La especie humana es poco fértil. De 100 parejas que se disponen a buscar un embarazo, al mes solamente
lo logró el 20%, al año, el 80% y a los dos años, el 90%. El 10% es subfértil.
En cada ciclo femenino, las posibilidades de concebir es de entre un 20% y un
25%. Para Gloria Sánchez Zinny, ginecóloga del Hospital Austral de Buenos
Aires, estos son datos importantes a tener en cuenta para no caer en el
desánimo cuando se inicia un tratamiento de fertilidad con naprotecnología, una
novedosa técnica que busca solucionar el problema de salud que lleva a la
infertilidad de una pareja para tratarlo y facilitar la reproducción natural.
“Siempre
les digo a mis pacientes que, si no quedan embarazadas en el próximo ciclo, no
piensen que está todo mal o que no se van a embarazar nunca, simplemente están
dentro de la población general”, expresó a Galería. De hecho, en
promedio, el 40% de las parejas que se someten a un tratamiento de
naprotecnología logran su cometido, un embarazo.
Sánchez
Zinny es médica de consulta de naprotecnología desde 2015, cuando culminó su
capacitación en el método, y lo comenzó a aplicar en Argentina. “Teníamos la
inquietud de poder ofrecer a nuestros pacientes un programa de fertilidad que
brindara una alternativa para aquellas parejas que prefirieran no hacer algo
tan invasivo como las técnicas de reproducción asistida. Con la naprotecnología
corregimos el factor (de la salud) que está alterado o, al menos, optimizamos
ese factor para dar la oportunidad de que la pareja pueda engendrar, y habiendo
corregido ese factor, pueda volver a embarazarse”, explicó. De allí que la
parte diagnóstica tanto del hombre como de la mujer sea un eslabón fundamental
del proceso, ya que la metodología atiende y trata las disfunciones de ambos
sexos.
“La
naprotecnología es un programa para la salud reproductiva que conlleva una
mejor respuesta a la capacidad fértil. Nosotros estamos devolviendo salud y los
pacientes lo aprecian mucho. Su salud mejora y entonces están en mejores
condiciones de embarazarse”, manifestó Sánchez Zinny.
El
diagnóstico. El
tratamiento comienza con un curso de capacitación para la pareja en el modelo
Creighton, que permite reconocer e interpretar los biomarcadores propios de la
fertilidad en el ciclo de la mujer. Durante este aprendizaje, la pareja es
acompañada por una monitora que los guía en el modelo. Entre los biomarcadores
relevantes se encuentran las características de la menstruación, del flujo
cervical, la tensión mamaria, el dolor en la zona de los ovarios, el dolor
lumbar, los cambios de humor y los cambios en el sueño, entre otros.
Gloria Sánchez Zinny es ginecóloga y médica consulta de naprotecnología.
Durante el
proceso, la pareja deberá ir reconociendo estas señales y registrándolas día a
día en un planilla con stickers de colores. Dicha planilla será para el
médico “el primer eslabón del proceso diagnóstico”. A partir de ella, el
ginecólogo puede hacerse una idea de las disfunciones o factores que pueden
estar influyendo en la infertilidad y decidir qué estudios médicos solicitar y
en qué momento del ciclo hacerlo. Aquí es cuando el médico comienza a aplicar
la naprotecnología, es decir, la ciencia aplicada a la procreación natural, a
partir del estudio de seis factores claves: el masculino, el endócrino (se
estudian todas las hormonas, no solo las del ovario), el cervical, el uterino,
el tuboperitoniano (estudia las trompas de falopio) y el inmunológico.
“Una vez
que tenemos hecho todo el mapeo diagnóstico, recién ahí empezamos el
tratamiento, la estrategia terapéutica definitiva, pero no antes de haber
terminado de evaluar los seis factores”, manifestó Sánchez Zinny. Con el paso
de los meses, es bastante fácil determinar si el tratamiento está haciendo
efecto o no, dado que si se está yendo por el camino correcto, la planilla se
comienza a corregir sola. “En vez de tener que pedir estudios de hormonas y
ecografías todos los meses, nosotros podemos ir chequeando la planilla e ir
viendo si ese factor se está corrigiendo y, en todo caso, reajustar el esquema
terapéutico”, agregó.
“A cada una
de las pacientes se las estudia de manera exhaustiva, según su situación
particular”, resaltó la ginecóloga, quien además resaltó la importancia de
estudiar en profundidad cada factor. A modo de ejemplo, señaló que puede haber
mujeres que menstrúan y ovulan todos los meses, por lo que pensarían que tienen
las condiciones para quedar embarazadas, pero resulta que en el 50% de sus
ciclos la ovulación no es buena como para lograr un embarazo. “La calidad de la
ovulación influye muchísimo en la posibilidad de un embarazo y de mantenerlo.
