Olivia Colman, que compite nuevamente por el Oscar a mejor actriz por su papel en La hija oscura, es una “recién llegada” que parece estar reinventando el significado de celebridad de Hollywood
Olivia Colman, que compite nuevamente por el Oscar a mejor actriz por su papel en La hija oscura, es una “recién llegada” que parece estar reinventando el significado de celebridad de Hollywood
Olivia Colman, que compite nuevamente por el Oscar a mejor actriz por su papel en La hija oscura, es una “recién llegada” que parece estar reinventando el significado de celebridad de Hollywood
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Y gracias a la divinamente dotada Olivia Colman”. Tuvo que rebobinar y volver a ver esa parte varias veces. En su discurso al recibir un premio Bafta por su papel de Margaret Thatcher en La dama de hierro, Meryl Streep (frente a mucha gente) la mencionaba seguido de aquellas palabras. Divinamente dotada. El solo hecho de que recordara su nombre la emocionaba. Era 2012, Olivia Colman rozaba los 40 años y era un nombre más en la lista de agradecimientos de Meryl Streep. Llevaba una vida tranquila junto a su marido y sus dos hijos, y más de una década dedicándose a la actuación, todo un lujo que había perseguido durante años mientras limpiaba casas, un trabajo que la ayudó a sustentar y compaginar sus estudios como actriz.
Dos años después de aquella mención inolvidable le tocó a ella recibir dos premios Bafta en la misma noche por sus trabajos televisivos Accused y Twenty Twelve. Fue la primera vez que la prensa la esperó en la puerta de su casa. “Amo mi trabajo pero no estaba preparada para todo lo demás”, admitió en aquel momento. Al año llegó otro Bafta por Broadchurch, serie británica que protagonizó junto con David Tennant.
Una frase cliché en este caso da en el blanco: Olivia no buscó el éxito; el éxito la buscó a ella. Si por éxito se entiende un mar de periodistas y paparazzi persiguiéndola, una agenda repleta de compromisos, días y noches arriba de aviones, Colman siempre quiso estar lejos de él. Solo quería actuar. Pero la descubrieron, y las adulaciones de sus compatriotas británicos, novedosas para la actriz en aquel momento, no hicieron más que causarle algo de vergüenza, nervios e incomodidad. Algunos ya se animaban a llamarla “tesoro nacional”. Gajes del oficio, pensaría Colman.
En una entrevista con The Guardian en 2013, antes de saltar a la fama mundial, confesó que ya lo padecía. “Da un poco de miedo, ese síndrome de la alta exposición. Todo podría salir mal. No sé. Es raro. Es raro”, repitió. Un día de 2015, el cineasta y director griego Yorgos Lanthimos la convocó para interpretar a la reina de Gran Bretaña Ana Estuardo en el filme La favorita, que protagonizaría junto con Emma Stone y Rachel Weisz. Olivia aceptó sin meditarlo ni medio segundo.
La favorita se estrenó en 2018. Hollywood y el mundo entero quedaron boquiabiertos ante la interpretación magistral de una mujer de mediana edad cuyo rostro apenas —o nunca— habían visto. La reina Ana lo tenía todo: combinaba a la perfección la comedia y el drama. No había gestos ni emociones exageradas. No parecía haber siquiera actuación, solo puro arte. Y se lo hicieron saber. Colman fue nominada a su primer premio Oscar como mejor actriz, y lo ganó. “Esto es muy estresante”, fue lo primero que le salió decir entre una sonrisa nerviosa en el escenario, visiblemente sorprendida. “Glenn Close, sos mi ídola hace mucho tiempo, me gustaría haber ganado de otra forma, te quiero muchísimo”, dijo a su colega, que competía con ella por la estatuilla. “Mis hijos estarán en casa viéndome, y si no lo están, bien hecho, pero espero que me estén viendo, porque esto no va a volver a pasar”, dijo la actriz que poco antes se había despachado también con un Globo de Oro por el mismo papel. Con el Oscar en la mano recordó su pasado como limpiadora, un trabajo del que dijo sentirse profundamente orgullosa. Se burló del llanto de su esposo, Ed Sinclair, y saludó a Lady Gaga cual fanática adolescente. Olivia Colman no parecía ser una actriz más, y su corto y nervioso discurso bastó para que todos se percataran de ello.
¿Dónde estaba? Al lado de sus contemporáneos como Kate Winslet, Ewan McGregor, Leonardo DiCaprio, Jared Leto, Charlize Theron, Keanu Reeves, Penélope Cruz y una larga lista de actores a los que el mundo sigue hace por lo menos 20 años, Olivia Colman era una recién llegada. Su debut como actriz fue en el año 2000. A sus 26 años protagonizó Bruiser, una comedia de la BBC. Le siguió Peep Show y otra larga lista de comedias británicas por las que fue ampliamente reconocida, aunque no mucho más allá de su país.
