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Diego Lugano, Andrés Scotti, Diego Forlán y Álvaro González recuerdan la Copa América 2011

A 10 años del triunfo en la Copa América de Argentina, los futbolistas recuerdan los mejores momentos y el legado que pasa de generación en generación

A 10 años del triunfo en la Copa América de Argentina, los futbolistas recuerdan los mejores momentos y el legado que pasa de generación en generación

La Copa América de Argentina 2011 quedó marcada en la retina de los uruguayos porque la celeste volvió a ganar el torneo continental luego de 16 años. Pero no fue el único hito. También resultó especial por la expectativa que había después de lo logrado en el Mundial de Sudáfrica, por la victoria agónica frente a un rival como Argentina que además era local y porque Uruguay ganó la final ante Paraguay con una gran demostración futbolística. Además, significó el único título con la Selección de una generación dorada integrada por futbolistas que alcanzaron gran destaque internacional como Luis Suárez, Edinson Cavani y Diego Godín.
A una década de dicho logro y en el marco del Día del Padre, cuatro integrantes de ese plantel repasan anécdotas del torneo, presentan a sus padres e hijos, recuerdan sus primeros momentos con la pelota y cuentan cómo viven y disfrutan la paternidad.

 

Un vuelo alto y exigente
Diego Lugano

"Mi pasión por el fútbol es la misma que debe tener cualquier niño en cualquier rincón de Uruguay debido a la cultura de fútbol que existe. En mi caso en particular empecé a ir al fútbol a ver a mi padre, que jugaba en Libertad, en Canelones. Los primeros recuerdos que tengo de chiquito, con tres o cuatro años, son de ver a mi padre jugar. Imagino que la pasión comenzó ahí pero después también la fui desarrollando en el baby fútbol y en el barrio", recordó el excapitán celeste, Diego Lugano. Con un padre futbolista, en su casa había libros de historia del fútbol uruguayo y también una tradición de ir a ver partidos y llevarlo al fútbol infantil. "Nunca fue de exigir o dar consejos, me largó en el fútbol y me dejó ser yo mismo. Me acompañaba de lejos, sin muchos mimos, educando con firmeza, no recuerdo haber recibido jamás un elogio de mi padre en tema de fútbol", contó. Eso, admite, repercutió en su forma de ser, inconformista y muy exigente consigo mismo. "Siempre queriendo más, con coraje, mucha disciplina y mucha hombría, sin necesidad de que te pasen la mano por la espalda". La historia que vivió con su padre hoy la repite con sus hijos varones, Nicolás y Thiago. Bianca, la menor, no es tan futbolera. Nicolás, el mayor, está en la liga Expansión de México, mientras que Thiago juega en San Pablo. "Obviamente siempre les inculcamos que la educación y el estudio van primero, cosa que vienen cumpliendo. La pasión por el fútbol la tienen y es la que siempre mamaron. Ellos tienen su carrera y están deseando tener sus experiencias y sus vivencias propias, yo no se los voy a prohibir, mucho menos no apoyarlos. Pero siempre tiene que ir acompañado del compromiso con el estudio y una cuota de disciplina, porque para ser deportista hay que hacerlo bien. De nada sirve apenas desearlo, si te quieres dedicar a eso tienes que hacerlo 100%, de verdad", opinó.

Su carrera le sirve para aconsejar a sus hijos. Ya recorrió el camino, sabe lo competitivo que es. "Tienen que estar preparados desde el punto de vista intelectual y educacional, eso es fundamental para entender cómo entrenar, cómo alimentarse, cómo comportarse ante la prensa, ante las redes sociales. Deben tener inteligencia emocional, hablar idiomas para que se facilite la comunicación, tienen que dejar de lado muchas cosas, es muy sacrificado y siempre tiene que ir acompañado por un plan B vinculado al estudio y al mundo más real del trabajo y de emprender".

