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• Nombre: Julio Morère • Edad: No declara • Ocupación: Ingeniero civil, chef pâtissier, coconductor de Día a día en VTV • Señas particulares: hiperactivo, desfiló en una escola de samba, no le gusta la playa, escribió una obra de teatro que ganó un Florencio
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Se lo ve muy cómodo en la coconducción de Día a día (VTV). ¿Qué sintió el primer día al aire, el 16 de enero? Por un lado me sentí en pánico porque era algo desconocido e inesperado, pero eso también fue lo que me llevó a aceptar la propuesta. Eso me sucedió con las tortas, que en un momento me abrumaron. Soy ingeniero civil y me dedico a la gestión de proyectos portuarios en el Ministerio de Transporte y siempre digo que me autopercibo ingeniero, pero llegó un día en que me encontré batiendo merengue para vender. Y la segunda razón por la que acepté fue el voto de confianza de la gente del canal. Yo venía haciendo la columna de pastelería y cuando se reacomoda el programa por la salida de Marcelo Galli, me propusieron conducir con Rosario Rodríguez y Miguel Arispe. Entonces por un lado me sentí tranquilo porque me buscaron y, por otro lado, sentí pánico. Recuerdo cuando dijeron: “5 segundos, 4 segundos, 3 segundos al aire”, y me pregunté: “¿qué hago acá?”
¿Cómo se conjuga la seriedad de un ingeniero, con la creatividad de la pastelería y ahora la conducción de televisión? Ahora siento que estoy al borde del desequilibrio emocional (ríe). Yo soy hiperactivo, entonces todo lo voy acomodando. Siempre procuré no hablar de trabajo fuera de horario y hasta cuando mis padres me mencionaban algo de ingeniería les decía: “Llamame en horario de trabajo”. No me cuesta desconectarme, hace 25 años que lo hago y cuando salgo de las tortas me desconecto también de eso.
¿Ya lo reconocen por la calle? Sí, me pasó. El año pasado en una presentación del ministerio una abogada me miraba con extrañeza. Me empecé a sentir afectado y pensaba: ¿qué disparate estaré diciendo? hasta que a la salida me preguntó: “perdoná, pero ¿tú no cocinás en televisión?”. Ahí me sentí más aliviado. Eso es divertido, pero trabajando como ingeniero estoy de saco y corbata y soy muy serio. Soy naturalmente serio.
¿Cuál fue la primera torta que hizo? Una de cumpleaños para mi madre a los ocho años. Aproveché para cocinar cuando ella se había ido al centro. Con mi inocencia pensé que se cocinaba rápido, abrí el horno varias veces y la pasmé. Tiré todo y empecé de nuevo. Me salió mal y la tercera vez confundí el frasco de azúcar con el de arroz. Pero mi madre me dijo que estaba riquísima.
¿Qué cosas lo sacan de quicio? Me pone mal que toquen las tortas. No entiendo la necesidad de tocar la comida. ¿Por qué le pasan el dedo? Y también me molesta que la corten mal y la coman mal porque una torta se come de arriba hacia abajo en una porción entera y así se lleva a la boca. Por ejemplo, si tiene baño de chocolate y bizcochuelo con crema de naranja, la torta es la combinación de esos sabores y texturas. Tampoco me gusta que coman la torta con cucharita, se come con tenedor. Eso también es parte de mi obsesión.
Las cajas de sus tortas venían con instrucciones para servir, ¿lo sigue haciendo? Ya no lo hago, pero al entregarlas les hago recomendaciones. Si es de chocolate, merengue o dulce de leche, el cuchillo hay que humedecerlo con agua hirviendo, además no tiene que tener serrucho porque si no, se rompe.
¿El verano tiene aroma a… ? A mar. Detesto el verano, no soy muy playero pero me encanta viajar a Río de Janeiro, sus atardeceres y sus playas son fabulosas, como las de Punta del este, las de Atlántida y tantas otras de Uruguay.
Y el invierno, ¿a qué huele? El invierno tiene olor a vainilla, a naranja, a canela, a café con leche caliente.
Vacacionó muchos años en Río de Janeiro, ¿desfiló en una escola de samba? Hacía como siete años que iba a Río de vacaciones y siempre pasaba el 31 de diciembre en la playa de Copacabana con esos fuegos artificiales majestuosos y la música, es una noche de gran libertad. Una vez coincidí con la actriz Graciela Rodríguez y me propuso ir a ver un ensayo. A mí no me gustaba mucho, pero a los 15 minutos de haber llegado yo era un trompo bailando. Entonces al año siguiente nos propusimos salir en Carnaval. Fue inolvidable. Desfilamos en el sambódromo con traje y todo. Salimos en Salgueiro, que justo quedó en el cuarto lugar. Lo más lindo fue que se descolgó una tormenta monumental y todos siguieron bailando como si nada pasara viendo el arco del arquitecto Niemeyer, fue una experiencia religiosa.
Esa versatilidad en su personalidad lo llevó también a escribir teatro. Sí, y ganamos un Florencio a teatro infantil. Fue una apuesta. Un día estaba charlando con Omar Varela y un grupo de amigos de teatro mientras él estaba dirigiendo Rada para niños, y le empecé a decir: “por qué no escribís una obra así y asá”. Y entonces me desafío y me dijo: “¿por qué no la escribís vos?”. Y entonces la escribí, la leyó y vio que podía funcionar. Se llama Las palabras mágicas y la protagonizaron Karina Vignola, Yoni Kurlender, Ximena Barbé e Iñaki Abadie. Karina ganó el Florencio a Mejor actriz y yo fui nominado en Revelación.
¿Es cierto que ha llegado a ver todas las obras de teatro en cartelera? Sí, sí. Siempre me interesé por la cultura, soy espectador de teatro, leo mucho y me encanta la televisión. De hecho, todos los viernes cuando salía de Facultad de Ingeniería me iba al Museo Nacional de Artes Visuales, y cuando estudié en España vivía a dos cuadras del Reina Sofía y mi facultad quedaba muy cerca del Museo del Prado. Ese tiempo que viví en Madrid fue el paraíso.