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Lorena Bomio: "Me afectan las malas noticias, sobre todo las que tienen que ver con niños"
Edad: 44 Ocupación: Conductora de Arriba gente y periodista de SubrayadoSeñas particulares: Antes de trabajar en televisión dio clases de inglés, para su último cumpleaños le regalaron rollers, tiene un gato llamado Cavani
Arriba gente empieza a las ocho de la mañana. ¿A qué hora se levanta y cómo es su mañana? Me levanto a las cinco y media. Me apronto en mi casa, escucho la radio, leo los diarios. En producción nos hacen un compilado de información, pero igual siempre hago mi búsqueda.
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¿Cuál fue su primer trabajo en la televisión? Hice un breve pasaje por Telespectáculos, de Pando, pero el que considero mi primer trabajo fue en VTV, como productora, y a veces hacía notas también, para un programa con Silvia Novarese, Las cosas por su nombre. Y también trabajaba en la producción de Diapositivo, el programa que conducía Ale (Camino, su marido); ahí fue que nos conocimos. Yo entré a fines de 2003 y al año siguiente me enfermé, tuve un linfoma. No dejé de trabajar, pero mi presencia bajó un poco, faltaba seguido por las quimios y eso. Después de eso me di cuenta de que me gustaba más hacer notas, salir, y ahí intenté dar un vuelco para estar más delante de cámaras que detrás.
Hace años se fue a probar suerte a México. ¿Cómo le fue? Yo hacía la escuela de comedia musical de noche y con una compañera decidimos irnos y ver qué onda. Tenía como 28 años. Estuve unos meses y me volví. Estábamos recién arrancando con Ale y decidí volver.
¿Que se trajo de esa cultura? La comida. La palta me encanta desde ahí, y la comida mexicana en general. Me acostumbré un poco más a comer picante. Y tengo algunos amigos que hice allá también.
¿Cómo lidia con las malas noticias, trabajando en un informativo? Me afectan, soy muy sensible, sobre todo las que tienen que ver con niños. Tengo un hijo, Juancito, que tiene nueve años, entonces sí, me afecta. A veces son temas que después conversamos en casa, aunque no hablamos mucho de trabajo con Ale, o con mis compañeros. Tengo muy buenos compañeros en Subrayado y en Arriba gente, y muchas veces hacemos terapia entre nosotros. Surge naturalmente, y como somos personas con sensibilidades similares, a veces se dan instancias espontáneas de hablar que hacen bien.
Tiene una biblioteca grande en su casa. ¿Qué tipo de libros lee? Esa viene de Ale, ya la traía. Yo alguna cosa he sumado. De hecho, ahora pintamos la casa y estamos reevaluando con qué nos quedamos y con qué no. En este momento estoy leyendo varias cosas al mismo tiempo: la biografía de Roberto Jones, de Fernanda Muslera; me enganché y me he dormido tarde estos días leyéndola. Y haciendo esta limpieza me encontré con un libro de Paulo Coelho y lo empecé a leer también (risas). Y además estoy leyendo uno que se llama Grit, de una estadounidense de ascendencia asiática, Angela Duckworth, sobre cómo algunas personas que lograron metas realmente destacables no son las que necesariamente en un principio parecían las más aptas para eso.
La relación con Alejandro Camino empezó porque él tomó la iniciativa. ¿Cuál fue el método de conquista? Un día me habló y me dijo que yo le gustaba, y quedé de cara. No me la veía venir. Y bueno, le agradecí y quedó por esa. Pasó bastante tiempo hasta que un día me invitó al teatro. Él estaba haciendo una obra y lo fui a ver, y a partir de ahí empezamos a salir. Siempre lo admiré, pero no lo había mirado desde ese otro lado. Nos casamos en 2009 y tuvimos a Juancito en 2013.
¿Tienen un gato que se llama Cavani? ¿Son muy futboleros? Ale sí y Juancito salió muy futbolero. Cuando llegó el gato a casa le puso Cavani porque desde chiquito ama a Cavani. Hay dibujos de Juan de tres años de figura humana y el número 21 (risas). La última vez que vino a Uruguay logramos que lo conociera y quedó feliz. Cuando volvíamos me decía: “Mamá, todavía no sé cómo me siento”. Y mis viejos tienen un labrador, que es más joven que Cavani (el gato), y Juan le puso Edinson. Así que ya tenemos completo el nombre en nuestra familia animal, pobre Cavani (el jugador).
Tiene muchas expresiones asturianas. ¿De qué rama de la familia vienen? Toda la familia de mi madre es asturiana, solo mi madre nació acá. Y mi abuela, que yo crecí muy cerca de ella, tenía pila de palabras asturianas.
¿Cuáles son las que más usa? Algunas son malas palabras y no las puedo decir, pero también está espurriñado, por ejemplo, que es cuando apretás la cara, como que la fruncís; puede ser por enojo o malestar. “¿Qué andás con la cara espurriñada?”.
Dicen que es muy buena repostera, y muy creativa en ese sentido. ¿Qué cosas prepara? Me gusta bastante cocinar, y cuando Juan se suma me encanta hacerlo con él porque da para charlar y lo dejo inventar cosas, como la pizza en volcán. Hace como un volcán con la masa de la pizza y le pone la salsa de tomate adentro. Vos sabés que le quedó bastante bien (risas). Y después tengo como tradición, porque lo hacíamos con mis padres y con mi hermana, que para los cumpleaños de Juan le hago la torta, siempre. Me gusta que sea un momento familiar. Y en él prendió también la tradición. Tengo ese recuerdo de niña, que mis padres hacían la torta, y era como un evento de la familia que me encantaba y quise reproducir.
Hace poco le regalaron rollers. ¿Los pidió o fueron una sorpresa? Fue para mi cumpleaños, el 20 de mayo. Los pedí yo. Me encanta patinar y uno de los grupos de amigas que tengo son mamás de amiguitos de Juan. Algunos van juntos al colegio desde antes de los dos años, entonces se armó un grupete de padres muy lindo y algunas madres empezaron con la movida de patinar, y me sumé. Yo patinaba de adolescente, tampoco es que sepa patinar bárbaro, pero me manejo.