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Marcelo Signorelli: "Lo complicado en el trabajo es cuando se pierde el respeto"

Nombre: Marcelo Signorelli Edad: 58 Ocupación: secretario de Deportes de la Intendencia de Montevideo, entrenador de básquetbol. Señas particulares: muy familiero, sus dos hijas estudiaron Psicología, es hincha de un cuadro que ya no existe.

Nombre: Marcelo Signorelli Edad: 58 Ocupación: secretario de Deportes de la Intendencia de Montevideo, entrenador de básquetbol. Señas particulares: muy familiero, sus dos hijas estudiaron Psicología, es hincha de un cuadro que ya no existe.

¿En qué se parece ser jerarca municipal a ser técnico de básquetbol? ¿Y en qué se diferencia? En los dos hay que dirigir grupos. Eso es lo lindo del trabajo, que es un trabajo en equipo. Y se diferencia en que la visibilidad es distinta. Uno trata de cumplir los lineamientos de los directores y trabajar con eficiencia y rapidez; pero si no lo comunicás, no tiene visibilidad. Como entrenador estás más abierto a la televisión, al público, a las hinchadas.

Como basquetbolista jugó en Neptuno. ¿Cómo era? Jugué en Neptuno, Trouville, Las Bóvedas y Unión, el de calle Pan de Azúcar, que era el cuadro de mi papá. ¡Mediocre jugador, totalmente! Jugaba de base, con 1,77 metros no podía jugar de otra cosa.

¿Le siguen diciendo Boca sus amigos? Eso fue en el San Juan Bautista. Ahí hice cuarto, quinto y sexto de liceo; antes estuve en el Fátima. Me lo pusieron mis amigos del San Juan, con los que me sigo viendo todos los jueves. Ahí soy el Boca, porque tengo boca grande. Pero en Neptuno me decían Cheto porque iba a escuela privada.

Su padre, Américo Signorelli, fue el primer vestuarista de las transmisiones deportivas radiales. ¿Lo acompañaba al trabajo? Sí, yo siempre fui con él. Mi salida de fines de semana era ir al estadio con él, llevarle los cables, todos los sábados y domingos; y temprano, porque mi viejo era fanático de la puntualidad, cosa que yo heredé. Yo soy de Peñarol, era fanático de Julio César Jiménez, el mejor jugador que vi con la amarilla y negra.

Siempre nombra a su padre. ¿Cómo lo recuerda? Como un laburante, de sol a sol, para darle todas las comodidades a mi madre y a mí, que soy hijo único. Lo hizo de la nada, porque cursó hasta tercero de escuela; fue lo que deseó siempre ser, periodista deportivo, más allá de que trabajaba en una automotora. Ahora que no tengo a mis viejos los extraño todos los días.

¿Cómo era Solymar en su adolescencia? ¿Todavía era un balneario? Era un balneario, sí. No había tantas casas. Llegamos por el 80, papá compró un terreno y luego edificó una cabaña. Divino, realmente, en ese entonces. La playa era hermosa, pescábamos, la pasábamos muy bien entre asados y la familia. Era la casita de afuera, todos los veranos estábamos ahí.

¿Es cierto que cuando dirigió a Goes, en 2001, el presidente Carlos Muñoz lo apodó Ansiedad? ¡Puede ser, sí! Siempre fui ansioso. Lo soy ahora, ¡imaginate veinte años atrás!

Siempre se dijo que usted quiso hacer en la selección de básquetbol algo similar a lo que en fútbol hizo óscar Tabárez. ¿Qué le faltó? No hice un análisis. Pienso que por resultados no fue, porque el récord fue de 12-6 y estábamos a dos partidos de ir al Mundial, fue por otros motivos que ya son conocidos y no vale volverlos a nombrar. Soy un agradecido a los que me dieron la posibilidad, hice lo mejor que pude, capaz me equivoqué en algunas cosas, pero el balance fue sumamente positivo. Pero ya fue, fue en 2018, no miro para atrás, sino el presente y futuro.

Ha tenido cruces con varios jugadores pesados. ¿Tiene carácter fuerte? Noooo... después de que pasan esas cosas, vos pensás que no hay que confrontar tanto. Yo no soy una persona maleducada y exijo respeto. Quizá fueron cosas del momento que ahora no volvería a repetir. Vos no tenés que tener carácter fuerte o blando, tenés que tener tu personalidad y punto. Pero cuando se pasan del respeto... Tampoco fueron tantos y no hay que darles tanta trascendencia. Si hay respeto en el trabajo, ahí la cosa va bien. Lo complicado es cuando se pierde.

En fútbol es hincha de Peñarol. ¿Y en básquetbol? De Neptuno, pero no existe más. Jugué ahí toda mi vida. También tengo simpatía por algunos clubes en los que he trabajado, pero hincha-hincha fui de Neptuno, donde fui desde los 12 años.

¿Cuál cree que fue su mayor logro como entrenador? La campaña con el Arona en Italia, en 2004/2005. Me encantó ese equipo. También el Atenas de 2001 y el Hebraica Campeón de 2011/2012. Ahí como entrenador me sentí a pleno conmigo mismo.

¿Y en la vida? Haber formado una hermosa familia, indudablemente.

¿Qué es la familia para usted? Es estar en constante diálogo y armonía, cuando uno lo necesita y a uno lo necesitan; mi señora, mis hijas, mi nieto, mirarlos, reírme, estar juntos. Eso es lo más lindo.

¿Qué impronta quiere dejar en la Secretaría de Deportes de la intendencia? Poder trabajar por el deporte comunitario, que es un mundo nuevo para mí. Poder mantener los programas para personas mayores, que son muy buenos, y para personas con discapacidad. Queremos ver si podemos hacer la San Felipe y Santiago en noviembre, programas de verano. Hay un muy lindo equipo de laburo, Carolina (Cosse) nos da libertad para trabajar y eso está bueno. Ha crecido mucho la gente que hace deporte en espacios públicos y hay que ayudarla con programas gratuitos desde la IM, queremos que todo el mundo haga deportes en Montevideo. Voy con mucha alegría, estoy feliz de trabajar ahí.