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Rozman: “Hay que pensar que siempre hay una forma de hacer las cosas que quiero hacer”

El empresario Gabriel Rozman se prepara para traer otra empresa tecnológica india a Uruguay y para formar mil programadores este año; en paralelo, sigue impulsando la economía plateada, un mercado de la “nueva longevidad” muy poco explorado

Las personas que se extienden durante casi 10 minutos sin pausas para responder a una pregunta tan simple como ¿qué está haciendo ahora?, deben de pertenecer a una especie rara. O ese será el consuelo del resto de los mortales, que podrían mencionar en pocos segundos cuáles son las dos o tres actividades que ocupan su agenda y, aún así, estar siempre con el tiempo justo para cosas tan básicas como comer y dormir. 

Puede que el del empresario Gabriel Rozman sea un caso atípico. Diez minutos de una catarata de cargos, roles, actividades, trabajos y, por si fuera poco, pasatiempos. Pero lo raro para él sería parar, piensa. Las pruebas están a la vista. 

Rozman recibe a Galería en su chalet de Punta del Este con una parte de una pierna vendada y una cascarita en el codo derecho, indicios de una herida reciente. “Me caí el viernes pasado en la rambla dando vueltas en bicicleta con mi mujer y mi nieta. Caí sobre las piedras, menos mal que ya estoy acostumbrado, cuando vi que me caía me tiré hacia el costado para caer sobre la pierna y no en la cara, como me pasó en las maratones”. Poco antes de cumplir 80 corrió su última media maratón y decidió bajar algunos decibeles. “El médico que me atendió acá me dijo: ‘Lo veo siempre en la San Fernando, no lo vi este año’, y le dije que no me va a ver más, tengo 81 años y uno tiene que saber qué edad tiene, tiene que mirarse al espejo una vez por día por lo menos”, dice el cofundador y socio de Tokai Ventures —grupo inversor ángel y de capital de riesgo más importante y activo basado en Uruguay—, miembro del directorio de Zonamerica y de otras empresas “no comerciales” como Reaching U, Ronald McDonald y Programa Fulbright, docente en la Universidad Católica, presidente de la Cámara de Comercio Uruguay-China y dueño de un peculiar sentido del humor. “Pero no paro, no pienso parar, no pueden hacer nada para que pare”. 

En Punta del Este vive desde el comienzo de la pandemia. El balneario es la “ciudad jardín” que le permite andar en bicicleta y caminar alrededor de ocho, 10 kilómetros por día. Y allí, el lugar preferido de su esposa, Janet, es donde piensa quedarse. Aunque es difícil decirlo con tanta certeza de alguien que vivió en una decena de países y que a los 60, cuando llegó la edad de retiro como socio de la consultora estadounidense EY (Ernst & Young), se reinventó, aceptó una propuesta para trabajar en el grupo indio Tata Consultancy Services (TCS) por el 25% de lo que ganaba antes y, en los años posteriores, logró uno de los mayores hitos de su carrera: traer TCS a Latinoamérica. Empezó por Uruguay con 15 personas. Hoy son 2.500 en el país y 20.000 en todo el continente.

De India aprendió muchas cábalas, pero fue otra la enseñanza que lo marcó: “Me enseñaron el valor de la experiencia de las personas, el respeto por la gente más adulta”. De ahí surge su pasión por la denominada “economía plateada”, un concepto que refiere a todas las actividades económicas, productos y servicios destinados a satisfacer las necesidades de los mayores de 50 años —así como a las oportunidades de negocio que derivan de este mercado—, la población que más crece y seguirá creciendo a escala mundial y que, lejos de destinar su vida a la inactividad, representan un recurso valioso y una reserva de experiencia poco explorada y mal aprovechada. Ese desvelo lo lleva hace varios años a presidir Xeniors, una red que apoya a mayores de 50 que desean emprender un negocio, y que en 2021 firmó un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Endeavor para desarrollar Pensar en Grande, un programa para promover la creación de soluciones innovadoras para ese segmento. 

