La 34° Fiesta de la Patria Gaucha, realizada desde el 3 al 8 de marzo en el departamento de Tacuarembó, recibió a más de 75.000 personas que llegaron de diferentes rincones del país y del mundo y formaron parte de este clásico de cada año.
La 34° Fiesta de la Patria Gaucha, realizada desde el 3 al 8 de marzo en el departamento de Tacuarembó, recibió a más de 75.000 personas que llegaron de diferentes rincones del país y del mundo y formaron parte de este clásico de cada año.
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Rosa Bidondo y José Iparraguirre viven en Achar, una localidad uruguaya ubicada al sur del departamento de Tacuarembó. Allí, sobre el kilómetro 10 de la Ruta 43, se encuentra este pueblito que hoy apenas llega a los 1.000 habitantes y que fue fundado por el inmigrante italiano Salvador Celiberti.
Luego de su llegada en 1870, Celiberti se estableció en San Gregorio de Polanco, en donde trabajó como empleado de un comercio. Fue creciendo y creó su propia empresa hasta obtener 15 suerte de estancias. Construyó su casa de ladrillo asentado en barro y se volcó al negocio de la botica. Más tarde, en el año 1888, el inmigrante donó varios de sus terrenos para instalar algunos servicios básicos como la estación del ferrocarril, la primera escuela del pueblo, una policlínica y un club social. Pero también incluyó el fraccionamiento de siete manzanas que dieron inicio a la infraestructura de la localidad de Achar.
Esa historia fue la que Rosa y José eligieron contar en la 34a edición de la Patria Gaucha, que tuvo como eje temático al inmigrante en el medio rural. Entre el 3 y el 8 de marzo, las sociedades criollas participantes les rindieron tributo recreando estancias y ambientes de la época de la colonia alrededor de la Laguna de las Lavanderas, junto al río Tacuarembó.
Barro, piedra y ladrillos. Inspirados por la temática de esta edición, la sociedad Paisanos Unidos de Achar (fundada en 1996 y conformada por Rosa, José y más personas de la localidad) decidió contar la historia de Celiberti. El primer paso fue el armado de lo que sería la casa del inmigrante. La construcción demoró 15 días y fue hecha en ladrillo asentado en barro, tal cual la original. En ese mismo escenario se intentó reproducir el estilo de vida de la época, con botellas de la botica original, manteles bordados por las propias italianas, una cama con una colcha de seda de 110 años y una toalla de lino natural.
En ese terreno tambien se replicó la primera escuela de Achar, con paredes de barro, quincho y muebles de la época. Todos los vecinos colaboraron aportando elementos que pudieran ser útiles, como muebles o cuadernos. Se consiguieron además cuadros de tres maestras que trabajaron en ese entonces y que sus hijos tenían guardados como pequeñas reliquias.
Estas sociedades -o aparcerías- son las encargadas de construir y recrear cada escenario alrededor de la laguna. Dentro de las sociedades criollas hay dos categorías: 12 participantes y nueve invitadas. Tienen competencias todos los días y el puntaje que reciben varía en función de las distintas pruebas y actividades a las que se tienen que enfrentar. Para evaluarlas existen diferentes jurados y, además, está el voto popular.
Hay concursos de habilidades ecuestres, de belleza, de artesanos, de emprendado, de fogones (en donde se califica la historia de cada aparcería), de gastronomía y más. A su vez, se evalúa la vivencia de todos los participantes durante los seis días de fiesta, pues tienen que comer y vivir como si estuvieran en la época: fabricar dulce de boniato y de zapallo, cocinar carne a la parrilla guiso y ensopado, todo de manera artesanal.
Viaje desde el Líbano. Los Tizones de Ansina fue otra de las sociedades criollas que participó en esta 34a edición. Esta sociedad, que fue una de las ocho fundadoras de la fiesta, en esta oportunidad eligió reconstruir un almacén llamado Casa Nacir-La Estrella de Amarillo, de Camilo Bulmini (ubicada en Amarillo, Rivera).
Bulmini fue un inmigrante libanés que llegó a Uruguay con tan solo 16 años. Su nombre real era Yamil Ismail Abelmon Auer, pero las diferencias idiomáticas hicieron que lo llamaran Camilo. Era libanés, su pasaporte venía sellado por Turquía y por eso, en la localidad de Amarillo, todos lo conocían como el Turco Bulmini. "Trabajó de sol a sol. Al principio cargaba y vendía de estancia en estancia, y de a poquito fue creciendo hasta que se pudo instalar definitivamente en un almacén. Primero cargaba un baúl y luego tuvo un carro, hasta que se estableció en un local fijo", cuenta su nieta, Nazmi Bulmini.
