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En las últimas elecciones presidenciales, tres de los partidos políticos en carrera propusieron fórmulas presidenciales mixtas. Las mujeres ocupaban el segundo lugar, el de la vicepresidencia, pero aún así fue un logro sin precedentes. El 27 de octubre de 2019 Beatriz Argimón se convirtió en la primera mujer vicepresidenta de Uruguay. En esa contienda, además, el Frente Amplio aplicó la paridad de género en las listas. De todos modos, las mujeres en política saben que queda un gran camino por recorrer.
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Mónica Xavier milita en gremios y asociaciones estudiantiles desde su adolescencia, cuando la dictadura la forzaba a hacerlo en la clandestinidad. En 1975 ingresó a la Facultad de Medicina y se recibió de cardióloga —descartó una especialidad quirúrgica, donde casi no había mujeres ejerciendo—. Por consejo de su padre, también socialista, postergó sus aspiraciones a ser legisladora. No quería que eso afectara su carrera profesional. Sin embargo, una vez que se sumergió en la política alcanzó logros sin precedentes para muchas mujeres. Fue elegida para integrar el Comité Central y el Comité Ejecutivo del Partido Socialista, en 1997 fue designada presidenta de la Comisión Nacional de Organización del Frente Amplio y en 2012 se convirtió en la primera presidenta de su fuerza política, votada por sus afiliados. Fue senadora durante 20 años, durante los que la visión de género fue su guía.
Carolina Ache tiene 20 años menos y su carrera es similar, aunque al mismo tiempo bien diferente. Su familia también siempre fue muy política. Describe a su madre como una “gran militante”, es sobrina del exsenador Eduardo Ache y sobrina nieta del expresidente Jorge Batlle. Se recibió de abogada y cursó un máster en Derecho Internacional en la Universidad de Bolonia, en Italia. Después de una temporada en el exterior, regresó a Uruguay y en 2014 creó su propia lista para competir en las internas del Partido Colorado, donde ya había militado en su juventud. En las siguientes elecciones pasó a integrar Ciudadanos, el sector de Ernesto Talvi, y en las internas de ese año fue la mujer más votada del Partido Colorado. Tras el triunfo de Luis Lacalle Pou fue nombrada vicecanciller de la República, la segunda mujer en ocupar este cargo —la primera fue Belela Herrera— y, de esa forma, comenzó su carrera en el ámbito público.
Café mediante, Carolina y Mónica se sentaron a conversar con Galería sobre las batallas a las que todavía se enfrentan las mujeres, los cambios de los últimos años, la ley de cuotas, la maternidad y los desafíos que día a día implica hacer política.
Cuando uno piensa en las grandes figuras de los partidos políticos uruguayos, son hombres. ¿Quiénes fueron sus referentes mujeres en política?
Carolina Ache: Le estoy agradecida a todas las mujeres del partido en sus diferentes roles, me dieron una bienvenida muy linda cuando di mi primeros pasos, sobre todo Martha Montaner. No todos en política son generosos con los que podrían llegar a ser competencia, sin embargo Martha era muy generosa. Me acuerdo de sus consejos, de su cariño. También Gloria Robaina me empujó mucho. Y las militantes, en mi grupo somos muchas mujeres, capaz no con tanta visibilidad pero sí muy trabajadoras.
Mónica Xavier: La política es extremadamente masculina, sobre todo cuando trabajás en la orgánica, estás muy rodeada de varones. Cuando entrás en el mundo más público te encontrás con compañeras como Daisy Tourné o Margarita Percovich, que sin duda son referentes. En la historia de mi partido hay una mujer que es muy importante y es Paulina Luisi. Además de haber sido la primera médica, se involucró en la política nacional e internacional. Dio enormes batallas con una visión muy internacionalista y cuando uno recupera esas memorias y las colectiviza con las generaciones más jóvenes, sin duda llegás a la conclusión de que se ha avanzado mucho. Pero los núcleos duros siguen siendo los mismos. Ante ciertos desmayos que te da la política en los que decís: “Qué difícil todo”, pensás en estas mujeres, estas criollas.