Entonces, nosotros podemos ver si corresponde inducir una ovulación o solamente
recetar un suplemento hormonal”, explicó.
El
tratamiento. Uno de
los factores a estudiar es el masculino. De hecho, cuando la pareja inicia el
tratamiento, al hombre se lo comienza a estudiar al mismo tiempo que a la mujer
a través de diferentes exámenes médicos, como el espermograma, la ecografía
doppler de los testículos y estudios hormonales. Esto lleva a que el hombre se
involucre en el proceso y comience a entender el ciclo de la fertilidad. “Es
muy lindo ver cómo se comienza a dar una compenetración en la pareja porque
empiezan a hablar de cosas que muchas veces ni siquiera podían verbalizar o no
sabían que eran importantes”. Incluso, los varones comienzan a tener una
participación más protagonista también en las consultas, contando las cosas que
vivieron y que descubrieron. Eso también es muy importante para el médico.
Las
consultas con el ginecólogo suelen ser de una hora para poder evaluar todo lo
necesario. “Hay que dar muchas explicaciones. Eso tranquiliza mucho a las
parejas. De hecho, que la pareja esté tranquila favorece mucho la oportunidad
de alcanzar un embarazo. Muchas veces la misma situación de infertilidad
provoca estrés. Por eso, la contención es parte del acto médico y hay que
dedicarle tiempo y espacio”, subrayó Sanchez Zinny. “La naprotecnología no es
una intervención meramente humana, sino que es una mirada a la pareja”, agregó.
Los
estudios médicos tanto del hombre como la mujer se completan aproximadamente en
tres meses y todos ellos suelen estar cubiertos por los planes de salud. En
tanto, lo más habitual es que la pareja demore entre seis meses y un año en
lograr el embarazo, aunque también están aquellas que demoran aproximadamente
dos años. La experta explicó que esto depende de muchas variables, como la edad,
el factor que está alterado, el tipo de patología o si anteriormente se han
hecho fecundaciones in vitro, lo cual desgasta mucho el ovario. Más allá de
esto, advirtió que el índice de logros de embarazos (40%) es mayor que el de
los tratamientos de fecundación asistida, que en Argentina, por ejemplo, se
encuentran en 24%.
La
novedad. La
naprotecnología surge en Estados Unidos hace más de 30 años de la mano del
médico ginecólogo Thomas Hilgers, quien durante años estudió una serie de
patrones que se repetían en los ciclos de fertilidad de las mujeres que tenían
problemas para procrear. Así descubrió que una vez que se lograban diagnosticar
los factores de infertilidad y se los trataba para revertirlos, la probabilidad
de embarazo aumentaba.
Hoy, el
novedoso método se encuentra en plena expansión. Actualmente ya se trabaja en
Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Polonia, Italia y España. En los últimos años
ha llegado a América Latina, a países como Argentina, Paraguay, Bolivia, México
y Perú. En Uruguay todavía no hay ningún ginecólogo que lo trabaje. No
obstante, Sánchez Zinny aseguró que muchas parejas uruguayas consultan en
Argentina.
La
ginecóloga resaltó que la gran novedad del método es devolverles a las parejas
su capacidad de ser fértiles. “Es diferente a la fertilización asistida, que lo
que hace es una intervención extracorpórea pero no soluciona la dificultad que
presentan. Si tenés endometriosis, vas a seguir teniendo endometriosis.
Nosotros lo que hacemos es corregirte para que te puedas embarazar y que tengas
un hijo de forma natural”, expresó. Advirtió que en cuanto a ecología humana,
la naprotecnología es el método de fertilidad más sano y ecológico, tanto para
el niño como para la madre. “Las hormonas que usamos son hormonas bioidénticas,
por lo tanto, no introducimos en la mujer nada que no sea estrictamente igual a
lo que produce su cuerpo. No utilizamos nada que pueda afectar su salud”,
resaltó.
Si bien
durante el tratamiento se recetan y sugieren intervenciones quirúrgicas o
tratamientos hormonales, la naprotecnología se trata de un método no invasivo
porque no es extracorpóreo. Es decir, no se extraen óvulos para fertilizarlos y
luego implantar el embrión en el útero de la mujer. De hecho, la experta
aseguró que con la naprotecnología los embarazos raramente son múltiples y los
niños llegan a término con buen peso.