Rozman tuvo y sigue teniendo muchas ideas. Pero lo que lo convierte en uno de los empresarios más importantes del país y en alguien a quien el mundo entero de los negocios acude a pedir ayuda es su capacidad de ejecución, impulsada por un entusiasmo que parece crecer cada año.  

¿Qué está haciendo ahora?

En Tokai Ventures, donde estoy con mi socio Pablo Garfinkel, tenemos unas 20 inversiones más o menos en startups, en pequeños emprendimientos; a veces vendemos, compramos nuevas. Eso me lleva tiempo. Los cines Life también, son un barril sin fondo. Después hago asesorías, consultorías, estoy en el directorio de Zonamerica, en el de Colombia y en varios directorios de compañías pequeñas a las que ayudo. También en directorios no comerciales como Reaching U, Ronald McDonald, la beca Fulbright, tengo actividad para rato. Tengo ahora un grupo en el que estamos siete u ocho ejecutivos aquí para crear una asociación de directores de empresas, para entrenar gente en qué es lo que hace un director de empresa. Acá los directores hablan con uno y con el otro, o son de la familia, pero hay necesidad en Uruguay de profesionalizar los directorios. Lo que empecé a hacer el año pasado fue enseñar en la Universidad Católica, expansión global de empresas. Enseñé en Singapur, en Francia y es una cosa que me gusta, me gusta transmitir a los jóvenes las posibilidades que tienen. Uno piensa: “Pah, si yo fuese joven ahora, ¡lo que haría!, pero lo puede hacer a cualquier edad”. 

También tengo un cliente de la India que está viniendo a Uruguay a establecerse. Viene ahora en marzo, es una empresa bastante grande, no del tamaño de Tata (TCS) pero grande, y empieza a tener a fin de año 200 empleados trabajando en tecnología, lo que nos crea un problema, entonces te digo la otra cosa que estoy haciendo. Estoy trabajando con la ANII para ver cómo entrenamos mil personas durante el año 2022, que sean programadores nuevos. Hay muchos que el Plan Ceibal o la ANII han entrenado con el principio de lo que es tecnología. Hay 1.600 chicos que hicieron Jóvenes a Programar, por ejemplo. A esos hay que entrenarlos para que sean programadores. Quiero tener 500 a fin de año, prometí 100 por lo menos, y mil para el año próximo. Hay que hacerlos porque no los tenemos. En Uruguay pasó que nos seguimos robando uno al otro, subimos los precios, nos salimos del mercado, entonces hay una escasez terrible. Y existe un miedo de la gente que dice: “Es difícil, hay que ser matemático”. No, no hay que ser matemático, hay que tener una mente lógica. Se puede enseñar mucho para pensar diferente, pensar: “Si esto lo pongo ahí (señala una hamaca), ¿qué cambia en la casa?, ¿qué puedo innovar aquí?”. Bueno, esa hamaca justo no sirve de nada, dicho sea de paso.

¿Todo el mundo puede aprender a tener una mente lógica?

Hay algunas profesiones que te ayudan. Los que tocan música, porque tiene su lógica: este acorde más aquel te da este otro, y eso ayuda mucho. Los que estudian matemáticas, filosofía también. Pero en realidad no hay una profesión. Cuando estaba en TCS tomábamos desde ingenieros hasta veterinarios, gente inteligente que quiere aprender. Ahora en Zonamerica tenemos Holberton, una escuela que enseña tecnología, son muy rigurosos con quienes toman y quienes no toman, pero sí viene gente joven, desde un chico de 15 años que es muy bueno hasta uno de 50 muy bueno, tampoco hay edad. Entonces, eso me tiene muy entusiasmado.