Aunque no puede asegurar que su experiencia como capitán celeste lo ayudó a desarrollar sus habilidades como padre, sí está convencido de que su carrera futbolística le dio inteligencia emocional y lo hizo crecer como persona. Y eso, tal vez, lo ayuda a ser mejor padre. Su familia siempre lo acompañó en los grandes torneos, tanto Copa América, Confederaciones o la Copa del Mundo. "En la Copa América 2011 Thiago tenía cinco o seis años, era muy chiquito y después de que le ganamos a Argentina y estaba todo el mundo festejando le hicieron un reportaje pensando que iba a estar feliz y estaba malísimo, llorando, porque decía que si yo seguía en la Copa no me iba a poder ver y que se quería ir para casa conmigo. Eso lo tenemos en un video en casa y cuando lo vemos nos reímos porque era el único que estaba triste", recordó. A nivel personal, asegura que la Copa América significó mucho. "Por todo lo que soñé cuando era niño siendo hincha de la selección y leyendo sobre glorias pasadas de Uruguay, lo que quería era volver a llevar a la selección a los primeros escalones del fútbol mundial, volver a ser respetados, volver a ser nombrados y esa Copa América en Argentina fue un broche de oro a todo ese sueño. Al ser el capitán cargás con una responsabilidad extra y a la vez una satisfacción todavía mayor. También un alivio porque se llevó a Uruguay de nuevo a los mejores estándares mundiales. Fue un granito de arena más para la historia del país ya que en ella siempre quedan los que ganan y cada día es más complicado ser campeón. Haberlo logrado es algo que me llena de orgullo", concluyó.

Disfrutar los logros
Andrés Scotti

La Copa América de 2011 fue el último gran torneo de Andrés Scotti con la selección uruguaya. Disputó la copa con 35 años, siendo el futbolista con más edad del plantel. Fue suplente en la mayoría de los partidos, pero le tocó sustituir a Mauricio Victorino en el primer tiempo del partido de cuartos de final contra Argentina y hasta convirtió un gol en la tanda de penales.

El exfutbolista resalta una y otra vez que las duras Eliminatorias que tuvieron que atravesar para llegar al Mundial de Sudáfrica 2010 asentaron las bases para los logros posteriores. "Sirvió para consolidar el grupo y era momento de cosechar lo sembrado antes. Puertas adentro nos sentíamos favoritos, manteniendo humildad y criterio a la hora de manifestarnos. Internamente nos estábamos exigiendo mucho para ir por la copa y sabíamos que era una posibilidad cierta porque el grupo estaba muy bien". 

Los integrantes de ese plantel coinciden en que el partido contra Argentina fue el más complicado del certamen, considerando que Uruguay sufrió la expulsión de Diego Pérez en el primer tiempo. "A partir de ese día nos sentíamos campeones. Nos exigíamos mucho pero el pospartido de Argentina fue increíble, con una celebración interna. Ese partido marcó un antes y un después", recordó. 

Con la victoria frente a Paraguay en la final, Scotti logró su primer título con la selección mayor. Pero para él, más que levantar la copa, lo más disfrutable fue el recorrido: "El día a día, atravesar los momentos jodidos, cómo se disfrutó cada charla, cada mate, cada entrenamiento. Y el privilegio de poder defender a Uruguay, que es un premio para cada uno de nosotros".  

Diez años después de ese logro, el exdefensor se encuentra dirigiendo el centro deportivo Enfoque y disfrutando de la compañía de sus hijos: Facundo, Juliana, Mateo y Valentina. La necesidad de estar más cerca de ellos fue lo que lo hizo retornar al fútbol uruguayo en 2012. 

Salvo algún gol o jugada aislada, Scotti nunca vuelve a ver los partidos en los que participó. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 fue una oportunidad para repasar con sus hijos encuentros importantes que ellos no pudieron presenciar en directo, como Uruguay contra Ghana en el Mundial de Sudáfrica 2010. Recién el año pasado vio por primera vez ese partido. "Me gustó verlo y charlar con ellos. Mis hijos eran chiquitos, uno recién nacido y otra por nacer. Fue hermoso compartir ese momento con ellos y que vean un poco lo que uno vivió", comentó. Scotti no suele charlar con sus hijos sobre su trayectoria, aunque a veces le hacen preguntas y siempre tienen presente las visitas que le hacían en el Complejo Celeste y Los Céspedes. 

