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Nadia Mara: ¨No hay nadie más que uno para ayudar a levantarse¨
Nombre: Nadia Mara • Edad: 34 • Ocupación: primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre • Señas particulares: hace pasos de baile mientras camina por la calle, medita todos los días, hacía trekking en los parques nacionales de Estados Unidos.
Vivió 16 años en EE.UU. y ahora volvió a Uruguay. ¿Qué extrañaba? Mis afectos y las costumbres: los domingos en familia y la música que sonaba en casa. Cuando uno se va lejos se tiene que acostumbrar a la cultura de allá. Por ejemplo, a cenar a las seis de la tarde (ríe).
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¿Y ahora qué extraña de su vida en Estados Unidos? Andar en bicicleta por la calle. Usaba las ciclovías que recorren toda la ciudad de Atlanta y también hacía trekking por los Parques Nacionales de Georgia (estado de Atlanta), lugares de naturaleza increíble y que extraño.
Dicen que es de perfil bajo y discreta. ¿Es cierto? Sí. Por ser exitoso no hay que tener una actitud diferente. Un artista debe expresarse y, en este caso, subirse a un escenario donde lo aplauden. No por eso hay que creerse más importante.
¿Es perfeccionista y exigente? Uno no puede escalar si no se esfuerza todos los días para mejorar. Hay veces que una lesión o el cansancio no ayudan. Si un día no se entrena, al próximo hay que hacerlo el doble. Después de las funciones, empiezo a analizar la coreografía segundo por segundo y al próximo día practico lo que no me salió.
¿Cómo maneja la ansiedad? Mucha meditación (ríe). Lo hago antes de las funciones y cuando llego a casa. También me tomo 10 minutos en cualquier momento del día para hacerlo y retomar la tranquilidad. Estoy dentro de una carrera que es muy estresante y donde hay mucha presión. Si uno no está tranquilo en el escenario, se va a reflejar y no está bueno transmitir tensión o nerviosismo. Ni al público ni al resto del reparto.
¿Y cómo maneja la desmotivación? Hay mañanas en las que no puedo levantarme del cansancio, pero pienso en lo afortunada que soy. Me pagan por ejercer mi pasión. Hay días más fáciles que otros y me tengo que recordar el porqué de hacer las cosas. Si no entreno, pierdo rendimiento, algún rol y así mi lugar; todo está conectado. No hay nadie más que uno para ayudar a levantarse, uno y su cabeza.
¿Cómo se enfrenta a la presión que existe dentro del mundo del ballet? Al principio me costó mucho porque no entendía por qué, si le ponía todo mi empeño, me criticaban tanto. Se aprende a lidiar con eso y a tener muchos ojos encima. Medito mucho, acepto que soy un ser humano y sé que siempre doy mi 200%. También es una fuente de alimentación: hay presión y por eso hay que rendir y, si no se rinde, llegan más críticas y eso va a lastimar. Si llega una crítica que no es constructiva, no la tomo (ríe).
Dicen que es muy expresiva. Sí, y viene de familia, una muy artística. De chica me enfrentaba al espejo con mis padres y hacíamos, a lo teatro, caras de susto, alegría, sorpresa (ríe). Es natural para mí ser muy gestual.
Se autodefine como un tigre. ¿Por qué? Porque me gustan los retos, siempre estoy pronta para algo nuevo y disfruto de la adrenalina.
¿Hizo teatro? Mi tío es actor y en mi casa somos todos muy teatrales, improvisamos siempre. En ocasiones participé en ballets donde se utilizaba la voz. En Estados Unidos conocí al director de una obra y me dijo que le impresionaba lo que podía expresar solamente con mi cara. Me propuso audicionar para su obra y quedé. A partir de ahí surgió otra. Fue de las mejores experiencias.
Dirigió algunas clases online de ballet el año pasado. ¿Le gusta enseñar? Me gusta mucho. Trabajé bastante enseñando. Empecé en Carolina del Norte, cuando vivía en la casa de una familia a cambio de ayudar a su hija con el ballet. Di clases en una escuela y en el curso de verano del Atlanta Ballet. Ahí me empezaron a llamar de la compañía para coreografiar.
¿Qué le ha enseñado el ballet? A no rendirme, a no tomarme todo a pecho y la importancia de la disciplina. Me enseñó a ser así en otros aspectos de mi vida, como la comida o a cuidar mi cabeza, a dejar ciertas cosas de lado y concentrarme solamente en el baile cuando es necesario. Si uno está enroscado en algo no va a poder bailar bien.
¿Cómo es su rutina de comida? Como balanceado. No como mucha carne por decisión propia. En Atlanta me asignaron un nutricionista y ahí aprendí mucho de lo que yo necesitaba. Ahora conozco mi cuerpo y por eso sé cómo trabajarlo. Por ejemplo, sé que a mi cuerpo le sirve más comer poco y seguido, porque me apago si dejo muchas horas entre comida y comida.
¿Baila en su casa? Todo el tiempo. También cuando voy caminando, sin querer mis pies hacen algún paso. Ni te digo si voy con música. La diferencia entre bailar en el escenario y bailar en casa es que uno ahí sabe que no baila para uno, baila para entretener a la gente. Cuando estoy en casa bailo mientras cocino y siempre que se me ocurre una idea para coreografía lo anoto en mi libreta. Siempre me dijeron que tenía hormigas en la cola, no puedo sentarme mucho rato a leer un libro.
¿Qué recuerda de sus 21 años, y qué le diría a aquella Nadia?
Cumplí en Estados Unidos y fueron muy importantes para mí. Me convertí en adulta, empecé a vivir de manera más independiente. Allá se toma esa etapa como una de cambio y mis amigos norteamericanos me convencieron de hacer una fiesta. Lo recuerdo con mucho cariño. Me diría que tenga confianza y paciencia porque las cosas llegan a su momento determinado, que no desista.