“¿Nunca
sentiste que te explota el corazón?”, es la pregunta con la que se difunde la
obra. Por su parte, el actor argentino lo ha sentido muchas veces; primero,
porque tuvo algunos problemas de arritmias, pero también porque vive en una
casa que de golpe lo “noquea” y de golpe lo “abraza”. Con la dirección de
Daniel Fernández, protagonizada por Seefeld, Luisa Drozdek y el uruguayo Gastón
Torello, Holter es un music hall que invita a la reflexión desde
el humor, a través de monólogos pero también de la música y el baile. Se trata
de los temas que “nos aceleran siempre el corazón”, de la mano de un personaje
que un día como cualquier otro, preocupado por su salud, decide tomar nota de
cada suceso y apuntar las sensaciones de su rutina. Spoiler: ningún
cuaderno ni bolígrafo alcanzaría; el trabajo, la esposa, los hijos, los amigos,
la calle, el país, los doctores y el miedo a la muerte devoran renglón tras
renglón mientras la vida sigue pasando.
Empecemos por el principio, ¿cómo definiría un día normal?
Una vida normal debería ser más normal de lo que uno piensa, pero es muy
difícil de pautar viviendo como vivimos, teniendo las prioridades que se
tienen. Para mí tiene que ver con las pequeñas cosas. Con encontrarte en un
café, en una comida, en una charla con un amigo, en una larga conversación con
tu pareja. Un buen baile, una linda risa, las cosas simples que te llevas
puesto. Por supuesto, partiendo siempre de una vida razonable, donde no se pase
ninguna necesidad primaria.
¿Y Ud. vive así, nutriéndose de las pequeñas cosas?
Es una linda vida; cuando miro para un costado soy rico, cuando miro para
el otro soy pobre, entonces no miro para ningún lado. Mi realidad es mi
realidad y la tengo que vivir. Mi familia es lo más importante que tengo y mis
amigos son la familia que yo elijo. No quiero tener más que eso. Mi vida normal
es justamente así, llegar a una casa que de golpe te noquea, de golpe te
abraza. Una mujer que se ríe de tus problemas y que con esa sonrisa te
soluciona la mitad…
¿Cuánto de Martín hay en el Martín de Holter?
Holter tiene un alto nivel de identificación porque pasa a través de todos los
temas: la relación con los hijos adolescentes, con los padres, con el
matrimonio de tantos años y la relación con uno mismo. Habla sobre el
enfrentamiento con los propios miedos, el miedo a la finitud, a la parte
vulnerable de cada uno de nosotros, que es la que nos dispara el bocho. Trata
de hacernos ver cómo perdemos el tiempo en cosas que no van a suceder mientras
la vida sigue sucediendo. La ves pasar, y cuando te das cuenta ya pasó, y te la
perdiste. Y como cualquier tipo cuando llega a determinada edad, empezás a
preguntarte: “¿Cuántos años pueden quedarme de vida?”. La pregunta se convierte
en un fantasma que te persigue. Fijate que el promedio de vida hoy son 80 años.
Entonces decís: “Si la vida me acompaña 20 más, ocho los paso trabajando y
ocho, durmiendo”. Ese es un poco el esquema: quedan ocho años para divertirse.
La realidad es que acá laburamos 15 y nos divertimos cuatro (risas). Eso
ni lo menciono en la obra, el personaje solo transita lo que le sucede, hasta
que se comienza a preocupar por estar preocupado por un hecho que no tendría
que preocuparle. ¿Y qué se está perdiendo mientras se preocupa? ¿Es el corazón
realmente lo que está mal o es la cabeza?
¿Y a Ud. le
asaltan las mismas interrogantes?
Como a todo el mundo.
Su personaje es entonces una especie de héroe cotidiano que batalla
contra las dudas…
Batalla contra lo que nos toca lidiar todos los días, que tiene que ver
con tener un matrimonio de 33 años, por ejemplo. ¿Y cuál es el desafío?
