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Quién es Carlos Alcaraz, el número uno más joven de la historia del tenis

En una semana histórica para el tenis, subió a la cima el número uno más joven de la historia y se retiró quien muchos creen el mejor de todos los tiempos

Cuando nació Carlos Alcaraz ya hacía casi dos años que habían caído las Torres Gemelas, ya nadie recordaba los miedos que había generado el Y2K y Saddam Hussein era un reciente derrocado en Irak. Cuando este bebé dio su primer grito en el hogar de los Alcaraz Garfia, en la localidad murciana de El Palmar, la estrella del tenis español era Juan Carlos Ferrero, quien pronto se convertiría en el tercero de ese país en llegar al número 1. En ese 5 de mayo de 2003, el suizo Roger Federer ya brillaba y estaba muy cerca de ganar su primer Wimbledon.

A los 19 años, cuatro meses y seis días, el 11 de setiembre, Carlos dejó de ser Carlitos y se transformó en el número 1 más joven de la historia del tenis masculino. Lo hizo tras vencer en la final del US Open al noruego Casper Ruud. Fue su primer título de Grand Slam y su sexto título de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). Y en las gradas estaba Juan Carlos Ferrero, su entrenador.

Un rey había llegado; otro rey se despedía. Cuatro días después, Federer anunció que a los 41 años se retira del tenis profesional. Deja tras de sí una marca de veinte Grand Slam obtenidos, 103 títulos, 310 semanas como número 1 del mundo (237 de forma consecutiva, lo que es un récord) y la marca indeleble de haber llevado al tenis a otra dimensión. Fue un jugador de todas las superficies: césped, polvo de ladrillo, arcilla azul o cemento. Jugaba desde el fondo y jugaba sobre la red. Pasó de ser el joven explosivo de sus inicios a una máquina calculadora, fría como un cuchillo, en su auge. Y de no haber sido escorado por las lesiones en los últimos tres años, quizá su tiempo se hubiera prolongado. Para muchos es el mejor de todos los tiempos.

Y el rey naciente despedía al del reinado más prolongado. “¡Roger ha sido uno de mis ídolos y una fuente de inspiración! ¡Gracias por todo lo que hiciste por nuestro deporte!”, escribió Alcaraz en su cuenta de Instagram (@carlitosalcarazz). “¡Todavía quiero jugar contigo! Te deseo toda la suerte del mundo para lo que viene después”, agregó en un posteo lleno de emojis y una foto de ambos en Wimbledon. En esa ocasión, el murciano peloteó con su ídolo —luego de una gestión de Ferrero— antes de una semifinal del abierto británico. No llegaron a enfrentarse en un partido oficial.

Para mayor contraste, Federer supo ser el número 1 más viejo de todos los tiempos. La última vez que estuvo al tope fue en 2018, a los 36 años, 10 meses y 16 días.

Dicen los que saben que en las últimas décadas la evolución del tenis masculino supo de escalones (llámense Guillermo Vilas, Jimmy Connors, Ivan Lendl, Pete Sampras, Andre Agassi) y de saltos de calidad. Esto es, la aparición de un jugador de un nivel tal que obligó a mejorar a todos si no querían quedar relegados; casi que jugaban a otro deporte. En los últimos cincuenta años dos jugadores merecen más que ninguno ese rótulo: el sueco Bjorn Borg y Federer. Es que el suizo tenía tal diferencia técnica, estética y de calidad de juego sobre los demás, al punto que nunca parecía cansarse, que exigió a todos que se superaran. Tuvo que existir Federer para que surgieran otros monstruos similares como el español Rafael Nadal o el serbio Novak Djokovic.

Y como la evolución no cesa, hay quienes creen que el próximo escalón —quizá no un salto— tiene a Carlitos Alcaraz como su abanderado.

