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    ¡Con la calculadora en la mano!

    Nº 2149 - 18 al 24 de Noviembre de 2021

    Nuevamente una doble jornada por Eliminatorias, por lo que me permito reiterar el ya expuesto criterio de analizarlas separadamente, y apenas culminada cada una de ellas.

    1 Recién ha concluido el partido ante Argentina, con una nueva dura derrota. Tenía la esperanza de terminar el día de mi cumpleaños (el 79, por si a alguno le interesa) con la felicidad de un resultado favorable, pero ahora me encuentro desolado delante de la computadora. Y decido (como cuando comentaba los partidos desde la misma cancha) que lo mejor es hacerlo de inmediato, sin que nada ni nadie influya en su tono. Ni siquiera el resultado del partido siguiente ante Bolivia, en la temida altura de La Paz.

    Siempre recuerdo una frase del Dr. César L. Gallardo (un inolvidable maestro, en aquella muy lejana época en que nos iniciamos en el periodismo deportivo): “Los goles no se merecen; se hacen”. Y esa es la primaria explicación de un cotejo en que nuestra selección hizo sobrados méritos para ganarlo, pero que finalmente terminó perdiéndolo (el tercero al hilo, en cuestión de pocos días). Al igual que un mes antes en Núñez, Uruguay arrancó bien el partido, y ya de entrada tuvo una clarísima chance de gol, que Nández malogró increíblemente. Y apenas dos minutos después, una mala salida de Piquerez por su lateral, propició un sorpresivo contragolpe del rival, que derivó hacia el área celeste, en donde De María colocó brillantemente la pelota en el ángulo superior derecho del arco de Muslera, que estaba demasiado adelantado. Aunque lógicamente le costó salir del impacto de ese golpe inmerecido, nuestra selección —al influjo del excelente trabajo de Bentancur— recuperó la iniciativa provocando un par de claras situaciones de gol: un remate de Suárez en el palo, y otra malograda increíblemente por Vecino. Aunque el rival tuvo mayoritariamente la pelota, su tránsito fue anodino y lejos de nuestra área. En el segundo tiempo, el técnico Scaloni realizó varios cambios, para mantener el resultado y darle minutos a Messi, testeándolo para el siguiente partido ante Brasil. En tanto que de los cuatro cambios que hizo el Maestro Tabárez, solo el de Álvarez Martínez le dio algún resultado, pues generó dos clarísimas situaciones de gol, una de ellas salvada milagrosamente por el golero rival, cuando la pelota se le escurrió de las manos y parecía irse al fondo de la red. En conclusión, aquella solitaria estocada sorpresiva vino a costarnos una nueva derrota.

    ¿Fue culpa de Tabárez el haber perdido este partido? Creemos que esta vez no. De nuevo pagamos muy caro el no haber capitalizado varias chances de gol que tuvimos al comienzo del partido. Fuimos algo más que Argentina, creamos más situaciones de gol, pero igual perdimos. Es esa endémica falta de contundencia la que nos está pasando facturas. Y a esta altura, sextos en la tabla, no basta con esperar que una mágica combinación de resultados de los otros aspirantes a clasificar, nos abra el camino para ello, sino que tenemos que ganar la mayor cantidad de puntos posibles en los pocos partidos que nos restan; incluido naturalmente el próximo, en la siempre temida altura paceña.

    2 Se repite la misma escena narrada al principio de esta columna. Estoy ante mi computadora, con bronca por este nuevo partido (¡el cuarto consecutivo!) perdido increíblemente. El inicio celeste fue otra vez auspicioso. Cauteloso en su despliegue (para mitigar la temida altura paceña) mantenía a raya, sin ningún sobresalto, a un rival que no generaba absolutamente nada. Daba incluso la sensación de que, si apuraba el ritmo y adelantaba sus líneas, podía ponerse en ventaja. Pero todo se vino estrepitosamente al suelo cuando, casi en la media hora de juego, un centro profundo y sin pretensiones de un delantero boliviano se le escapó inexplicablemente de las manos a Muslera, y terminó en el fondo de la red. Y allí empezó la debacle. ¡Pero faltaba algo más! Casi en el final del primer tiempo, Vecino recogió en nuestra área un pase corto de Muslera para salir jugando, e inexplicablemente mandó la pelota al corner. Y tras la consiguiente ejecución, Moreno, de cabeza, anotó el segundo gol de su equipo. De modo que este discretísimo equipo boliviano se retiró al vestuario con una impensada ventaja de dos goles.

    Los varios cambios que realizó Tabárez al reanudarse el partido —entre ellos el ingreso de Suárez— no mejoraron el rendimiento del equipo, que fue mermando con el previsible agotamiento. Y los futbolistas que podían estar aclimatados a la altura (Gorriarán y Jonathan Rodríguez) apenas jugaron unos minutos. El goleador Moreno desperdició un penal, pero —aun con un hombre de menos— llegó el tercero de Bolivia, para el lapidario tanteador final.

    Conclusión: estamos, inapelablemente, ante la peor sucesión de resultados de nuestra selección en las 17 Eliminatorias mundialistas disputadas hasta el momento: apenas un punto en los últimos cinco cotejos, con solo un gol a favor y 11 en contra. Estamos séptimos en la tabla, aunque (créase o no) ¡aún tenemos chance de clasificar! Tiempo habrá para profundizar en las causas de este descalabro. Es claro que Tabárez no pudo (o no supo) conjuntar a la nueva generación de futbolistas con la base anterior, esta ya en declinación por el simple transcurso del tiempo. Circunstancialmente, hubo otros factores que han incidido en forma negativa. Así, en este último tramo, hubo una decena de lesiones, y de modo especial en una zona (la del medio campo) en la que estaba fincada la mayor expectativa de renovación. Ello determinó que la loable intención de cambiar el esquema táctico se viera frustrada. Tampoco nos favoreció el cambio del fixture original, porque se acumularon en pocos días varios partidos “perdibles” (dos ante Argentina, uno ante Brasil y este de Bolivia en La Paz). Pero existieron también aspectos negativos por nuestra propia y exclusiva responsabilidad: varios goles errados en momentos particularmente favorables, al comienzo del partido, y algunos recibidos que fueron insólitos (al caso, estos dos primeros ante Bolivia).

    Pero —aunque resulte paradójico— ¡no todo está perdido! Dependiendo, claro está, de cómo nos vaya ante los rivales que resta enfrentar, que son Paraguay, de visitante, Venezuela y Perú, como local, y Chile (este aparentemente en Calama). De ellos solo el incaico nos supera en la tabla, y apenas por un punto. Pero no tenemos otra alternativa que sumar al menos tres triunfos, y depender de lo que pase en el resto. O sea (y como casi siempre) ¡con la calculadora en la mano!

    Y dejamos para el final el tono desafiante de Tabárez, en sus declaraciones pospartido. Casi invitando a que lo echen, sabedor de que, contractualmente, se beneficiará de todo lo favorable que ocurra bajo la conducción de quien sea su sucesor. Quizás, cuando esta columna llegue a nuestros lectores, pueda saberse el desenlace.