Quedarte. Porque todo conspira para que te vayas, estás rodeado de tentaciones
y siempre pareciera que la felicidad está afuera, pero no es así. Otro desafío:
discutir con adolescentes. Te tenés que deconstruir, como se dice ahora, con
tanta liviandad, y si no lo hacés, sos boludo. ¿Y cómo? Dame tiempo, papi,
vamos más despacio. ¿Cómo es, cómo se hace? Son un montón de cosas que pasan
con tanta naturalidad pero que este señor no las vivió así y empezás a sentirte
incomprendido. ¿De dónde viene la verdadera soledad? ¿Viene con que te deje
solo tu mujer? ¿Con la pérdida de los más grandes y ver cómo sigo yo ahora en
la primera línea de fuego? ¿Con cómo viví mi relación con mis viejos y qué pasa
cuando no los tengo?
Son demasiadas preguntas sin respuesta...
¡Hay respuestas! Pero creo que cada uno tiene la suya, por eso está bueno
el arte. El arte es totalmente subjetivo a la hora de presentar estos temas. Lo
difícil es generar un producto que tenga valor desde las distintas posiciones.
Esta obra te va a pegar de alguna manera, pero según tu condición; si sos hija,
hijo, madre, padre, abuelo, depende de tu condición como persona, en
definitiva. Va a haber algún padre que diga “y claro, ves que yo te digo
siempre…”, y otros que capaz piensan “naaa, este tipo es un boludo”. Qué
se yo, muchos hijos también se van a sentir identificados, otros capaz que
entienden que algunas cosas no son tan fáciles para sus viejos. Los padres
también pueden pensar “qué pendejo de mierda...”. Pero si se logra un poquito
de eso ya está, misión cumplida. El objetivo del arte es ese, te tiene que
llevar emocionalmente a algún lugar, a distintos lugares, ya sean de alegría,
tristeza, reflexión… Por ahí estás muy elevado y no te pasa nada, yo me juego a
que no. Se te va a mover aunque sea un poco el andamiaje.
¿Y qué puede decir sobre esta relación ineludible entre el paso del
tiempo y el paso de la vida?
El tiempo juega un factor importante en la obra sin mencionarlo, porque,
si yo me detuviera en cada punto, el espectáculo tendría que durar dos horas y
media y nadie te lo aguanta, porque así estamos. Entonces, el desafío también
es lograr la profundidad que la obra necesita en el tiempo justo, para que vos
no te acomodes en la butaca. Después, cada uno se va a poner el saco que le
quede más cómodo, yo no quiero vestir a nadie. Cada uno interpretará. El tiempo
también va de la mano con esa injusticia que creo que hay en los vínculos;
todos en algún momento la sentimos: el padre porque no puede entender que su
hijo no entienda lo que necesita, lo que le pasa, y el hijo porque no sabe en
qué otro idioma pedirle a su viejo que no le hinche más las pelotas, que no lo
quiere ni ver. ¿Y yo te traje al mundo para que no me puedas ni ver? Después de
los 24 años se les pasa y vuelven, pero para cuando ellos vuelvan yo voy a
tener 180 (risas).
¿Qué lo llevó a presentar esta complejidad de temas a través de un music
hall?
Porque me parece que la mejor manera de transitar la vida tiene que ver
con el humor. Pero tiene que ser un humor inteligente, con el otro, no del
otro. Distinguir eso te convierte en alguien diferente, así como entender que
el humor es sanador y sin él la vida se pone muy difícil. Frente a las peores
situaciones yo siempre he salido adelante con humor. Es algo que quiero
transmitir a través de la obra, pero no forzando la gracia sino conectando con
la verdad de lo que te sucede. La forma en que uno conecta con esa verdad es lo
que puede ser gracioso; el relato, la actitud que se toma frente a lo que pasa,
pero vos estás transitando la emoción de esa verdad que puede hacerte reír o
llorar, y está buenísimo. El objetivo es justamente conectar, como sea, con una
verdad. El espectáculo va a tener momentos en los que te rías sin saber de qué
y otros en los que lo hagas y sepas muy bien de qué.
