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Günther Koerffer: “Creo que la gastronomía sostenible es el único destino posible”
Es el actual presidente de la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros, preparó la torta de bodas de la princesa Victoria de Suecia y hace unos días visitó Uruguay para compartir su experiencia y enseñar las bases de los dulces tradicionales del país nórdico
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Es el actual presidente de la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros, preparó la torta de bodas de la princesa Victoria de Suecia y hace unos días visitó Uruguay para compartir su experiencia y enseñar las bases de los dulces tradicionales del país nórdico
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Cuando le encargaron la torta del
casamiento de la princesa Victoria de Suecia con Daniel Westling, Günther
Koerffer se vio en un verdadero aprieto. El maestro pastelero trabajaba para la
familia real hacía ya 34 años, desde que contrajeron matrimonio el rey Carlos
XVI Gustavo de Suecia y Silvia Renata Sommerlath de Toledo. Desde aquella boda,
para la que ABBA compuso especialmente la canción Dancing Queen
inspirada en la novia, Koerffer acompañó celebraciones íntimas como el bautismo
de la primogénita, Victoria, para la que se le encargó el postre de la cena.
La fecha del casamiento se acercaba
y la lista de ingredientes que el maestro pastelero no podía utilizar en la
torta seguía ampliándose, principalmente por alergias de la familia. “Al final
dije: ok, no tengo nada con qué hacer la torta. Así que decidiré por ustedes”.
Y así fue. El resultado fue una torta de 15 niveles, 600 kilos y 3,7 metros de
altura: el pastel de bodas real más alto del mundo.
Esta es apenas una anécdota en la
trayectoria de Günther Koerffer, nacido en Alemania pero representante mundial
de la panadería de Suecia, donde reside desde hace más de 40 años. Trabajó en
Tel Aviv, Jerusalén, Dubái, Canadá y Nueva York, y hace casi 40 años lleva adelante
su propia cafetería y pastelería orgánica en Ulricehamn, Suecia. Este año, el
actual presidente de la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros (UIBC) y
directivo de la Confederación Europea de Panaderos y Pasteleros (CEBP) recibió
el título honorífico de Embajadores del gusto para la gastronomía global
Medalla de Oro 2022; un reconocimiento a su dedicación a la gastronomía
sostenible y a su vocación por difundir su conocimiento a los colegas jóvenes
para preservar ese legado.
Hace unos días, Koerffer visitó
Uruguay por primera vez invitado por el Centro de Industriales Panaderos del
Uruguay (CIPU) para enseñar las bases de la panadería y pastelería sueca.
Cuando Galería conversó con él vía Zoom, previo a su llegada, todavía no
había probado ningún panificado típico uruguayo; “así que será una completa
sorpresa para mí”, aseguró. Mientras recorría panaderías en San Pablo, entre
una parada y otra, Koerffer habló sobre el boom de la panadería sueca en el
mundo, las particularidades de sus masas, el proceso de preparación de la torta
de la princesa Victoria, el pan que inventó para el papa Francisco, la
relevancia de la gastronomía sostenible y los varios significados de su lema:
Hornear sin fronteras.
¿Qué dulces resumen mejor la
pastelería sueca?
Hay dos que son los más icónicos:
los rollos de canela y la princesscake.
¿En qué consiste esta última?
Es una esponja, como una torta
suave, y en la capa más baja tiene mermelada de frambuesa, luego crema, luego
otra capa y después crema de vainilla y mucha crema batida, y por último se
cubre de nuevo con otra capa y todo eso se recubre con mazapán verde y una rosa
roja.
¿Por qué cree que la pastelería
sueca ha tenido un boom en el último tiempo a nivel mundial?
Tal vez no tanto en los últimos
años, pero sí desde que se estableció Ikea (la cadena de tiendas de mobiliario)
en todo el mundo. En cada local de Ikea tienen una tienda en la que venden
todos los dulces tradicionales de Suecia; fue entonces que todos nuestros
dulces empezaron a volverse más y más famosos.
¿Qué caracteriza a la masa típica de
la pastelería sueca, y cómo se logra?
¿Tradicionalmente o según mi
criterio?
Según su criterio.
