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Diana Saravia: ¨No tengo nada que ocultar¨

Nombre: Diana Saravia • Edad: 49 • Ocupación: merchant y galerista de arte • Señas particulares: es de Cerro de las Cuentas, hizo sexto de Agronomía, le apasionan los stilettos.

Nombre: Diana Saravia • Edad: 49 • Ocupación: merchant y galerista de arte • Señas particulares: es de Cerro de las Cuentas, hizo sexto de Agronomía, le apasionan los stilettos.

Nació en Cerro Largo, en Cerro de las Cuentas, pero hace años está en Montevideo. ¿Cómo vive la diferencia de ritmo? Mi pueblo y mi gente son lo más importante de mi vida. Me mudé a Montevideo a los 18 años, me acostumbré a su ritmo. Salir y entrar de la rosca citadina es muy difícil. Cuando salgo, siento que floto en una nube. 

¿Prefiere la intensidad?  Cuanto más intenso, mejor. No paro nunca. No creo que tenga una vida muy larga, entonces no espero para hacer cosas. 

¿Siempre le atrajo el arte? Hice 6º de Agronomía, nada que ver. Vine a Montevideo con la intención de hacer la Escuela de Diseño pero terminé en Bellas Artes. Fue muy hippie para mí. Yo era como una señorita del pueblo y no me adapté mucho, estuve solo un año. 

¿Quería ser artista? Hice talleres de arte y alguna vez vendí algo, pero la vida me llevó por otro lado. Soy una artista frustrada.

Consiguió su primer trabajo en Montevideo mientras caminaba por la calle. ¿Cómo fue? Una tarde de enero pasé por Soriano y Yí. Ahí, una cuadrería y vidriería tenía un cartel que decía que buscaban empleada. Entré. Me tomaron, empecé barriendo y doblando papel. Toda mi vida laburé en el pueblo, tenía incorporado el esfuerzo. De niña tenía callos en las manos. Trabajé nueve años en la marquería.

¿Cómo es la relación con sus hijos, Facundo y Augusto? Prácticamente parí a los dos en la galería. Conocen todo de ese mundo. Con la marquería no tienen relación porque son gurises de ciudad. Tienen un vida totalmente diferente a la de un joven del interior, la tienen regalada. 

¿En qué otra ciudad le gustaría vivir? Soñé toda mi vida con conocer París. Se hizo realidad unos meses atrás y viviría ahí. 

Le gustan las flores. ¿Qué importancia tienen para usted? Ayudaba a mi abuela a cultivar el jardín y cada 2 de noviembre, mi cumpleaños, mi familia llevaba flores al cementerio para celebrar a los muertos. Una vez que vine a Montevideo, las flores pasaron a ser protagonistas de mi día a día. 

¿Es cierto que tiene una obsesión por los zapatos? Mi madre y mi abuela siempre me recuerdan esa manía. Tengo más de lo que debería pero los amo. Los stilettos son mi debilidad. Obvio que después ando siempre con Converse negros.

¿Qué tanto cree en el zodíaco? Soy una escorpiana zarpada. Todo lo que dicen de escorpio soy yo. Lo leo todos los días. Me divierte, no lo tomo al pie de la letra. Me encanta cuando dicen que voy a conocer al amor de mi vida, pero sé que es mentira. Hay cosas que sí creo. Uno necesita aferrarse a creencias. Tengo fe en Dios, fe en lo que hago. 

¿Qué la sorprende del mercado del arte? La falsificación de obras y el desconocimiento de la gente que las compra. El ego de los artistas también.

¿Se define como feminista? No sé si soy feminista pero defiendo a la mujer. Hice una exhibición homenajeando el vínculo entre esta y el arte. La llamé Resist and Insist porque creo que eso es lo que siempre tenemos que hacer nosotras.

Es activa en las redes sociales. ¿Le gusta compartir su vida privada? Me divierte. No tengo nada que ocultar. Muestro lo que soy y los hijos que tengo. Si se me antoja tomar un baño en la bañera, sacarme una selfie y subirla, lo hago. Así soy yo. Si voy a un bar y quiero mostrar que estoy tomando, porque me encanta tomar, lo muestro y no tengo problema. Si no te gusta mirarlo, no lo mires. La mayoría de la gente inventa una vida en redes que no es real, una mágica y maravillosa. No me gusta la mentira. Al comienzo, mucha gente discrepaba con mi actitud. Decían que no podía vincular mi trabajo con mi vida personal. Abrí una cuenta en Instagram, paralela a la mía, para la galería. Un embole me parece. 

¿Se definiría como disruptiva? Me gusta romper con lo típico. El otro día hice un comentario sobre que me parece que nuestra sociedad es pacata. Obviamente opino desde lo que yo veo y desde mi trabajo. Me cayó gente diciendo que se ofendía. Todos lo saben pero no lo dicen o aceptan. 

Contrasta mucho con el bajo perfil de quienes se relacionan con el arte en Uruguay. Sí, es un embole. También tenés que ir a un museo en silencio, como un velorio. Yo creo que para acercar a la gente a lo que hago, todo tiene que ser distendido y auténtico. No hay que ponerle barreras a la gente. 

El próximo viernes 13 abre la primera galería de arte erótico en Uruguay. ¿Qué relación tiene con el erotismo? Soy muy sexual, me gusta el tema del sexo y el erotismo. Lo puedo vivir en cosas mínimas. La idea de abrir la primera galería de arte erótico en Uruguay surgió cuando hice una exposición hace como cuatro años, la gente hacía cola para entrar. Entraba gente del campo a verla y se sentían cómodos de entrar, identificados con algunas obras. La cantidad de artistas que participaron fue increíble y la respuesta del público también. Ahí se me ocurrió hacer un museo, algo demasiado pretencioso, y terminé haciendo una galería.

Le gusta mucho el color rojo. ¿Por qué? Me siento reflejada en él. Todo lo que deseo lo hago con pasión, siento la sangre correr por mis venas cuando me involucro con algo. En cuanto al rojo, en el arte es el primer color, el más atractivo a la hora de elegir una obra. Y también es el color de mi trago favorito, el Kir Royal. Es una mezcla de champagne y licor de Cassis.

Si pudiera tener una conversación con cualquier persona en el mundo, ¿a quién elegiría? A algún amor del pasado. Esas personas con las que en un lapso de tiempo pude compartir, divagar e imaginar un futuro con ellos o pude contarles de mis deseos y me dijeron: “Lo vas a lograr”. Hoy quisiera mirarlos a los ojos y decirles: “Gracias, lo estoy logrando y no me olvidé de ti”.