Carlos Perciavalle: “Soy 50% extraterrestre y 50% fox terrier de pelo corto; 0% humano”

Actualmente está haciendo la obra Rey Carlos. ¿Cómo le está yendo? ¡Muy bien! Hice en verano una obra en Punta del Este, Tardes con China, y decidí agregarle otros personajes que han sido muy importantes en mi vida y me han acompañado, como Antonio Gasalla, María Elena Walsh, Susana Giménez y tantos otros a los que hago referencia en el teatro Arocena. La última función es el sábado 24 de junio. La gente sale muy contenta.

¿Cómo vivió su infancia? Muy feliz. Fui al Crandon y hacíamos teatro todos los meses. Después, en el año 48, con mis padres y mis cinco hermanos nos vinimos a vivir a Punta del Este. Estar en contacto con la naturaleza y descubrir cada estación del año fue una experiencia increíble. En la ciudad le damos la espalda a la naturaleza, sobre todo en Buenos Aires. En el 68 me compré la casa El Paraíso, en la laguna del Sauce, y vivo actualmente rodeado de naturaleza; aprendo de ver cómo viven los pájaros, los carpinchos, todos los animales. Estoy muy feliz y viajo lo menos que puedo a la ciudad. 

Ha dicho que su hobby es comunicarse con extraterrestres. ¿Es así? Sí, tengo comunicación constante con los extraterrestres. Me bajan información prácticamente todos los días a través del sueño, y he tenido alguna comunicación corpórea en la que los he visto y he podido hablar con ellos en forma clara. En su último mensaje me hablaron de que la Tierra va a entrar en un proceso de sanación profunda que también irá relacionado con un montón de cataclismos, pero que irán de la mano de la solidaridad y de la conciencia plena del ser humano. Eso nos va a salvar. Y en lo personal, me dijeron que iba a volver a enamorarme.

¿Es verdad que se identifica con ellos y con los perros? Soy 50% extraterrestre y 50% fox terrier de pelo corto, como mi perro Jess; 0% humano. Es muy simple la comunicación del amor: si les das amor, ellos te devuelven amor. Para mí, los seres más puros son los extraterrestres y los perros.

¿Cómo fue ver a Adolf Hitler en Bariloche? Estaba paseando en auto con China por el lago Nahuel Huapi. Había un hotel llamado El Casco, muy lindo. Era temprano y le digo a China: “Vamos a hacernos los norteamericanos y a comer temprano, quiero entrar a ese hotel”. Entramos y no había nadie. Después de atendernos, el mozo nos dijo que sabían que éramos buenos artistas, conocidos en Buenos Aires, y que el dueño del hotel nos quería saludar. Entramos a un living gigante, en donde estaba el dueño, y en la entrada había 12 dobermans y un muro altísimo. A lo lejos vi a Hitler y su esposa, Eva Braun. Apenas lo vimos nos despedimos del dueño y huimos. Dijimos con China que no se lo íbamos a contar nunca a nadie. Después de muerto Hitler volví a Bariloche con Antonio (Gasalla) y era otro Bariloche. Le pregunté a un alemán que vivía ahí y me dijo: “Todos sabíamos que el führer vivía seis meses en Chile y seis meses en Argentina”.

No le gusta madrugar. ¿Es por la vida que llevó como actor? Sí. Después del teatro siempre íbamos a comer algo, y después me gustaba sentarme al lado de la chimenea y jugar una canasta, al bridge. Me acostaba a las seis de la mañana y me levantaba a las dos de la tarde; almorzaba y desayunaba medio rápido y me iba al teatro. Siempre fui de llegar al teatro temprano porque, como soy productor de mis obras, iba a controlar que todo estuviera perfecto. Ahora, si no hago teatro miro series hasta las cinco de la mañana. Actualmente miro The Witcher.

¿Cómo es su relación con la medicina cuántica? En un viaje a España en 2014 me di cuenta de que no podía caminar bien, me costaba muchísimo apoyar una pierna. Me vieron médicos de Estados Unidos, Londres, París y nunca sabían decirme bien qué tenía. Entonces, después de mi última función de Tardes con China (en Punta del Este), se acercó Leandro Maifredini mientras yo estaba firmando autógrafos en el escenario con alguien que me sostenía porque no podía estar parado. Me preguntó qué tenía y cuando le conté me dijo: “Yo te curo, si me venís a ver”. Fui, y sin tocarme, con una varita de bronce y un espiral, me curó. No entiendo cómo fue, pero la energía cuántica no hay que entenderla, hay que sentirla. Después de tres horas me paré y pude caminar perfecto. Fue un milagro.