Para mí, una cosa es importante: las
preparaciones nunca deberían tener más de tres ingredientes fundamentales porque
si pones más, pierdes el sabor. La torta que hice para nuestra princesa cuando
se casó fue simple, tenía tres ingredientes clave: almendras, champagne y
frutillas silvestres. Medía 3,7 metros de altura.
¿Cómo la cortaron?
Victoria la cortó con su marido con
una espada, una gran espada militar. La diseñó su hermano, el príncipe Carlos
Felipe, que diseña cubiertos. Él diseñó ese cuchillo especialmente para su
boda.
¿Cómo es el proceso de creación de
una torta como esa? ¿Lo conversó con la princesa?
Fue muy complicado, porque en la
familia real tienen ideas extrañas de lo que quieren comer, y tienen muchas
alergias, así que me decían que esto no podía estar en la torta, que esto otro
tampoco; fue una lista larga. Al final dije: “OK, no tengo nada con qué hacer
la torta. Así que decidiré por ustedes, haré la torta con lo que me parezca
mejor para ustedes”. Lo aceptaron, pero igual quería dárselas a probar, así que
preparé ocho tipos de tortas completamente diferentes, todas ellas sin gluten.
De estas ocho tortas quedaron dos preseleccionadas, una de chocolate con
frambuesas marinadas dentro, y la torta que ella eligió, que estaba hecha con
capas de almendras, crema de champagne y frutillas salvajes. Cuando tuvieron
que elegir entre estas dos solo estaba la familia, es decir, el rey (Carlos XVI
Gustavo) y la reina Silvia, Victoria y Daniel (su futuro marido). El rey
avanzó, las probó y dijo: “Mmm, me gusta la de chocolate, es fabulosa”. Y luego
Victoria dijo: “Papá, ¿quién se va a casar, tú o yo? Así que yo elijo la
blanca”. Y se quedó con esa.
Ganó la princesa.
Sí, y cuando ya habían tomado esa
decisión, empecé a producirla, porque ella quería que estuviera de pie sobre un
soporte, y había que fabricarlo, porque el peso de la torta rondaba los 600
kilos. No puedes poner una torta de tres metros de altura sobre un solo apoyo,
se balancearía. Así que contacté a una empresa que construye aviones en Suecia,
Saab, y les pedí que tuvieran en cuenta el peso y nos aconsejaran qué material
deberíamos usar y cuán grande debería ser el soporte. Después hubo que
construir ese pie para la torta.
¿Qué pan le regaló al papa Francisco
cuando lo visitó en 2018?
Hay otra historia detrás de eso. En esa época yo todavía
era presidente de la Confederación Europea de Panaderos y Pasteleros, y
vicepresidente de la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros, así que
tratábamos de llevar el pan como una herencia cultural. Cuando vas a visitar al
papa tienes que llevar algo, y yo estaba pensando qué. Se me ocurrió hacerle un
nuevo tipo de pan. Nosotros tenemos una santa en Suecia, Santa Brígida, así que
revisé con el monasterio si hacían pan. Me dijeron que en ese momento no, pero
que tenían la receta de uno viejo, del año 1500. Probé ese pan y no podías
comerlo, no se parecía en nada al pan moderno. Entonces para el papa hice un
pan con algunos ingredientes de la Edad Media. Es un tipo de pan sueco muy
rústico, con especias dentro; incluso llevaba un tipo de maíz. Arriba le hice
una imagen de Santa Brígida. Cuando el papa lo recibió pude ver que casi tenía
lágrimas en los ojos. Me dijo: “En mi familia algunas veces los domingos
comíamos un pan grande, que mi padre cortaba”. Y me preguntó: ¿Puedo cortar el
pan? Y lo cortó, y le gustó. No puedes llegar más alto como panadero a que el papa
bendiga tu pan y le guste, y te diga que le recuerda a su juventud.
Hornear sin fronteras (baking without borders)
es su lema. ¿Qué significa para usted?
