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NOMBRE: César Ramón Charlone Herrera •
EDAD: 73 • OCUPACIÓN: Cineasta •
SEÑAS PARTICULARES: Tiene tres Golden Frog del Festival de Camerimage decorando su patio; su
abuelo materno, Carlos Herrera Mac Lean, fue fundador del Frente Amplio; tiene
dos hijos de nacionalidad uruguaya y dos brasileños
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Es el tercer
César Charlone, le dicen Junior, pero rompió con esa tradición… Sí, mi papá
se ofendió un poco porque mi primer hijo se llamó Martín. Nada más elegí un
nombre que sonara lindo, César siempre me resultó muy formal. Pero en San Pablo
no existía llamarse así, entonces una vez llevándolo a la escuela Martín me
preguntó: “Papá, ¿por qué me pusiste un nombre tan raro?”. Le expliqué que en
Uruguay se usa, a lo que me vuelve a preguntar: “¿Y por qué no un nombre más
común? No sé, algo como Romario”. Hoy por suerte está feliz.
Desde todo ángulo fue un distinto en la familia, ¿por qué la fotografía y
el cine? Tengo siempre conmigo el carnet de la Cinemateca del Tercer Mundo que
tenía a un tipo sosteniendo una cámara como si fuese un arma. Fui joven en un
momento en que al mundo había que cambiarlo. Vivo en el continente más desigual
del planeta, con gente que nace muy privilegiada y gente que no, y mi
generación estaba preocupada por hacer la revolución, ya sea desde el pelo
largo, sacarse la corbata y pelearse con los padres, hasta cambiar el orden
económico y social. Estaba bastante en línea con eso, pero no pensaba en la
fotografía como una profesión. Venía de Carrasco, de una aristocracia
decadente, pero aristocracia al fin, y el disparador fue ese, ver que existen
dos tipos de gente y vivir en una familia donde de repente se hablaba en inglés
cuando la empleada doméstica venía a servir algo a la mesa para que ella no
entendiera. Y cuando nos juntábamos a hablar sobre el futuro con los muchachos
de ese núcleo yo estaba decidido a irme a estudiar cine a Brasil, a lo que una
chica una vez me contestó: “Ay, vos siempre fuiste tan hippie”. Era
raro, era diferente por optar el camino del cine comprometido que muestra,
denuncia y hace conscientes sobre esas injusticias.
Aprendió a hablar inglés antes que español, pero a Brasil se fue “de hippie “ y sin
conocer el idioma… Con una mochila y la cámara, viajé para sacar fotos. El clásico del hippie
era ir a la plaza a encontrarse con otro hippie tocando la guitarra o
fumándose un porro, para decirle que era uruguayo y no tenía donde dormir,
entonces algunos te hospedaban en su casa. En una República, que es como
les llaman ellos a los hogares compartidos entre varios estudiantes, conocí a
alguien que estudiaba cine y era fotógrafo, y me recomendó primero la Facultad
de Belo Horizonte y después San Pablo. A mi padre le encantaba la música
brasileña y en casa se escuchaba mucho, entonces el oído lo tenía. Además era
un clásico que él me proyectara futuras novias; anunciaba que venían visitas
con sus hijas de mi edad y me decía que invitara a un amigo para
“ambientarlas“. Así conocí a Silvia, brasileña que estaba en Uruguay por la
embajada, y tuve un noviazgo a mis 16 años. Me introdujo a Caetano Veloso, Gal
Costa, y me voló la cabeza. En ese momento que estaba cambiando todo esa música
era una luz al final del túnel.
Cita seguido una frase que escuchó durante sus años allá: “De médico,
cineasta y loco todo el mundo tiene un poco”. ¿Qué hay de Ud.? Soy cineasta,
pero de médico nada, preparatorio de veterinaria. Aunque bueno, considero que
soy una persona que cuida mucho de su salud. Cada tanto me hago un chequeo
general porque me gusta estar bien y para mi profesión lo preciso. Ahora, de
loco, tengo todo. El arte precisa la locura, no se lleva bien con lo racional y
planificado, tiene que tener algo de intuición, de improvisación. Mi fórmula es
registrar lo que filmo muy básicamente y después sí interferir en la foto para
darle otra cara, ponerle color, más intensidad. Si perfeccionás mucha cosa
mientras el actor está ahí parado con la emoción pronta, listo para darlo todo,
esperando que el fotógrafo ponga un filtrito o alguna cosita más… Yo prefiero
hacer eso después, y al actor lo filmo ahora.
¿Cómo vivió el último triunfo de Lula? Como una gloria. Cuando fueron las
primeras huelgas de los metalúrgicos de San Pablo, liderados por él, me ofrecí
(para acompañar) a un cineasta que estaba filmando el nacimiento del Partido de
los Trabajadores y los movimientos progresistas brasileños. Hoy me voy el 31 a
pasar solo para filmar la asunción; es para una película de Fernando Haddad, a quien
sigo desde hace tres años y medio. Lo filmé perdiendo tres elecciones y tras
los bastidores de la campaña electoral de 2018, cuando se presentó contra
Bolsonaro, designado por Lula. Pero a la película le faltaba un remate, esto
que va a pasar ahora. El final feliz.
Dijo que está tratando una cuestión de pertenencia con el psicoanalista.
¿Qué es lo que padece? Es por esto de que soy un cineasta brasileño,
ciudadano uruguayo. Tengo hijos uruguayos a los que les hablo en brasilero y
así, entonces, ¿a qué lugar pertenezco? Yo me fui a Brasil para estudiar cine y
volver a Uruguay. Pero mientras estudiaba me llamaron de Cuba para ser parte de
la fundación de su Escuela de Cine como maestro de la Cátedra de Fotografía. En
un momento, hubo unos robos y nos pidieron a los maestros que hiciéramos
guardias nocturnas. Pasaba horas caminando por la escuela solo con una linterna
y un walkie talkie, y aproveché ese tiempo para decidir a dónde volver
cuando terminaran las clases: si a Brasil o a Uruguay. Hasta que un día en el
comedor, donde te sentabas a comer con el grupo con el que estabas trabajando,
me serví la comida y cuando me doy vuelta con la bandeja había claramente una
mesa de brasileros y otra de uruguayos. Rumbeé para la de los uruguayos y
enseguida supe para donde ir. Es esa disyuntiva de la bandeja pero llevada más
a fondo. Decidir siempre es perder.