C. A.: En la delegación que fue a San Francisco en 1945, que fue la carta constitutiva de las Naciones Unidas, fuimos de los pocos países que enviamos mujeres. Fue la senadora Isabel Pinto de Vidal y gracias a ellas, y a otras mujeres, hay dos menciones a la igualdad entre hombres y mujeres en esa carta. Incluso al octavo artículo le llaman “el artículo uruguayo” por la lucha que dio Pinto de Vidal. Son cosas que quizás no se saben.
La generosidad que menciona Carolina puede sorprender, porque hay quienes creen que hay lugar para una sola.
M. X.: (risas) Hay lugar para más de una. Cuando llegás tenés que tener el compromiso muy firme de que llegás a ensanchar espacios. Por ejemplo, cuando asumí en el Senado en el año 2000, no había ni siquiera baños para las mujeres en el edificio original y en el que se construyó en frente, más moderno, se habían olvidado. Entonces, poder haber legislado para que haya salas de lactancia o el Sistema Nacional de Cuidados, me da una sensación de que venimos avanzando.
No podemos ver todo segmentado y pensar que las mujeres van a entrar en política sin transformar el resto de la realidad. Justamente, quienes entramos en política tenemos que hacer que esa realidad permita que la gente lleve adelante sus proyectos de vida. La política es un proyecto loable, altruista, ojalá las mujeres jóvenes se involucren.
Mónica Xavier. Foto: Adrián Echeverriaga.
¿Cómo fue para ustedes hacer parte a sus pares hombres de ciertas luchas o problemáticas femeninas? Por ejemplo, la despenalización del aborto.
M. X.: Aunque haya habido extraordinarios aliados en esas luchas —yo siempre destaco como varón a Reinaldo Gargano, que tenía una gran sensibilidad de género—, me he tenido que enfrentar a varones en temas como la legalización del aborto, que nunca iban a aceptar una posición diferente. Por ejemplo, Tabaré Vázquez, yo entendí que ni él me iba a cambiar a mí, ni yo lo iba a convencer a él. Ambos sentíamos que teníamos compromisos de vida, solo que eran opuestos.
Esas cosas importan, no ir a un desgaste, sino saber que hay cosas que se pueden modificar y otras que no. Las mujeres tenemos poco oficio en la negociación y esa es una de las cosas que importan mucho en la política. Estás todo el tiempo negociando. No porque se negocien los principios, sino porque se construye política pública discutiendo, enriqueciéndose y sumándoles cosas a los demás. Justamente el mundo es tan masculino que te dicen: “Uy, esta otra vez, con la misma cantinela”; esos son los micromachismos que te horadan.
C. A.: Una mujer se tiene que plantar mucho más fuerte y siempre está eso de que cuando una mujer se planta “es histérica”, a un hombre con la misma actitud no se lo juzga así.
¿Qué opinan de la cuota femenina en política?
C. A.: Justamente, al haber sido las mujeres demoradas en nuestros derechos, se está dando un proceso muy lento de la integración a la política y este es un instrumento para acelerar ese proceso. Es necesario para que la representación sea más idónea. Espero que un día no se necesite más, que sea un bastón que el día de mañana no se precise.
M. X.: Creo que la cuota está superada y hay que proponerse la paridad. Originalmente cuando esto se planteó en mi partido, en los años 90, yo no había entendido que fuera necesario, porque trabajaba en un ámbito interno, rodeada de varones, y sentía que se podían hacer las cosas. Cuando vas a un ámbito plural, como una representación parlamentaria, pasás a darte cuenta del desbalance brutal que hay en todo. No solo en la cantidad, sino en el tipo de discursos, en los contenidos de las exposiciones. En eso tengo el privilegio de ver cómo cambiaba. La ley de cuotas en el Senado de la República influyó positivamente.
C. A.: Yo también soy una conversa en esos temas, no quería saber de nada antes. Me acuerdo de una vez que estábamos repartiendo listas en la rambla y le comenté a alguien que a mí la verdad el tema de cuotas no me interesaba porque las mujeres no teníamos ningún obstáculo. Esta militante me respondió: “Claro, para repartir listas no, esperá un poquito a medida que vayas escalando cómo lo vas a sentir”. Fue un proceso de ir entendiendo.
