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    ¿Cómo será el aula del futuro?

    Nº 2087 - 3 al 9 de Setiembre de 2020

    “Enseñé durante 30 años en escuelas de Manhattan y me hice un experto en aburrimiento. Le preguntaba a los niños por qué estaban tan aburridos y siempre decían lo mismo: que las tareas eran estúpidas y sin sentido, que ya lo sabían, que querían hacer algo auténtico o que los profesores no sabían mucho de sus asignaturas. Los chicos tenían razón: y por tales motivos, perdían el interés en aprender”. Esto dice John Taylor Gatto en su libro Armas de instrucción masiva, donde critica duramente al sistema estatal de educación.

    Agustín Etchebarne en La clave es la libertad añade que “el sistema educativo actual es esencialmente el mismo que fue diseñado en Prusia, en 1806, a imagen y semejanza de la producción en masa ?de la Revolución industrial. Se trataba de enseñar fundamentalmente lengua, matemáticas y ciencias, con un modelo donde los contenidos estaban preestablecidos en una currícula oficial y los alumnos debían memorizarlos y comprenderlos para rendir exámenes estandarizados en los que solo necesitaban repetir o aplicar las técnicas que les fueron enseñadas. Además, el timbre, los horarios y la clasificación de los niños por edades respondían al modelo de producción industrial que requiere entrenar y disciplinar a las personas para que luego sean eficientes en empleos repetitivos y aburridos”.

    En Uruguay la cosa no es muy diferente. El 60% de los alumnos no terminan el secundario. De los que lo terminan, la mayoría no comprenden un texto básico. Tampoco cuentan con las habilidades laborales básicas, o la capacidad de aprender por sí mismos. Mientras tanto, sindicatos y políticos de izquierda siguen defendiendo los puestos de trabajos obsoletos (que no agregan valor) y poniendo trabas a la contratación.

    Hay que cambiar. A medida que van desapareciendo los empleos rutinarios y aburridos (que son sustituidos por robots y software), se van creando otros que demandan las verdaderas capacidades humanas: creatividad, imaginación, investigación, empatía, inteligencia emocional, emprendedorismo, resolución de problemas o conexión espiritual. Pero ¿en qué colegio enseñan esto?

    Hoy, gracias a la tecnología, podemos llevar a los mejores profesores del mundo a cada aula del país. El maestro ya no tendrá que ser el mejor en cada asignatura (porque esa tarea la recibirá vía digital), pero sí tendrá que ser un verdadero motivador, tutor, coach y ser capaz de detectar talentos entre sus alumnos.

    Por eso el nuevo paradigma es la educación personalizada. Un niño, un programa. Cada alumno involucrado en los proyectos que le interesan, junto con chicos de diferentes edades, ya que no los une “la clase” asignada por el año de nacimiento, sino los intereses comunes.

    Los programas personalizados no deben estar pensados para “transferir conocimientos” solamente, ya que no puede verse “al alumno como un cántaro al que hay que llenar, sino como a una antorcha que hay que encender”.

    Esta nueva aula del futuro demandará también docentes del futuro. Estos deberán ser más empáticos, más flexibles, más modernos y más divertidos. Su objetivo será el de encender antorchas y no cumplir el programa oficial. ¿Será posible?