Ahora justo terminé una llamada con una firma americana de Dallas, que el chairman es un indio que está tratando de comprar algunas firmas latinoamericanas de tecnología, porque los americanos se vienen cada vez más para este lado, porque están cansados de la diferencia horaria de India, de levantarse a las cinco de la mañana para hablar con India y con estas metodologías ágiles eso hoy no va, tiene que ser todo en el momento. Estaba hablando con él sobre cómo comprar una firma aquí.

¿Uruguay es un destino atractivo para instalar empresas extranjeras?

Como Tata es el líder en tecnología, la gente de India dice: “Si Tata fue allí, no tengo que hacer un gran estudio de mercado”. Pero me pagaron para hacer un estudio de mercado entre Costa Rica, Brasil, México y Argentina. Hice el estudio apuntando un poco el corazón para Uruguay. Y descubrí una cosa muy interesante. Para hacer la firma, ¡el papeleo y las cosas que tenemos en Uruguay!, un país que quiere atraer inversión extranjera. Primero que todo tiene que hacerse en español solamente, entonces mando a la India un cuestionario, se lo tengo que traducir, la mayoría de los países aceptan firmar electrónicamente y aquí no se puede, muchas de las reuniones hay que hacerlas personalmente. Estamos atrasados en pensar qué necesitan las empresas internacionales para instalarse en Uruguay. A las empresas realmente importantes hay que alentarlas y ayudarlas a venir, no ponerles piedras.

Antes de la pandemia prácticamente vivía arriba de un avión. ¿Cómo cambió su estilo de vida?

Viajaba el 70% del tiempo, sobre todo a China. Y antes viajaba a India una vez por mes. Cuando empezó la pandemia dije: “Con esto me muero, o mi mujer me mata (risas)”. Y no, sabés que lo tomé con optimismo, estamos disfrutando los dos la convivencia y de Punta del Este en invierno, que es un jardín enorme. Y he conseguido que algunos amigos altos ejecutivos de Argentina vengan para aquí, entonces me junto con ellos y no me falta la parte intelectual tampoco. Estoy también en el board de Destino Punta del Este, donde ayudamos a inversores que quieran venir. Creo que van a venir más si hacemos más cosas para ellos.

Enseña a jóvenes en la Católica y también trabaja con adultos mayores de 50 en Xeniors. ¿Qué busca transmitir a cada generación?

Me gusta mucho y además tengo el sí fácil, entonces aliento y hago el coaching a cualquiera que me llame, trato de dar ideas, pero es lo mismo para seniors que para jóvenes. Los ?seniors tienen más experiencia y uno tiene que darles algún refuerzo de atrás para que se sientan más confiados de lo que pueden llegar a lograr. Y los jóvenes en las evaluaciones me dicen: “Vos realmente viviste la vida”. Enseñaba en la escuela más grande de MBA de Europa y cuando me ofrecieron el cargo de distinguido ejecutivo fui a una presentación que estaba haciendo un nuevo profesor de Harvard que se había graduado de PhD y quería enseñar ahí. Hizo la presentación y no entendí nada lo que dijo. Fui a hablar con el decano, le dije: “Gracias por el honor, pero yo después de escuchar a este señor no creo que pueda estar en esta universidad”. Me contestó: “Rozman, usted está equivocado, los estudiantes vienen aquí a estudiar a estos PhD que tienen grandes teorías y después quieren hablar con alguien que lo hizo. Rozman, ¿usted cómo abrió oficinas en Marruecos? Quieren hablar con gente que ha hecho negocios y esa es su labor”. Y tiene razón, los muchachos se interesan mucho en esas cosas. 

El desafío de entrenar mil programadores en 2022 es un desafío muy grande, espero que la ANII venga conmigo y me siga apoyando. Uno por lo menos trata, y con optimismo tengo fuerzas para seguir adelante. Además me divierto, me encantan los desafíos grandes.

Muchos esperan esta etapa de la vida para descansar...

Creo que todos tenemos algún sueño adentro que no hemos podido cumplir, que el tipo que está en el banco dándole sellos a no sé qué todo el día de repente piensa: “Yo nunca pinté un cuadro, quisiera pintar un cuadro”. O aprender música, no tiene que ser algo comercial.

