El título del libro es provocador:
Cómo jubilarte a los 40 (divirtiéndote mucho en el intento). Ya en las
primeras páginas, de todas formas, lo aclara: Lavagna tiene su propio concepto
de jubilación, uno que poco y nada tiene que ver con la idea de inactividad.
¿Cuál fue su objetivo al escribir Cómo
jubilarte a los 40?
Es para cualquiera que está en un
momento de su vida donde necesita un cambio. Empiezo a contar de mi
adolescencia, cuando decidí cambiarme de liceo porque sentía que había algo que
no estaba bien. No había bullying, me llevaba bien con todo el mundo,
pero creo que a todos nos pasa en momentos de la vida que sentimos que hay
cosas que no están bien y por comodidad, miedo a lo que vendrá, nos quedamos en
donde estamos. Intento mucho sacudir eso.
¿Qué reacciones ha provocando el
título?
Claramente es un título
marketinero. Me he dedicado mucho a eso, a saber vender productos, y tenía que
ser un título provocador para que llame la atención, y eso se logró. Pero lo
más importante es la bajada: “divirtiéndote mucho en el intento”. Lo importante
es que te la pases bien, en lo que hagas, no solo emprendiendo, en tu
profesión, tu laburo, hacé algo que te encante, te desafíe. En mi generación
muchos están pensando en jubilarse para empezar a vivir. Siempre me rechinó
eso.
El título del libro lo tenía
clarísimo desde el día uno. Cuando se lo dije a un amigo publicista, él me dijo
lo que yo ya sabía: “Che, Fede, vos sabés que con este título te van a pegar,
en una sociedad como la uruguaya, que vos digas cómo jubilarse a los 40 van a
decir ‘este agrandado, este creído’”. Y me han llegado comentarios de ese tipo
de excompañeros de liceo. Yo sé que la gente me va a pegar, o que a algunos no
les va a gustar.
El libro en realidad habla
justamente de lo contrario, de tu propio concepto de jubilación, que nada tiene
que ver con el tradicional.
Sí, de lograr esa estabilidad que
te permita no depender de tu trabajo del día a día para pagar tus cuentas, que
no todo el mundo lo va a poder lograr, pero sí vas a poder lograr lo de
“divirtiéndote mucho en el intento”. Pasártela bien cada día. Yo no pienso
cuándo vienen las vacaciones, me encanta lo que hago cada día; es igual un día
de vacaciones que un día de trabajo, me lo paso igual de bien en los dos. Eso
es lo que quiero transmitir.
¿Se imagina trabajando hasta su
último día?
Sí, totalmente. En el libro cuento
una anécdota de Vargas Llosa. Él se había metido a apoyar a Macri en las
elecciones argentinas, lo escupieron y le preguntaron por qué con 80 y pico y
el prestigio que tenía, pudiendo estar dando conferencias y tranquilo en su
casa, se metía en esto, pero él dijo: “Yo quiero estar vivo hasta el último
día, no quiero ser un muerto en vida, y estar vivo es esto”. Me identifico con
eso. Veo que todas las personas que uno ve de alta edad que tienen buena
cabeza, lucidez total, buena salud, son gente que se ha mantenido activa. Acá
vemos cómo los que de repente trabajan en un mismo trabajo toda la vida, están
deseando jubilarse y cuando se jubilan, envejecen 20 años porque dejan de tener
actividad, de tener pasiones. Para mí es clave tener más proyectos que
recuerdos, y siempre estar pensando para adelante. Ahora estoy en el segundo
tiempo de mi vida, ojalá me toquen otros 46 más, y quiero dedicarlos a generar
mucho más fuerte impacto social.
Viajero Hostels es prácticamente su
hijo. ¿Le dolerá soltarlo?
Todavía no estoy haciendo el duelo.
Sinergia lo fundé y lo vendí, y el primer hostel que abrí en Uruguay, en Ciudad
Vieja, lo cerré. He sabido separar lo sentimental de lo netamente empresarial y
lo que necesitaba en cada momento. Entonces, cuando vendí la mayoría de Viajero
fue otro momento de desprenderse. Creo que soy más allá de mis proyectos. Mis
proyectos, mis bebés, son una parte de mi vida pero no son mi vida. Eso siempre
va a estar, me recordarán o no por eso, siempre tendré las historias de lo que
pasó en esos lugares, las amistades que hice, pero ya esa mentalidad antigua de
tener tu empresa y estar toda la vida con la misma empresa, creo que son cosas
que van cambiando. Creo que soy parte de eso, que no quita que no te afecte un
poco, tenés que hacer un duelo. Seguramente, el día que me abra totalmente de
Viajero y ya no tenga que viajar a visitar los hostels y estar operativamente,
va a haber una falta, que la voy a tener que suplir con otra cosa, nuevos
proyectos que me tengan encendido y con ganas de moverme. No sirvo para estar
quieto, necesito estar generando cosas. Toda esa parte que hoy utilizo en la
parte empresarial, la idea es utilizarla en proyectos sociales, que necesitan
la misma visión.
