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Mariela Espino y Ximena Aleman: eternas pioneras de la industria financiera en Uruguay

Mariela Espino es la gerenta general del BROU, la segunda mujer en ocupar ese cargo en los 125 años de historia del banco; Ximena Alemán es CEO de Prometeo, una de las plataformas de open banking más grandes de América Latina

Hace siete años, la oficina de la gerencia general del Banco República, ubicada en el primer piso del majestuoso edificio de Zabala y Cerrito, es ocupada por Mariela Espino, la segunda mujer en llegar a este cargo en los 125 años de historia del banco. A solo cinco cuadras de distancia, frente a la plaza Matriz, trabaja Ximena Aleman, CEO de Prometeo, una de las plataformas de open banking (banca abierta) más grandes de América Latina. Espino y Aleman comparten mucho más que el barrio donde trabajan: son mujeres, uruguayas y  líderes en empresas de la industria financiera, un sector tradicionalmente masculinizado. Cuando hace 42 años —con 16— Espino entró al BROU, la institución financiera recibía a sus primeras camadas de mujeres. Hoy, como gerenta general, tiene a su cargo (directa e indirectamente) a unas 3.500 personas en todo el país. 

También hace siete años Aleman dejaba el periodismo para emprender en el mundo del fintech, concepto que refiere a la unión entre finanzas y tecnología. Junto con dos socios fundó Prometeo, empresa que en poco tiempo pasó a operar en 10 países, tiene 40 clientes y proyecta convertirse en unicornio —como se les llama a las empresas que llegan a un valor de 1.000 millones de dólares sin cotizar en Bolsa— en cuatro años. Aleman entró a la industria 35 años después que Espino. En esas décadas el mundo cambió, la presencia femenina en el rubro no paró de crecer y, aún así, a Aleman la siguen tratando de pionera. “¡Pero hace 40 años que hay mujeres en el sector financiero! ¿Cuándo vamos a dejar de ser pioneras?, dice Aleman y provoca las risas de Espino. Pese a compartir barrio de trabajo, Aleman, de 36 años, y Espino, de 59, no se conocieron en Ciudad Vieja. Se presentaron en el lobby del hotel Costanero y, tras asegurar que no sufren de vértigo, subieron hasta la sala aérea del piso 10, donde tuvo lugar la entrevista. 

¿Dónde creen que está parada la industria financiera en términos de igualdad de género? 

Mariela Espino: En el banco un poquito más de la mitad de la plantilla, el 52%, es femenina. Cuando entré, recién empezaban a entrar las mujeres en la industria financiera. Hoy la balanza cambió. Pero hubo un momento en que el porcentaje de mujeres comenzó a ser cada vez más grande y no era tan fácil acceder a cargos jerárquicos. Hoy, 40% de los cargos gerenciales están ocupados por mujeres. En el banco se ingresa por concurso y se asciende por concurso, eso también simplifica mucho el hecho de que el género no importe, y que lo que importe sea el desempeño. Nosotros hacemos un filtro en los concursos, se anota mucha gente, en el último hubo 88.000 inscritos. El primer filtro lo hacemos por escolaridad y se da que las mujeres tienen mejores escolaridades que los hombres, entonces han venido ingresando mayores porcentajes de mujeres. 

Ximena Aleman: Hace 40 años la discusión era sobre las capacidades. ¿Tiene las mismas capacidades una mujer para llevar una tarea laboral? Va a tener hijos, ¿cómo se va a responsabilizar? Articular hijos y familia, tener personal a cargo, el estigma de la jefa, eso era una discusión. Hoy ya no nos sorprende una mujer trabajando pero sí liderando una startup o una gran institución financiera. Seguís siendo pionera como gerenta general del BROU y yo como CEO de una fintech. Sigo yendo a un montón de reuniones donde soy la única mujer entre ocho, 10 hombres. Y en mi rubro, donde se juntan dos sectores tradicionalmente masculinos como finanzas y tecnología, todavía llama más la atención ver una mujer liderando. En el mundo startup las empresas lideradas por hombres acceden a mayor financiación y todo eso es porque la mujer sigue siendo percibida como un riesgo. Hay mucho trabajo por hacer a nivel de sesgo. El “debería ser” está muy masticado. El tema es la concreción. 

En estos años, ¿se han encontrado con esos sesgos?

