Inmensidad. Cortinas blancas flamean ante la
ligera brisa que entra por el pasillo de la casa, que está lejos de ser un
simple lugar de paso. Bien ancho, de techo alto, luminoso, es un espacio
principal, el núcleo que conecta con toda la residencia que tiene cuatro
habitaciones, cinco baños —algunos tan grandes como un monoambiente—-, una
cocina con horno de pizza, un amplio living, pisos de layota en algunos
ambientes —como las galerías y los baños— y de cemento en otros, paredes
completamente revestidas en madera y chimeneas rodeadas de roca autóctona en
casi todas las habitaciones. Una auténtica casa de campo, de suntuosidad simple
y rústica. A la uruguaya.
Pero no hay mayor atributo que el paisaje de colinas, bosques y horizonte
serrano que se fusiona con la propiedad a través de su estética silvestre y los
enormes ventanales. Dicen que la construcción de La Tertulia fue todo un
desafío ingenieril. La piscina es una especie de continuación de la misma roca,
que se excavó para crearla y utilizar sus piedras para la construcción de la
residencia de la celebridad rioplatense, quien no imaginaría que años después
sería habitada por un proyecto como el de Andrea y Kevin.
¿Cómo
llegaron a La Tertulia? “Yo también me lo pregunto a veces”, responde Krell
entre risas. “Es mucho más espectacular de lo que nos podíamos haber llegado a
imaginar”.
La propiedad estuvo a la venta durante unos cinco años. Fue justo el día
de su cumpleaños, el 29 de enero del 2021, que Susana Giménez finalmente logró
venderla por cuatro millones y medio de dólares a los inversores de Terraflos, holding
de cannabis que apuesta al proyecto y a la visión de YVY. “Gracias, Susana
Giménez, por confiarnos tu templo. Nos comprometemos a mantener el espíritu del
lugar entendiendo a la naturaleza como centro de bienestar de las personas. Ahí
desarrollaremos el primer centro cannábico del mundo”, tuiteó al concretar la
compra de La Tertulia el empresario argentino Facundo Garretón, socio y miembro
del directorio de YVY.
¿Cómo se dio
la adquisición de La Tertulia?
Kevin Nafte:
Hace dos años más o menos conocimos un socio nuevo, un argentino, Sebastián
Hochbaum, del fondo Fla Ventures, que viene del mundo del cine y audiovisual en
Argentina. Y nos juntamos y hablamos sobre nuestra visión, porque en realidad
nosotros buscamos durante varios años un lugar y nunca lo encontramos. Cuando
encontrábamos algo al final no era lo que buscábamos porque quizás no tenía
buena tierra o no funcionaba para la logística. Tres días después de esa
reunión nos mandó un video de esta casa y nos preguntó: ¿qué les parece? Estaba
hace mucho a la venta. Dos o tres días después vinimos a conocer el lugar y
quedamos completamente fascinados, dijimos que sí, este era el lugar, no había
que discutir. Dos semanas después ellos compraron todo el predio y después
invirtieron parte del predio en nuestra empresa, YVY, que es la casa y donde
tenemos el invernáculo.
Pero la historia que los condujo hasta la inmensa propiedad en medio del
campo en la zona de Garzón empezó mucho antes. Andrea Krell y Kevin Nafte se
conocieron en Israel, mientras ella llevaba adelante un proyecto de
microfinanzas que ayudaba a refugiados de África a concretar sus
emprendimientos. Nafte se había acercado al cannabis —administrado por las
mutualistas en Israel y varios otros países— por una enfermedad autoinmune que
padece. Pero fue al trasladarse a California por otro emprendimiento que
descubrieron un mundo de posibilidades asociado a esta planta, y no tardaron en
darse cuenta de cuál sería su camino de ahí en más. “Tuvimos la oportunidad de
vivir en una granja de cannabis en el norte, entre las montañas y los árboles
de Redwood. Ahí descubrimos más sobre el cannabis y sobre nosotros mismos. La
idea de vivir en una granja, en la naturaleza, me hizo muy bien. El cannabis me
ayudó mucho, pero más que el cannabis fue algo holístico, el lifestyle”,
cuenta Nafte.
La
alimentación, el contacto con la naturaleza, trabajar la tierra. Esa
experiencia vinculada al cannabis, relatan, fue algo así como toparse
inesperadamente con una receta para sentirse bien. Y así empezó el sueño de
replicar —y multiplicar — lo vivido en alguna otra parte del mundo, y ser el
canal para que muchos otros pudieran acceder a ese mismo estilo de vida.
