Nº 2101 - 10 al 16 de Diciembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa fría jornada del 15 de agosto de 2007 sembró un invierno vitalicio para la familia Aberasteguy. Ese día desapareció Nancy Elisabeth Aberasteguy. Tenía 43 años. La vieron por última vez en una parada de ómnibus de Montevideo. Mide 1,55. Pesaba entre 45 y 48 kilos. Tiene el cabello largo, negro y lacio. En sus facciones se destaca una cicatriz en el labio superior y la nariz algo torcida hacia la derecha.
Justo Alonso era bastante mayor que ella. Desapareció el 30 de julio de 2013 cuando había cumplido 82 años. Se lo vio por última vez en su domicilio. Es delgado, tiene una altura de 1,70, ojos verdes y una cicatriz en la cara.
Cuando Mónica Berti Canessa desapareció el 6 de diciembre de 2018 había cumplido 45 años. Salió de su casa en Belvedere a tirar la basura y nunca regresó. Dejó las llaves de su casa y sus documentos. Mide 1,65, es delgada, tiene los ojos negros y el pelo castaño y lacio. En el abdomen presenta una cicatriz que es el resultado de una cesárea: dejó un hijo que hoy tiene 14 años.
Sebastián Borges Lemos tenía 19 años el 6 de febrero de 2008, el día en que desapareció. Mide 1,70, pesaba alrededor de 60 kilos y tiene ojos marrones y cabello castaño.
Hace apenas 11 meses desapareció Cecilia Maite Duarte. Fue el 12 de enero de este año. Tenía 26 años y se la vio por última vez en la dependencia del INAU Proyecto Avanzado en General Pallejas 2587. Mide 1,55, tiene el cutis negro y los ojos marrones.
Juan Ignacio Petrusatti Suárez es el más joven. Cuando pasó a la categoría de ausente, el 23 de noviembre de 2003, tenía 9 años. Su pelo es castaño, tiene ojos marrones y presenta una cicatriz en su pierna derecha que fue causada por una quemadura con agua caliente. Aquel niño habría cumplido hoy 26 años.
Estas seis personas que elegí arbitrariamente figuran entre las 196 del Registro y Búsqueda de Personas Ausentes del Ministerio del Interior, creado en 2004 dentro de la Dirección General de Lucha contra el Crimen Organizado e Interpol. Aunque las denuncias recibidas han superado largamente las 11.000, más de 94% de las personas fueron encontradas o regresaron voluntariamente a sus hogares.
La Policía considera ausente a quien sin haberlo anunciado desaparece del ámbito en que vive o en el que se desenvuelve habitualmente. En el registro policial no figuran los desaparecidos durante la dictadura, aunque en estas circunstancias ausente y desaparecido puedan considerarse sinónimos. La gran diferencia es que sobre los ausentes no hay más datos que los filiatorios y una ignorancia absoluta sobre qué les ocurrió. Pudieron irse hartos de su vida familiar, por seguir a un nuevo amor, seducidos por las drogas, asesinados, o tal vez huyeron del país en busca de nuevas oportunidades. En cambio sobre los desaparecidos políticos existen organizaciones que desde hace décadas combaten una conspiración urdida durante la dictadura que raras veces permite avanzar para ubicarlos. Dado el tiempo transcurrido y las operaciones criminales de algunos militares pocos dudan de que estén todos muertos.
La página web del Ministerio del Interior en la que figuran las personas ausentes publica y actualiza sus fotografías, pero difícilmente ingrese a mirarla la mayoría de la población ajena a esas ausencias. Casi todos están en otra cosa. Priorizan las redes sociales, los chismes, la información sensacionalista o los cada vez mayores y ficticios enfrentamientos para trascender en el deprimido mundo del espectáculo. La contracara del drama de los ausentes.
Quizá algunas personas han leído información de prensa sobre los ausentes, pero sin tener presentes sus caras no podrían identificarlos, aunque los tengan enfrente ([email protected]). Por ello tiene particular importancia el proyecto de ley de la diputada colorada por Colonia, Nibia Reisch. Propone imprimir las fotos de los ausentes en las cajas de Tetra Pak de vino, leche, jugos, yogur y otros productos similares de producción nacional. A fines de los años 70 Gran Bretaña y Estados Unidos fueron los primeros países en utilizar los envases con fotos para la desaparición de personas que allí son mayoritariamente niños (Búsqueda Nº 2.099).
Desde el año pasado existe en el Registro Nacional de Huellas Genéticas de la Policía Científica una base de datos de ADN de familiares de personas ausentes a la que se puede solicitar ser incluido cuando la ausencia sea mayor a tres meses. Así, cuando aparecen restos humanos es posible cotejarlos con los de los familiares para confirmar o descartar que sean de un ausente.
La iniciativa de Reisch, que también propone imprimir en los envases datos de referencia y contactos, tiene un nuevo impulso porque en la anterior legislatura un proyecto similar que presentó junto con sus correligionarias Graciela Matiaude y Susana Montaner no prosperó luego de tres años (marzo 2017-marzo 2020) de trámite. ¿Quién o quiénes son los responsables de esa desidia legislativa que le dio la espalda a los ausentes y a sus familias y amigos? ¿Acaso es porque son pocos los votos que hubieran podido obtener, o porque se consideró que como los familiares no integran grupos políticamente militantes hay que dejarlos de lado?
Valeria Gil de El País informó que la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Bernadette Minvielle, consideró plausible la iniciativa y opinó que debería solicitarse la autorización de los familiares de los ausentes para imprimir sus fotos. Aunque Minvielle no fundamentó las razones jurídicas para ese requisito, Reisch le comentó a la periodista que coincidía con Minvielle y que se añadiría esa sugerencia al proyecto.
La diputada avanzó y opinó que también se podrían divulgar las fotos en los peajes y en todos los portales del Estado para que quienes los utilicen para trámites las tengan presentes y también en las facturas de los servicios públicos.
La situación que se produce en las familias por las ausencias o desapariciones está prevista en el Código Civil en el capítulo I, De los ausentes, a partir del artículo 50. Se establece que la ley solo considera ausente “al individuo cuya residencia actual se ignora o de quien no se tienen noticias y cuya existencia es por consiguiente dudosa”.
Le compete al Ministerio Público (fiscales) vigilar los intereses de las personas que se presumen ausentes “y será oído en todos los negocios que les conciernan”, dice.
Cuando luego de cuatro años (es la mayoría de los casos del registro) “no se hayan recibido noticias sobre el ausente los interesados podrán solicitar a la Justicia competente la declaración de ausencia”. El artículo 55 del código establece que los interesados, “a efectos de este artículo, son los herederos presuntivos y todos los demás que tienen en los bienes del ausente derechos que se subordinan a la condición de su fallecimiento”.