¿Cuál es su mayor aspiración en este momento?

Dos cosas: quiero traer empresas extranjeras a Uruguay, quiero crear empleo. Segundo: quiero crear gente que pueda trabajar. He hecho cosas que me decían que no iban a funcionar. Cuando estaba en Ernst & Young miraba el mundo y decía: “Se va a caer el muro en Berlín, ese mundo se va a abrir”. Tanto lo decía que al final el presidente me dijo: “¿Qué quieres hacer?”. “Y, dar una mirada”, respondí. Y antes de poder llegar ya había caído el muro. Fui primero a Hungría porque hablo húngaro. No había oficinas para alquilar, me puse a buscar y lo único que había era una planta baja que era del partido de juventudes comunistas húngaras. La alquilamos, a los seis meses alquilamos la otra planta, y luego me dijeron: “Llévate el edificio, no lo necesitamos más”. Fue un poco de visión, un poco de suerte. La suerte es muy importante.

¿Qué tan importante ha sido la suerte en su vida?

Muchísimo, he tenido muchísima suerte. Muchísimas cosas que me podían haber salido mal, me salieron bien. En Estados Unidos, cuando saqué la residencia, estaba terminando el MBA y me llamaron del Ejército para presentarme. Me presenté, fue una lotería y mi número no salió. Mirá si salía mi número, tenía que estar tres años en Vietnam matando gente. Después, a la suerte hay que ayudarla. A todos nos llegan oportunidades, nos pasan por la nariz, a veces no las ves o no las querés ver. A veces no parece lo mejor pero lo tomás porque tenés el sentimiento de que eso te va a salir bien. Cuando entré a Tata me pagaban el 25% de lo que ganaba en Ernst & Young. Después llegué a ganar muy bien. Pero era una oportunidad, los indios tenían mucha tecnología y eran muy respetados en el mundo.

Cuanto más uno trabaja, más suerte tiene, dijo Jefferson. Yo muchas veces le doy oportunidades a la gente y no las toman. Les digo : “Andate un año a Brasil” y me dicen: “No, hace calor”. Pero te podés comprar un aire acondicionado. O “no, porque mi abuelita”, pero la podés venir a ver. A veces hay que tomar decisiones difíciles.

¿Cree que en Uruguay se respeta a la gente mayor, o hay prejuicios?

Yo creo que no, hay muchos prejuicios, inclusive el adjetivo viejo. Usan “che, estás viejo” como “no servís para nada”.

Existe esa idea del jubilado que mira telenovelas o le da de comer a las palomas. 

Sí. Por eso justo me metí en Xeniors, somos una institución grande en Latinoamérica que se ocupa de eso, de que la gente que se jubile tenga algo que hacer. Cuando salí de EY me encontré en un escritorio sin nadie con quien hablar. Hay que pensar en esas cosas en un país que es medio conservador como el nuestro. 

¿Por qué la gente no debería permanecer inactiva al jubilarse?

Primero, porque ayudamos a la economía nuestra y a la del país. En Estados Unidos podés retirarte y seguir trabajando, mientras sigas contribuyendo al BPS podés seguir. Acá no se puede, tenés que haberte retirado en una caja para poder trabajar en otra cosa que tenga otra caja, es muy rebuscado. Veo doctores, contadores, mucha gente que se ha retirado y ahora no puede trabajar. Me parece mal. Me parece que el trabajar te mantiene activo, te mantiene con la mente andando, actualizado. Te mantiene con salud, a menos que andes en bicicleta y te caigas sobre las piedras (risas). Pero te preocupás por cómo te vestís, cómo te ves, qué comés. Veo gente de 90 años que están fantásticos y siguen adelante. Y tienen una vida mejor. No es la parte más linda de la vida. La parte más linda debe estar por el medio de los 20, pero es una vida que puede ser muy linda. 

