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Abre en Garzón el primer centro de bienestar cannábico de América Latina

La casa de campo de Susana Giménez en Garzón es ahora YVY, un centro de bienestar cannábico que apunta a convertirse en proyecto turístico
Editora de Galería

La Tertulia nació de un flechazo de Susana Giménez. “Es un lugar increíble, ¿cómo no me iba a enamorar de estas postales, de esta sensación de paz?, dijo al diario La Nación en enero del 2017, durante una de las pocas veces que abrió las puertas de su entonces refugio de 800 metros cuadrados construidos a su gusto y antojo sobre roca maciza en la cima de un cerro.

Seis años después, una tarde de noviembre de 2022, las puertas del imponente rancho se vuelven a abrir, pero los anfitriones son otros: la uruguaya Andrea K. Krell y el sudafricano Kevin Nafte. El nombre de la actriz y conductora argentina, no obstante, no tarda en aparecer. “La primera vez que vinimos, acá había un cuadro gigante de Susana”, dice Andrea al señalar una de las paredes.

Destaca el buen gusto de un estilo rústico y despojado. No tuvieron que comprar un solo mueble, ni mover de lugar un almohadón. Sus expresiones al recorrer la casa denotan gratitud. Sin aquella corazonada de Susana —que hasta tuvo que llevar la electricidad a esa colina ubicada a 15 kilómetros de la laguna Garzón y 60 de Punta del Este—, Andrea y Kevin no estarían ahora dando a conocer el lugar del mundo en el que empezaron a materializar un anhelo que tienen desde que iniciaron juntos su trayecto emprendedor en la pujante y desafiante industria del cannabis.

Desde que fue comprada en 2021, La Tertulia es también YVY (yvylife.com), el lugar que la pareja busca convertir en el primer centro de bienestar cannábico de América Latina. Tours por un invernáculo, masajes con aceites de cannabis, meditaciones, yoga, caminatas por el bosque y las cañadas, tratamientos medicinales, gastronomía, aprendizaje sobre técnicas de cultivo, hospedaje de corto, mediano o largo plazo: los socios —que además son pareja y tienen dos hijos— esperan que los visitantes accedan a todo tipo de experiencias asociadas a esta planta, aunque no solo recreativas, y tampoco exclusivamente medicinales. El bienestar, dicen, está justo a medio camino entre ambos. “Hoy en día (en la industria del cannabis) están los dos extremos: el recreativo y el farmacéutico. Nosotros somos la intersección entre esos dos mundos, apuntamos al bienestar, un rubro que viene creciendo a nivel mundial de forma exponencial. La gente empieza a tomar un poco más de control sobre su propia vida y a buscar cosas que mejoren su calidad, y más desde el punto de vista de salud preventiva”, explica la emprendedora. Un paralelismo con lo que ofrecen las bodegas y rutas del vino resulta clave para explicar su propuesta. “Tenemos ese ejemplo, cuando la gente va a una bodega a tener una experiencia. Con el cannabis es lo mismo”, agrega. Pero son más que conscientes de los retos a los que se enfrentan. Inmersos en el rubro hace por lo menos media década, luchan contra el estigma, los prejuicios y el prohibicionismo que existe alrededor de esta planta incluso en Uruguay, el país pionero en regular su producción y consumo. “Cannabis, igual obstáculos”, afirma Krell.

Inmensidad. Cortinas blancas flamean ante la ligera brisa que entra por el pasillo de la casa, que está lejos de ser un simple lugar de paso. Bien ancho, de techo alto, luminoso, es un espacio principal, el núcleo que conecta con toda la residencia que tiene cuatro habitaciones, cinco baños —algunos tan grandes como un monoambiente—-, una cocina con horno de pizza, un amplio living, pisos de layota en algunos ambientes —como las galerías y los baños— y de cemento en otros, paredes completamente revestidas en madera y chimeneas rodeadas de roca autóctona en casi todas las habitaciones. Una auténtica casa de campo, de suntuosidad simple y rústica. A la uruguaya.