Vendió su parte de Sinergia porque,
justamente, usted quería que tomara un rumbo social y algunos de sus socios
pensaban crecer de otra manera. ¿Qué siente cuando ve Sinergia hoy y lo mucho
que ha crecido?
Es una mezcla de sensaciones. Por
un lado, está buenísimo que lo que vos creaste haya crecido tanto, haya creado
una marca tan fuerte y un proyecto tan reconocible en Uruguay. Eso está muy
bueno y me gusta porque soy parte de. Por otro lado, me siento con esa
nostalgia de que el proyecto que yo quería, que iba más enfocado en impactar
emprendedores sociales, no haya ido por ese camino. La nostalgia es de no haber
vuelto a poder hacer algo en ese sector. Ahora estoy con la idea, con un
grupito de gente, de armar algo, no de cowork, pero sí para poder
trabajar con empresas sociales y volver a acercarme a ese mundo de los
emprendedores sociales. No me arrepiento de haber vendido Sinergia, porque era
lo que en ese momento ameritaba la situación, era lo sano para el proyecto y
para los socios, pero sí me hubiera gustado seguir. Me fui cuando Sinergia
tenía dos años y poco, estaba en pleno auge.
Cuenta en el libro que sus amigos
le hacían bromas con que siempre trabajaba desde la playa, en cualquier
horario, que no sabía lo que era trabajar. Lo menciona como una de las ventajas
de ser emprendedor. Ahora, con la pandemia, esa flexibilidad se generalizó.
¿Hay que buscar nuevos argumentos para convencer a la gente de emprender?
Mis amigos ahora me entienden. Yo
trabajaba desde la laptop en una playa hace más de 10 años. En aquel
momento era impensable. Pero también me parece que cuando le vas agarrando
gustito a la libertad, en algún momento, si tenés ese bichito emprendedor (que
no todo el mundo lo tiene), por más libertades que te dé una empresa, si en el
fondo sentís que realmente lo que querés es la libertad total de decidir qué
querés hacer y cuándo, en quién querés impactar, de qué manera, la única forma
es siendo tu propio jefe. Mientras tengas un jefe arriba siempre las reglas van
a venir dadas por otro. Además, cuando sos empleado la seguridad es relativa,
la empresa de golpe cierra y te echan, nada es seguro y la pandemia nos enseñó
eso. De repente un camino de emprender, de tener tu propio proyecto, te puede dar
otra libertad, crear una situación económica mejor o más holgada. Cuando vos
tenés un salario tenés un techo. Cuando sos emprendedor no tenés techo, el
techo te lo pondrás vos, te lo pondrá el mercado. Incluso, si ponés gente a
trabajar, podés casi no trabajar, o trabajar mucho menos de las ocho horas que
trabajarías para una empresa. Hay muchas bondades de emprender que al que tiene
ese bichito, no creo que esta libertad o flexibilidad laboral lo apague.
También, en un mundo cada vez más
globalizado, donde uno ve más ejemplos, referentes, los jóvenes quieren ser
como aquel, tener esa vida. Quieren trabajar desde una computadora, desde una
playa pero para ellos mismos, que también es uno de los motivos por los cuales
escribí el libro. En Crear o morir, Andrés Oppenheimer
analiza por qué hay tan pocos emprendedores en Latinoamérica en relación con
otras partes del mundo. Concluye que acá no hay referentes, que los niños
quieren ser Messi, Neymar o Suárez, pero ninguno quiere ser Zuckerberg o Steve
Jobs porque no ven referentes. Me pareció que estaba bueno tener ejemplos
uruguayos. Yo no soy una persona megainteligente. Si queremos tener más jóvenes
emprendedores, tiene que haber más ejemplos. Si no tenés a alguien a quien
seguir, que sea tu referente, difícilmente te surja. Está bueno que veamos más
casos de acá, asociados a nuestra idiosincrasia. No es la panacea, no es que
todos tienen que ser emprendedores, pero el que tenga esa condición, que se
anime a hacerlo.
En Uruguay no hay referentes tan
visibles, pero tampoco se enseña sobre emprendedurismo.
La enseñanza sobre emprendedurismo
debe ser transversal a todas las carreras universitarias, ni que hablar en la
educación media y primaria. Lo que intento también comunicar, ahora que se
habla tanto de una reforma educativa, es que necesitamos enseñar mucho más de
emprendedurismo, fomentar las habilidades blandas en los niños para ser mejores
emprendedores. Si vos no tenés autoestima, alta es muy difícil que puedas
emprender. El emprendedor tiene que ser optimista, confiar en sí mismo. Si no,
arrancaste mal. Cuando estudiás para contador, te educan para trabajar en tal
empresa; abogado, trabajar en un estudio de abogados. Ahora, si vos querés
poner tu propio estudio, necesitás una cantidad de aprendizaje y herramientas
que a un abogado no se las dan, no le dicen cómo poner un estudio, publicitar,
comercializar, cómo armar un proyecto. Todos deberíamos aprender a
autogenerarnos nuestro trabajo.
