N° 1979 - 26 de Julio al 01 de Agosto de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDesde que la semana pasada, en su cuenta de Twitter, el presidente Donald Trump se quejó de que China y Europa estaban devaluando sus monedas para obtener una ventaja competitiva, el tema de si el mundo se encamina a una nueva “guerra de monedas” ha vuelto a instalarse en la agenda política y económica internacional.
Claramente, la realidad ha mostrado en lo que va del año un avance del dólar en los mercados internacionales, algo que es totalmente lógico en función de la combinación de políticas monetarias y fiscales que se están aplicando en Estados Unidos (EE.UU.) y en el resto del mundo, a lo cual hay que agregar el impacto que a corto plazo tiene el aumento de aranceles a la importación que ha comenzado a aplicar ese país y la amenaza de continuar por dicho camino.
Por un lado, la Reserva Federal (Fed, por su sigla en inglés) estadounidense sigue ajustando al alza sus tasas de interés, al tiempo que el resto de los principales bancos centrales del mundo siguen en “piloto automático”, lo que tiende a impulsar el precio del dólar a la suba. La situación es tal que, nuevamente vía Twitter, el presidente Trump rompió con una tradición de más de tres décadas y en los últimos días criticó abiertamente a la Fed por subir las tasas y provocar una mayor valorización del dólar, lo que va en contra de “todo lo bueno” que la administración estaba haciendo con la política fiscal y arancelaria.
La fuerte suba que tendrá el déficit fiscal de EE.UU. este año —como resultado de los recortes impositivos y del aumento del gasto federal— es otro factor que tiende a generar presiones a la apreciación del dólar, ya que por un lado genera una aceleración del crecimiento económico a corto plazo, y por otro empuja al alza las tasas de interés debido a la necesidad de financiar un déficit fiscal mayor. Conceptualmente, la combinación de una política fiscal expansiva con una política monetaria restrictiva lleva inexorablemente a una apreciación de la moneda local, tendencia que se vuelve más fuerte cuando la economía se encuentra operando en niveles cercanos a los de pleno empleo —como es el caso de EE.UU. en la actualidad—, dado que el aumento de la demanda que genera la ampliación del déficit fiscal debe ser satisfecho con un incremento de las importaciones.
Aunque la expansión del desequilibrio fiscal va en contra del objetivo de reducir el déficit comercial que persigue el presidente Trump con su política de suba de aranceles a la importación, a corto plazo las medidas implementadas y las amenazas de más subas de aranceles también tiende a fortalecer al dólar, especialmente porque quienes venden a EE.UU. tienen en la devaluación de sus monedas una forma de contrarrestar en parte el impacto de dichas medidas proteccionistas.
Notoriamente, la fuerte desvalorización que en estos últimos días ha tenido el yuan chino, que alcanzó los niveles más bajos en más de un año, tiene mucho que ver con este fenómeno. A los exportadores europeos tampoco les viene nada mal un euro más devaluado que les ayude a mitigar en parte el impacto de los aranceles más altos que ha aplicado y/o amenaza aplicar EE.UU., y lo mismo ocurre con todos los países potencialmente afectados por el giro proteccionista del gobierno de Trump.
Más allá de la retórica de estos últimos días, es muy difícil que la situación pueda derivar en una “guerra de monedas” abierta en la que, además, claramente todo el mundo perdería.
En este sentido, los comentarios del presidente estadoundiense deben verse como un intento de “intervención verbal” con el objetivo de enlentecer la tendencia a la apreciación del dólar que marcan los fundamentos al menos por varios trimestres más. Tampoco China puede permitir que la devaluación del yuan se acelere demasiado y se torne permanente, ya que ello desestabilizaría las expectativas de los agentes económicos y llevaría a una fuga de capitales, tal como ya se observó en agosto de 2015, al tiempo que provocaría subas en las tasas de interés internas y ajustes restrictivos en las políticas monetarias, crediticias y fiscales, algo muy negativo para el nivel de actividad.
Aun antes del comienzo de la “guerra comercial”, la divergencia entre las políticas monetarias entre EE.UU. y las del resto del mundo, así como el fuerte estímulo fiscal aplicado por la administración Trump, apuntaban a un fortalecimiento del dólar en los mercados cambiarios en el corto plazo. La “guerra comercial” refuerza esa tendencia a corto plazo y sobre todo introduce mucho “ruido”, incertidumbre y volatilidad.
Desde el punto de vista de Uruguay y de la región, habrá que continuar operando sobre la base de que el dólar en el mundo continuará fortaleciéndose durante algunos trimestres más y ello llevará también a una mayor depreciación del peso, aunque difícilmente se vaya a corregir el “atraso cambiario” acumulado.