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"De alguna manera siempre caminamos por el camino de nuestros padres"

Nombre: Álvaro Villar • Edad: 56 • Ocupación: Neurocirujano, director del Hospital Maciel, candidato a la Intendencia de Montevideo por el Frente Amplio • Señas particulares: Vivió en el Clínicas; no quería ser médico; aplicó técnicas de Disney en el Maciel

Nombre: Álvaro Villar • Edad: 56 • Ocupación: Neurocirujano, director del Hospital Maciel, candidato a la Intendencia de Montevideo por el Frente Amplio • Señas particulares: Vivió en el Clínicas; no quería ser médico; aplicó técnicas de Disney en el Maciel

Hasta los 11 años vivió en el Hospital de Clínicas porque su padre, Hugo Villar, era el director. ¿Cómo fue esa experiencia? De acuerdo a la ordenanza del hospital, el director tenía obligación de vivir ahí, en un sector acondicionado para vivienda en el piso 18. Con mis hermanos atravesábamos la emergencia para entrar, jugábamos al fútbol con los ascensoristas, cuando mis padres salían de noche nos quedábamos con las telefonistas. La casa era normal, tenía una gran ventana y mi padre se sentaba con la Spica a mirar los partidos en el estadio. Tengo muy buenos recuerdos. En ese piso hay un cuarto para estudiantes extranjeros y siendo niño conocí a un brasileño que después fue uno de los mejores neurocirujanos del mundo. Se acordaba de mí, de mis padres y me invitó a un curso en San Pablo. Ahí se cerró un círculo.


Su madre, Haydée Ballesteros, también trabajó en la salud. Sí. Tuvo una importancia muy grande en la transformación de la Escuela de Enfermería en Facultad de Enfermería, de la que fue la primera decana.
¿Siempre quiso ser médico? Nunca pensé que iba a ser médico, me inscribí en Ingeniería y después decidí hacer Medicina. Después quise ser pediatra, tenía claro que no quería nada quirúrgico. Pero terminé haciendo Neurocirugía.


En eso incidió su pasaje por el Hospital de Tacuarembó. Ahí hice el internado y tuve la posibilidad de ir todos los días al block quirúrgico. Estando de guardia en el Hospital de Clínicas subí a operar y no bajé más.

En la dictadura vivió 10 años en Argentina, Cuba y España. ¿Qué recuerda de esta tapa? Mis padres tuvieron la virtud de hacernos disfrutar cada lugar y adaptarnos a las realidades nuevas, pero siempre pensando en volver. En eso tuvo mucho que ver los cuentos que hacía mi padre del carnaval, del fútbol, sabíamos de Obdulio Varela y tangos de memoria. Y mi madre siempre cocinó recetas uruguayas. La cultura mantiene el arraigo.


Llegó al Maciel en un momento bastante crítico, después de la polémica por el caso de los enfermeros asesinos y de las irregularidades con una empresa de limpieza. Dicen que le cambió la cara, logró una identificación de los funcionarios y fue el impulsor del concepto "actitud Maciel". ¿Imagina algo así con los funcionarios de la intendencia?
Sí, por supuesto. Una "actitud Montevideo". El concepto del Maciel se aplica de dos maneras: una es que todo tiene que estar centrado en el paciente. Y la gran transformación fue el cambio cultural. Se hicieron muchas obras, pero lo más importante fue lograr que los funcionarios se sintieran orgullosos de su trabajo. Las salas no solo están limpias, hay plantas en los corredores, no hay una sola pared con papeles pegados. Es el único edificio de Ciudad Vieja que no tiene ni un solo graffitti o papel pegado en las paredes. La gente quiere al hospital, antes no era así.


¿Cómo lo logró? Hay muchas técnicas, algunas empresariales. Cambiamos los uniformes a instancias del ejemplo de Richard Brandson, el empresario de la empresa Virgin de aviación. El concepto que aplicó Brandson es que, cuando los uniformes superan lo esperado, los funcionarios no se lo ponen por obligación, las azafatas de Virgin querían usarlos. Nosotros hicimos eso, los uniformes son maravillosos: la calidad de la tela, el diseño, los hizo Oscar Álvarez. También sacamos cosas de Disney y de un libro de Robert Lee sobre cómo aplicar los conceptos de los parques Disney a la dirección hospitalaria. El vestuario se hizo copiando el vestuario del Real Madrid. El baño tiene colores rojos brillantes, los funcionarios comen en un deck de madera. Hay otro concepto que tiene que ver con la importancia del sótano: en los parques Disney nunca vas a ver a alguien desmayado o en una ambulancia, inmediatamente lo llevan a un piso que está debajo. En el Maciel los servicios de apoyo están en el sótano, para que la circulación se dé sin que los pacientes lo noten.


¿Se imagina aplicando eso en la intendencia?
Cuando uno va a dirigir tiene que aplicar las mejores experiencias, no importa si son de derecha o de izquierda, o de qué país sea. Eso implica gestionar sin barreras mentales, buscando las mejores ideas para la ciudad. Quiero un proyecto de ciudad que sea encantador, que ilusione y entusiasme a todos. Ahí estamos logrando una ciudad más limpia, con mejor movilidad, más seguridad, sin gente durmiendo en la calle. Una ciudad turística, que dé trabajo a su gente. Una ciudad construida pensando en los niños; que sea atractiva para los jóvenes que traen emprendimientos e inversiones; y que sea habitable para las personas de mayor edad, que a veces no les da el tiempo de cruzar la calle antes de que cambie el semáforo.


Está repitiendo la historia de su padre, que fue director de hospital y en 1971 fue el primer candidato a la intendencia por el Frente Amplio.
En la vida uno no se da cuenta de cómo va tomando decisiones. No me lo propuse. De alguna manera siempre caminamos por el camino de nuestros padres. En mi casa siempre se habló mucho del concepto de servidor público. Mi abuelo era capataz de OSE, y mis dos padres son trabajadores del Estado. Se puede trabajar en el Estado y hacer las cosas a conciencia. Es el legado que tengo.


Es padre de tres hijas. ¿Qué le dijeron cuando les comunicó que sería candidato?
Fueron las primeras a las que les pregunté qué hacer. Me dijeron: "Intendencia sí, Presidencia no. Nunca" (risas).


Le gusta el cine, la lectura, las murgas y el arte en general. ¿Podría mencionar un ejemplo de cada categoría? En cine El pescador de ilusiones; un libro, Armas, gérmenes y acero; murga, Contrafarsa y La Catalina. Y un artista definitivo sería Alessandro Baricco.