Pero no hay mayor atributo que el paisaje de colinas, bosques y horizonte serrano que se fusiona con la propiedad a través de su estética silvestre y los enormes ventanales. Dicen que la construcción de La Tertulia fue todo un desafío ingenieril. La piscina es una especie de continuación de la misma roca, que se excavó para crearla y utilizar sus piedras para la construcción de la residencia de la celebridad rioplatense, quien no imaginaría que años después sería habitada por un proyecto como el de Andrea y Kevin.

¿Cómo llegaron a La Tertulia? “Yo también me lo pregunto a veces”, responde Krell entre risas. “Es mucho más espectacular de lo que nos podíamos haber llegado a imaginar”.

La propiedad estuvo a la venta durante unos cinco años. Fue justo el día de su cumpleaños, el 29 de enero del 2021, que Susana Giménez finalmente logró venderla por cuatro millones y medio de dólares a los inversores de Terraflos, holding de cannabis que apuesta al proyecto y a la visión de YVY. “Gracias, Susana Giménez, por confiarnos tu templo. Nos comprometemos a mantener el espíritu del lugar entendiendo a la naturaleza como centro de bienestar de las personas. Ahí desarrollaremos el primer centro cannábico del mundo”, tuiteó al concretar la compra de La Tertulia el empresario argentino Facundo Garretón, socio y miembro del directorio de YVY.

¿Cómo se dio la adquisición de La Tertulia?

Kevin Nafte: Hace dos años más o menos conocimos un socio nuevo, un argentino, Sebastián Hochbaum, del fondo Fla Ventures, que viene del mundo del cine y audiovisual en Argentina. Y nos juntamos y hablamos sobre nuestra visión, porque en realidad nosotros buscamos durante varios años un lugar y nunca lo encontramos. Cuando encontrábamos algo al final no era lo que buscábamos porque quizás no tenía buena tierra o no funcionaba para la logística. Tres días después de esa reunión nos mandó un video de esta casa y nos preguntó: ¿qué les parece? Estaba hace mucho a la venta. Dos o tres días después vinimos a conocer el lugar y quedamos completamente fascinados, dijimos que sí, este era el lugar, no había que discutir. Dos semanas después ellos compraron todo el predio y después invirtieron parte del predio en nuestra empresa, YVY, que es la casa y donde tenemos el invernáculo.

Pero la historia que los condujo hasta la inmensa propiedad en medio del campo en la zona de Garzón empezó mucho antes. Andrea Krell y Kevin Nafte se conocieron en Israel, mientras ella llevaba adelante un proyecto de microfinanzas que ayudaba a refugiados de África a concretar sus emprendimientos. Nafte se había acercado al cannabis —administrado por las mutualistas en Israel y varios otros países— por una enfermedad autoinmune que padece. Pero fue al trasladarse a California por otro emprendimiento que descubrieron un mundo de posibilidades asociado a esta planta, y no tardaron en darse cuenta de cuál sería su camino de ahí en más. “Tuvimos la oportunidad de vivir en una granja de cannabis en el norte, entre las montañas y los árboles de Redwood. Ahí descubrimos más sobre el cannabis y sobre nosotros mismos. La idea de vivir en una granja, en la naturaleza, me hizo muy bien. El cannabis me ayudó mucho, pero más que el cannabis fue algo holístico, el lifestyle”, cuenta Nafte.

La alimentación, el contacto con la naturaleza, trabajar la tierra. Esa experiencia vinculada al cannabis, relatan, fue algo así como toparse inesperadamente con una receta para sentirse bien. Y así empezó el sueño de replicar —y multiplicar — lo vivido en alguna otra parte del mundo, y ser el canal para que muchos otros pudieran acceder a ese mismo estilo de vida.

Uruguay, país de Krell, y el primero del mundo en legalizar la venta y cultivo de cannabis, era el destino más lógico y evidente para ejecutar esta idea. Ya con ganas de formar una familia, entonces, se mudaron. “A los tres meses quedé embarazada. A los seis meses empezamos la empresa. Fue todo al mismo tiempo”, cuenta ella, y enfatiza que cada etapa del proyecto ha ido de la mano de su historia familiar. “Más allá de buscar el bienestar, ahora es encontrar ese balance entre la familia y el trabajo. Estamos emprendiendo, que es algo muy demandante y al mismo tiempo con dos hijos, somos pareja y está todo mezclado”, añade.

