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    “Burros vs. Chorros”

    Sr. Director:

    En respuesta, y para matizar mi acuerdo con su editorial del jueves 7 de diciembre —“Burros vs. chorros”— querría dejar unas palabras, así como unas propuestas y advertencias sobre el “tono” actual del debate político.

    Primero, precisando que nos referimos al “tono”, “nivel” o “volumen” (siguiendo las palabras utilizadas por los actores implicados) utilizado por los propios políticos. Esto parece menor pero no lo es, ya que considero que los periodistas y analistas nacionales aún mantienen un grado superior de civilidad política. Por usar un concepto más apropiado para lo que los actores llaman “tono”. Civilidad es un concepto que hoy día está en cuestión, mal criticado como limitarse a lo “políticamente correcto”. Sin embargo, esta acción de ser “correctos” es uno de los rasgos principales del liberalismo político (otra noción bastardeada) y de cualquier sociedad civilizada.

    Comparto con el editor que la cantidad de episodios denunciados por oposición y oficialismo no van a disminuir en el año electoral, por el contrario, va a aumentar. Asimismo, considero que el presidente tiene razón en sentirse agraviado por los comentarios hacia su persona, junto con su advertencia sobre el problema del “tono” que ha alcanzado el debate.

    No obstante, esto es insuficiente y hasta parece una maniobra de opinión pública, a pesar de que considero genuina la preocupación del presidente de la República, que a lo largo de su gestión respetó la investidura del cargo, como han hecho todos sus predecesores. Aunque es insuficiente, porque el llamado del presidente debería comenzar dentro de sus propias filas, particularmente en su sector. Los senadores Da Silva y Bianchi son conocidos por sus exabruptos, que son más frecuentes que los también existentes “derrapes” de la oposición.

    Segundo, porque de no comenzar desde adentro hacia afuera del sistema, esto carece de eficacia. Tercero, asociado a lo anterior, carece de eficacia porque es ingenuo creer que la oposición va a mejorar el “tono”, y concederle los exabruptos tan solo al oficialismo, eso no ocurre en ningún sistema político del mundo, por más sofisticado y desarrollado que sea.

    Cierro con mis propuestas, que van atadas a las insuficiencias del llamado presidencial, lo ideal sería un acuerdo interpartidario sobre el discurso político en la campaña. Ahí, probablemente la ingenuidad sea mía sobre la viabilidad de que algo así suceda. Como propuesta alternativa, le sería más redituable al oficialismo: que su sector ponga la piedra fundamental y predique con el ejemplo.

    Gonzalo Puig