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El Super encuentro balletómano reunió a apasionadas de la danza

“Nadie puede llegar a la cima armado solo de talento. Dios da el talento, el trabajo transforma el talento en genio”, dijo una de las mayores exponentes de ballet, la rusa Anna Pávlova, quien a lo largo de su carrera decidió realizar giras por Estados Unidos que la llevaron a lugares insospechados, sitios en los que el ballet no parecía tener un espacio, lugares sucios, tugurios llenos de ratas. En esas circunstancias y ante la queja de sus compañeros de escenario, la consagrada bailarina argumentó que si ellos no daban ese espectáculo, la gente se quedaría sin disfrutar de la belleza de la danza clásica. Así lo contó Lucía Chilibroste, especialista en historia del ballet, en el Super Encuentro Balletómano realizado en Mercedes (Soriano) entre el 10 y el 12 de noviembre.

La pasión por la danza sale de los poros de Chilibroste a través de una catarata de historias de las que parece haber sido testigo. Profesora de Historia de profesión, en un momento de crisis vocacional encontró la manera de unir sus pasiones y ahora cuenta cómo se desarrolla el ballet para que las personas entiendan, por ejemplo, cómo el cisne blanco hace determinados movimientos demostrando al príncipe por qué, ante su desamor, la condena a la muerte.

La frase adjudicada a Pávlova se ajusta de maravilla al mensaje transmitido por las bailarinas Rosina Gil y Stephanie Kessel, la primera del Ballet del Sodre y la segunda del Teatro Colón de Argentina, quienes dieron su testimonio en un conversatorio el segundo día del encuentro. Las dos coincidieron en que el talento es algo que te puede ayudar, pero sin trabajo queda en segundo plano. Alguien con más dedicación alcanza mayores logros. Sin dudas, ellas fueron de las que insistieron ante las negativas, se enfrentaron a los desafíos y con empeño, y sí, también mucho talento, llegaron a la cumbre en la danza.

A Gil, ya trabajando en Paraguay, le surgió la oportunidad de probarse en Madrid. Había cientos de postulantes y no fue elegida. Esto la sumió en una crisis que la llevó a refugiarse en la casa de una de sus tías en Barcelona. En medio de la decepción se presentó en un estudio que quedaba cerca de la casa. La maestra le dijo que tenía talento y le sugirió que esperara al lunes a que la viera su esposo. El problema era que ella debía tomar un avión que la regresaría a Latinoamérica un día antes. Al teléfono su madre le dijo que volviera, que tenía algo seguro por estos lares, pero su abuela en voz baja le dijo: “Quedate”. Se quedó y tuvo dos años y medio de experiencia en el viejo continente.

Kessel, por su parte, estudió muchos años en un sitio de su barrio y la maestra no consideraba que se pudiera dedicar al baile de manera profesional. La logró convencer a tal punto que ya no tenía la confianza para hacerlo, el ballet era solo un entretenimiento para ella. Durante 16 años no se creía capaz de entrar al cuerpo de baile del Colón. Los vericuetos del destino la llevaron a una nueva instructora que le preguntó si no lo había pensando, porque tenía las condiciones, pero debía desaprender todo lo que había adquirido en esos años. Le picó el bichito y cada vez que pasaba por el teatro lo miraba con anhelo. Cuando se presentó, entró y logró una destacada carrera, demostrando que algunas personas importantes en nuestra vida se equivocan en sus apreciaciones y que el trabajo, como decía Pávlova, es la base del éxito.

El encuentro mercedino no pudo tener mejor escenario. Con un primer día muy lluvioso, las asistentes igual pudieron hacer una recorrida por la ciudad a cargo de Santiago Zefferino. El agua no impidió que el historiador encantara a las participantes con la historia del lugar. Al día siguiente, y con el capricho del clima esta vez como aliado, se pudo disfrutar de un paseo en lancha por el río Negro hasta la playa de los Negros. Allí no faltó la oportunidad para que Kessel intentara enseñar algunos pasos básicos, en especial la forma de caminar de las bailarinas. Las “alumnas” intentaron imitar a la experta dando lugar a un extraño espectáculo de un grupo de mujeres intentando seguir los elegantes movimientos de una bailarina. No faltaron las fotos, las risas y los videos, que esta cronista espera que no se viralicen porque el clásico no se le da tan bien.

El encuentro culminó esa noche con un cóctel en el que la anfitriona y autora del libro El equilibrio de bailar. La historia de María Noel Riccetto contó sobre su acercamiento al mundo de la danza. Definitivamente, las amantes del ballet disfrutaron de una experiencia que dejará huellas en su memoria.

Fotos: Alejandro Heredia