Foto: Sofía Malamute ¿Qué tenés preparado para el Cosquín Rock?
Empieza a haber canciones nuevas que hablan con las viejas y eso es lindo, es una conversación entre las canciones. Me preguntan si voy a hacer la canción con No Te Va Gustar, y lo que pasa es que es muy de dueto; hay canciones que las puedo hacer sola y hay canciones que no, pero no ensayé todavía. El repertorio lo hago yo, lo tengo en mi cabeza, sé qué canciones quiero cantar. Es por eso que voy medio entregada. Claro que necesito ensayar porque ensayamos para no equivocarnos y para recordar y activar la memoria, pero estoy muy confiada porque me reciben bien, y donde me reciben bien pasa eso, que me sostengo en lo que pasa en el momento, en mi energía. Y cuando uno rompe con el esquema de algo, con el guion, es lo más lindo. Tocaré canciones de mi primer disco, del nuevo, colaboraciones, pero eso es secundario. Para mí, lo primario es cómo les hablo y cómo estoy. Y estoy bien y tengo ganas de hablarles.
Para subirse a un escenario con ese nivel de espontaneidad se necesita mucha autoconfianza. ¿Siempre fuiste así o la fuiste construyendo con los años?
Creo que está en mí y lo voy descubriendo. Ni en pedo nací con eso, a mí me daba pánico tocar para mi familia, es algo que voy descubriendo en el camino y eso es lo lindo, lo expansivo, cosas que no estaban en el plan, que me las traen las personas. También me lo ha dado el estudio, el estudio es tocar, es salir, es animarse y arriesgarse. Algún día me arriesgué y dije: ¿y si invito a alguien del público? Salió bien. Me arriesgué de nuevo, salió bien. Un día me equivoqué y eso significa también que salió bien. Me equivoqué al decir que quería cantar una canción y resulta que era la última del repertorio, pero se convierte en algo performático y eso es lindo, cuando aprendés que el error es una oportunidad para convertirlo en algo grandioso. Así que estoy día a día más tranquila. Y con Uruguay tengo algo lindo, algo más íntimo. Quisiera sentirme como una local.
Foto: Mia Ferreira ¿Cómo empezó tu vínculo con Uruguay?
He ido a La Paloma, al Cabo, a Punta del Este, a Montevideo, estuve tres meses yendo y viniendo para hacer el primer disco, han venido los No Te Va Gustar acá y nos hemos metido en un estudio. He comido un gran chivito, Juan Campodónico se encargó de llevarme a muchos lugares, conocí músicos, estudios, desde Fattoruso hasta los hermanos Ibarburu, mucha gente muy hermosa. Jorge Drexler me apadrinó mucho al principio, Juan Wauters. Me gusta mucho Uruguay.
¿Cuándo te empezaste a imaginar como cantautora?
Yo creo que a los 14, 15. Siempre quise hacer algo especial. No sé qué significa hacer algo especial, pero siempre me sentí capaz, me dieron mucho amor desde chica, estábamos tranquilos, mi mamá es muy soñadora y nos dejó soñar. A esa edad empiezo a tocar la guitarra con esto que venía tramando de hacer algo especial. Me gustaba entender a la gente, charlaba con todos, en el colegio charlaba con el profe, con el de limpieza y el de cocina, tenía algo con la gente. Después elegí la música para que sea mi medio, pero quería hacer algo que nos integre a todos. Eso era lo especial para mí. Descubrí la música, no sé en qué momento, se fue dando, no lo tenía tan claro, o lo tenía claro pero tenía un miedo tremendo de admitirlo, entonces lo fui haciendo muy de a poquito, sin darme cuenta, y hasta tuve que encontrar amigos en la vida que me ayudaron a ver algo en mí que yo no me animaba a decirlo, como fue Santiago. Después encontré mi amor conmigo y quería hacer un camino sola. Lo importante es avanzar y estar en movimiento.
¿En qué momento te diste cuenta de que lo que hacías se estaba convirtiendo en algo grande?
Hubo muchos momentos, pero un primer momento fue cuando grabamos unos videos de versiones con Santi (con Salvapantallas), tocamos ese año en bares, nos fuimos a La Paloma, a Uruguay, y cuando volvimos, en los mismos bares en los que tocábamos quedaba gente afuera, y eso me pareció un poco shockeante.
Ese fue un momento bisagra, volver y que haya 100 personas afuera de un bar.
¿Creés que la música será siempre tu único medio de expresión artística?
