Nombre: Mariana Wainstein • Edad: 55 • Ocupación: directora nacional de Cultura • Señas particulares: entiende más de cuatro idiomas y vivió en más de cuatro países; dice ser tímida; es urbana y su plato favorito es la milanesa con puré
Nombre: Mariana Wainstein • Edad: 55 • Ocupación: directora nacional de Cultura • Señas particulares: entiende más de cuatro idiomas y vivió en más de cuatro países; dice ser tímida; es urbana y su plato favorito es la milanesa con puré
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl concepto del teletrabajo no es una novedad en su carrera. ¿Cómo se lleva con la tecnología? No tuve más remedio que saber. Siempre me encantó y en mi casa los otros son más tecnotorpes que yo. Mi esposo es alguien que si tiene que construirte una casa, te construye una casa, pero es más del Renacimiento. Tiene la manualidad y la inventiva para construirte una casa, pero no le pidas que ponga un DVD.
En su adolescencia quería estudiar Medicina. ¿Por qué eligió esta carrera? Me gustaba, pero mi vida me fue llevando por otro lado. A los 18 años me mudé a Israel y para estudiar Medicina tenía que entrar al Ejército. Y eso ya fue un cuestionamiento muy grande. Yo vivía en la universidad y tuve un año de preparación, que sirve para mejorar el hebreo y aprender determinadas técnicas del idioma. A fin de ese año escribimos un musical con un grupo de amigos y yo lo dirigí. Ya había tenido encuentros con el teatro, pero era de la idea de que tenía que estudiar algo más ‘en serio', digamos. Estudié teatro en la universidad y antes del primer día de clase, nos mandaron un correo con una lista de 400 libros para leer para una prueba. Me encontré con el desafío, que quizás era lo que necesitaba.
¿Es desarraigada? Me considero muy uruguaya. Mi esposo es diplomático y eso implica estar viviendo el Uruguay todo el día, estás muy conectado. También me gusta viajar y perderme, no conocer el lugar al que llego. Me sirve, me hace bien, me desintoxica.
Vivió en Estados Unidos, Israel, España, Sudáfrica e India. ¿Dónde sintió el mayor choque cultural? Cada uno me agarró en un momento de mi vida diferente. En India me sentí que estaba en otro planeta; no era ni siquiera como estar en otro país. Sin embargo, encontré cosas en común con la gente. Todos queremos lo mismo: amar, ser feliz. Viviendo en Sudáfrica, en un suburbio precioso de Ciudad del Cabo, me sentí muy lejos de mí. Estaba en una casa con un jardín precioso, pero me di cuenta de que soy muy urbana. Me resulta más natural abrir las puertas y estar en la ciudad, caminar. En India no ayuda el clima: en mayo tenés 45 grados.
¿Prefiere los sabores picantes o un buen asado uruguayo? La milanesa con puré es mi plato preferido, pero como viví cinco años en Nueva York me acostumbré a probar y a disfrutar las cocinas de países exóticos. Cuando fui a India tenía miedo de que la comida fuese muy picante y no lograra conectarme, pero no fue lo que me pasó. Aprendí a sacarme el miedo.
Tiene dos hijas de distintas edades: Lucía, de 28 años, que vive en Madrid y Julieta, de 16, que está en Nueva Delhi. ¿Cómo es la relación entre las tres? Lucía y Julieta son la luz de mi vida, me dan mucha fuerza. Estamos lejos por primera vez y me da mucha felicidad hablar con ellas, me hacen sentir muy bien. La diferencia de edad es maravillosa, que nadie pare de tener hijos si es por eso (risas). Se llevan mucho mejor que hermanas que tienen uno o dos años de diferencia. Tienen una relación que admiro.
¿Los idiomas le cuestan o le gustan? Las dos cosas. Hablo porque tengo que comunicarme, pero no me considero experta. Nunca sentí que hablara hebreo ni inglés con acento perfecto. He estudiado francés, italiano. Me gusta el juego de aprender el idioma; me gusta entender por qué el otro dice algo de una manera y yo de otra. Te deja la curiosidad picando.
Aun estando lejos, ¿qué la hacía sentir en casa? El hecho de que soy muy patriota, tengo el Uruguay en el corazón porque es parte de mi esencia. En los últimos años tenía la suscripción de por lo menos tres diarios o semanarios y veía los programas que quería en la red. Antes, estar lejos era escribir cartas. Tengo todavía algunas que recibía por correo.
¿Las guarda? Una vez mi hermana me dio una caja enorme con cartas. Tuve que hacer una selección y llevarme algunas. Me alegra cuando veo una carta de Berto Fontana, que era un amigo tan cercano. Su letra es identificable. Tengo las cartas de mi madre de cuando viajé por seis meses a Estados Unidos en el liceo.
¿Qué la conmueve dentro y fuera de los escenarios? En la vida me conmueven muchas cosas. Soy muy sensible, a veces extremadamente, y soy muy tímida; ya no aspiro a superarlo. Dentro de esa timidez me conmueve el relacionamiento con los seres humanos, escuchar y hablar con el otro. Por eso me siento tan extraña con esta nueva realidad. Siempre que voy a la ópera me doy cuenta de que la voz humana me conmueve de una manera inesperada. También me conmueve cuando me presentan un concepto, cuando entiendo una estructura simbólica.
Llegó a Uruguay hace tres meses. ¿Qué fue lo primero que hizo? Yo soy una persona muy organizada. Cuando llegué, fui a un hotel para no perder tiempo y porque me imaginé que el trabajo iba a ser muy intenso (no me imaginé que iba a venir una pandemia). Tenía la idea de mudarme y ya lo hice. En el hotel, y después de dos semanas, quedé prácticamente sola. Fue bastante raro. Esta es la primera vez que vivo sola en un lapso tan largo. Me casé jovencita, empecé a vivir con mi esposo y ahora tengo que solucionar un montón de cosas que antes las hacíamos en conjunto.
¿Cuál fue el mayor desafío de la cuarentena? Intentar estar al nivel que debía estar para ayudar a la gente. Estás en una posición en la cual tenés que intentar actuar rápido porque el sector sufrió la pandemia y es una situación compleja. Lo más lindo es el apoyo del equipo del ministerio. A mí no me gusta presentar problemas: me gusta presentar problemas con soluciones. También está el desafío de tener una estructura como la Dirección de Cultura y decir: ‘Tengo que sacarlo adelante'; es una responsabilidad gigantesca. Muchos temas dependen de mi capacidad de trabajo y de no equivocarme. Somos guardianes de un acervo muy importante.