Uruguay, país
de Krell, y el primero del mundo en legalizar la venta y cultivo de cannabis,
era el destino más lógico y evidente para ejecutar esta idea. Ya con ganas de
formar una familia, entonces, se mudaron. “A los tres meses quedé embarazada. A
los seis meses empezamos la empresa. Fue todo al mismo tiempo”, cuenta ella, y
enfatiza que cada etapa del proyecto ha ido de la mano de su historia familiar.
“Más allá de buscar el bienestar, ahora es encontrar ese balance entre la
familia y el trabajo. Estamos emprendiendo, que es algo muy demandante y al
mismo tiempo con dos hijos, somos pareja y está todo mezclado”, añade.
YVY fue fundada en principio como una empresa de cannabis puramente
medicinal, enfocada en la producción sustentable para el sector farmacéutico.
“Nuestra visión cuando arrancamos era capacitar a productores familiares,
principalmente en Canelones, ayudarlos a insertarse en esta industria y que
generen un ingreso adicional”. Durante los primeros años, los productores
capacitados por la empresa se encargaban de producir pequeños lotes de flores
de cannabis no psicoactivo para que YVY luego se ocupara de la cosecha y el
empaquetado. Aunque querían vender productos a consumidores locales, la
regulación solo les permitió exportar, una de las grandes trabas que
encontraron para posicionar su marca en Uruguay. “La base de la marca es el
impacto social y ambiental, trabajando con pequeños productores, y todo eso no
se veía reflejado en la venta a granel a un país del otro lado del mundo”,
señala Krell.
La producción
para el sector farmacéutico y la exportación —principalmente a Suiza— era el
único camino posible, pero no el deseado. A esto se refiere Nafte: “Siempre
creímos en el bienestar. No queríamos estar en el mundo de farma, pero era la
única manera de empezar. Ahora estamos en el lugar que queremos”, indica, a lo
que su socia agrega: “De a poquito creemos que la industria va a ir
evolucionando hacia ese lugar. Eso es lo que queremos creer”.
Expectativa versus realidad. Para empezar
a operar en el mundo del bienestar y el turismo, el primer paso que dieron fue
obtener la licencia para producir cannabis medicinal psicoactivo —antes
producían no psicoactivo— y montar el invernáculo. Las flores del psicoactivo
se indican usualmente para dolores crónicos, para dormir, para pacientes en
cuidados paliativos, para aliviar los efectos secundarios de una quimioterapia,
entre otros fines. Sin embargo, la ley tampoco permite que YVY comercialice
estas flores en Uruguay. “Es una materia prima para hacer derivados o aceites
de cannabis que pueden ser medicinales. Aunque en otras partes del mundo la
flor medicinal es el producto más común, acá no piensan que sea un producto
medicinal”, sostiene la cofundadora de YVY. Al no estar habilitado este
mercado,Nafte, por ejemplo, no puede acceder a flores medicinales que alivien
los síntomas de su enfermedad. “No encontramos la vía de poder darle a Kevin
una flor que le haga bien, pero a través de un club podemos ayudar a gente que
hoy no puede acceder a una flor. Ahí tenemos por dónde arrancar este concepto,
aunque sea en principio solo para pacientes uruguayos”, explica.
Al mismo
tiempo, tampoco pueden ofrecer a los visitantes casi ninguna experiencia
vinculada a estas plantas, ya que el turismo cannábico aún no está regulado.
Por el momento, las únicas actividades relacionadas son las charlas sobre las
plantas y la visión de la empresa.
Pero esta realidad podría cambiar radicalmente. Este año, el diputado
frenteamplista Eduardo Antonini presentó un proyecto de ley titulado “Turismo
cannábico” para garantizar el acceso a cannabis legal a extranjeros no
residentes, un mercado al que hoy no se permite la venta. Este proyecto prevé
que se instrumenten permisos temporales por parte del Ministerio de Turismo
para que los extranjeros no residentes accedan a marihuana legal en
emprendimientos turísticos. Según un estudio de la empresa Equipos Consultores
contratado por el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA)
(publicado días atrás por El Observador), la regulación del turismo
cannábico tendría como consecuencia la llegada de unos 100.000 extranjeros al
país.
De regularse
el turismo cannábico, ¿qué oportunidades se abrirán para YVY?
Andrea Krell: En el momento que se regule y podamos comercializar
productos de cannabis con turistas, nos gustaría incorporarlo a muchas de las
actividades de bienestar en la casa, ya sea masajes o meditaciones, clases de
yoga, caminatas. La experiencia con cannabis intensifica un poco la experiencia
de bienestar. Pero está todo atado a la parte regulatoria. Mientras tanto,
igual hay mucho que se puede hacer, porque el bienestar no es solo una cosa, no
es que el cannabis sea lo que te va a atravesar. Es un conjunto de muchos
factores, empezando por esta paz, el ambiente, la naturaleza que hay alrededor.