M. E.: Cuando ingresé al banco, los concursos permitían ingresar mujeres, pero estaban topeados. De los que ingresaban al banco en determinado período, había 30% que podían ser mujeres. Por más que fueras mejor que otros hombres que venían después, si ya se había completado ese cupo de 30% no ingresabas, porque ese era el máximo admitido. Después, no había baños para mujeres ni vestuarios, el banco no fue pensado para recibir mujeres. Hoy lo cuento a las chicas que ingresan y no lo pueden creer. En el primer piso hay una foto de la primera sesión de directorio y son todos hombres blancos. El único hombre moreno estaba sirviendo el lunch y las mujeres ni siquiera eso. En aquel momento nadie pensaba que pudiera haber una mujer en ese ámbito. Hace 40 años se empezó un proceso de generar espacios para las mujeres. Vestuarios, baños, muy posteriormente las salas de amamantar. A los pocos años que entré, lo de los cupos por género ya no existió, se medían capacidades y de forma equitativa.

X. A.: Es diferente en el sector privado y el público, donde el fin es social, entonces las dinámicas son diferentes y las cosas están más trabajadas desde la base. Es superimportante poner la lupa en generar indicadores objetivos y generar fuerza de cambio. Para nosotros, que tratamos de tener un equipo bastante equitativo, se trata de ser conscientes de a quiénes contactamos, qué perfiles buscamos, hacer un esfuerzo para que el equipo sea diverso. Si lo hacés por defecto, vas a terminar con un equipo mayormente masculino. Lo que termina sucediendo en general, sobre todo en el ámbito privado donde uno entra porque lleva un currículum, es que los currículums que llegan son masculinos, amigos que recomiendan amigos porque están contentos con el clima, los sueldos son buenos y mandan amigos. En la medida que empiezan a entrar mujeres, las mujeres recomiendan mujeres y eso es una fuerza de cambio. 

El 2% del capital global invertido en empresas de tecnología va hacia empresas lideradas por mujeres. Al tener socios hombres, ¿ha asumido que ellos tenían que salir a levantar inversión?

X. A.: Para mí ha sido un esfuerzo supergrande de deconstrucción. Muchas veces hemos tenido la conversación de quién va a hacer el levantamiento de capital. ¿Lo seguís haciendo vos, Xime, sabiendo esto, o lo hago yo? Yo naturalmente soy mucho más desenvuelta, me gusta el networking, conocer gente, los eventos; el área de ventas la lidero yo. Sobre todo al principio es bastante frustrante, para mí era un gran esfuerzo, y he pensado: “No lo hago más”. Me enfrenté a un montón de situaciones y siempre pensé: “¿Este es el mundo que quiero perpetuar? No, estoy activamente construyendo una empresa que se mueve bajo otros parámetros, y tengo que ir contra eso”. Obvio, pagás un precio. Las valuaciones son más bajas, los tickets de inversión son más bajos, las preguntas en los pitches son diferentes. 

Hubo tres cosas que me hicieron darme cuenta de que los límites a los que me estaba enfrentando no eran porque mi pitch podía haber salido mejor: una vez estábamos hablando con un inversor mexicano mi socio y yo, yo pitcheo desde que arrancó la empresa, hace siete años. De repente mira a mi socio y le dice: “¿Por qué habla ella y no hablás vos? y Rodrigo dice: “Porque ella habla mejor”. Otro día, yo estaba llevando a cabo el proceso de levantamiento de capital con unos inversores chilenos y siempre el punto de contacto era yo, y me pidieron agendar llamadas separadas con todos los socios. Tuvieron una call con Rodrigo y le dijeron que querían saber con quién iban a estar haciendo negocios, porque al final del día querían saber con quién iban a ir al bar a tomar un trago y charlar de la empresa. Y yo le dije: “Pero yo puedo entrar a los bares de Chile, ¿por qué no me preguntan eso a mí?”. Es un problema cultural. ¿Por qué no voy a poder ir a un bar? Después fue esta cifra sobre el levantamiento de capital que me impresionó. Si siempre son equipos de hombres creando soluciones financieras, la industria siempre va a tener una perspectiva masculina y va a terminar siendo un mundo de hombres. Hasta ahora el sector financiero ha sido construido por hombres, falta la mitad de la población. 

Una de cada dos mujeres de Latinoamérica no está bancarizada. ¿Falta mucho por hacer para que la mujer tome un verdadero control de sus finanzas?