¿Qué consejo le daría a los adultos mayores que están inactivos?

No tenés que tenerle miedo a la tecnología, eso me parece importante. Después tienes que leer. Uno tiene que leer toda su vida. Yo camino mucho y tengo un sistema de audiolibros. Leí 30 libros el año pasado. Me parece que hay que leer, conocer mucho de historia, meterse en otros lados. 

La “economía plateada”, esa nueva longevidad activa y saludable que demanda servicios y productos, tomó mucha fuerza en los últimos años. ¿Cómo está Uruguay?

Muy atrasado. Debemos pensar en ese mercado como un mercado diferente. Los adultos mayores tienen necesidades diferentes que las de los jóvenes. Si yo quiero ir a una excursión a Europa, no quiero ir con niños de cinco que lloran todo el día. Ni en Europa ni en Punta del Este. Quiero ir con mi grupo y quiero vestir como se viste una persona adulta, no con jeans rotos. Muchos no quieren manejar. Yo sigo, con mucha prudencia, y en la noche menos. Pero si hubiera un sistema más amigable de transporte… Uso mucho el ómnibus, no me siento mal. Me siento mal cuando una mujer embarazada me ofrece el asiento. Me da rabia y digo: “A lo que llegué” (risas). Pero creo que hoy hay sustituto para todo. ¿No podés correr?, podés caminar; ¿no podes manejar?, te tomás un Uber. Hay que tener esa mentalidad de pensar que siempre hay una manera de poder hacer las cosas que quiero hacer. 

Tengo mucha fe en el estudio que estamos haciendo para el BID sobre la economía plateada, con Endeavor y Xeniors, que invirtieron cientos de miles de dólares para hacerlo. Se va a llevar a otros países, pero lo hicieron en Uruguay como prototipo por la población que tenemos. Y estamos encontrando otras cosas. Por ejemplo, si yo estuviera solo, que gracias a Dios no estoy, ¿quiero esta casa?, no, no quiero, quiero lo que en Estados Unidos se llama reverse mortgage, quiero ir a un banco y decir que en lugar de comprar la casa y pagar en cuotas, me la compre el banco, me dé las cuotas y después sea suya. Es más sofisticado que la nuda propiedad. La ley de herencias también hay que modificarla. Y hay miles de necesidades de salud. Es una industria interesante que en Uruguay va a atraer mucha gente. En Xeniors hace dos años ganamos el Premio Nacional de Innovación en Impacto Social. Pero es muy difícil conseguir dinero en Uruguay para los seniors. Si uno va y pide dinero para los chicos, lo consigue. 

¿Qué destacaría de las nuevas generaciones?

Tenemos que cambiar la educación en Uruguay. Tenemos que tener una educación mucho más profunda e interesante para los estudiantes. El sistema que veo en las universidades de decir algo en clase, repetirlo, hacer presentaciones y después preguntar qué fue lo que dije, no. Lo que hay que hacer acá es estudiar con casos como en Harvard. También hay que hacerse las preguntas correctas, uno tiene que pensar qué valor le da al mundo.

Me metí en las guitarras Loog como inversor. El año pasado vendimos ocho millones de dólares en guitarras. Una vez vino alguien y me dijo: “¿Ustedes qué es lo que venden?”. Le digo que vendemos guitarras. Y me dijo: “No, ustedes venden que les enseñan a los chicos a tocar una canción de los Beatles en cuatro horas”. Uno tiene que pensar qué es lo que realmente hace, qué beneficio da. Cuando vienen los jóvenes a hablar de emprendimientos lo primero que les pregunto es: ¿qué problema estás tratando de resolver en el mundo? En general la gente tiene una herramienta, y no, primero hay que pensar qué es lo que podrías resolver en el mundo. Yo, por ejemplo, creo que puedo entrenar personas, lo he hecho antes. 

Se dice que de concretarse el TLC con China muchas industrias podrían verse perjudicadas. Como presidente de la Cámara de Comercio Uruguay-China, ¿qué oportunidades y desafíos ve?