¿A qué
público atraería el centro de bienestar cannábico?
K. N: Especialmente después de la pandemia, estamos mirando más hacia ese
turismo de bienestar. La gente quiere salir de las ciudades y estar
desconectada por algún tiempo, enfocarse en sí misma, en su bienestar y su
salud. Creo que vamos a ver un crecimiento de eso. Y ya estamos mirando los
números en The Global Wellness Economy (investigadora de este mercado), en la
industria de bienestar, que nos está guiando bastante. Vemos, por ejemplo, en
la parte medicinal a mucha gente de 60 años, retirados. Pero también muchos millennials
están buscando eso, experiencias diferentes, completamente únicas. Acá sabemos
que en Bodega Garzón, que es un buen aliado nuestro, el 80% de su público son
brasileños. Y es un target market (mercado objetivo) para nosotros.
El sector
sigue igualmente rodeado de estigma. ¿Qué creen que falta para que se derriben
los prejuicios?
A. K: El
prohibicionismo sigue acá porque es cultural, no es una ley lo que va a hacer
que se incorpore a la cultura. Creo que lo primero que se tiene que implementar
es la ley de acceso a cannabis (19.847); se tiene que abrir el abanico de
productos a pacientes acá de todo tipo, no solo farmacéuticos. Porque si no,
queda algo muy limitado. Se están viendo muchísimas persecuciones a
productores, y todo eso que tranca la parte medicinal hizo que se generara un
mercado gigante de productos ilícitos, que antes de la legalización no
existían. La gente se empieza a enterar de las ventajas medicinales, y al no
haber una ley implementada, acude al mercado ilícito, muchas veces pensando que
es legal lo que está consumiendo.
Una vez regulado el turismo cannábico, La Tertulia se convertiría en el
centro de bienestar con el que Andrea y Kevin sueñan hace tantos años. “En
primera instancia hay un límite de qué podemos hacer ahora por temas
regulatorios. Estamos trabajando en eso. Hace unos días estuvimos en el Palacio
Legislativo con una comisión de turismo que debate el proyecto de ley que
habilitará a los turistas a comprar en clubes. Entonces, nuestra idea es
cambiar ese cultivo medicinal que tenemos acá a un club, y ojalá salga la nueva
ley y podamos ofrecer productos de cannabis a quienes nos visiten”, indica
Krell.
Hoy YVY en La Tertulia abre sus puertas con tres productos. En primer
lugar, los eventos privados, que se organizan de forma personalizada a partir
de lo que busque el cliente, y pueden incluir el menú y a futuro, una vez que
se reglamente el turismo del cannabis, un tour al invernáculo. "Damos
información sobre las plantas, el ciclo de producción, las regulaciones. Y si
la gente quiere traer su propio cannabis, obviamente se puede, subraya la
emprendedora".
Otro producto es el hospedaje, con la posibilidad de alquilar la casa
entera, con todo incluido por un mínimo de tres noches. “Podés elegir no solo
quedarte, sino también tener la parte de comidas, e incluso locomoción o las
actividades. Todo pensado para que vengas y te relajes”, cuenta Krell.
Por último, también proponen pasar el día en la chacra. “Ahí también
podemos incluir comidas y actividades. La idea es que los hoteles de Punta del
Este puedan mandar a sus huéspedes a tener una experiencia de día de campo y
les customizamos las actividades, las comidas, los paseos”.
Para la
próxima temporada, YVY abrirá sus puertas como un hotel boutique, lo que
permitirá habilitar las reservas de estadías por habitaciones. Más adelante,
planean construir villas y cabinas alrededor de la propiedad. “No queremos
tocar la casa porque es perfecta, pero sí ampliar la cantidad de cuartos”. Una
de las posibilidades es convertir algunas de las unidades en coliving, o
sea, espacios que se puedan alquilar por tiempo prolongado.
Para ejecutar estos planes de expansión esperan sumar nuevos socios con
experiencia en el sector turístico y de hotelería, que también aporten con
financiamiento. “Nosotros sabemos mucho de la parte de cannabis y esa es
nuestra visión e idea, pero sería bueno tener un socio especializado, con
conocimiento en el mundo del turismo”.
Andrea y Kevin definen el centro de bienestar que llevan adelante como un
“proyecto de vida”. Saben que los procesos —que van a la par del avance en las
regulaciones— serán largos, lentos. Esperan que el camino no esté lleno de
obstáculos, pero no parecen tener demasiado apuro, o al menos eso podría
inferirse de las palabras de la emprendedora: “Como está alineado a nuestros
objetivos personales, sabemos que naturalmente se va concretando, y llevará el
tiempo que lleve”.