Desde la cuna. Carlitos —que más temprano que tarde supo definir su estilo como uno muy similar al del suizo, por eso de la agresividad y los golpes ganadores— llevaba el tenis en la sangre. Eso al menos es lo que ha dicho Carlos Alcaraz, su abuelo, quien recuerda al pequeño de tres años sosteniendo una raqueta más grande que él según declara al diario digital El Español. El abuelo Carlos fue quien inició la estirpe deportiva y familiar en El Palmar, la que fue in crescendo, pero no pasó de ser un aficionado que peloteaba por hobbie. Papá Carlos —o sea, el hijo del patriarca— ya era algo más serio: llegó a ser subcampeón juvenil, participar en la ATP e incluso había sido tentado por una academia catalana, a la que no fue porque las pesetas no sobraban en su casa. Al menos, cuenta la nota, se ganó la vida como instructor de tenis en la Real Sociedad Club de Campo de Murcia. La tercera fue la vencida.

En el campo de papá, Carlitos se fue moldeando y en la casa de los abuelos agarrando energía a partir de cocido con pelotas (un guiso suculento que incluye carne de ave, ternera y cerdo a la vez). Su juego de chaval era una caótica potencia, dicen todos quienes lo vieron. Sin embargo, su fama llegó a oídos de Ferrero, que ya había hecho la transición de jugador a entrenador. Lo fue a ver, le gustó y lo fichó para su academia, la Equelite JC Ferrero Sport Academy de Villena, en Alicante. Ahí, a la garra que venía de cuna le adosó las destrezas técnicas y la capacidad de mantener la mente fría cuando la cosa se pone caliente. En materia tenística, Ferrero le aportó al chico la Santísima Trinidad que su abuelo le decía en forma de consejo: “Cabeza, corazón, cojones”.

Y también funcionaba la ley de los ojos. Por muy compatriota que fuera Nadal, Federer era su real espejo. Por eso, muchos ven en él quien tomará la posta de la magia del suizo.

Hay algo interesante respecto a quien ha sido su entrenador: en su academia Ferrero no solo ha tallado a jóvenes promesas que luego se vuelven realidad o no, también estuvo trabajando ocho meses con el alemán Alexander Zverev, una estrella que en junio pasado supo estar en el puesto 2. Sin embargo, recordó Vanity Fair, prefirió dejar todo para centrarse en Alcaraz, pupilo suyo desde sus 15 años. Tuvieron que ver factores extratenísticos. De Zverev no le gustó su falta de concentración, su afición al Instagram, las llamadas constantes que recibía y los (y las) advenedizos(as) que entraban y salían de su vida. Carlitos, en cambio, era humilde, agradecido y obediente. Era moldeable y maleable; y esto, con buena materia prima y un coach que sabía lo que hacía, era jugar a ganador. Para 2019 ya había ganado un Challenger; para 2020 ya estaba entre los 250 mejores jugadores del mundo; en 2021 ganaba su primer título de la ATP.

En ese año, el británico Andy Murray, también le había puesto el ojo encima. “De los jóvenes creo que Alcaraz es muy, muy bueno y tiene posibilidades”, dijo en una entrevista en agosto de 2021, cuando se realizaba el Masters 1000 de Cincinnati. En ese entonces solo los entendidos registraban a un todavía adolescente que estaba en el lugar 54 del mundo.

Y en 2022 todo explotó, coincidiendo con la curva descendente de Nadal y Djokovic, además del retiro de Federer. Eso no quiere decir que no tenga su ego, algo fundamental en un deporte donde se mata y se muere solo. “Voy a ser el número uno del mundo”, dicen los periodistas deportivos que repetía en la academia de Alicante, cuando Ferrero le pasaba el dato a los cronistas amigos de que estaba puliendo una joya. Gritarle los puntos en la cara al locatario Frances Tiafoe en la semifinal del US Open, en un partidazo duro y eterno de cuatro horas y media, cinco sets y dos tie-breaks, es otra muestra de carácter. Tiafoe había eliminado a Rafa Nadal en la cuarta ronda y Carlos quería limpiar el honor de España.

Mucho antes de que fuera reconocido por su amabilidad y sus modales suizos, Federer también era un chico explosivo.

Sueños alcanzados. “No tengo miedo de decir que estoy preparado para ganar un Grand Slam. Físicamente me encuentro muy bien. Mentalmente estoy fuerte. Y al final eso es lo que hace falta para ganar un Grand Slam”. La frase, que fue más sincera que altanera, la pronunció en mayo el propio Alcaraz al diario La Nación de Buenos Aires, cuando recién estaba cumpliendo 19 años. Para ese entonces estaba sexto en el ranking y había ganado el Masters 1000 de Madrid. Para ese logro había eliminado a Nadal, a Djokovic y a Zverev (para alegría infinita de su entrenador) en la final. El siguiente campeonato que obtuvo fue, justamente, uno de los cuatro majors.