Si bien tiene en sus planes ser director técnico de fútbol, es justamente su rol de padre el que viene retrasando esa actividad. "Es mi vocación. Tengo el curso hecho y estoy preparado. Eso me va a chupar los fines de semana, los veranos, las vacaciones. Por eso decidí no ejercer hasta que mis hijos sean adolescentes. Quiero acompañarlos, ayudarlos, estar detrás. Y después ellos volarán". 


La continuidad de una historia
Diego Forlán

Cuando Diego Forlán ganó el premio al mejor futbolista del Mundial de Sudáfrica 2010, se quedó con las ganas de hacerle un regalo a toda la delegación porque sentía que eran partícipes del reconocimiento que obtuvo. Días antes de la Copa América 2011 -e inspirado en un regalo que le hicieron en el Atlético Madrid- el jugador organizó una cena y, video mediante, regaló réplicas en miniatura del Balón de Oro que obtuvo el año anterior. "Esa noche se me acercó la Tota (Lugano) y me dijo que con esto empezábamos a ganar la copa. Me guardé esa charla y el día antes de la final le dije que cuando terminara el partido le iba a contar lo que me había dicho un mes atrás", contó Forlán a Galería. 

De todos modos, Forlán -que venía de un mundial soñado- no sentía que Uruguay fuera candidato a quedarse con el título. "Sabíamos que teníamos que pasar la fase de grupos que era complicada. Después se igualan las cosas. Había selecciones muy fuertes como Argentina, Brasil, Colombia y Chile, pero sabíamos que nos respetaban", expresó. 

En el torneo disputó todos los partidos, sumando un total de 569 minutos en cancha y convirtiendo dos goles (ambos en la final). Además de un gol en la definición por penales contra Argentina, el partido más duro de la copa, según su opinión. "Fue una alegría enorme haber salido campeón con Uruguay. Fue la confirmación de lo hecho en 2010. Obtener el título en Argentina, teniendo partidos complicados, fue una felicidad enorme", recordó el exdelantero. 

Forlán no esperaba la superioridad que tuvo Uruguay en la final contra Paraguay. Se imaginaba un partido más cerrado, teniendo en cuenta las características del rival y que se trataba de una final. Cuando alzó el trofeo enseguida supo lo que significaba para su familia: el cuarto torneo continental y la continuidad de una historia familiar repleta de logros deportivos. 

Pablo Forlán, padre de Diego, participó en tres mundiales y ganó el Campeonato Sudamericano de 1967 con la selección uruguaya. Juan Carlos Corazzo, su abuelo por parte materna, obtuvo dos veces la Copa América y fue el entrenador de la celeste en el Mundial de 1962 en Chile. 

Pablo siempre siguió de cerca la carrera de su hijo festejando sus logros, aconsejándolo y hasta defendiéndolo públicamente en alguna ocasión. Tanto es así que durante la etapa de Diego como entrenador de Peñarol se paseaba por Los Aromos y conversaba de fútbol con su hijo durante los entrenamientos. Cuando una suspensión lo alejó de su primer clásico como entrenador, Diego escogió seguir el partido desde su casa junto a él.

"Con mi padre y mi hermano siempre nos juntamos, vemos los partidos y hablamos de fútbol, más ahora que estamos dirigiendo. Intercambiamos opiniones, por más que no siempre estamos de acuerdo", comentó.

Dejando de lado lo futbolístico, Diego Forlán tiene una gran relación con Pablo, a quien describe como "un padre presente y cariñoso". Ahora, además, vuelca todas sus enseñanzas dentro y fuera de la cancha con sus cuatro hijos: Martín, Luz, César y José.

Vivir cerca del fútbol
Álvaro González

"Cuando era chico, yo iba con mi padre a ver a mi hermano a la cancha de Aviación Lezica y esperaba cumplir cinco para poder empezar", recordó Álvaro Tata González sobre sus primeros pasos detrás de la pelota. A sus padres les gusta el fútbol y llevaban a sus hijos al baby fútbol en la cancha del barrio. Uno de los planes favoritos era cuando hacían intercambios con niños en Argentina. "Venía en enero un club y se quedaban los niños una semana en casa. Nosotros íbamos en febrero y nos quedábamos una semana en la casa del niño que habíamos alojado. En nuestro caso recibíamos dos, uno yo y otro mi hermano", recordó el exmediocampista celeste.

