, logró
atraer a comensales fieles y agradecidos por los momentos alegres que pasaban
mientras ellos les cocinaban y cantaban. Pionera en la reconversión de la
peatonal, Donatella trabajó después de fallecer su marido para darle vida a esa
zona —aún en los feriados— y recibir a los turistas con comida casera y aire
festivo al estilo italiano. A pesar de haber cerrado hace 16 años, la gente la
recuerda por su forma de ser, sus canciones y su mano para la cocina.
Hacía cuatro años que no venía, desde un año antes de la pandemia, y
encontré a Uruguay mucho mejor, está más luminoso. Pero ayer fuimos a la Ciudad
Vieja de noche y está de terror. Lo lindo es que siempre me encuentro con
alguien conocido. La gente se acuerda de mí después de 16 años. El otro día
estaba esperando el ascensor en el edificio Ciudadela, cuando iba a visitar a
una amiga, y me crucé con un señor que me dijo: “¿Vos
sos la Tana de Roma Amor?, ¿vas a abrir?, ¡te extrañamos!”. Otro día estábamos en El Palacio del Café con
Cecilia Regules, se levantó un señor y le dijo al chico que nos atendía: ¿Usted
no sabe quién es ella?
Todos me dicen que me extrañan… Yo no digo que no haya lugares donde se
coma bien, pero comida italiana como la hago yo, no hay.
¿Cuál fue el motivo para venir a Uruguay en aquel momento?
Por amor. Un golpe de luz. Desde el primer día que vi a Raúl nos
enamoramos y no nos separamos más. El 19 de mayo hará 24 años que se murió y yo
hace 24 años que estoy sola, ni una salida, me hace falta todavía... Yo estoy
bárbara, viajo mucho, tengo muchas amistades y sigo trabajando, ayudo a una
amiga con un restaurante en Roma. Voy de noche, soy la moza. Mi época en la
cocina de un restaurante ya terminó, pero igual cocino todos los días porque
vivo con mi hermana melliza y hacemos muchas fiestas. Todos los domingos vienen
sobrinos, amigos y somos 13 o 14 personas a almorzar. A la cocina la tenés que
sentir. Mi marido, Raúl Cabrera, que era uruguayo, lamentablemente murió en
1999, al año y medio que vinimos a vivir acá a abrir el restaurante Roma Amor.
Fui su tercera esposa. Su hija, Sylvana Cabrera, y Guillermina, mi nieta,
siguieron con la tradición.
Donatella junto a su esposo, Raúl Cabrera.
¿Cómo se conocieron con Raúl?
En Roma. Yo hacía cine, publicidad y teatro para divertirme. En
Montevideo él tenía dos trabajos, en el Banco de Seguros y en Teatro El Galpón,
en la época de Juan Manuel Tenuta y toda esa gente. Pero más allá de actor, él
era cantante. Quería vivir de lo que le gustaba, entonces decidió irse a Italia
con una recomendación de Marcel Marceau, porque Raúl le había enseñado a bailar
en Montevideo. Tuvo que empezar de cero. Se presentó en el Piccolo de Milán con
esa carta y enseguida empezó a trabajar, pero como no sabía el idioma hacía
pantomima. Después comenzó a aprender italiano e hizo mucho cine, teatro,
música y giras. Más tarde abrió un restaurante en Roma que hasta las 11 de la
noche tenía servicio de restaurante y luego música en vivo sin micrófono, todo a
capella. Una noche entré a comer y lo vi. Lo conocí hoy y ayer nos
fuimos a vivir juntos.
¿Fue amor a primera vista?
Sí, nos separó la muerte. También compartíamos el gusto por la cocina. Al
tiempo yo abrí otro restaurante muy cerca porque pensé qué podía hacer mientras
él trabajaba. Con los dos restaurantes en Trastévere no teníamos vida. La
cocina es una actividad que te mata, decidimos vender y vivir seis meses acá y
seis meses en Europa. Abrimos el restaurante Punto y Coma en el puerto de Punta
del Este y fue un éxito. Siempre vivíamos en verano. También trabajamos en un
complejo turístico en Isola Bella, en Sicilia, con 500 habitantes, música,
comida y siempre fiesta. Después pensamos: Esta vida es hermosa, pero ¿dónde
está nuestra casa? Y decidimos quedarnos en Montevideo. Abrimos Roma Amor y
todos nos decían que estábamos locos por abrir en la Ciudad Vieja en el año
1997. Yo he inventado la calle Bacacay.
Eduardo Schinca, Beatriz Massons, Estela Medina, Mario Palisca y Judith Palacios son solo algunos de los actores que se encontraban en Roma Amor para cenar y cantar con Donatella.