Cuando somos niñas creemos que podemos hacer cualquier cosa, pero con el tiempo nos damos cuenta de las diferencias de oportunidades que hay con nuestros pares hombres. ¿Recuerdan alguna situación así?
M. X.: Yo pretendía ser cirujana, neurocirujana. Ingresé a Facultad de Medicina en 1975 y eso era impensable. Entre nuestros docentes solo había una cirujana general, las mujeres cirujanas eran las excepciones. Como mujer siempre quedás postergada, en la política es una lucha, ¿lo haré también en mi profesión? Y terminé siendo cardióloga clínica, aunque tenía notoria vocación por la cirugía.
¿Y en política?
M. X.: Por supuesto, siempre en la lista va antes un hombre. Porque el mecanismo es pensar que como el hombre es más conocido, un enganche electoral siempre va a ser mejor con un dirigente varón. Todo el andamiaje está hecho para reproducir que los hombres estén mejor ubicados en las opciones para la definición de cargos. Además, está mucho más instalado que sea el hombre el que reciba financiamiento, creo que es fundamental que los partidos tengan transparencia en su financiamiento. Las mujeres no encabezan lista y, por ejemplo, en la Cámara de Diputados si no vas primera no llegás.
C. A.: En las internas de 2014 un correligionario me dijo que me sumara a su lista, pero decidí abrir una lista sola. Después se sumó una amiga de toda la vida y empezamos ese proyecto, quería hacer algo que fuera nuestro. Nos fue ahí, media tabla, pero fue un buen aprendizaje. Era una gran responsabilidad, yo tenía un bebe de 10 meses, nadie me conocía. Cuando tomé esa decisión fue cuando sentí que muchas mujeres del partido me dieron un apoyo muy grande. Está ese mito de que las mujeres compiten entre ellas, yo sentí lo contrario. Una mujer que me gustaría mencionar especialmente es a Myra Tebot.
M. X.: Vivir el concepto de sororidad es realmente extraordinario y te sentís parte de una cadena. Yo tengo una compañera en el interior, Silvia Cabrera, que ha trabajado mucho. Esto a veces lo vemos de manera muy montevideana y cuando hacemos campaña en todo el país vemos que hay zonas que están mucho más atrás en esto. Hay lugares en los que tenemos que trabajar mucho más, por eso creo que están buenos los espacios como la red de mujeres políticas u organismos internacionales que ayudan en capacitar.
Carolina Ache. Foto: Adrián Echeverriaga
¿Siempre sintieron libertad de vestirse o maquillarse como quisieran?
M. X.: Totalmente.
C. A.: Sí, total. Igual, yo no veo que a los hombres les digan: “Tenés arrugada la camisa”, pero a las mujeres sí. El otro día uno me comentó que usaba mucho un vestido, y ellos usan siempre el mismo traje.
M. X.: Hablando de la vestimenta me importa comentar —porque estoy dolida e indignada con todas estas situaciones que se han dado de violaciones—, que es insólito que uno tenga que seguir escuchando esos mensajes misóginos, machistas, de que la ropa pudo haber detonado tal o cual situación.
Carolina, es la segunda vicecanciller mujer después de Belela Herrera. ¿Siente que al ocupar ese lugar está abriéndoles la puerta a otras?
C. A.: Sin duda. Así como otras lo hicieron conmigo, me gusta el contacto con las mujeres jóvenes del partido para alentarlas a que si sienten la política lo hagan. Son buenos ejemplos. Martha Montaner fue la primera secretaria general de un partido político en Uruguay, fue una pionera, yo la miraba de más chica y veía que se puede llegar. Para la juventud es importante que te escuchen, que te guíen, que te alienten. Nosotras queremos tener las mismas oportunidades.
Mónica, usted integró la dirección del Partido Socialista, fue presidenta del Frente Amplio y senadora.