Tengo la sensación de que puedo hacer otra cosa y quiero hacer otra cosa. Nunca voy a soltar la guitarra ni la música. Si la suelto, va a ser por un rato y va a volver porque me gusta mucho; pero siento que quiero hacer algo también especial y que no tenga que ver con la música. Me gustan los proyectos, me gustan los equipos, me siento capaz, me gustan los deportes pero me gusta el alto rendimiento, entonces ya me siento un poco tarde para la manera en que me gusta hacer las cosas. Quizás me gustaría actuar o pintar, creo que hasta podría ser arquitecta, me gusta crear.
Pasaste de subir videos a YouTube a ser telonera de Coldplay y tocar para cientos de miles en el Monumental. ¿Cómo te impactó profesionalmente?
Me hizo crecer mucho. Fue un acelerado de una escuela de escenario, mucha gente, muchos días, un concierto que no era mío sino que era de alguien, en este caso Coldplay, y que la gente se encontraba conmigo, no me iba a buscar. Eso me convertía en una presentadora, animadora. Mi desafío era darme a conocer y eso me hizo aprender mucho y ubicarme. Me gusta más cuando toco a gente que no es mía. Obviamente que es más fácil tocar para gente que te conoce y te aplaude, pero en este momento de mi vida estoy más para el desafío de que no me conozcan y se vayan diciendo: che, ¿quién era? Me copó.
En cuanto a popularidad, habrá sido un antes y un después.
Entendí que era para toda la familia. Me siento atemporal. Creo que cuando me muera voy a seguir vigente o mis canciones, ese va a ser el mensaje. Ahora saqué un videoclip de abuelas y una canción a mi abuela (Superpoder). Me gusta lo antietario, me gusta todo el mundo. No cierro la puerta a nadie. Antes quería hacer música para mis amigos y ser cool. Ahora no quiero ser cool, quiero hacer bien a la gente, para sanar, y hacer bien no tiene límites. El mundo está dañado, vinimos dañados y tenemos el corazón roto y se vuelve a romper y a sanar. Como dice Jorge (Drexler), se nos rompe el corazón y se nos vuelve a arreglar. Ojalá me escuches y te genere algo lindo, vengas a un recital con un padre, hermano, hermana o sola. Eso es la música, el arte, y es hermoso y yo tengo este trabajo que es espectacular.
¿Seguirías siendo telonera?
Sigo. Prefiero seguir tocando para gente que no me conoce. Es más hostil, pero me copa.
¿Cómo conectás con un público que no te está esperando, sino que espera a otros músicos?
Primero me pregunto cuál es mi propósito, y digo: darme a conocer, porque nadie me vino a ver a mí, entonces si me doy a conocer me voy a convertir automáticamente en la presentadora de esta fecha. Coldplay tiene un público muy amoroso, muchas familias, entonces me puse ese traje, que lo tengo puesto ya porque soy un poco eso, soy muy abuelera, muy de los niños, soy como una viejoven, niña vieja. En aquel caso invité a la gente a que viva conmigo una tarde hermosa, les di la bienvenida. Esta soy yo, estas son mis canciones y ojalá se vayan con algo lindo de acá. Me convertí en presentadora.
Tu música es optimista y decís que buscás sanar. ¿Cómo plasmás eso a la hora de componer? ¿Lo hacés en momentos de calma, de intensidad emocional?
No podría decir que hay una manera o fórmula, trato de estar presente en el ahora, a veces el ahora es feliz o triste, no puedo ni viajar al pasado ni al futuro, es ahora donde puedo hacer las cosas y cuando en ese presente siento las ganas o la necesidad o el esfuerzo de querer hacerlo, lo hago. Tengo ganas de decir cosas cuanto más conectada estoy conmigo, que suena hippie pero es real, cuanto más me miro adentro, que generalmente lo hago después de pasarla muy mal, porque después de las crisis vienen las preguntas y después vienen las respuestas. No es que pienso que voy a sanar a la gente. Quiero primero hacer algo que me haga bien a mí.
Tu primer álbum salió en plena pandemia. ¿Creés que tu estilo fue moldeado por esa crisis?
Más vale, todo se vio impactado, mi disco sobre todo. Cambió todo. Fue mi lanzamiento también, no sabía quién me iba a ver y salí a tocar un año después, y vino la gente con mucho amor porque me habían escuchado en un momento muy difícil. Fue muy lindo.
Foto: AFP Tu disco debut fue producido por Juan Campodónico en Uruguay. ¿Cómo se dio ese contacto?
