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Donatella Vetriano, la italiana de Roma Amor, el restaurante que marcó una época en Ciudad Vieja

De visita en Montevideo la cocinera se reencontró con amigos y recordó anécdotas de los mejores años de su restaurante
Coordinadora de Sociales

El restaurante Roma Amor marcó una época en la calle Bacacay, transformándose en el lugar de encuentro de diplomáticos, personajes de la cultura y habitués de esa zona. Con una propuesta de cocina italiana simple con ingredientes naturales y de elaboración casera hecha por sus dueños, la italiana Donatella Vetriano y su esposo, el uruguayo Raúl Cabrera, logró atraer a comensales fieles y agradecidos por los momentos alegres que pasaban mientras ellos les cocinaban y cantaban. Pionera en la reconversión de la peatonal, Donatella trabajó después de fallecer su marido para darle vida a esa zona —aún en los feriados— y recibir a los turistas con comida casera y aire festivo al estilo italiano. A pesar de haber cerrado hace 16 años, la gente la recuerda por su forma de ser, sus canciones y su mano para la cocina.

Hace unos días regresó de Roma para disfrutar de unas vacaciones y reencontrarse con viejas amistades. Una de esas noches ella fue la agasajada, en todo sentido. El diseñador Marcelo Roggia la recibió en su casa-atelier junto a un puñado de amigos y se encargó de preparar un banquete en su honor.

“Soy una vagabunda”, afirma con una enorme sonrisa de labios rojos y pelo blanco al viento mientras sirve una porción de su famoso tiramisú. Su espíritu aventurero continúa inalterable al igual que su alegría. Las travesías anuales entre Italia y Uruguay quedaron atrás desde que decidió regresar a Roma, pero su alma le pertenece al mundo. Después de un par de semanas en Uruguay, tomó un avión a Miami para encontrarse con el periodista uruguayo Alejandro Figueredo, su esposa María y sus hijas, su antiguo empleado el Cubano y tantos otros afectos. El itinerario prosiguió en México para visitar a un sobrino y después volver a su familia y su trabajo en Roma.

¿Cómo encontró Uruguay desde su último viaje?

Hacía cuatro años que no venía, desde un año antes de la pandemia, y encontré a Uruguay mucho mejor, está más luminoso. Pero ayer fuimos a la Ciudad Vieja de noche y está de terror. Lo lindo es que siempre me encuentro con alguien conocido. La gente se acuerda de mí después de 16 años. El otro día estaba esperando el ascensor en el edificio Ciudadela, cuando iba a visitar a una amiga, y me crucé con un señor que me dijo: “¿Vos sos la Tana de Roma Amor?, ¿vas a abrir?, ¡te extrañamos!”. Otro día estábamos en El Palacio del Café con Cecilia Regules, se levantó un señor y le dijo al chico que nos atendía: ¿Usted no sabe quién es ella?

Todos me dicen que me extrañan… Yo no digo que no haya lugares donde se coma bien, pero comida italiana como la hago yo, no hay.

¿Cuál fue el motivo para venir a Uruguay en aquel momento?

Por amor. Un golpe de luz. Desde el primer día que vi a Raúl nos enamoramos y no nos separamos más. El 19 de mayo hará 24 años que se murió y yo hace 24 años que estoy sola, ni una salida, me hace falta todavía... Yo estoy bárbara, viajo mucho, tengo muchas amistades y sigo trabajando, ayudo a una amiga con un restaurante en Roma. Voy de noche, soy la moza. Mi época en la cocina de un restaurante ya terminó, pero igual cocino todos los días porque vivo con mi hermana melliza y hacemos muchas fiestas. Todos los domingos vienen sobrinos, amigos y somos 13 o 14 personas a almorzar. A la cocina la tenés que sentir. Mi marido, Raúl Cabrera, que era uruguayo, lamentablemente murió en 1999, al año y medio que vinimos a vivir acá a abrir el restaurante Roma Amor. Fui su tercera esposa. Su hija, Sylvana Cabrera, y Guillermina, mi nieta, siguieron con la tradición.

Donatella junto a su esposo, Raúl Cabrera. Donatella junto a su esposo, Raúl Cabrera.

¿Cómo se conocieron con Raúl?

En Roma. Yo hacía cine, publicidad y teatro para divertirme. En Montevideo él tenía dos trabajos, en el Banco de Seguros y en Teatro El Galpón, en la época de Juan Manuel Tenuta y toda esa gente. Pero más allá de actor, él era cantante. Quería vivir de lo que le gustaba, entonces decidió irse a Italia con una recomendación de Marcel Marceau, porque Raúl le había enseñado a bailar en Montevideo. Tuvo que empezar de cero. Se presentó en el Piccolo de Milán con esa carta y enseguida empezó a trabajar, pero como no sabía el idioma hacía pantomima. Después comenzó a aprender italiano e hizo mucho cine, teatro, música y giras. Más tarde abrió un restaurante en Roma que hasta las 11 de la noche tenía servicio de restaurante y luego música en vivo sin micrófono, todo a capella. Una noche entré a comer y lo vi. Lo conocí hoy y ayer nos fuimos a vivir juntos.

¿Fue amor a primera vista?

