• Nombre: Silvia Nane Vinçón • Edad: 54 • Ocupación: Senadora por el Frente Amplio • Señas particulares: Le gusta la carpintería, hace una dieta cetogénica para la memoria, tiene seis perros y dos gatos, es fanática de Joan Báez desde los cinco años
• Nombre: Silvia Nane Vinçón • Edad: 54 • Ocupación: Senadora por el Frente Amplio • Señas particulares: Le gusta la carpintería, hace una dieta cetogénica para la memoria, tiene seis perros y dos gatos, es fanática de Joan Báez desde los cinco años
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Siempre fue la niña sote? Me crié con tres tías maestras viejas, dos tías abuelas profesoras, mi madre docente de Economía Doméstica de toda la vida, y me quedó esa cosa de estudiar. Siempre me fue muy bien, pero también me gustaba mucho. Soy bastante curiosa y me gusta aprender. Después, en la vida profesional las áreas de estudio se fueron ampliando y esa forma de hacer hizo que me ganara la vida mucho tiempo, porque en control de calidad de software tenés que entender lo que tiene que funcionar bien y todo lo que puede funcionar mal o representar un riesgo.
Fundó y dirigió T-Machine, una empresa de testing de software que fue pionera en Uruguay. ¿Cómo fue pasar de los unos y ceros a la política parlamentaria? Siempre fui un bicho bastante político, y la política no se hace solamente cuando uno está designado en el sistema. Yo milito desde el 84 y siempre fui delegada de mesa. Me gusta mucho el día de las elecciones, el conteo de votos, ese mate tempranero… Pero como siempre trabajé mucho, y después con los gurises no tenía demasiado tiempo para la militancia... hasta que estuve en la directiva de la Cámara Uruguaya de Tecnología de la Información. Ahí me tocó trabajar con el Ministerio de Industria en el Plan Jacarandá y conocí a Carolina (Cosse). Me uní a su campaña a precandidata en 2019 y seguí hasta que se tuvo que rearmar el equipo cuando fue electa intendenta. Ocupar su lugar de senadora era una posibilidad.
¿Cuál es su mejor anécdota de este período como senadora? La primera vez que fui a la bancada me sentía como que estaba dentro del informativo. Era plena pandemia, 2020, todavía no había renunciado Mujica. Entré y estaba él, Lucía (Topolansky), el Boca (Óscar Andrade), Bonomi, Danilo Astori, (Daniel) Olesker… Una bancada con un peso político que te costaba hablar. Recuerdo que estábamos empezando la discusión de presupuesto y justo estaban con un tema sobre ciencia y tecnología, y Olesker me pregunta: “¿Y vos qué pensás?”. Realmente me sentí como una compañera más entre aquellos figurones del Frente Amplio.
¿Cómo fue su infancia en Colonia del Sacramento? Me acuerdo de remontar cometas en donde estaba la estación de AFE, de pescar mojarritas en la playita del Yacht. Por ahí bajábamos a las rocas los días de bajante y podías recorrer prácticamente toda Colonia. Esa era la aventura. Dos por tres me venían los aires independentistas y agarraba una servilleta roja que tenía un gallo bordado, le ponía media galleta de campaña, un pedazo de queso, la ataba, agarraba una cámara de fotos que no funcionaba y me iba a hacer ese recorrido y se me pasaba todo. Me costó horrores venir a Montevideo. Tenía 11 años, estaba enojadísima porque no había calles con adoquines. Colonia se volvió turística después del 80, justo ahí nos vinimos. Conocí otra Colonia, y cada vez que volvía era más ajena. De todas formas siempre sigo encontrando familiaridad allá, porque las cosas que a uno le quedan no cambian con el tiempo, y aunque haya un montón de gente sacando fotos, la playita del Yacht va a seguir siendo mi playita.
Allí todavía está su hermana menor, Laura, que sufre de parálisis cerebral. ¿Cómo fue crecer junto a ella? Sí, en Colonia Valdense. La voy a ver cada 15 días, una vez por semana si puedo. Laura tuvo una meningitis meningocócica a los tres meses que la dejó con una parálisis cerebral con hemiplejia del lado derecho. Tuvo una infancia problemática porque en Colonia tampoco era fácil, estamos hablando de hace 50 años, nos llevamos dos años y medio. Mamá iba y venía con ella en la Onda al fisiatra, neurólogo, pediatra, todo en Montevideo. Ese fue el principal motivo para venir. Pero yo no conocí a mi hermana de otra manera. Tenemos tremenda relación, la quiero mucho, tomamos mate, escuchamos a María Elena Walsh… También nos peleamos cuando nos tenemos que pelear.
¿Adoptó a Marcos y Pedro ya estando en pareja con Ana? No. Sola. Marcos y Pedro ya tienen más de 20 años, estoy con Ana hace casi 10.
¿Y cómo fue tomar la decisión de hacerlo? Yo no tomé ninguna decisión. Fui por trabajo a un hogar del INAU, entré, y una cosita chiquitita vino a mí corriendo. La casé con un brazo, di dos pasos y apareció otra. La casé con el otro brazo y terminé el día con un gurí de cada lado. Esa es la historia corta. Eran dos hermanos de dos y tres años y el proceso fue muy largo. Nunca me negué a ser madre pero tampoco salí a buscar. Es lo mismo que le pasa a alguien cuando se embaraza, ¿estás preparada? Yo qué sé. Pero lo que tuve con los gurises fue una conexión y un vínculo que evidentemente era para mucho más. Yo soy muy pragmática, no tengo el don de la fe, pero no hay forma de ignorar estas cosas.
Por primera vez en la historia casi todos los partidos tienen una precandidata. ¿Percibe que hay cierto miedo a que una mujer lidere el país? No, miedo no. Puede haber incertidumbre, pero hemos pasado por tantos factores de incertidumbre… Lo que sí creo es que hay una campaña de miedo hacia Carolina instalada y palpable. Se destacan características para potenciar ese miedo que son todas características de su ser mujer. Si un hombre actúa firme, está preparado; si lo hace Carolina, es soberbia. Pero muy a pesar de esto, no se trata de cuestionarse si el país está preparado o no para una presidenta, porque cuarenta y tantos presidentes para atrás nadie se preguntó si estábamos preparados para que el próximo también fuera un varón. Lo de las tres precandidatas es gracias a la lucha del movimiento feminista. Todo tiempo es producto de una acumulación.