Centrándonos ahora un poco en la generalidad de su carrera: siempre hubo
teatro, llegaron las series de televisión, la producción, después el cine y por
último algún contenido para las nuevas plataformas de streaming. ¿Cómo
vivió ese cambio hacia Star+ o Netflix?
Lo que cambió y disminuyó es el trabajo del actor, al pasar de tiras de
100 capítulos a series con apenas 10, con poco reparto. Es una disminución que
se siente en un colectivo que ya está muy castigado. Volvemos a eso de que
consumimos todo muy rápido, te ves una serie entera en un día y en el vendaval
de cosas ya ni te acordás de todo lo que viste. El disco no tiene capacidad
para tanto, así se consume todo y así se vive. Yo le digo siempre a mis hijos
que cuando tengan que decir algo importante no lo manden por chat. Siéntense a
una mesa y díganselo a los ojos. Esto (toma el celular) no tiene tono,
no tiene sentimientos, no tiene nada. En la era de la comunicación es donde
menos comunicados estamos.
Veo que Ud. se esfuerza por poner la cuota de sensibilidad propia en todo
lo que hace, como en sus personajes. Pero no parece que sea un desafío
personificar esa sensibilidad cuando la tiene siempre a flor de piel. Por
ejemplo en el papel de Gabriel Medina, de Los simuladores…
Me considero
un ser sumamente sensible, sí, pasa que hay que llevarlo con genuinidad. Y es
un desafío porque casi nunca podés llevar a cabo la sensibilidad de los
personajes como vos crees que es, sino como la interpretó el autor del guion.
Después sí, te toca fabricar a vos la tuya propia con esas bases. Ahora, Medina
es ese personaje que tiende puentes bien claros conmigo. Es un hombre de
valores, cuidadoso de sí mismo, con sus máscaras y protección estética, y esa
cosa de que no se sabe si es o no es... Medina es un hombre que se preocupa por
su cuidado, como debe ser. Y aparte, un tipo muy sensible. En ese grupo Fede es
el cerebro, Fiore, la fuerza, Peretti, el espíritu, y Medina el corazón.
En 2024 vuelven los cuatro al cine...
Estamos trabajando en eso, está todo bajo siete llaves. Pero esta vez es
verdad, dicho por el equipo. Esperamos estar a la altura de lo que espera la
gente y nosotros. El proyecto es igual de épico que en aquel entonces porque
estamos en una situación más que complicada en el país (Argentina) y Los
simuladores podría decirse que siempre tuvo un compromiso social con el más
débil a costa de quien lo absorbe o pisotea, aunque lo defendiera de una forma
poco ortodoxa. Aunque, si fuera por los problemas, podríamos haber seguido
todos estos 20 años con el programa, que capítulos había para tirar para
arriba.
Por último, supo tener un programa de radio, Fe de ratas, junto
con uno de sus compañeros en esta serie (Federico D’Elía), en la emisora
argentina Radio Uno. ¿Qué puede contar sobre su lado más mediático? ¿O se trata
solamente de una inclinación por la radio?
Hablemos de una inclinación por expresarme y poder aportar pluralidad,
disenso y respeto. Twitter lo tengo parado por ejemplo, ya no me interesa. Vos
ponele un valor de un peso a cada tuit y vas a ver cómo cambia. No creo en las
agresiones, deberíamos tratar de crecer a partir de entender que el otro no es
nuestro enemigo, puede pensar distinto y puede tener razón, porque nadie es el
dueño de la verdad. Fe de ratas era un espacio distendido donde se
entendía esto. Si hoy yo tuviera que dar un mensaje, les pediría
fundamentalmente a los políticos que intenten, por una vez, pensar realmente en
la gente por sobre su proyecto personal.
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Holter: No solo es el corazón, del sábado 7 al domingo 22 en
Cine Teatro Cantegril, 22 h. Entradas disponibles por Red Tickets, de 1.590 a
1.890 pesos.