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"A mis hijas prefiero dejarles un recuerdo de alguien que luchaba por lo que creía"

Edad: 50 • Ocupación: Abogado y presidente de la Mesa Ejecutiva de la Primera División de la AUF • Señas particulares: Tiene un tatuaje con la fecha de fundación de Racing; en su adolescencia trabajó pintando casas; prefiere no usar corbata

En su familia no había abogados. ¿Cómo eligió su carrera? No fue una decisión precipitada. Mi madre trabajó años haciendo tareas administrativas y mi padre era pintor de casas. Los dos me insistieron siempre sobre la importancia de la formación. Cuando tenía 16 años empecé a trabajar como pintor con mi padre y me di cuenta de que no era lo que quería. Te mentiría si te dijera que había una vocación por la justicia. Esa la descubrí después. Trabajaba con mi padre hasta el mediodía y después iba a facultad. La cosa cambió cuando llegué a 5º año y tenía prácticas.

¿Qué casos lo marcaron? Muchos. El primer amparo por un medicamento me dolió. Ganamos, tuvimos la sentencia, el paciente estaba contento y justo cae Carnaval. Esperamos que terminara y falleció. Eso me marcó porque me reproché por no haber hecho más. Me acuerdo que un día vi llegar al hijo del paciente y pensé que me iba a reprochar, pero venía a traerme una carta que me había dejado su padre. Decía que se había planteado ganar porque ese ganar no era para él sino para los que venían. Decía que el día que escuchó que había ganado, sintió que había cumplido.

Y ahí, ¿se lo pudo perdonar? Sí, y entendí un poco más cómo funciona esto. También me marcan los casos de los niños, por ejemplo, cuando hacemos amparos para que les pongan un implante y puedan oír. O los niños con enfermedades raras que necesitan medicación. Que te llamen cuando salen de la operación y te cuenten que pudieron escuchar al perro por primera vez. Todo eso se queda contigo.

¿Heredó su pasión por Racing de su abuelo? Sí, en la familia Ceretta la mayoría es hincha de Racing. La razón puede estar en el barrio: muchos son de Sayago, Peñarol. La casa de mis padres estaba pegada a la de mi abuelo y desde los cuatro años me llevaba a todos los partidos. Me hicieron socio del club cuando tenía cinco.

¿Cómo lo convencieron sus hijas de hacerse un tatuaje de Racing? Yo era muy contrario a los tatuajes. La verdad es que no me gustaban, pero hace poco Racing cumplió 100 años y ellas me hicieron la propuesta. Me dijeron que querían tatuarse la fecha de fundación del club donde nuestro bisabuelo estuvo. Fue como una prueba: hablé con la madre, no estamos juntos pero tenemos buena relación, y nos lo hicimos.

¿Ahora le gustan más? Por lo menos no me disgustan tanto (risas).

¿Cómo maneja la adrenalina del fútbol? Aprendí a dominar la pasión con los años. Sigo yendo todos los fines de semana con mis hijas, pero no estoy más tranquilo. Increíblemente, de adolescentes se empezaron a involucrar más. Se transformó en algo que nos une.

También acompaña a sus hijas cuando practican karate. ¿Qué recuerda del día que pelearon juntas? La dos empezaron copadas con el karate y la filosofía del deporte. Vimos que tenía una buena repercusión en su vida. Y en una categoría llegaron a pelear juntas; ganó la más chica. La competencia fue en el Sporting y fue gracioso. Al terminar, le preguntaron a Conti cómo era combatir con su hermana y dijo que era difícil. A Abril, que fue la que ganó, le preguntaron y contestó que era una competidora más. Es más competitiva (risas).

¿Cuál fue el mayor desafío que tuvo su crianza? La verdad es que estoy muy contento con ellas. Cada vez que conversamos, sobre todo ahora que son más grandes, veo que tienen los mismos valores que les transmitimos con su madre. Hay momentos en que dudás si les llega, pero cada vez siento más que sí.

¿Por qué no usa corbata? Usé corbata mucho tiempo. En 2011 venía con problemas de vesícula y en julio tuve un ataque espantoso. No podía más de dolor, fue feo, me operaron y cuando salí me dijeron que todo había salido bien pero que me tenía que quedar una semanita más. El médico me dijo que cuando me estaban operando me vieron un bulto en el cuello y me querían estudiar. Era cáncer de tiroides. Me dejaron internado, me estudiaron: era maligno, agresivo. Estuve un año sin trabajar y cuando volví me quedó como una sensación en el cuello. No me gustaba tenerlo apretado. Ya no tengo esa sensación pero me acostumbré a estar así.

¿Cuánto lo cambió lo que vivió? Pasé recontramiedo. Por primera vez me puse a pensar en la cuestión de ser mortal. Hasta ese momento te creés inmortal. Soy de los que piensan que el cáncer los cambió para bien. Una de las cosas que decidí es que no hago cosas que no quiero hacer. Salvo, claro, cuando es importante para la persona que quiero. Incluso dentro de la abogacía cambié, por lo que viví. No pienso en dejarles plata a mis hijas en el banco. A mis hijas prefiero dejarles un recuerdo de alguien que luchaba por lo que creía.