Fue hermoso. Llegué por Jorge (Drexler). En mi adolescencia me gustaba mucho Jorge. Di vuelta el disco y decía que estaba producido por Juan. Entonces dije: voy a buscar a este chabón que se llama Juan y que vive en Montevideo, y fui. Juan me presentó a sus amigos, y eran unos superamigos, como Fattoruso, todos unos genios musicales. Entonces de repente una música mía que era así (gesto de “chiquito” con los dedos), creció así (gesto de “grande” con sus brazos). Eso es lo lindo de compartir. Ahora siento que voy y conozco dónde ir, sé dónde comer un rico chivito, sé dónde cantar tocando la guitarra, eso me lo dio estar ahí, estar de local.
Ahora estás produciendo tu segundo álbum en colaboración con el productor Cachorro López. ¿Qué se puede adelantar?
Lanzo en mayo, espero que para mi cumple, que es el 22, haya salido el disco. Estoy trabajando para que eso suceda. El nombre me lo estoy guardando. Es un disco hermoso. Si mi primer disco era Mi primer día triste, en este sale el sol.
El año pasado estuviste alejada de la música por varios meses. ¿Qué pasó?
Estaba cansada anímicamente. No quería cantar 100 veces en un año y medio, quería cantar menos y decidí frenar. Perdí mi sentido, pero fue hermoso perder el sentido para volver a encontrarlo. Ahora volví a encontrar el propósito. Había dicho: chau, si este va a ser el precio y me voy a sentir así de triste y cansada, freno. Frené. Cero deprimida, estaba angustiada, pero cuando hice ese switch empecé a poner mi casa hermosa, tenía una vitalidad, simplemente quería cambiar de disciplina. Me había cegado conmigo misma y con el afán de más y más y más. Que somos un poco así, nos excedemos de placer.
¿Te ha costado mantener los pies sobre la tierra?
Preguntarme para qué lo hago es estar en la tierra. Preguntarme: che, ¿estoy con ganas haciendo esto? Y responderme que no, y animarme y tomar las riendas y frenar. Me siento en la tierra. Me sentía más volada cuando la gente me veía ganando moneditas y trofeos como si fuera un videojuego superando niveles. Estaba más volada ahí, me parece que estaba sobre el final, cuando empecé a estar cansada y empecé a hacer las cosas no por placer sino por afán de trabajar y trabajar e ir más rápido. Entonces me siento en la tierra, ahora más que nunca. Ahora que pasé la tormenta, me animé, frené, no pasó nada y estoy acá y volví genial, digo: esto es lo mejor que me pasó en la vida.
Esto de frenar en pleno ascenso va en contra del ritmo vertiginoso de la industria, que exige siempre estar, no parar.
Todas las industrias proponen la productividad, y la productividad para el placer es fatal. Porque la productividad premia cuántos chorizos hacés en una hora, y lo que pasa es que no podés medir las cosas en productividad en un artista. Lo fructífero es una palabra distinta. Una flor es fructífera cuando da flor y cuando no también. Pero esta industria, así como cualquier otra industria, premia la flor. Hay muy poca gente que sabe valorar el otro estado. Pero eso es la vida, las estaciones son así, y por suerte me di cuenta a los 26, 25, con una tristeza en el corazón que no te podés imaginar, pero hoy lo digo con una sonrisa. Sí, el mundo va rápido, todo es cada vez más rápido y la sensación es la de que el tiempo pasa cada vez más rápido. También me di cuenta de que buscaba la felicidad en una lista. Si hago esto y esto y esto, voy a tener que recortar terapia, deporte... Ahora entiendo que nada del futuro me va a dar regocijo. Desde ya que quiero que me pasen cosas y tengo ganas de ganar y perder cosas, pero no creo que por ganar cosas vaya a ser más feliz. Voy a ser más feliz ahora. Estoy tranquila, pero esta lección me la trajo una patada que me metió la vida en la cara y quedé llorando seis meses.
¿Cuál es tu criterio a la hora de elegir con quién colaborar, y qué te suman las colaboraciones como cantautora?
El corazón me guía mucho. Nunca voy al estudio con alguien que no conozca. Es más, hay algo que se hace mucho en la industria de programar sesiones de composición, y yo pido por favor programar antes un café o una cerveza. A los chicos de No Te Va Gustar los conocí abriendo un show hace cinco años, ni me conocían. Emi me invitó a cantar esa noche después de escucharme. Cinco años después nos empezamos a cruzar en festivales y me empezaron a invitar, hasta que un día hicimos un tema. Julián Kartún de El Kuelgue ha sido mi amigo desde que llegué a Buenos Aires, Louta también. En todas mis colaboraciones hemos compartido más de una cerveza o una comida. Es si disfruto, si no no tiene sentido. No la puedo caretear. No podría mirar atrás y decir : uh, por qué me mandé esa. Confío mucho en mi intuición y percepción de las cosas.