“Esto es algo con lo que soñé desde que era un niño. Ser el número 1 del mundo, ser el campeón de un Grand Slam…, es algo por lo que trabajé muy, muy duro. Es difícil hablar en este momento, tengo muchas emociones”, expresó Alcaraz en el estadio Artur Ashe de Nueva York, sede del abierto estadounidense, el mayor del planeta tenis con un aforo de 24.000 personas. Fue el mismo court donde, más o menos a su misma edad, había saltado a la fama Pete Sampras, en la edición 1990, la que ganó con 19 años y 28 días. Para quienes siguen la teoría evolutiva en el deporte de las raquetas, Sampras era considerado el non plus ultra de los suyos. Hasta que explotó Federer, claro.

Además de la confirmación del talento y del cumplimiento de un sueño, Alcaraz engrosa notoriamente su cuenta bancaria. La leyenda John McEnroe le entregó un cheque por 2.600.000 dólares. En su breve carrera, que apenas pasa los 110 partidos, lleva embolsados más de nueve millones.

Ahora habrá que ver cómo lidia con la fama. Esto significa, entre otras cosas, que la prensa quiera hurgar en todo lo que tenga que ver con él. Algunas cosas lo harán ver como un deportista ejemplar, con una alimentación rica en hidratos, con pastas gluten free como plato habitual antes de los partidos, y más pescado (sobre todo sushi) que carne roja. Ser hincha del Real Madrid puede que le quite algún simpatizante catalán, pero tampoco se ha mostrado como un fanático. Le gustan el golf y la pesca, las películas de Will Smith y se inspira antes de los partidos con la banda sonora de las distintas Rocky (tanto la hiperreconocible marcha de Bill Conti como Eye Of The Tiger o Burning Heart de Survivor)

Otras informaciones pueden molestarlo un poco más. El portal Informalia ha rastreado una vieja cuenta suya de Instagram (@charly_tenista03) que dejó de usar cuando entró en la adolescencia (o sea, tan lejos como 2015 o 2016). Ahí se muestra a un niño haciendo cosas de niño, como jugar con sus amigos y pasar el rato al tiempo que entrenaba. Las redes sociales, tan útiles para eliminar las vidas privadas, lo muestran muy cerca de una bella universitaria llamada María, lo que hizo que la prensa del corazón ya le adjudicara un romance. Ese mismo portal consignó que desde su entorno se afirmó “que Carlos no tenía novia desde hace un par de años y que estas informaciones no hacían más que molestarle”. Más valdrá dejarlo tranquilo.

Y en una familia donde el tenis es tan importante, ya hay quien apunta al hermano menor, Jaime. Este, en la primera mitad de este año, disputó el IMG Futures Star en Atenas, Grecia, donde se dieron cita los mejores 48 jugadores sub-12 (o sea, de edad escolar) del mundo. Carlos ya ha viajado con él, algo que siempre hace en los tiempos que le permite su propia agenda en el circuito. No conformes con un nuevo campeón, en España ya piensan en una nueva dinastía que suceda a la de los Sánchez Vicario, la de Emilio y Arantxa.

Todd Woodbridge, un tenista australiano que reinó en las décadas de 1990 y 2000 como doblista, por ahora apunta, como todo el mundo, a Carlos. “Hubo grandes jugadores jóvenes que surgieron cuando Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic estaban en su mejor momento. Así que tenías tres estilos de juego y tenías que vencer a los tres para llegar a la cima”, dijo sobre los espejos en los que Alcaraz se reflejó, en una entrevista que le realizaron en abril para el website del Abierto de Australia. “Parece que ha visto a Rafa y Roger y pensó: ‘Esa es la forma en que tengo que acercarme a ser el mejor jugador que puedo ser’”, prosiguió y remató: “Técnicamente es sólido, pero se hará más fuerte. Debe hacer que su estilo de juego sea el mejor y el más difícil de vencer, y establecerá la base de cómo jugará esta próxima generación de jugadores”. Estas palabras fueron dichas antes de alcanzar la gloria en el US Open.