X. A.: Sí, muchísimo. Es un tema cultural y de educación, qué conversaciones tenemos las mujeres. En mi experiencia, los ámbitos informales de mujeres no son ámbitos de networking comercial. Es muy raro que en el ámbito informal de mujeres salga un negocio. Si estamos en un ámbito informal vamos a hablar de nuestra casa, nuestra familia, nuestros hijos. Cuando trabajamos sí, pero es raro que surja un negocio o preguntar: “Che, ¿cómo estás invirtiendo? ¿Qué estás haciendo con tus ahorros? ¿A qué tasa los estás poniendo? ¿Estás invirtiendo en cripto?”. Me doy cuenta al hablar con mi marido de que en los ámbitos masculinos sí se habla. Hoy la mujer tiene su sueldo, sus recursos, son más autónomas financieramente pero todavía no tienen una mirada tan estratégica en cómo aplicar esos recursos, cómo invertirlos o reinvertirlos. Eso se remonta a los primeros regalos. Vamos a las tiendas y encontramos la góndola de niña con el cochecito, tacita, horno, el bebé, y las de los hombres con cajas de herramientas, cubo de Rubik, piezas de encastre, todo fomentando un pensamiento mucho más lógico, de resolución de problemas, y el de las nenas mucho más hacia la interna de la casa, el maternar. Es tan saludable para la mujer tener un pensamiento superlógico, como para el hombre entender cómo maternar, cómo autocuidarse, conectar con su lado emocional y expresar sus emociones.

M. E.: En Uruguay el porcentaje de mujeres bancarizadas es mucho más alto, porque justamente existieron políticas tendientes a esos procesos de bancarización, porque hoy las mujeres desde el momento que trabajan tiene su cuenta donde cobran su sueldo mensualmente en alguna institución financiera. Tienen por lo menos una bancarización básica: cuenta, tarjeta de débito, a veces una de crédito. Nosotros tampoco notamos ningún sesgo en cuanto al comportamiento de pago. Hay un comportamiento de pago similar en hombres y en mujeres. Lo que sí notamos de pronto, es la barrera cultural que hay por ejemplo en mujeres rurales que trabajan en emprendimientos chicos a nivel agropecuario. Hay varias políticas de Estado tendientes a tratar de que esas mujeres fortalezcan su educación financiera. Esas mujeres podrían trabajar mucho mejor en sus emprendimientos de lo que trabajan si contaran con apoyo financiero que complementara su propio capital. Pero sienten que un banco no es para ellas, o que ir a solicitar un préstamo bancario no es para ellas. La independencia de las mujeres parte de la base de una independencia económica; y para tener una buena independencia económica, una buena educación financiera es fundamental. 

Como líderes, ¿sienten la responsabilidad de dar una mano a las nuevas generaciones de mujeres?

X. A.: Superabiertamente. Si bien me definí como feminista toda la vida, en mi carrera profesional no era algo en lo que pensara activamente. Pero emprendiendo te empiezan a preguntar, y te das cuenta de que estás teniendo un lugar que antes otras mujeres no tenían, y que sos una referencia para las que están arrancando. A mí me empezó a sensibilizar mucho más, y además me encontré con las limitaciones. Siempre trato de hablar de temas de género, de contar mi experiencia y ser supertransparente en las limitaciones, es superimportante que las mujeres sepan cuáles son. Porque muchas veces terminaba abordando cosas como si fueran un problema mío. Y cuando levantás evidencia te das cuenta de que esto no te está pasando solo a vos, le está pasando a Fulana y Mengana. Es lo que sucede ahora en las cuentas de Instagram, Varones en el carnaval, Varones en Uruguay. Vos decís: ¿me pasó solo a mí? Mirás al costado y le pasó a 20 más. Qué importante es cuando podés contar la experiencia, poder ver que no estamos solas. No vamos nunca a cambiar eso si no lo compartimos como un problema social, si siempre lo llevamos a la práctica individual.

M. E.: No es solo dar una mano a las mujeres. Es ayudar a los hombres a que entiendan que los equipos funcionan mucho mejor si tienen un componente variado en varios aspectos, y uno de ellos es el género. Equipos formados por hombres y mujeres funcionan mucho mejor que equipos de uno solo de los géneros. Hay habilidades que uno puede tener mejor que otro y pueden compensar de pronto una debilidad de una parte del equipo con otra. No va solo por el hecho de decir: apoyo a las mujeres y quiero que crezcan y hago todo lo posible para que crezcan, sino que también apoyo a los hombres para que vean en sus compañeras de trabajo un par, alguien que tiene las mismas o mejores habilidades que ellos, y que juntos van a poder construir algo mucho mejor que separados. El quebrar esos patrones culturales es no solo trabajar del lado de las mujeres, sino que los hombres contribuyan a eso, y hablo de los hombres desde la infancia, porque esos patrones culturales se adquieren desde la casa, en la escuela, en el trabajo. 