Sí, nos separó la muerte. También compartíamos el gusto por la cocina. Al tiempo yo abrí otro restaurante muy cerca porque pensé qué podía hacer mientras él trabajaba. Con los dos restaurantes en Trastévere no teníamos vida. La cocina es una actividad que te mata, decidimos vender y vivir seis meses acá y seis meses en Europa. Abrimos el restaurante Punto y Coma en el puerto de Punta del Este y fue un éxito. Siempre vivíamos en verano. También trabajamos en un complejo turístico en Isola Bella, en Sicilia, con 500 habitantes, música, comida y siempre fiesta. Después pensamos: Esta vida es hermosa, pero ¿dónde está nuestra casa? Y decidimos quedarnos en Montevideo. Abrimos Roma Amor y todos nos decían que estábamos locos por abrir en la Ciudad Vieja en el año 1997. Yo he inventado la calle Bacacay.

Eduardo Schinca, Beatriz Massons, Estela Medina, Mario Palisca y Judith Palacios son solo algunos de los actores que se encontraban en Roma Amor para cenar y cantar con Donatella. Eduardo Schinca, Beatriz Massons, Estela Medina, Mario Palisca y Judith Palacios son solo algunos de los actores que se encontraban en Roma Amor para cenar y cantar con Donatella.

En ese momento había una peluquería, un local de venta de paraguas, un restaurante…

Estaba el Café Bacacay, Panini’s y la Crêperie y otros negocios como Charles Coiffeur; pero llegamos a ser nueve restaurantes todos con mujeres al frente, porque en Panini’s con Guillermo Bazán estaba Cuca de León.

En esos años, Roma Amor era diferente, tenía un sillón y no había menú impreso.

El sillón me lo había traído de Italia. Desarmé mi casa y me vine con un container con mis cosas. El restaurante era como mi casa, las sillas, los cubiertos y los manteles eran todos diferentes. Nosotros viajábamos todos los años a Italia y traíamos cosas. No había menú, yo decía: la carta canta, y te cantaba el menú. La primera vez la gente quedaba sorprendida.

¿Cuáles eran los platos más pedidos?

Mi cocina es solo italiana, es la comida simple que come una familia de Roma. Además del buffet de verduras hacía pasta en el momento, pescado y carne; hacía milanesas y volaban. Platos típicos, especialmente con berenjena, zucchini, alcauciles o radicchio (achicoria) gratinados. Después había niños envueltos con bresaola y muzzarella. Servía también pastas caseras, raviolones y lasagna, y una variedad de postres; el tiramisú lo hacía de moras, de frutillas y el normal de café, acá le ponen licor pero no lleva. También hacía crostata con mermelada, torta con frutos secos, con pasas de uva, nueces, castañas, toda acaramelada con la base de crema pastelera, una delicia. Pero siempre con ingredientes de calidad. Cuando recién abrí empezaba a cocinar a las cinco de la mañana porque también hacía el pan y estaba sola en la cocina. Me acuerdo que cuando bajaba al restaurante golpeaba las manos y les decía: ¿Ustedes quieren comer bien? Y les servía las entradas, después tres tipos de pastas y los postres. Al terminar de cocinar, les cantaba.

A Roma Amor iban muchos actores y músicos conocidos después de las funciones, ¿a quién recuerda?

A todos: Norma Aleandro, Enrique Pinti, Julio Bocca, Antonio Gasalla, Fito Páez, Andrés Calamaro, y todos los uruguayos, los de la Comedia Nacional: Eduardo Schinca, Beatriz Massons, Estela Medina, Mario Palisca, Judith Palacios, Levón, todos. A mi casa ha venido un mundo; no me importaba quiénes eran, solo me importaba que comieran y que la pasaran bien. Sergio Puglia, Nelson Mancebo, Sergio Torres, Mario Morgan… Jorge Batlle venía siempre y después de que lo eligieron presidente vino a mi restaurante y delante de todo el mundo les dije: “A este señor lo voy a invitar por primera y única vez”. Y siempre pagaba. 

¿Y qué hizo cuando regresó a Roma?

Trabajé cinco años como chef en la Embajada de Uruguay con el embajador Alberto Breccia. Ya era hora de volver, allá tenía un familión. Tengo seis hermanas, una es mi melliza, con la que cumplimos 78 en marzo, y la mayor tiene 92. Nunca me hice nada, me gustan mis arrugas, no me hago tinta, solo me pinto los labios y los ojos. Nunca me puse base ni protector solar, voy al mar así nomás. Estoy bien y me siento bien, como sano y tomo solo agua. Y nunca paro, por eso sigo trabajando en el restaurante de mi amiga. Cuando abrimos Roma Amor la gente me decía: “¡Qué suerte que tenés, Tana!”. Pero cuando llegó la primera Semana de Turismo todos cerraron. Acá están locos, si no son religiosos, ¿por qué cierran? Entonces no, no es suerte, yo trabajaba todos los días y más allá de eso siempre vendí calidad y ¡pura fiesta! 

Tiramisú de Donatella

Ingredientes:

750 g de mascarpone

1 l de crema doble

3 cdas de azúcar

Plantillas

Café

Procedimiento:

Batir el mascarpone con la crema doble y el azúcar hasta que se vuelve bien sólida. Por otro lado, mojar las plantillas en café.  En una asadera intercalar una capa de plantillas, una capa de la mezcla, otra capa de plantillas, otra de mezcla, y después chocolate amargo en polvo. Dejarlo reposar en la heladera.

Queda mejor si se come al otro día.