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Bettiana Díaz Rey: “Una de las cosas que me enseñó la política es que hay cosas que no llevo a lo personal”

Nombre: Bettiana Díaz Rey • Edad: 35 • Ocupación: Diputada por el Frente Amplio • Señas particulares: Le gusta la música tropical, tiene una perra salchicha adoptada de nombre Frida, siempre se sentirá cerrense aunque no viva más ahí

Usted es la mujer más joven titular de banca del Parlamento, ¿por qué pasa eso? Hay varios motivos. Por un lado está el eterno tema de las mujeres en la política, que estamos más en los espacios de base o de dirección interna. Lo otro es compatibilizar tu vida personal, la maternidad, por ejemplo, con lo que te demanda un cargo de representación política. La radiografía es clarita: somos muy pocas las menores de 40 años y hay pocas diputadas con hijos pequeños.

¿Usted ha pensado en ser madre? No me niego a la posibilidad, pero no ha sido mi prioridad hasta ahora, ni de chica fue parte de mi proyecto de vida.

En la playlist de Spotify Suena Uruguay, hecha por parlamentarios, eligió Hoy sopa hoy, de Cuatro Pesos de Propina, ¿por ahí están sus gustos musicales? Yo escucho de todo. No puedo saltear que soy cerrense, entonces la música tropical me tira mucho, la plena. Pero en mi casa se escuchaba mucho rock, rock argentino, rock de los 80. Me crie con mi abuela, que era una mujer tanguera, y me gusta mucho el tango, sobre todo esa vuelta de tuerca del tango joven, el Cuarteto Ricacosa, Francis Andreu, Malena Muyala. 

Estuvo junto con otros compañeros y unos pares blancos jugando en Cien uruguayos dicen, de la Tele. Sorprendió, porque uno ve Twitter y parece casi una guerra civil. Eso depende de las dos partes. Yo, en general, suelo tener buena convivencia con mis colegas. Una de las cosas que me enseñó la política es que hay cosas que no llevo a lo personal. Mis diferencias con alguien son políticas. La vehemencia en mi caso tiene que ver con diferencias con la gestión o lo político. No me vas a ver siendo vehemente con cosas personales, hay límites que no se pueden pasar.

Es muy activa en redes, ¿para qué las usa? ¿Qué le devuelven? Tengo una intención muy clara: humanizar la figura del representante nacional. El mármol parece impenetrable. Me interesa que la gente vea que quienes nos dedicamos a esto tenemos una vida común: vamos al súper, nos quedamos sin gas a las 11 de la noche, tenés familia, estás feliz, triste, te arreglás para una fiesta. Genero contenido diferente según las redes. Twitter es un espacio más duro, de debate. Si bien mucha gente te felicita, las redes te devuelven mucho odio; es un odio encapsulado destinado a quienes estamos en lugares de exposición, que se genera y se queda ahí, porque nunca me gritaron nada en la calle. 

Una vez dijo en Galería, en 2020: “Hay personas que no me cuestionan por mis ideas políticas; hablan de mi cuerpo, mi edad, mi sexualidad o mis opciones de vida”. ¿Eso se mantiene? Sí, igual. De hecho, con el proyecto de la “ley de talles” los comentarios están mucho más enfocados en mi corporalidad. También me han cuestionado la voz gruesa. Hay gente que es odiadora. Eso pasa mucho más con las mujeres. 

Cuando trabajó en el call center de Telefónica España ayudó a crear el gremio de trabajadores de call centers, ¿fue difícil? Al principio eran todos universitarios que se iban a los tres meses, había una alta rotación; pero luego comenzó a cambiar el perfil: ingresó gente más adulta, llegamos a ser 600, empezaron a subir los niveles de tensión y entonces armamos un sindicato. Yo tenía 20 años, en Uruguay veníamos saliendo de la crisis, mi sueldo eran 4.500 pesos nominales y el 20% era en tickets de alimentación; las condiciones de trabajo eran muy malas, el nivel de estrés era muy fuerte, yo me había ido a vivir sola… La gente no dudó de que era una herramienta necesaria. 

¿Está en pareja? No, hace mucho tiempo que no. Con una pareja que duró 10 años decidimos separarnos el 1º de marzo de 2020, una fecha muy particular (risas). Fue la última. En este momento de mi vida sería muy difícil compatibilizar mi trabajo con una pareja.

Ahora está trabajando con la ley de talles, ¿es un tema que la moviliza? El tema es cómo uno convive con los talles. Yo soy una persona de corporalidad gorda de talla relativamente pequeña, mido 1,56. Por lo general puedo conseguir talle. Pero es cierto que el estigma de tener un cuerpo gordo es el mismo que el de uno hiperdelgado, o uno muy alto. A mí me pasó toda mi adolescencia eso de no encontrar ropa. En los 2000 estaba la cultura de la delgadez y yo sufría por no poder conseguir pantalones de tiro bajo. Recuerdo a mi vieja haciéndome pantalones, sin saber coser, para que pudiera ir a un baile. Mi ropa era toda oscura; hace poco aprendí a vestirme de colores, y no todos los días estoy igual conmigo misma: hay días que digo “soy una diosa” y otros “soy una cucaracha”. La introspección en la pandemia me ayudó a reflexionar mucho sobre la idea que tenía de mi cuerpo. Hoy me siento bien.

Si el Parlamento es el reflejo del pueblo, ¿cómo es el pueblo? Es un pueblo con muy buena convivencia democrática, que en general tiende a solidarizarse en las causas muy urgentes, que convive en las diferencias, que sigue siendo machista y que no termina de entender la importancia de respetar la diversidad que hay en nuestra sociedad. En nuestro Parlamento casi que no hay representación afro, disidencias sexogenéricas no hay, hay mucha gente excluida. Eso habla de lo conservador que es el pueblo uruguayo.