M. X.: Siempre le voy a reconocer a la ciudadanía frenteamplista que en la primera elección en la que los afiliados votaron un presidente del Frente Amplio, hayan elegido a una mujer. Para mí es un honor, un orgullo tal, que es difícil tener otro similar. Hemos trabajado para que las mujeres más jóvenes tengan capacitación. Ahí importa mucho que coincidamos varias colectividades políticas porque todas tenemos que empujar hacia un sistema más equitativo. Hay que empoderar a esas mujeres, decirles que es posible llegar y que además se las va a sostener.
En los plenarios nacionales y en las mesas políticas del FA, al ser una coalición, hay representación de sectores. Cuando yo era presidenta le había puesto otro elemento, el de la asistencia de hombres y mujeres. Fue difícil de sostener, pero yo no empezaba la reunión hasta que no me acercaran el dato de cuántos hombres y mujeres habían venido. Hay que lograr que si uno elige de manera paritaria, luego los organismos se constituyan de manera paritaria.
¿Cómo se concilia la maternidad con la política?
C. A.: Es demandante, pero yo siento con el mismo compromiso la maternidad. Soy una madre muy presente, creo que es necesario. Lo que sí quizás haya dejado de lado es lo social, las amigas, que veo que no llego porque me divido entre esas otras dos cosas. También tengo el apoyo de mi esposo. Lo que aprendí con esto —porque antes no tenía un cargo que me demandara tantas horas— fue a exprimir los momentos en los que estás con ellos y con tu familia en general. Todos los días antes de ir a trabajar los dejo en el colegio, desayunan conmigo. Ellos me acompañan mucho.
M. X.: Hay un montón de cosas que para privilegiar la responsabilidad que tenés y, a la vez, no alejarte de tu hijo, la tensión se vive. Dejás de lado espacios personales, tiempo a la lectura. Necesitás una red de sostén. En mi primer viaje al exterior como madre nadé en lágrimas, él era bebé. Llevé muchas veces a mi hijo a las reuniones y cuando estuve en la Secretaría General las que tenían niños chicos iban a la reunión con sus bebés. Nadie dice que sea igual, te supone un desgaste de concentración. Pero tenemos que verlo con naturalidad. Me acuerdo de una vez que una nórdica salió amamantando en pleno Parlamento. Nosotros no tenemos esos casos, generalmente llegábamos a legisladoras mujeres que ya habíamos pasado cierta franja etaria.
C. A.: Creo que les damos un buen ejemplo con lo que estamos haciendo. A ellos les da orgullo. Eso también va a repercutir cuando sean maridos y les toque estar del otro lado.
¿Qué consejo les darían a mujeres que quieren incursionar en política?
C. A.: Como colorada, la reforma fue una constante y fuimos vanguardistas desde principios de siglo, entonces yo creo que los cambios son posibles, son buenos, hay que animarse a hacerlos. Mi consejo sería que sea fiel a sus principios y valores, por más que el camino parezca más corto por otro lado. Y que pida consejos, yo no tengo vergüenza en pedirlos, lo hago mucho. Creo que partidos fuertes y una buena política hacen a una mejor democracia.
M. X.: Las alentaría a que lleven adelante la actividad política. Se necesitan muchas mujeres con vocación, con ganas de transformar la política y la realidad. También les diría que no necesitan desnaturalizarse y hacer política como muchas veces la hacen los hombres, con determinados códigos. Y que trabajen en equipo, en red. Nadie desvirtúa su ideología por trabajar con otros en las causas justas. Vale la pena.
¿Qué creen que todavía tiene que cambiar?
M. X.: Lo que me tiene más preocupada es la violencia en materia de género y lo que nos cuesta hacer entender que hay violencia contra la mujer por el solo hecho de ser mujer. El patriarcado supone que todos nos deconstruyamos para construir una sociedad mucho más equilibrada.
C. A.: Creo que es importante entender que el feminismo lo que busca es la igualdad entre los hombres y las mujeres. No es bueno que se partidice, sino que tiene que ser una causa inclusiva de todos. A veces hay tendencia a demonizar al hombre y creo que este es un proceso que nos hace más fuertes si es en conjunto. La otra postura actúa como un boomerang y hace que más gente se aleje.