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    “Frase cohete” de la ministra

    N° 1931 - 17 al 23 de Agosto de 2017

    , regenerado3

    El norteamericano Philip Brougthon era un tramposo y conocía muy bien a los mediocres. Inventó un sistema de frases para quien pretendiera impresionar audiencias o interlocutores mediante discursos con una falsa elocuencia. En 1968, con ironía y sentido del humor, la revista Newsweek dio a conocer el sistema que consiste en 30 palabras que su autor definió como Proyector Sistemático de Frases Cohete. Se agrupan en tres columnas numeradas, y cuando se combinan esos números —y en consecuencia las palabras correspondientes— es posible elaborar frases para engañar a incautos y hacerles creer que uno es ilustrado. Abundan los gobernantes, políticos y predicadores de ocasión que lo utilizan.

    Supongo que la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, no conoce el sistema de Brougthon. No tiene por qué, ya que no se trata de un tratado político ni médico, sus especialidades. Tampoco es un sistema que pudiera utilizar para mejorar el sistema educativo. Por el contrario, es una forma de trampear, de inducir en error.

    Muñoz salió a la palestra pública en defensa del vicepresidente Raúl Sendic con una “frase cohete” digna de Brougthon: “Sendic no ha sido corrupto en el sentido de que no ha recibido coimas de ningún tipo”. Añadió: “Se podrá hacer crítica sobre su capacidad de administrador o de situaciones erróneas como la del título (de licenciado), pero el Uruguay no es un país en el que su clase dirigente, en estos momentos (¡atención!: “en estos momentos”, ¿en otros sí?) reciba sobornos para realizar determinados procedimientos políticos”.

    Los uruguayos tenemos el hábito de otorgar cartas de crédito sin límite y de hacer rotundas afirmaciones sobre terceros: “Es un tipo de bien…”, o “es honesto, incapaz de meterse un peso en el bolsillo…”, aunque desconozcamos la intimidad y el patrimonio de la persona a la que nos referimos. Nos guiamos por su carisma, por la impresión que deja en la televisión o por lo que otros nos han comentado. ¿Acaso alguien admitiría: “Soy coimero… me llevé equis miles de dólares”? Nadie.

    Para pronunciar afirmaciones tan terminantes es necesario conocer a una persona en su intimidad durante años. De lo contrario, de la misma forma que se dice una cosa, se puede decir la otra. ¿O no? Si se afirma que una persona es buena, honesta o decente, nadie reclamará pruebas. Se consideraría políticamente incorrecto pero además, ¿cómo se demuestra la honestidad? En cambio, para lo contrario, de inmediato se exigirá demostrar la deshonestidad.

    Afirmar genéricamente que Sendic no ha sido corrupto porque “no ha recibido coimas de ningún tipo” limita el concepto del vocablo solo a las acciones delictivas de los funcionarios o gobernantes que reciben dinero para sí para hacer algo indebido o para dejar de hacerlo.

    Luis Fernández Ríos, profesor de psicología (¡tiene título habilitante!) de la Universidad de Santiago de Compostela, sostiene que “el ser humano es un animal con una tendencia biológica a la corrupción”, eso es, a degradarse. (1)

    ¿Por qué razón la ministra (en realidad el gobierno, porque no aclaró que fuera solo su opinión personal) argumenta en favor de Sendic basada en la eventual infracción penal de tomar dinero ajeno para torcer una decisión de gobierno?: porque la mayoría de los ciudadanos asocia el vocablo con acciones delictivas. Pretende establecer que Sendic, aunque se haya equivocado como administrador, es un hombre honesto y no merece ser castigado, ni penal, ni socialmente.

    Muñoz olvida o desconoce que se incurre en un acto corrupto no solo en esos casos sino cuando cualquiera tuerce otras normas o principios éticos y morales y viola el principio de imparcialidad.

    Quien miente sobre poseer un título universitario y a sabiendas de esa falsedad, insiste en que lo obtuvo, corrompe; quién falsamente dice haber visto ese título inexistente, corrompe; quien utiliza una tarjeta de crédito del Estado para compras ajenas a su función y no reintegra el dinero, corrompe; quien desde el Estado digita la concesión de una fiesta o espectáculo hacia un amigo o colaborador, corrompe; quien hace gestiones para adelantar el trámite de un expediente sobre el de otros, corrompe; quien abusa de su poder para beneficiar a un familiar o a un amigo en determinadas acciones, corrompe; quien filtra información confidencial en un proceso licitatorio, corrompe; quien a través de un conocido logra que le eliminen multas de tránsito, corrompe; quien conduce alcoholizado, haya o no consecuencias penales, corrompe; el gobernante que usa su vehículo oficial para cuestiones ajenas a la función, corrompe, y ellos mismos son corruptos… Se podría escribir una enciclopedia.

    No es necesario que en esas acciones se hayan producido coimas, sobornos o mordidas. Para ser corrupto no se requieren descripciones penales: peculado, abuso de funciones, cohecho o conjunción del interés personal y público. Los hechos descritos son también actos corruptos que degradan, depredan, ensucian, pervierten y causan putrefacción.

    Durante décadas gran parte de la sociedad ha admitido como válido el amiguismo, la pierna, sin cuestionar determinados abusos “porque son cosas menores”. Que los ciudadanos lo consideren algo normal, es un problema grave. Pero si quien los defiende es una gobernante de primer nivel es gravísimo y preocupante.

    Para el diccionario de la Real Academia “corrupción” es la práctica de utilizar las funciones y medios de las organizaciones, especialmente las públicas, en provecho, económico o de otra índole. No es solo la violación penal de los gobernantes, como razona la ministra. Va mucho más allá y es mucho más amplia.

    El vocablo proviene del latín corruptio conformado por los siguientes elementos: el prefijo con —sinónimo de junto—, el verbo rumpere (romper, destrozar), y el sufijo tio que es la acción, el efecto.

    Cierto es que como se dice en latín, corruptio optimi pessima: la corrupción de los mejores (los que tienen el poder) es la peor de todas. Pero en todo, no solo en ese caso, sin ejemplaridad todo se derrumba.

    1) “Psicología de la corrupción y los corruptos”, Grupo Editorial Universitario, 1999.