Dice que los emprendedores tienen
un ego alto. ¿Alguna vez le jugó una mala pasada?
Seguramente. No sé si una mala
pasada, seguramente alguna mala percepción de alguna persona, que diga: “¿y
este qué se cree?”. Más en un país donde lo típico es el: “¿cómo andás? “Y,
ahí, tirando”. Siempre digo que en Uruguay a nadie le va bien. A nadie le gusta
decir que le va bien. Yo siempre dije que me va bien. Me niego a la respuesta
uruguaya. Digo que estoy bárbaro. Genial. Te dicen: “pah, qué bueno, ¿estás
ganando mucha plata?”. No, no tengo un mango, pero estoy bárbaro, estoy haciendo
lo que quiero, estoy con ganas. Tenemos esa uruguayez de que nadie dice que le
va bien, y yo creo que tenemos que decirlo mucho más y eso no es tener un ego
grande ni ser soberbio, es alentar un optimismo más generalizado. Somos una
sociedad más positiva que optimista. El emprendedor tiene que tener una
autoestima alta porque si no tenés confianza en vos mismo, no te animás a hacer
las cosas.
Usted mismo cuenta en el libro que
era tímido y tuvo que trabajarlo.
Mi autoestima me la fui generando
en base a ir superando etapas. Cuando me fui de viaje solo con 21 años para mí
era dramático, me costaba acercarme a las personas. Me tuve que animar a
acercarme a hablarle a otra gente. Y cuando volví a Uruguay volví con mejor
autoestima, sabiendo que logré superar dificultades que se me plantearon.
Volviendo a la educación, tenemos que fomentar niños con más autoestima, con
más ego.
Logró libertad económica gracias al
trabajo de hormiga de sus primeros años como emprendedor, pero dice que no hay
que pensar en el dinero como un fin. ¿Hasta qué punto?
Si tu objetivo es netamente
económico, seguramente no hagas bien las cosas porque estás pensando en el
número. Si tu objetivo es que esto funcione bien, que el cliente esté feliz,
que el producto salga bien, el dinero va a ser una consecuencia inevitable. A
mí siempre me pasó que me tenía fe, sabía que me iba a ir bien. No era un
inconsciente, pero primaba el optimismo. Empecé primero para ser mi propio
jefe, después para no ser esclavo, después para lograr calidad de vida, pero no
me lo planteé desde el día uno . Es consecuencia de un paso a paso que se va
dando.
¿Cuál fue su mayor desilusión como
emprendedor?
Tuve un solo fracaso que fue una
aplicación que hice, que me criticaron por no contarla en el libro, en su momento no sentí que entrara. Una
aplicación para viajeros, muy relacionada con el mundo de los hostels, pero que
después de un año y pico no funcionó y la tuve que cerrar porque no podía
seguir perdiendo más dinero. Fue un aprendizaje, porque fue el único proyecto
en el que no me metí de lleno. No estuve, contraté gente para hacerlo, muy
capaz, muy preparada, pero el emprendedor no estaba ahí. Eso fue un error. El
segundo error fue meterme en temas de aplicaciones, que no entiendo. Siempre
digo que es como que un piloto de carrera de autos no entienda de mecánica.
Siempre había problemas que yo no entendía. Ese fue el único fracaso como
emprendedor que tuve y que perdí plata, pero no lo recuerdo como algo horrible.
Fue un aprendizaje.
¿Cómo ve la temporada de turismo
para Uruguay?
No soy optimista, para nada.
Siempre hablando de nuestro público, es muy perfil de clase media, joven. Es el
más castigado, donde hay más desempleo. Argentina, que es nuestro principal
cliente de turismo, está económicamente destruido. Y Brasil es un cliente
habitual que viene bastante, que va a depender mucho de la conectividad. El
mundo se desconectó, volver a construir la conectividad aérea, llegar a la
misma cantidad de vuelos que había en 2019, nos va a llevar un par de
años.
¿Cree que Uruguay se sabe vender
ante el mundo?
No. El vendedor de Uruguay debe ser
el Estado uruguayo, más allá de que los privados podamos hacer alguna cosa,
pero es tema de política de Estado. Y a nivel de turismo, Uruguay no tiene
política de Estado;, al menos desde que yo estoy trabajando en turismo, hace 17
o 18 años, nunca la ha tenido. Y está claro viendo cómo se maneja el Ministerio
de Turismo. Siempre son autoridades políticas, con poco conocimiento técnico,
poca innovación. No es un ministerio al que desde mi punto de vista se le dé
una importancia, casi que es un cargo y un ministerio para dar a algún partido
que hay que darle, pero no les importa tanto. Uruguay no tiene una política
país de turismo y de qué queremos ser como país, de pensar una estrategia a
mediano plazo a nivel turístico y demás, no hay.