De madre enfermera y padre agrimensor, Sara Caroline Olivia Colman nació en 1974 en Norfolk, una zona rural de Inglaterra. Su infancia, según relata a The Independent, fue “absolutamente celestial, encantadora, salvaje y libre”. “Salía y volvía cuando tenía hambre o estaba demasiado oscuro”, recuerda.
Mientras sus contemporáneos brillaban en la gran pantalla a los 20, Olivia disfrutaba de la libertad de vivir de su pasión sin renunciar al anonimato. “Fue muy importante para mí en mi adolescencia y principios de los 20 divertirme; es un gran momento para divertirme”. Antes de lanzarse a la actuación, Colman coqueteó con otros oficios, como el de profesora, carrera para la que incluso estudió un tiempo en la Universidad de Cambridge. Entró a Footlights, un prestigioso club de teatro, donde conoció a los actores y guionistas David Mitchell y Robert Webb,?quienes reconocieron su talento y le dieron sus primeras oportunidades profesionales. Y allí (en 1993) también conoció a su esposo, otro aspirante a actor, luego devenido en escritor y con quien ahora tiene tres
Fueron decenas de trabajos en el cine y la televisión británica —donde mostró sobre todo su faceta como cómica— antes de alcanzar la fama mundial por La favorita. Previo al estreno de la película, no obstante, su nombre ya había empezado a sonar en el universo cinéfilo por otro motivo: Colman había sido elegida para encarnar a la reina Isabel II desde la tercera temporada de la serie de Netflix The Crown, sucediendo a Claire Foy, quien la había interpretado en las dos primeras. De una reina a otra reina, aunque la de The Crown nada tenía que ver con aquella que la llevó a ganar el premio Oscar. Y ambas reinas la llevaron a convertirse en una de las actrices de la década.
Un Ferrari. Olivia Colman es de esos talentos que no muy a menudo se tiene el gusto de descubrir. Tal vez sean uno o dos por década. Por eso, cuando aparecen el mundo entero se detiene a estudiar desde su técnica hasta su personalidad, vida personal y apariencia. “Cualquiera sea el papel que interpreta, parece encajarle como anillo al dedo. Toca todo como si hubiera nacido para tocarlo, como si estuviera escrito para ella”, dice David Tennant, quien protagonizó Broadchurch junto con ella. Antes de la fama mundial, en su país ya era alabada por su versatilidad, comparable a la de Meryl Streep. Tiempo después quedó demostrado que en realidad Colman es un genio sin igual, ni posibles comparaciones. “Es un maldito Ferrari”, dice a Vogue Phoebe Waller-Bridge, coprotagonista en la serie Fleabag, donde Colman interpretó a su madrastra prepotente y maníacamente alegre. Destaca su capacidad para ser “deliciosamente benigna” y “completamente grotesca”, al mismo tiempo, cualidad que fue de sobra demostrada en La favorita. El creador de The Crown, Peter Morgan, la compara con el Mozart de Amadeus. “Y el resto de nosotros simplemente miramos como Salieri”. Y subraya otra rareza: siempre está preparada, jamás parece desprevenida y, sin embargo, ha llegado a descubrir que más de una vez aprendió sus líneas en el baño cinco minutos antes. “Se siente un poco mal cuando la gente asume que trabajé tan duro como ellos, porque no lo hice”, le confesó hace casi 10 años al periodista de The Guardian Stuart Jeffries.
El actor británico Hugh Bonneville tiene una teoría: Olivia no sabe actuar. “Realmente no puede”, asegura. Pero no se detiene ahí. “Ella no puede actuar porque solo puede ser. Tiene una habilidad fenomenal para ser completamente espontánea en cada papel que interpreta. Su variedad cómica y dramática es extraordinaria, al igual que su don natural de ser amada por todos con quienes trabaja”. Olivia no cree que aquel sea un don, ni algo único o difícil de encontrar. Siempre fiel a su modestia, considera que simplemente es fruto del enamoramiento profundo que atraviesa con cada uno de sus personajes. Eso, sumado a la confianza que crece con cada papel, con cada nuevo guion y año de experiencia, la lleva a comprometerse de forma sincera con el personaje hasta el punto de habitarlo y sentirlo en cada fibra de su cuerpo. El resto, entonces, es solo naturalidad.
