Nº 2087 - 3 al 9 de Setiembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáQuedó pendiente de la pasada semana (ante la dificultad de acompasar estas columnas al ritmo de una actividad local muy comprimida por la pandemia) ocuparnos de un tema de una repercusión excepcional en el mundo del fútbol, por involucrar nada menos que a Lionel Messi, para muchos el mejor futbolista del mundo en la actualidad. Pero más aún, por cuanto envuelve también a su “compadre” Luis Suárez, el futbolista uruguayo de mayor proyección mundial.
Obviamente, esta impensada situación que ambos atraviesan no es sino una consecuencia directa de la catastrófica derrota que el Barcelona sufriera ante el linajudo Bayern Münich, en los Cuartos de Final de la Champions League, por un tanteador insólito para esos grandes torneos, de 8 goles a 2 (para los adictos a las estadísticas, no es esa la primera vez que el hoy famoso equipo catalán experimenta una goleada de tamañas proporciones en su larga historia: la mayor fue justamente ante su eterno rival Real Madrid, en 1943, que le ganó 11 a 1).
En tanto el equipo alemán siguió su racha victoriosa en el torneo, venciendo al Lyon por 3 goles a 0 en la semifinal, para quedarse luego con el título en la final ante el Paris Saint Germain por 1 a 0, las consecuencias de aquella debacle para el Barcelona no se hicieron esperar. La primera y lógica reacción de su apremiada directiva fue cesar al técnico Quique Setien, tras una opaca gestión de apenas siete meses, y sustituirlo por el holandés Ronald Koeman. Este había llegado como jugador al Barcelona en 1989 (por entonces el segundo fichaje más caro de la historia del club, después del de Maradona), siendo luego parte de aquel formidable equipo azulgrana dirigido por su compatriota Johan Cruyff y, paralelamente, de la selección de su país en los mundiales de 1990 y 1994. Cuando ya se le sindicaba como el posible reemplazo de Setien, el holandés había declarado públicamente que entre un futbolista de 22 años y uno de 30, con rendimientos de similar nivel, prefería optar por el más joven. Lo que pareció un anuncio de cuál podía ser el futuro destino de varios futbolistas barcelonistas por encima de esa edad, entre ellos Luis Suárez (y el propio Messi). Por ello, no resultó una sorpresa que, apenas asumido en el cargo, Koeman llamara a nuestro compatriota ¡por teléfono!, comunicándole que prescindiría de su concurso (sí llamó la atención que optara por esa vía, sin respetar el mayúsculo aporte de Luis en el exitoso ciclo del elenco barcelonés, desde su incorporación en el año 2014). Y a ese lógico cimbronazo se sumó —claro está que con una muy superior repercusión— la casi inmediata decisión de Lionel Messi de abandonar la institución azulgrana, a la que llegó siendo apenas un niño y en la que desarrolló íntegramente su espectacular carrera.
No nos proponemos inquirir sobre el futuro profesional de Suárez (ni tampoco del de Messi). Seguramente no les van a faltar ofertas (y en cifras astronómicas) para continuar sus brillantes carreras en equipos de reconocida categoría del viejo continente, o quizás en alguno de menor renombre pero con dirigentes con billeteras generosas. Por lo demás, no cabe preocuparse por cómo puede verse afectada la economía de ambos futbolistas, cuando obviamente ya han podido asegurar largamente su bienestar personal y el de su familia, por varias generaciones. Y menos aún —a nuestro juicio— cuando por la actual pandemia en nuestro país existen tantas personas afectadas en su propia subsistencia y la de su núcleo familiar.
Sí nos preocupa —como uruguayo y hombre de fútbol— cómo puede repercutir de futuro esa desvinculación de Luis, y el tiempo que le lleve conseguir un nuevo equipo, en la preparación de nuestra selección, de cara a compromisos internacionales que —aunque sin una fecha concreta— pueden verse reanudados en un tiempo más o menos cercano. Claro que ese problema no lo involucra solo a él. ¿Cuánto hace que Edinson Cavani está inactivo, y todavía sin saber cuál será su futuro destino? Y atención que ambos jugadores, que vienen siendo desde hace mucho tiempo la base ofensiva de cualquier equipo celeste, ya están por encima de los 33 años, lo que puede dificultar su puesta en forma si las fechas que eventualmente se fijen resultan ser relativamente cercanas. Y nos inquieta también ver a Muslera afuera por lesión, a Godín jugando fuera de su puesto habitual en el Inter, y a Vecino casi desvinculado de ese mismo club.
Si atendemos ahora al ámbito local, el Apertura ha seguido su frenética marcha repartiendo alegrías y tristezas. Entre las primeras, la más relevante es la de Wanderers, que trepó a la primera posición en solitario, tras sumar dos victorias seguidas en sus últimos partidos; la última, ante un declinante Peñarol. También Nacional, sin jugar bien, aunque con la esplendorosa vigencia de su goleador Bergessio, pudo ganar sus dos últimos partidos (en el último, favorecido por un grueso error arbitral, previo al gol de la victoria). Y el equipo tricolor, que hace unos días venía incómodo en el pelotón de los rezagados, ahora quedó a tres unidades de la punta de la Tabla; al igual que Rentistas, aunque este con un partido menos jugado. El panorama opuesto tiene a un protagonista muy especial, pues Peñarol, que venía de ganarle bien a un desteñido Cerro Largo, acumuló una nueva derrota el pasado domingo, quedando a siete unidades del puntero y a cuatro de Nacional. El aurinegro volvió a mostrar una alarmante falta de efectividad en ofensiva (desperdiciando varias chances de gol), gruesos errores en defensa, y sobre todo un reiterado déficit anímico, mostrándose sin reacción alguna, no bien queda circunstancialmente abajo en el tanteador.
Y no puede sorprender que este nuevo resultado adverso haya hecho rodar la cabeza de Diego Forlán. Podrá considerarse prematura su salida, pero lo cierto es que los números del actual torneo no le favorecen: tres victorias, tres empates y tres derrotas. ¡Poco para lo mucho que de él se esperaba! Su prometida impronta futbolística solo apareció en contados pasajes, perdidos entre un incesante entrar y salir de futbolistas en el equipo titular, la mayoría con rendimientos muy inferiores a los esperados. Y varias veces, los cambios no parecieron ser los adecuados. También creemos que debió afectarle el imprevisto “parate” por el Covid.
Pero de su imprevista salida, y de la llegada de su sucesor, Mario Saralegui (un “hombre de la casa” en Peñarol), prometemos ocuparnos en nuestra próxima columna, cuando puedan ya evaluarse los primeros efectos de ese cambio (el lector ya sabrá cómo le fue anoche, en su apresurado debut). Aunque si la mejoría no es inmediata, Peñarol ya puede despedirse del actual Apertura y enfocarse en todo lo que va a venir después.