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Nombre: Collette Spinetti Núñez • Edad: 57 • Ocupación: Docente
de danza en la Escuela de Formación artística del Sodre y docente de
literatura. Activista del Colectivo Trans del Uruguay (CTU) • Señas particulares: Le gusta la comida chatarra, es amante de los zapatos de taco y las carteras, rescató a más de 10 perros.
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Dicen que es una persona molesta... Muy molesta. Me
aman mucho, pero también me odian y hasta me excluyen de algunos círculos,
incluso dentro de mi activismo. No me puedo quedar con cosas guardadas y digo
lo que nadie quiere que se diga. Siempre molestosa, por lo menos así se
acuerdan de una.
¿Se enseña ese activismo? Lo enseñás no con
palabras, sino metiendo las patas en el barro. Yo no salgo a buscar gente. Creo
en la energía del universo y a mí todo me ha llegado como por casualidad, nada
de lo que hice me lo propuse. Estaba estudiando derecho hasta que cayó en mis
manos La hojarasca, de (Gabriel) García Márquez ¡De repente quería
estudiar eso! Y acá estoy, hace 34 años que ejerzo la docencia de la
literatura. Así con todo.
Estudió danza e hizo el IPA a la salida de la dictadura.
¿Cómo fue la vida de estudiante en ese contexto? Esa fue la época a la que llamo mi etapa travesti.
Estaba en el boliche montadísima(vestida del género del que se
autopercibe) y me llevaron. El 1° de marzo del 85, el día que asumió (Julio
María) Sanguinetti, estaba presa. El primer día que pude ingresar al IPA fui
con unos baggy, una blusa con manga tres cuartos, tacos y maquillada. El
profesor me dice: “Así a Bulevar, acá no”. La institucionalidad me obligó a
vestirme de varón para estudiar. Tenía dos opciones: eso —que se me critica
mucho— o pararme en Bulevar. No tengo el temple que hay que tener para estar en
situación de trabajo sexual, entonces me vestí de varoncito —que igual
nunca fue muy masculino— y con todas las trancas que te ponían para que
fracasaras, terminé y me recibí.
Lo cuenta como si nada, ¿le sale natural eso de
desdramatizarlo todo? Es que todo el mundo tiene esta
cuestión de venir a contarte lo malo; la idiosincrasia uruguaya es así, todo
bajón. A mí me parece que a todo esto que vivimos hay que sacarle el dramatismo
y no quedarte en el discurso de la victimización. Al contrario, tiene que
servir para fortalecernos y decir: no quiero que esto siga pasando. ¿Y qué
puedo hacer? Algo para dejar el mundo un poquito mejor de lo que lo
encontramos. Ahí aparece la militancia social. Vamos a incidir.
Tiene una relación hermosa con su familia. Lamentablemente, no es algo
común para una persona trans... Soy la excepción a
la regla de la vida de las personas trans. Nunca tuve que ejercer el trabajo
sexual, por ejemplo, y mi familia siempre me apoyó. Tampoco van a aplaudir
cuando un hijo diga que no se identifica con el género que le asignaron al
nacer, por más apertura de cabeza que tengan. Por eso siempre digo que no solo
transicionamos las personas, sino todo el núcleo cercano. Y es importante
respetar el tiempo de los demás; si mi madre o padre me apoyan, sigue el amor y
la contención, pero les cuesta tratarme dentro del género en el que me
autopercibo, paciencia.
¿Y de dónde salió el nombre Collette? Me bautizó la comunidad, no tuve que pensar demasiado.
En el 83 de a poco empezaron a aparecer más y más discotecas para personas LGBT+,
hasta que llegó Arcoíris, que era emblemática. Ahí teníamos un grupo de teatro.
Entre los personajes que me tocó interpretar estaba Collette Richard y la gente
me empezó a llamar así, trascendió a la comunidad. Entonces, cuando fui a hacer
el cambio de nombre pensé: “Ya me conocen por Collette, ¿ahora les voy a decir
que soy María?”.
¿Viajó mucho?
Tuve la suerte de viajar montones. Lo que más me impactó fue mirar al mundo
desde otro lado cuando estuve en Asia. Tailandia, un país budista, monárquico,
tiene las mejores clínicas para readecuaciones físicas de personas trans, pero
no hay ningún marco legislativo que reconozca sus derechos, porque el budismo
considera que las personas trans están pagando karmas de vidas anteriores. Eso
es ver desde otro lado. Ahora, fui a un templo budista donde había un buda como
de 20 metros, todo de oro, impresionante, y bueno, esas cosas no cambian en
ninguna religión de ninguna parte del mundo.
¿Por qué este año decidió no participar en la marcha? Fue una decisión que tomamos desde CTU como organización. Habíamos
participado en una publicidad para cerveza Patricia. Primero cuestioné a la
empresa de publicidad sobre cuánto sabía acerca de nuestra comunidad, porque
hacer una publicidad usando personas LGBT+ porque sí, no. Tuvimos todo un año
de reuniones, los de la empresa terminaron leyendo a (Judith) Butler y
(Beatriz) Preciado, y conseguimos un convenio a 20 años para el ingreso de
personas trans a trabajar en Fábricas Nacionales de Cerveza. Cuando sale la
publicidad, la coordinadora de la marcha saca un comunicado en el que se nos
critica por colaborar con que el capitalismo se adueñe de nuestras luchas. Se
ampararon en el derecho a no debatir y nunca nos contactaron para conversar. Yo
te podría explicar todo lo que se logró y la proyección a futuro de esto, vos
después coincidirás o no. Nos llegaron mensajes de todo tipo, personas
cisgénero violentando a personas trans. Era repetir el modelo contra el que se
está luchando. Pero cuando sacamos el comunicado anunciando la no participación
pasó todo lo contrario a lo que yo pensaba; fue mucho más la apertura, el
acercamiento y el apoyo que lo que recibimos de violencia. Se ve que hay mucha
más gente descontenta.