Se dice: “se va a llenar de productos chinos”. Bueno, decime qué no es chino en Uruguay. El trigo, el maíz y la soja. Pero de esas industrias muchas se van a favorecer porque van a entrar sin aranceles. Creo que deberíamos tomar una parte de ese dinero que se ahorra en aranceles y poner un fondo para reconvertir industrias. Podríamos hacer mucho más con la industria lechera. Acá se hacía crema rusa, hoy ya ni se hace, Hay muchos productos que se pueden hacer para llevar a China. Tardarán un año en imponerse, pero al final se imponen. Como prueba llevamos de Garzón el aceite de oliva, es muy bueno. Hay que tener paciencia y estar en la ciudad correcta. 

Parece tener soluciones para todo. ¿Nunca se proyectó en política?

Creí que podía ayudar a la política en Uruguay, pero no encontré a nadie que venga y me diga: “Traeme las ideas de los empresarios y decime cómo hago”. Le he dicho al gobierno varias veces que tenemos en Uruguay la compañía número uno de India y una de las más grandes del mundo. Nunca fuimos a India a visitar Tata. Con TCS se ha ganado mucho dinero y prestigio, se podría traer una más, pero no lo hacemos. La gente no viene a Uruguay de casualidad, por un ppt lindo. Pero en el gobierno no se estudian las cosas como las estudiarías en una empresa. Es la pata que me falta, haber hecho algo con el gobierno. Un día en TCS hice un proyecto para enseñar tecnología en la cárcel de mujeres del Prado. Hicimos un voluntariado, me llevaron del Parlamento. Muchas muchachas encontraron trabajo haciendo entrada de datos. Me encantó, lástima que nadie lo siguió.

Justo en tecnología el talento femenino es el que está más rezagado.

No entiendo por qué. Las mujeres para los boards son muy buenas, ojalá fuesen más. Entiendo que la parte informática lleva mucho tiempo, pero el hombre tiene que aprender a compartir las labores de la casa con la mujer. ¿Quién dijo que la mujer tiene que lavar los platos? ¿Está en la Biblia? No. Esas cosas son difíciles de cambiar. Somos un país bastante machista. 

¿Cómo ve Punta del Este a futuro?

Tengo el problema de que no quiero que se convierta en Mar del Plata, una ciudad ciudad. Quisiera que sea un lugar donde la gente pueda venir a trabajar también y disfrutar y tener una industria que le dé apoyo a alguna universidad. Miro la costa oeste de Estados Unidos, donde están Stanford o Duke, que pudieron combinar ciudad con estar en un campo como este, esto es un jardín, donde uno camina y son todo árboles y rosas. Hay que planificarlo. Y no hay que tener miedo de traer turistas chinos, hay que empezar a cultivar eso. 

¿Cómo se atrae al turista chino, partiendo de que no les interesan las playas? 

Cuando estaba en Estados Unidos tenía un cliente en Nueva Zelanda, en Wellington, tomé una excursión con japoneses y decían: “¿Ven este árbol aquí? Tiene 111 años”. Y ellos sacaban fotos, anotaban. Con la Segunda Guerra Mundial, con el Graf Spee, podemos tener un museo. El gobierno no lo quiere hacer porque no quiere que haya una esvástica en ningún lado. Esas cosas pasaron, no las podemos negar. Podemos dar un poco de historia de cómo era Uruguay antes, muy pocos conocen realmente cómo era Uruguay. Matamos a los indios, ¿qué le vamos a hacer? Lo hicieron y hay que confesarlo. Hay muchas cosas que podríamos mostrar. Ahora, un turista al que no le gusta la playa y el casino no va a encontrar mucho para hacer, a no ser que le guste andar a caballo, que cada vez tiene que ir más lejos porque estas calles antes eran de tierra y ya no. La de acá es una vida más sana y hay que conservarla.