Al principio era por mí, porque yo nací en Alemania poco
después de la guerra, pero tenía pasaporte francés porque los franceses habían
ocupado esa parte de Alemania. Así que era alemán, o francés. Después me fui de
Alemania y estuve trabajando en Suiza, en Israel, en Canadá, y en los Estados
Unidos, y ahora vivo desde hace más de 40 años en Suecia; así que para mí, las
fronteras no existen. Pero, si llevo ese concepto a mi profesión, tiene dos
significados. El primero es que se debería cocinar sin fronteras. Cuando un
joven colega dice que le pondría esto y aquello al pan, viejos colegas dirían:
“no, no puedes hacerlo”; ahí hay una frontera. Pero yo siempre digo: “no lo
había pensado, pero voy a probarlo”. Tengo a mi hijo menor en la pastelería, y
puedes imaginar entonces que hay dos generaciones que no siempre están de
acuerdo, pero yo siempre estoy abierto a lo nuevo. Lo otro es que no creo que
mis colegas deban ser medidos por fronteras. Tengo colegas rusos, y solo porque
Putin es un estúpido idiota, no han dejado de ser mis amigos; tengo amigos allá
que no entienden lo que está pasando. También tengo amigos en Brasil, en
Uruguay, en China, en Singapur, en todo el mundo. Eso es hornear sin fronteras
para mí. En la Unión Europea tienen políticas que intentan interferir en
nuestras recetas. Quieren bajar las grasas, el azúcar, la sal; eso sería un
gran problema para nosotros, porque si reduces la sal demasiado, la masa no
crece. Así que les pido a ellos que no interfieran en nuestras recetas, porque
eso sería transgredir los límites. Esas son las ideas detrás de ese lema. Tengo
68 años, he viajado por todo el mundo, tengo amigos por todo el mundo, y solo
pido que los políticos no se metan con la cocina.
Este año le otorgaron el título
honorífico de Embajadores del gusto para la gastronomía global Medalla de Oro
2022, en parte por su dedicación a la gastronomía sostenible. ¿Cuál es el
futuro, en su opinión, de la gastronomía sostenible?
Creo que el único destino posible.
En mi pastelería usamos desde hace 25 años productos orgánicos. Compro granos
de cacao orgánicos de Brasil, compro azúcar orgánica y harina orgánica en
Suecia... No usamos plásticos en la pastelería, porque si no piensas dos veces
qué estamos usando y por qué lo estamos usando, nuestros recursos se
terminarán. Yo tengo un hijo que heredará mi pastelería, así que tengo una
responsabilidad con él de darle la oportunidad de seguir con la pastelería,
como yo, por años. Tengo la responsabilidad de dejarle un mundo en el que pueda
vivir. Eso es sostenible para mí. Y lo otro es que cuando estás trabajando con
ingredientes orgánicos y sustentables, reduces automáticamente tu producción de
comida. En Suecia, por ejemplo, no deberías pedir una torta de Navidad con
frutillas, porque no hay frutillas en Suecia en esa época, a menos que sean
congeladas. Nuestro repertorio en la pastelería se reduce radicalmente por eso,
y deberías aceptarlo si quieres productos de estación. El resultado de eso es,
además, que no tenemos desechos de comida. Ahora las pastelerías que tienen,
como los supermercados, mucha variedad de productos, tienen que tirarlos al final
porque se vencen o se ponen viejos. Así que reducir la cantidad de productos y
que sean de mayor calidad, eso es cocina y pastelería sostenible, y lleva
además a un mejor sabor, porque todo es más fresco.
¿Suecia está yendo en esa dirección?
Sí. Hay una campaña que se llama From
farm to fork (De la granja al tenedor) y es de hecho una buena idea, porque
puedes seguir a tu granjero, saber quién está produciendo tu materia prima.
Ahora recibimos todo de grandes fábricas y nunca sabemos qué tiene realmente
adentro; tenemos simplemente que aceptar lo que nos están dando. Así que creo
que esta campaña es muy buena.
Viene a dar clases a los socios de
CIPU. ¿Qué les va a enseñar?
Me pidieron que enseñara la pastelería tradicional
sueca, y entonces haré algunas cookies, por supuesto los rollos de
canela, e incluso los que hacemos para Navidad, que pueden ser interesantes
también para Uruguay. Es una masa dulce que hacemos en Santa Lucía (festividad
que se celebra el 13 de diciembre), que es casi más grande que la Navidad en
Suecia. Las niñas se visten con vestidos blancos y lazos rojos, van a las
iglesias cantando canciones y comen panes dulces con azafrán. Son muy sabrosos.
Y por supuesto la princess cake, y algunas otras cosas. Tengo cuatro
horas, pero el problema es que yo nunca paro (risas). Porque todavía amo
mi trabajo, ese es el problema.