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"Descubrí que diseño y sustentabilidad casi tienen la misma definición"

Nombre: Agustín Menini • Edad: 39 • Ocupación: diseñador industrial, cofundador del estudio Menini Nicola • Señas particulares: es primera generación de universitarios en su familia, desde hace siete años está fanatizado con la NBA, su primer trabajo fue como mandadero de una farmacia en Mercedes.

¿Qué recuerdos tenés de tu infancia en Mercedes? Tengo recuerdos muy analógicos. Vivíamos en una casa muy vieja que después me enteré de grande que era un desastre, pero para mí era fantástica. Después nos mudamos a la casa en que viven mis viejos hoy y parece que el proceso ese fue un drama, pero yo lo recuerdo como algo increíble.Vivía jugando al fútbol, a las escondidas.

¿Cómo te acercaste al dibujo? Siempre me gustó dibujar y a mi padre también, a pesar de que después terminó como policía. Él nos dibujaba las tapas de los cuadernos en la escuela. Cuando llegué a 5° de liceo un profesor de dibujo muy crack de Mercedes hacía un viaje a Montevideo para mostrarnos las alternativas. Visité Bellas Artes, Arquitectura y el Centro de Diseño. Me inscribí en Arquitectura por las dudas y di la prueba del Centro de Diseño, que entraban 30 personas y quedé. El Centro de Diseño me marcó mucho. Ahí me di cuenta de que no solo me gustaba dibujar, me gustaban las cosas.

Sos primera generación de universitarios, ¿verdad? Sí. Y mis cuatro hermanos también. Nosotros siempre lo vivimos como una especie de imposición. Después, con el tiempo, nos dimos cuenta del valor que tiene. Desde chicos nos habían recalcado que teníamos que estudiar. Mi madre maestra, mi padre policía, una combinación que derivaba en que teníamos que hacer los deberes sí o sí.

¿Cómo fue para vos venir a Montevideo? Espectacular, hacía un año que me quería ir. Cuando tuve que dar el examen de ingreso del Centro de Diseño fui de botas de campo, vaquero y camisa, porque para mí era lo natural.

¿Fue una etapa fermental? Yo no tenía idea de lo que significaba la palabra "diseño". La cultura en el interior es completamente diferente a la de Montevideo. Aprendí absolutamente todo en el Centro de Diseño. Lo primero que aprendí fue mi ignorancia. Estaba en una feria de rarezas. Los ejercicios que hacía para la clase eran patéticos. Eso te deja enseñanzas, hay que reírse de uno mismo.

¿Te acordás de algo que te haya dicho un profesor que te haya marcado? Sí. Hugo Millán no dudaba en decirnos que algo era una porquería, no tenía prurito. Él realmente creía en nosotros, entonces te lo decía cuando podías hacer algo mejor. Y tenía razón.

Fuiste presidente de la Cámara de Diseño. ¿Te parece importante fomentar políticas públicas? Sí. Con Carlo (Nicola, su socio) abrimos como estudio en 2008 y la empresa solamente para ser socios fundadores de la Cámara de Diseño, porque creíamos en eso. Faltaba la pata gubernamental. La creación de la cámara le dio una institucionalidad a la profesión, se produjeron fondos para el fomento de diseño, se creó el Consejo Sectorial de Diseño, políticas públicas en conjunto. Fue un antes y un después radical.

¿Qué hace a un buen diseño? En mi tesis, en 2009, descubrí que diseño y sustentabilidad casi tienen la misma definición. Ser sustentable para la ONU significa considerar el ambiente, considerar el momento, los recursos, la mano de obra, las leyes sociales, el impacto hoy y mañana, los sistemas productivos y un montón de cosas más. Un buen diseño tiene que ser sustentable, con todo lo que eso conlleva. Si yo diseño algo que me hace quedar en bancarrota, es un mal diseño. Si diseño algo que hace quedar a otro en la pobreza, es un mal diseño.

¿Cuál es tu respuesta a la gente que dice que los muebles uruguayos son caros? Sí, claro que son caros. No me preocupa en lo absoluto. Los muebles uruguayos son caros porque la materia prima con la que se trabaja es muy buena, las personas que fabrican esos muebles están cobrando lo que corresponde porque es mano de obra calificada y no se consigue fácilmente, porque trato de cobrar un dinero que me permita vivir, porque también me encargo del aspecto comercial y la logística y porque son piezas únicas. En un momento dejamos de intentar que sea barato y nos enfocamos en hacerlo bien; ahí el público cambió. Yo ahora accedo a personas que pueden valorarlo, es como comprar arte.

¿Cuál fue el último mueble que compraste? Un placar para mi hijo. Al año se desvencijó y lo terminé agarrando a patadas. Me enojé conmigo mismo por no haber comprado algo mejor.

¿Cuál es tu madera favorita? Últimamente he descubierto láminas de madera con las que estamos trabajando que me parecen increíbles, por ejemplo el palisandro, que está muy asociada a Mad Men.

¿Qué es lo que más extrañás de Carlo, tu socio, que ahora está viviendo en Dinamarca? Hablar. Yo hablo mucho, Carlo también habla mucho y el estudio siempre tuvo un funcionamiento muy asociado al diálogo, a la discusión. Lo extraño porque es un tipo muy centrado a la hora de criticar, es un cable a tierra.

¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? Que todo el tiempo es distinto. Me hace repensar hasta mi propia vida. Como diseñadores creo que somos intérpretes. Si yo lo único que hago es leer libros de diseño y mirar documentales de diseño, me creo una burbuja. Es importante estar viviendo, viendo a las otras personas, ampliar el espectro cultural. No es solo un escritorio, es una interpretación de la forma en la que las personas trabajan hoy.