Hay que hacer un esfuerzo descomunal para ver a Olivia Colman detrás de Isabel II en The Crown. Nada parece haber de la actriz en ese rostro adusto que solo parece aflorar en la pantalla. Porque fuera, Colman es siempre una persona extremadamente optimista y de rostro iluminado por una amplia sonrisa gingival. Como cada uno de sus papeles, el de Isabel II también fue motivo de obsesión. Colman, que se declara de izquierda, nunca se había interesado ni detenido demasiado en la figura de la reina ni de nada que tuviera que ver con la monarquía. “Pero desde que me metí en esto me he obsesionado. Es increíble, la adoro”, expresa sobre el personaje de Isabel que fue moldeado por el director, Peter Morgan. “La interpreto como interpretaría a una mujer que se ha visto obligada a hacer algo que no quería hacer. Ella simplemente ha tenido que aceptar hacerlo. Admiro su fortaleza, su nobleza y su silencio, que permite que los demás se pongan en evidencia solos”, enfatiza. Por supuesto que ponerse en la piel de una figura tan icónica y respetada en su país como la reina, y pensar en la ínfima posibilidad de que su interpretación llegara a sus ojos, vino acompañada de nervios y una enorme sensación de peso sobre sus hombros. Pero Olivia tiene sus mantras. Dice hasta el cansancio que la reina Isabel no vio ni nunca verá la serie. Repetir la afirmación tal vez la ayude a convencerse de algo que en verdad nadie puede asegurar. Todo con tal de espantar los nervios e impedir que cualquier cosa bloquee su bendita naturalidad.
Nuevo paradigma del estrellato. La predicción de Colman durante su discurso en los Oscar en 2019 está cada vez más cerca de fallar. “No volverá a pasar”, aseguró con la estatuilla en la mano. Apenas dos ediciones después, volvió a estar nominada como actriz de reparto por El padre y este año también resultó candidata al Oscar a mejor actriz. La hija oscura, un thriller psicológico de Netflix acerca de la maternidad angustiosa, inspirado en la novela de Elena Ferrante, fue el debut como directora de la actriz Maggie Gyllenhall y una nueva muestra de los dotes divinos de Colman. Allí interpreta a Leda, una misteriosa profesora de literatura que en sus vacaciones en la playa se obsesiona con una joven madre y su hija.
En una entrevista con el New York Times, Gyllenhaal reveló que Colman apenas le dirigió la palabra durante el rodaje. “Me pregunto si es porque hace relativamente poco que ha conquistado su poder como actriz, o si se siente como yo cuando trabajo como actriz”, comenta, dejando en evidencia la humildad de Colm
¿Dónde está su lado oscuro? Todos lo tienen, pero nadie ha podido encontrar el de Olivia Colman. Otra de sus predicciones ha fallado. El síndrome de la alta exposición, al que dijo temerle en 2013 (antes de La favorita, de The Crown y su fama mundial) es un fenómeno social por el cual personas con méritos genuinos son criticadas y hasta odiadas por las habilidades y logros que los llevan a distinguirse de sus colegas. Pero todos aman a Olivia Colman. Hay quienes dicen que la actriz está reinventando el significado de estrellato. Olivia va, hace su trabajo y vuelve a casa con su marido y sus hijos. Nada de eventos de Hollywood (solo los imprescindibles), de lujo, de glamour. Nada de tener un séquito dispuesto a realizarle todo tipo de tratamientos estéticos, nada de redes sociales. Nada que la haga sentir como el sistema establece que debería sentirse y ser una actriz de Hollywood. Olivia Colman está por fuera de esa burbuja, y se nota. Los colegas se maravillan de su capacidad para desarrollar su ascendente carrera sin dejar a un lado en su día a día lo que considera verdaderamente importante. Them That Follow, estrenada en 2019, fue su primera producción en Estados Unidos, y sus dos semanas en el set fueron las más largas que pasó lejos de su familia. Esa vida no es para ella. “Me da nostalgia. No duermo bien sin Ed y extraño a los niños”, admite.
Colman es la misma persona sencilla, graciosa y optimista que puede verse en programas de televisión y alfombras rojas. Dicen que es igual de divertida en los rodajes. “La persona que todo el mundo vio, la forma en que se enamoraron de ella, no solo de su actuación, así es ella”, dice Rachel Weisz, coprotagonista en La favorita. “Ella es una especie de mujer perfecta”, agrega Stone, que al igual que Weisz rompió en llanto cuando Colman ganó el Oscar a mejor actriz. Colman será una actriz tocada por los dioses, pero es sobre todo humana, una persona con los pies bien firmes sobre la tierra, sinceramente modesta. Y puede ser que la actriz de 48 años sea el precedente más claro de una nueva era de estrellas de Hollywood. Menos brillosas, alcanzables y humanas.