Ese comercio, bautizado en homenaje a la primera hija del matrimonio, era considerado en la campaña un punto de referencia para la zona. Contaba con numerosos tipos de mercaderías, entre alimentos, ropa, telas, medicamentos, accesorios para la casa, caña y tabaco.
La construcción de este almacén, la cocina, el comedor, el cuarto y el galpón, fue hecha en barro y llevó 14 días de trabajo. Después se dispusieron todos los objetos que aludían a la época, como los libros en donde llevaba la contabilidad del almacén, la cuna de Nacir, los jarrones, las botellas y los demás objetos que completaron este escenario. Dos de sus hijas, en conjunto con su nieta y otros integrantes de la familia Bulmini, colaboraron con la tarea para recrear la historia lo más fiel posible a la realidad y homenajear a este inmigrante que llegó al país sin nada y se convirtió en una leyenda de Amarillo.
Más allá de la competencia. En el terreno donde se desarrolla la Patria Gaucha se sienten todo tipo de aromas y sonidos: el relinchar de los caballos, las estrofas de los payadores y la música folclórica se convierten en la esencia de la fiesta. Los puestos de ropa y accesorios para la cocina, los restaurantes y locales de churros, tortas fritas, chorizos y empanadas terminan de completar la propuesta para los visitantes, pues allí se dan cita miles de personas que llegan de todas partes de Uruguay e, incluso, de diferentes países del mundo.
Uno de los episodios más emblemáticos de la Patria Gaucha es el desfile que atraviesa la ciudad de Tacuarembó. Este año, más de 4.500 caballos desfilaron por avenida Paul Harris, Aparicio Saravia, Manuel Oribe, Bulevar Rodríguez Correa y 18 de Julio hasta la Intendencia Departamental de Tacuarembó. Montados en sus caballos, o desde los carros y carruajes históricos, hombres, mujeres y niños integrantes de las distintas sociedades pasearon con alegría por las calles de la ciudad.
Sin precedentes. Este año fue la primera vez en la historia de la Patria Gaucha que desfiló un presidente. Luis Lacalle Pou y su esposa, Lorena Ponce de León, partieron a caballo en un recorrido que se inició en la Laguna de las Lavanderas y terminó en el centro de la ciudad. Aunque hacía 10 años que no desfilaba, el presidente asiste a todas las ediciones de la tradicional fiesta criolla y este año encabezó la sociedad criolla El Fogón de Curtina, ganadora del Gran Premio Intendencia Departamental de Tacuarembó el año pasado y también de esta 34a edición.
A este desfile, que se celebra y termina en la plaza 19 de Abril, van tanto vecinos como autoridades del gobierno. Al palco, ubicado sobre la calle 18 de Julio y Luis Alberto de Herrera, llegaron gobernantes, legisladores y autoridades departamentales. Allí estuvieron la vicepresidenta, Beatriz Argimón; el ministro del Interior, Jorge Larrañaga; el de Defensa, Javier García; el ministro de Turismo, Germán Cardoso; la de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Irene Moreira; el subsecretario de Desarrollo y Seguridad Social, Armando Castaingdebat; la subsecretaria de Educación y Cultura, Ana Ribeiro; el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado; el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Lema. También los senadores Jorge Gandini (Partido Nacional), Gloria Rodríguez (Partido Nacional), Guido Manini Ríos (Cabildo Abierto) y Juan Sartori (Partido Nacional). Además, se hizo presente y desfiló a caballo la madrina de la Patria Gaucha, Laetitia d'Arenberg; el embajador británico, Ian Duddy; la embajadora de Canadá, Joanne Frappier; el de Francia, Hugues Moret, y el Estados Unidos, Kenneth George.
El gran final. Durante la fiesta se realizaron diferentes tipos de pruebas (demostraciones de habilidades camperas, como domas y pruebas de lazo) y concursos puntuables, que incluyen las competencias de comidas criollas, la elección de la Flor del Pago -que selecciona a una mujer joven que, más allá de la belleza, se distinga por su nivel cultural, sus conocimientos, sus destrezas y su actitud-, la elección del Gauchito y la Paisanita y el concurso de Fogones.
Una vez que se define la sociedad ganadora y termina esta gran fiesta, esas construcciones son demolidas y todo vuelve a la normalidad. Ese trabajo de días y meses desaparece y el descampado que rodea a la Laguna de las Lavanderas vuelve a convertirse en el lugar que todos los tacuaremboenses eligen para ir a tomar mate y disfrutar durante el resto del año.