Lo que comenzó como una actividad para socializar y hacer amigos se fue transformando en una profesión que lo llevó a recorrer el mundo. "Mi señora me ha seguido por el exterior, cuando me tuve que ir a Roma ahí empezó nuestra historia, estuvimos muchos años viviendo lejos. Ahora estoy ya en el final de mi carrera, no sé cuántos años me queden pero sigo disfrutando del fútbol, ahora en Defensor". Su hermano también continúa vinculado al fútbol. "Es técnico de la séptima de Boston River hace cuatro años. Como jugador no tuvo la constancia del entrenamiento diario, prefirió seguir estudiando", explicó. Más allá de la genética o del entorno, cree que la pasión de su familia por el fútbol tiene una razón sobre todo cultural. "El uruguayo es muy futbolero. Siempre fuimos de competir, de jugar con amigos en la cancha, en la calle y de ir al baby fútbol. Cada uno trató de seguir cerca al fútbol, yo con la suerte de poder jugarlo a nivel profesional y él desde la carrera técnica". Sus padres, en tanto, no se perdían ni un solo partido de baby fútbol, de juveniles ni de primera división; y a los que no pudieron ir los vieron por televisión. "Siempre con una forma de acompañarme tranquila, sin presionarme. Miraban los partidos callados, después lo comentábamos, pero siempre apoyándome tanto en los momentos lindos como en los complicados, que fueron varios", señaló.

Por ese motivo, le cuesta ver hoy a los captadores buscando talento ya en la etapa de baby fútbol y a los padres presionando a los niños. González es padre de dos varones, Renzo, de cuatro años, y Bruno, de dos. "Llegué a entrar con ellos al Franzini y con Renzo de bebé a un partido de la selección, pero el hecho de que hace un año y medio que no se puede ir a la cancha ha hecho que no se familiarizaran tanto con el fútbol", contó. "Cuando hay algún partido miran a ver si está papá, eso sí, pero no tienen la locura por el fútbol que yo tenía a los cinco". Le gustaría que alguno de sus hijos se dedicara al fútbol pero solo si ellos lo sienten con todas las ganas, ya que es un universo exigente y hay que estar muy decidido para soportar la parte dura del trayecto. "Si no sale de ellos y no están entusiasmados prefiero que hagan algo que les apasione. Tanto para el fútbol como para todo la clave del éxito es hacerlo con ganas y disfrutándolo".

Salir campeón junto con la selección es un recuerdo que atesora. "Esa Copa que logramos va a ser siempre lo más importante de lo que me pasó como jugador y la felicidad más grande que me dio el fútbol", dijo sobre el triunfo en Argentina. "Calculo que mis hijos tendrán para recordar que el padre jugó en la selección y que vivió esa Copa América. Ahora que pasaron 10 años y no lo hemos vuelto a lograr, te das cuenta lo difícil que es conseguir eso", explicó. "Yo había quedado afuera de la lista para el Mundial 2010, entonces esa Copa fue una especie de revancha. Poderla ganar jugando, una copa muy importante, no solo por ganarle a Argentina sino porque era la 15, una cifra que hasta hoy nos enorgullece por ser los únicos con ese número de copas ganadas". Para asistir a la final su familia y sus amigos viajaron en un ómnibus alquilado. Su misión era intentar que todos tuvieran una entrada; según los cuentos, en la final había tantos uruguayos que parecía que estaban jugando en el Centenario. Recuerda sobre todo el himno cantado por el Zurdo Bessio y la vuelta olímpica que dieron cuando ya no quedaba nadie en el estadio. "Salimos campeones, levantamos los trofeos y nos volvimos a los vestuarios... Más tarde nos acordamos que no habíamos dado la vuelta olímpica. Salimos de nuevo y el estadio estaba vacío, solo había dos cuadros que estaban por jugar un amistoso y no entendían nada mientras nosotros dábamos la vuelta olímpica con la copa", recordó entre risas. Otra de las imágenes más emocionantes del triunfo ocurrió en la vuelta a Montevideo, cuando sobrevolaron el Estadio Centenario y lo vieron lleno de hinchas festejando.