YVY fue fundada en principio como una empresa de cannabis puramente medicinal, enfocada en la producción sustentable para el sector farmacéutico. “Nuestra visión cuando arrancamos era capacitar a productores familiares, principalmente en Canelones, ayudarlos a insertarse en esta industria y que generen un ingreso adicional”. Durante los primeros años, los productores capacitados por la empresa se encargaban de producir pequeños lotes de flores de cannabis no psicoactivo para que YVY luego se ocupara de la cosecha y el empaquetado. Aunque querían vender productos a consumidores locales, la regulación solo les permitió exportar, una de las grandes trabas que encontraron para posicionar su marca en Uruguay. “La base de la marca es el impacto social y ambiental, trabajando con pequeños productores, y todo eso no se veía reflejado en la venta a granel a un país del otro lado del mundo”, señala Krell.

La producción para el sector farmacéutico y la exportación —principalmente a Suiza— era el único camino posible, pero no el deseado. A esto se refiere Nafte: “Siempre creímos en el bienestar. No queríamos estar en el mundo de farma, pero era la única manera de empezar. Ahora estamos en el lugar que queremos”, indica, a lo que su socia agrega: “De a poquito creemos que la industria va a ir evolucionando hacia ese lugar. Eso es lo que queremos creer”.

Expectativa versus realidad. Para empezar a operar en el mundo del bienestar y el turismo, el primer paso que dieron fue obtener la licencia para producir cannabis medicinal psicoactivo —antes producían no psicoactivo— y montar el invernáculo. Las flores del psicoactivo se indican usualmente para dolores crónicos, para dormir, para pacientes en cuidados paliativos, para aliviar los efectos secundarios de una quimioterapia, entre otros fines. Sin embargo, la ley tampoco permite que YVY comercialice estas flores en Uruguay. “Es una materia prima para hacer derivados o aceites de cannabis que pueden ser medicinales. Aunque en otras partes del mundo la flor medicinal es el producto más común, acá no piensan que sea un producto medicinal”, sostiene la cofundadora de YVY. Al no estar habilitado este mercado,Nafte, por ejemplo, no puede acceder a flores medicinales que alivien los síntomas de su enfermedad. “No encontramos la vía de poder darle a Kevin una flor que le haga bien, pero a través de un club podemos ayudar a gente que hoy no puede acceder a una flor. Ahí tenemos por dónde arrancar este concepto, aunque sea en principio solo para pacientes uruguayos”, explica.

Al mismo tiempo, tampoco pueden ofrecer a los visitantes casi ninguna experiencia vinculada a estas plantas, ya que el turismo cannábico aún no está regulado. Por el momento, las únicas actividades relacionadas son las charlas sobre las plantas y la visión de la empresa.

Pero esta realidad podría cambiar radicalmente. Este año, el diputado frenteamplista Eduardo Antonini presentó un proyecto de ley titulado “Turismo cannábico” para garantizar el acceso a cannabis legal a extranjeros no residentes, un mercado al que hoy no se permite la venta. Este proyecto prevé que se instrumenten permisos temporales por parte del Ministerio de Turismo para que los extranjeros no residentes accedan a marihuana legal en emprendimientos turísticos. Según un estudio de la empresa Equipos Consultores contratado por el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) (publicado días atrás por El Observador), la regulación del turismo cannábico tendría como consecuencia la llegada de unos 100.000 extranjeros al país.

De regularse el turismo cannábico, ¿qué oportunidades se abrirán para YVY?

Andrea Krell: En el momento que se regule y podamos comercializar productos de cannabis con turistas, nos gustaría incorporarlo a muchas de las actividades de bienestar en la casa, ya sea masajes o meditaciones, clases de yoga, caminatas. La experiencia con cannabis intensifica un poco la experiencia de bienestar. Pero está todo atado a la parte regulatoria. Mientras tanto, igual hay mucho que se puede hacer, porque el bienestar no es solo una cosa, no es que el cannabis sea lo que te va a atravesar. Es un conjunto de muchos factores, empezando por esta paz, el ambiente, la naturaleza que hay alrededor.

¿A qué público atraería el centro de bienestar cannábico?

