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Daniel Supervielle: “Soy un narrador que encontró en la pintura la forma de expresar lo que le deslumbra del mundo"

Redactora de Galería

• Nombre: Daniel Carlos Supervielle • Edad: 52 • Ocupación: Director de Comunicación Política y Estratégica del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), periodista, pintor • Señas particulares: Es fanático de Bob Dylan y lo pintó en una surf shop en La Barra; no se imagina su vida sin un gorro; es tan olvidadizo que una vez fue al trabajo en auto y volvió en ómnibus.

¿La gente lo reconoce por la calle?

Últimamente sí y es como raro, hasta por la voz. Me estaba cambiando en el vestidor de una tienda y alguien me escuchó, me reconoció y me esperó para felicitarme. Por lo que más me saludan es por la radio, hace como 15 años que estoy en La tertulia de los jueves (de En Perspectiva). Aparentemente soy muy respetuoso en la radio por más que planteo mi punto de vista, mis ideas. Yo soy blanco, y dicen que soy una persona con quien se puede conversar, debatir, se puede intercambiar, y me encanta que sea así.

El arte, la política y el fútbol son sus tres pasiones. ¿Las fue combinando o se dieron por etapas?

Al principio me costó decir: soy asesor, estratega, escritor, periodista, comunicador, sé algo de política, y también me gusta el arte. Pero los gustos se interconectan, la vida es una gran mezcla y lo disfruto así porque una cosa potencia la otra. ¿Por qué tenés que definirte? Soy periodista, además soy padre, capaz que te gusta hacer miel, coleccionar campanas, yo qué sé, sos una mezcla de cosas que va mutando y tenés que aceptarlo y dejarlo fluir. Antes de ser periodista quería ser escritor. Admiraba a Hemingway, esa vida ligada a la aventura para después contar lo que viviste. Dije: yo en mi vida quiero eso, quiero tener una vida interesante. Terminé en el periodismo porque quería ser escritor, pero después te va absorbiendo porque es un mundo interesantísimo. El propio Hemingway decía que el escritor debía dejar el periodismo a tiempo si quería ser buen escritor, y yo no lo dejé. Recién a los 40 años decidí abrir un poco mis intereses profesionales y llegó el arte. Hoy si bien pinto y me ha ido muy bien, me considero un narrador que encontró en la pintura una forma de expresar lo que le deslumbra del mundo.

¿Y nunca se le dio por retratar o pintar políticos?

Tengo un Batlle y Ordóñez hecho que fue un encargo de un político para su casamiento.

¿Cómo era su infancia en el campo?

La infancia siempre es el lugar más sagrado, dicen, si tuviste una infancia linda como la tuve yo. Me crie en Colonia Kennedy (Río Negro), sobre la Ruta 20, con mis padres, mis hermanos, un perro collie que se llamaba Max y la gente que trabajaba ahí, que eran como mis tíos. Me enseñaron a disfrutar la naturaleza, a amar el campo, a pescar, a cazar, a andar a caballo, a perderme en el monte y saber encontrarme... Me gustaba perderme en el monte. Sabía que a la larga salía, a veces como a cinco o seis kilómetros de los cascos. Iba descubriendo lugares “secretos”, riachuelos adentro del monte, había gatos monteses, tortugas, las viejas del agua… Me pasaba horas inventando que era una gran ciudad. Es el lugar al que me gustaría volver.

La mayoría de sus obras son un homenaje al hincha anónimo. ¿Qué le transmiten las hinchadas?

Mi serie llamada Multitudes es la demostración de la pasión colectiva, lo tribal, ancestral. Está lleno de colores, de banderas, de movimiento, me parece que es una expresión contemporánea impresionante que merece ser pintada. Todas esas expresiones espontáneas ligadas al deporte son arte popular puro, todo es una puesta en escena casi teatral y entonces cultura y deporte están recontrarrelacionados. No estoy inventando nada, probablemente haya otros en el mundo, gente del deporte que pintó deporte desde el deporte. Yo lo tomé desde el arte y creo que ahí está la diferencia.

Ahora en marzo va a exponer en Recoleta (Buenos Aires).

Sí, con un grupo de 12 artistas uruguayos más, en el Centro Cultural Recoleta. Cuando Argentina salió campeón, mucha gente que estaba en el festejo del Obelisco me empezó a escribir: “Bo, Super, estoy acá, hijo de… animate a pintar esta multitud”. Me mandaban fotos, capturas de pantalla de la tele, y bueno, me tiré al agua y pinté un obelisco, que después tuvo como siete pedidos. Entonces mi idea para Buenos Aires es trabajar ese tema.

El fútbol lo vivió desde todos los ángulos, hasta fue director técnico de un cuadro.

Fui fundador del club de la Universidad Católica para la Liga Universitaria, y su primer presidente. Jugué y sigo jugando para el club. Un año me vinieron a buscar unos chicos que se llamaban El Rejunte FC. Eran, como digo yo, los echados de los otros clubes, los pordioseros del fútbol. Armamos un grupo increíble y salimos campeones invictos dos años seguidos.

Entre los libros que leyó está Cómo mueren las democracias, de Daniel Ziblatt y Steven Levitsky; Ceres estuvo detrás de la Expo Democracia en la plaza Independencia. ¿Le preocupa el tema?

Sí, me preocupa mucho. Solamente el 8% de la población mundial vive en democracia plena, entonces hay que cuidar ese clima de convivencia que hay en Uruguay. Soy un convencido de que el camino del diálogo es el camino correcto. Con Ceres presentamos una expo en otros países y pudimos mostrar lo mejor de Uruguay en el exterior con mucho orgullo. Nada de paisito, sino terrible país con una solidez republicana importante.

Los viajes también forman parte importante de su vida.

Siempre trato de viajar mucho. Mi favorito probablemente sea cuando me fui a Bolivia por cuatro meses, con 19 años y solo una mochila. Lo que viví ahí me marcó para el resto de mi vida; la lucha por la supervivencia, el contraste entre la pobreza y la riqueza, toda la parte indígena de América Latina. Acá en Uruguay no tenemos ni idea.