En ese momento había una peluquería, un local de venta de paraguas, un
restaurante…
Estaba el Café Bacacay, Panini’s y la Crêperie y otros negocios como
Charles Coiffeur; pero llegamos a ser nueve restaurantes todos con mujeres al
frente, porque en Panini’s con Guillermo Bazán estaba Cuca de León.
En esos años, Roma Amor era diferente, tenía un sillón y no había menú
impreso.
El sillón me lo había traído de Italia. Desarmé mi casa y me vine con un container
con mis cosas. El restaurante era como mi casa, las sillas, los cubiertos y los
manteles eran todos diferentes. Nosotros viajábamos todos los años a Italia y
traíamos cosas. No había menú, yo decía: la carta canta, y te cantaba el menú.
La primera vez la gente quedaba sorprendida.
¿Cuáles eran los platos más pedidos?
Mi cocina es solo italiana, es la comida simple que come una familia de
Roma. Además del buffet de verduras hacía pasta en el momento, pescado y
carne; hacía milanesas y volaban. Platos típicos, especialmente con berenjena, zucchini,
alcauciles o radicchio (achicoria) gratinados. Después había niños
envueltos con bresaola y muzzarella. Servía también pastas caseras, raviolones
y lasagna, y una variedad de postres; el tiramisú lo hacía de moras, de
frutillas y el normal de café, acá le ponen licor pero no lleva. También hacía crostata
con mermelada, torta con frutos secos, con pasas de uva, nueces, castañas, toda
acaramelada con la base de crema pastelera, una delicia. Pero siempre con
ingredientes de calidad. Cuando recién abrí empezaba a cocinar a las cinco de
la mañana porque también hacía el pan y estaba sola en la cocina. Me acuerdo
que cuando bajaba al restaurante golpeaba las manos y les decía: ¿Ustedes
quieren comer bien? Y les servía las entradas, después tres tipos de pastas y
los postres. Al terminar de cocinar, les cantaba.
A Roma Amor iban muchos actores y músicos conocidos después de las
funciones, ¿a quién recuerda?
A todos: Norma Aleandro, Enrique Pinti, Julio Bocca, Antonio Gasalla,
Fito Páez, Andrés Calamaro, y todos los uruguayos, los de la Comedia Nacional:
Eduardo Schinca, Beatriz Massons, Estela Medina, Mario Palisca, Judith
Palacios, Levón, todos. A mi casa ha venido un mundo; no me importaba quiénes
eran, solo me importaba que comieran y que la pasaran bien. Sergio Puglia,
Nelson Mancebo, Sergio Torres, Mario Morgan… Jorge Batlle venía siempre y
después de que lo eligieron presidente vino a mi restaurante y delante de todo
el mundo les dije: “A este señor lo voy a invitar por primera y única vez”. Y
siempre pagaba.
¿Y qué hizo cuando regresó a Roma?
Trabajé cinco años como chef en la Embajada de Uruguay con el embajador
Alberto Breccia. Ya era hora de volver, allá tenía un familión. Tengo seis
hermanas, una es mi melliza, con la que cumplimos 78 en marzo, y la mayor tiene
92. Nunca me hice nada, me gustan mis arrugas, no me hago tinta, solo me pinto
los labios y los ojos. Nunca me puse base ni protector solar, voy al mar así
nomás. Estoy bien y me siento bien, como sano y tomo solo agua. Y nunca paro,
por eso sigo trabajando en el restaurante de mi amiga. Cuando abrimos Roma Amor
la gente me decía: “¡Qué suerte que tenés, Tana!”. Pero cuando llegó la primera
Semana de Turismo todos cerraron. Acá están locos, si no son religiosos, ¿por
qué cierran? Entonces no, no es suerte, yo trabajaba todos los días y más allá
de eso siempre vendí calidad y ¡pura fiesta!
—
Tiramisú de Donatella
Ingredientes:
750 g de
mascarpone
1 l de crema
doble
3 cdas de azúcar
Plantillas
Café
Procedimiento:
Batir el
mascarpone con la crema doble y el azúcar hasta que se vuelve bien sólida. Por otro lado,
mojar las plantillas en café. En una asadera
intercalar una capa de plantillas, una capa de la mezcla, otra capa de
plantillas, otra de mezcla, y después chocolate amargo en polvo. Dejarlo reposar
en la heladera.
Queda mejor si
se come al otro día.