K. N: Especialmente después de la pandemia, estamos mirando más hacia ese turismo de bienestar. La gente quiere salir de las ciudades y estar desconectada por algún tiempo, enfocarse en sí misma, en su bienestar y su salud. Creo que vamos a ver un crecimiento de eso. Y ya estamos mirando los números en The Global Wellness Economy (investigadora de este mercado), en la industria de bienestar, que nos está guiando bastante. Vemos, por ejemplo, en la parte medicinal a mucha gente de 60 años, retirados. Pero también muchos millennials están buscando eso, experiencias diferentes, completamente únicas. Acá sabemos que en Bodega Garzón, que es un buen aliado nuestro, el 80% de su público son brasileños. Y es un target market (mercado objetivo) para nosotros.

El sector sigue igualmente rodeado de estigma. ¿Qué creen que falta para que se derriben los prejuicios?

A. K: El prohibicionismo sigue acá porque es cultural, no es una ley lo que va a hacer que se incorpore a la cultura. Creo que lo primero que se tiene que implementar es la ley de acceso a cannabis (19.847); se tiene que abrir el abanico de productos a pacientes acá de todo tipo, no solo farmacéuticos. Porque si no, queda algo muy limitado. Se están viendo muchísimas persecuciones a productores, y todo eso que tranca la parte medicinal hizo que se generara un mercado gigante de productos ilícitos, que antes de la legalización no existían. La gente se empieza a enterar de las ventajas medicinales, y al no haber una ley implementada, acude al mercado ilícito, muchas veces pensando que es legal lo que está consumiendo.

Una vez regulado el turismo cannábico, La Tertulia se convertiría en el centro de bienestar con el que Andrea y Kevin sueñan hace tantos años. “En primera instancia hay un límite de qué podemos hacer ahora por temas regulatorios. Estamos trabajando en eso. Hace unos días estuvimos en el Palacio Legislativo con una comisión de turismo que debate el proyecto de ley que habilitará a los turistas a comprar en clubes. Entonces, nuestra idea es cambiar ese cultivo medicinal que tenemos acá a un club, y ojalá salga la nueva ley y podamos ofrecer productos de cannabis a quienes nos visiten”, indica Krell.

Hoy YVY en La Tertulia abre sus puertas con tres productos. En primer lugar, los eventos privados, que se organizan de forma personalizada a partir de lo que busque el cliente, y pueden incluir el menú y a futuro, una vez que se reglamente el turismo del cannabis, un tour al invernáculo. "Damos información sobre las plantas, el ciclo de producción, las regulaciones. Y si la gente quiere traer su propio cannabis, obviamente se puede, subraya la emprendedora".

Otro producto es el hospedaje, con la posibilidad de alquilar la casa entera, con todo incluido por un mínimo de tres noches. “Podés elegir no solo quedarte, sino también tener la parte de comidas, e incluso locomoción o las actividades. Todo pensado para que vengas y te relajes”, cuenta Krell.

Por último, también proponen pasar el día en la chacra. “Ahí también podemos incluir comidas y actividades. La idea es que los hoteles de Punta del Este puedan mandar a sus huéspedes a tener una experiencia de día de campo y les customizamos las actividades, las comidas, los paseos”.

Para la próxima temporada, YVY abrirá sus puertas como un hotel boutique, lo que permitirá habilitar las reservas de estadías por habitaciones. Más adelante, planean construir villas y cabinas alrededor de la propiedad. “No queremos tocar la casa porque es perfecta, pero sí ampliar la cantidad de cuartos”. Una de las posibilidades es convertir algunas de las unidades en coliving, o sea, espacios que se puedan alquilar por tiempo prolongado.

Para ejecutar estos planes de expansión esperan sumar nuevos socios con experiencia en el sector turístico y de hotelería, que también aporten con financiamiento. “Nosotros sabemos mucho de la parte de cannabis y esa es nuestra visión e idea, pero sería bueno tener un socio especializado, con conocimiento en el mundo del turismo”.

Andrea y Kevin definen el centro de bienestar que llevan adelante como un “proyecto de vida”. Saben que los procesos —que van a la par del avance en las regulaciones— serán largos, lentos. Esperan que el camino no esté lleno de obstáculos, pero no parecen tener demasiado apuro, o al menos eso podría inferirse de las palabras de la emprendedora: “Como está alineado a nuestros objetivos personales, sabemos que naturalmente se va concretando, y llevará el tiempo que lleve”.