¿Les resultó difícil conciliar maternidad con carrera laboral?

M.E.: Tengo dos hijos. Un varón de 34 y una nena de 30. Nosotros por suerte contamos con un apoyo incondicional de mi madre, que fue una tremenda abuela y el gran soporte de mi crecimiento profesional. Tuve una suerte que mucha gente no tiene, que es contar con ese apoyo invalorable. Creo que nosotras mismas, y porque la sociedad nos imprimió esa carga, siempre tenemos ese componente de culpa, de culpa del tiempo que no les dedicás a tus hijos porque estás trabajando o estudiando, y hoy que mis hijos son de la edad de ustedes, que son profesionales y tienen sus vidas, miro para atrás y no me arrepiento de lo que hice. Me parece que fui un buen ejemplo para ellos, y me parece que quizás si les regateé tiempo en cantidad, se los di en buena calidad en su momento. Mirando hoy el fruto, no me arrepiento de lo que hice. En la educación ellos ya han ido quebrando algunos de esos patrones que aspiramos que se quiebran en la sociedad en general, porque vieron a su madre en ciertos lugares, y para ellos es natural una mujer en un cargo de decisión. Ahora, sí sigo creyendo que hoy todavía para que una mujer se desarrolle profesionalmente y pueda desarrollar su maternidad, necesita algunos apoyos. Al hombre no se le pide eso, se desarrolla profesionalmente y no tiene la carga o no se cuestiona por qué no estuvo para darle la sopa al nene. 

X. A.: En mi experiencia, la primera herramienta de apoyo es la pareja. Para mí el tema de la pareja es fundamental, porque es algo que se elige y se construye. Si vos ya sabés cómo querés que sea tu carrera profesional, tenés que buscar un compañero que te apoye en eso. En nuestro caso es 50/50. Cuando no está él estoy yo, cuando yo no estoy está él. Y uno es el habilitador de otro. Repasa que como mujeres tenemos esa cosa de la deuda, de que en conversaciones vos sos la referente de la casa. Fui a Paraguay a un evento de emprendedurismo de mujeres a los tres meses de tener a los mellis. Éramos todas mujeres, me subí a la camioneta y cada vez que se subía una emprendedora nueva me decía: “¿Y los mellis, con quién los dejaste?”, y la siguiente: “¿Y los mellis, con quién los dejaste?”. A la cuarta fue: “Bo, pero yo no soy madre soltera, están con el padre”. Ya nos conocíamos, habíamos tenido charlas. Ahí hacía la inversa y era obvio que a Rodrigo nunca le hubieran preguntado con quién se habían quedado los mellis, porque era obvio que estaban con la madre, pero en mi caso no era tan obvio que él estaba con ellos. Después ni que hablar el resto del entorno familiar. También tenés que animarte a pedir ayuda. 

¿Alguna vez sintieron que no estaban a la altura? El famoso síndrome de la impostora.

M. E.: ¿Suena poco modesto decir que no? A mí no me ha pasado. 

X. A.: Millones de veces. Cuando escuché que existía el síndrome del impostor no podía creer que eso le pasaba a un montón de gente. Sentir que las cosas cuando las lograba era porque tuvimos suerte, no por todo el laburo hecho, y al mismo tiempo pensaba: “Ahora que estamos acá, todos son unos cracks, y estoy yo. Todos cracks, y yo”. (risas) Entonces no hablaba. Es superimportante trabajar la autoestima y la autoconfianza, para las mujeres son dos herramientas fundamentales. Y el autocuidado. Si vos no creás confianza sobre el recorrido que hiciste, si no mirás para atrás y decís: “llegué acá porque hice todo esto, mirá el camino que vengo haciendo y lo que he logrado” y “estoy acá porque ya pude hacer eso”, siempre estás en una posición de debilidad. Llegué acá, ¿pero cómo? A las mujeres nos pasa mucho, no tenemos ese hábito de decir: “Pah, bien yo”. Esa cosa de realmente valorarnos y poder evolucionar sobre eso. En la medida que vos te valorás, eso te genera un buen cimiento para pegar otro salto, para animarte a más. Esos logros para vos son un trampolín.