Nº 2089 - 17 al 23 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSiempre tuvimos una especial preferencia por el uso de los refranes en el lenguaje cotidiano, pues contienen —en una frase anónima, trasmitida de generación en generación— una enseñanza o un mero consejo, fruto de tanta experiencia acumulada con el paso del tiempo. Y el del título quiere significar que las oportunidades deben ser aprovechadas en el preciso momento en que se presentan, pues suelen no repetirse en el futuro.
Y esto viene a cuenta, pues difícilmente se les presentaba a nuestros equipos grandes una circunstancia más propicia que la actual para quebrar el hechizo que les persigue en lo que va de este siglo: no poder obtener alguna de las copas internacionales que se disputan en nuestro continente (lo que sí había ocurrido, y más de una vez, en el anterior).
El motivo salta a la vista. Los efectos de esta inesperada y dura pandemia que nos azota, en función de las medidas adoptadas por los distintos gobiernos para afrontarla, no han sido los mismos en todos los países del área. De modo que, así como en nuestro país la actividad futbolística pudo reanudarse hace algunas semanas, no ha ocurrido lo mismo en otros países del continente. Por lo que tanto Peñarol como Nacional llegaban a sus inmediatos compromisos por la Copa Libertadores con una clara ventaja comparativa frente a sus rivales de turno, que aún no volvieron a competir, o lo hicieron hace menos tiempo. A lo que debe sumarse la penosa circunstancia de que algunos equipos de otros países han visto diezmados sus planteles al registrarse casos de contagios del coronavirus, en varios de sus jugadores.
Quizás estas peculiares circunstancias hayan influido para que Peñarol —en vista de los magros resultados desde la precipitada asunción como técnico de Mario Saralegui— decidiera apuntar todas sus baterías a la inminente actividad por la Copa Libertadores. Solo así se explica que, tras haber dejado dos puntos al empatar sin goles ante River Plate, a mediados de la semana anterior (lo que lo alejó aún más de la punta del Apertura), el técnico optara por abordar el siguiente partido ante Montevideo City Torque con un equipo “de alternativa”, solo con Dawson de los titulares y el resto conformado por suplentes y varios futbolistas juveniles. Como era presumible el equipo no funcionó en el primer tiempo, y aunque para el complemento ingresaron varios titulares, que en algo levantaron su nivel de juego, Peñarol volvió a desnudar sus falencias ofensivas y debió conformarse con un nuevo empate con el tanteador cerrado. Resultado este que no hizo, si no, reafirmar la convicción de la gente aurinegra de que la suerte de su equipo en el torneo local estaba prácticamente echada. Y que —más aún al haberse preservado la condición física de los futbolistas titulares— debía apostarse a los inminentes compromisos por la Libertadores, a fin de clasificar a la segunda fase de grupos y, de paso, acceder al suculento premio económico estipulado al efecto por la Conmebol.
Con esas miras (y entre hisopados varios y un aislamiento inusitado) Peñarol viajó a Chile para medirse ante un Colo-Colo con un técnico interino y que solo sumaba tres partidos sin victorias desde la reanudación de la actividad. Sin embargo, las cosas no habrían de salir tal como se había pensado. Aunque Peñarol asumió prontamente la iniciativa, instalándose en el campo rival como si fuera el locatario, careció de la prolijidad de armado necesaria para crear situaciones de gol. Aun así, cerca del final de ese primer tiempo, tras un resbalón de un defensa chileno aparecieron cuatro hombres aurinegros en el área contraria y, tras un par de salvadas consecutivas del golero, la pelota le quedó servida a Pellistri, solo y apenas a un metro del arco, para abrir el tanteador.
Era justa esa victoria parcial y no parecía que las cosas pudieran variar en el complemento. Sin embargo, el dueño de casa volvió con las fuerzas renovadas y un sorprendido Peñarol debió retrasar sus líneas, cediéndole la iniciativa a su rival. Casi enseguida Colo Colo logró el empate, ante un grueso error colectivo de la defensa aurinegra, y apenas 10 minutos después un penal tan claro como innecesario de Gargano le permitió colocarse arriba en el tanteador. Saralegui, aunque con alguna demora, apeló a algunos cambios en la ofensiva (no entendimos la exclusión de Terans), pero quedó otra vez de manifiesto la incapacidad de este equipo aurinegro de generar situaciones de gol frente al arco adversario, y la victoria del local no corrió riesgos hasta el final del partido. Y lo que auguraba ser una noche triunfal terminó sumiendo al equipo aurinegro en un profundo desconcierto y en una incómoda posición de colista en su grupo, de la que le va a resultar difícil salir. Y ello habiendo resignado ya, por propia decisión, toda chance en la inmediata actividad local; comprometiendo incluso el puntaje para la tabla anual acumulada.
Distinto fue el criterio de Nacional. En la semana anterior, sin convencer, había sacado un punto ante un Defensor que lo superó abiertamente durante casi todo el partido. Pese a ello, para el siguiente Munúa optó por mantener, bien que con un par de cambios, la formación titular. Y aunque arrancó con un gol fortuito en la primera jugada del partido se vio luego superado por el mejor fútbol del rival, que dispuso, y no supo concretar, de varias chances para igualar el tanteador. Sin embargo, ya en el complemento, apareció una vez más Bergessio con un verdadero golazo, dándole la victoria a su equipo, que quedó transitoriamente en la punta de la tabla del Apertura.
Nacional ya está en Buenos Aires, donde esta noche habrá de enfrentar a un Racing que aún no ha podido disputar ningún partido oficial desde que fuera suspendida la actividad local por el Covid-19 y que incluso tiene algunos infectados en sus filas. De ganar —lo que en principio parece factible— habrá de solidificar su condición de actual puntero en su grupo, aumentando su chance de acceder a la segunda fase del certamen.
Pero no queremos cerrar esta columna sin cuestionar la intransigente postura de la Conmebol de reanudar la disputa de la Copa Libertadores a como dé lugar. En especial, por cuanto —por más precauciones o protocolos que puedan adoptarse— los inevitables traslados de los equipos de un país a otro pueden incrementar los riesgos de contagio en un continente que ciertamente no exhibe los mejores registros en el efectivo control de la actual pandemia. Parece claro que los fuertes intereses económicos (tanto del organismo rector del fútbol sudamericano como de los mismos clubes participantes) han primado esta vez por sobre la indispensable preservación de la salud pública. ¡Y ojalá no tengamos que arrepentirnos del temerario paso que se ha dado!