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    “¡Gracias ‘negrito’!”

    Nº 2105 - 7 al 13 de Enero de 2021

    Tal como se preveía, los últimos días del año que acaba de finalizar terminaron por develar la incógnita en cuanto a la designación de los técnicos de los dos equipos grandes. No sorprendió que Jorge Giordano fuera ratificado en el cargo que venía desempeñando en forma interina, más allá de algunas discrepancias existentes en la directiva tricolor. Probablemente pesó el hecho de que Nacional deberá afrontar ya en pocos días la postergada definición del Torneo Intermedio, sin perjuicio del también inminente inicio del Clausura, cuya importancia es aún mayor. Esos aspectos deben haber aventado alguna discrepancia sobre el planteo —excesivamente conservador— a que el técnico apelara en los últimos partidos de la Copa Libertadores, así como la derrota del último clásico. A su favor estuvo sin duda su firme actitud, al advertir y poner fin al grave acto de indisciplina de una parte del plantel tricolor, en el hotel donde se hospedaba, la noche misma de ese cotejo. Pero, por si acaso, se ha colocado a su lado a Álvaro Recoba, todo un símbolo tricolor, para orientar desde el mismo vestuario a la pléyade de juveniles que integra el plantel tricolor, hoy gravemente raleado como directa consecuencia del penoso episodio ya señalado (aunque más adelante se sumará el veterano D’Alessandro).

    En lo que hace a Peñarol, la designación de un técnico bien conceptuado, pero sin demasiados antecedentes destacables (y además no del “riñón” aurinegro) constituye una clara demostración de la importancia que ha de tener su mentor Pablo Bengoechea, al frente del área deportiva de la institución. Sin perjuicio de ello, quizás para compensar esa falta de un vínculo anterior de Larriera con esta, estarán apuntalándolo tres “hombres de la casa”, como Cedrés, Darío Rodríguez y el Indio Olivera. Aunque se piensa en un proyecto de largo plazo, parece claro que el futuro del novel técnico estará indisolublemente ligado a lo que ocurra en el Torneo Clausura, última carta que se juega Peñarol para pelear por el título de campeón de esta accidentada temporada.

    Pero ocurre que, sin retacear la importancia de estos hechos que reseñamos (y el propio título de esta columna así lo indica) hay otro tema ocurrido en estos últimos días, sobre el que queremos pronunciarnos. ¡Estamos indignados con lo que le ocurriera a Edison Cavani, en los últimos días del año pasado! Aunque el hecho ya cobró notoriedad universal, digamos —para algún lector desprevenido— que nuestro futbolista ha sido sancionado por la Football Association inglesa con tres partidos de suspensión y una multa de 100.000 libras (algo así como US$140.000), por el simple hecho de haber contestado, en un post en su cuenta de Instagram, la felicitación de un amigo uruguayo por los dos goles marcados en la victoria del Manchester United ante Southampton con un escueto “Gracias ‘negrito'”. Esa simple y cálida salutación fue calificada por aquel organismo como “insultante, inadecuada, inapropiada y contra los valores del juego”, y además agravada, porque “incluye una referencia expresa o implícita al color y/o la raza y/o el origen étnico” del destinatario.

    Aunque Cavani se apresuró en borrar su mensaje, disculpándose por no estar “familiarizado con las costumbres de la lengua inglesa”, igual dejó en claro que no compartía el punto de vista del ente sancionador, por más que aceptaba la suspensión y la multa que se le aplicara (quizás aconsejado de que discutirla sería una inútil pérdida de tiempo). Sin embargo, en lo personal, no estamos dispuestos a dar por válida la prejuiciosa actuación de dicho tribunal, transida de un inaceptable y arrogante criterio que parece heredado de la penosa época colonial.

    En primer lugar, el ámbito en el que puede moverse el sancionador (el organismo rector del fútbol inglés) no es el mismo en el que se ha desarrollado la acción que diera lugar a su castigo. No puede caber duda alguna que su jurisdicción debe abarcar aquello que ocurre en su ámbito natural (esto es dentro del campo de juego, o fuera de él cuando el hecho incriminado se da entre futbolistas). No, en cambio, entre un futbolista (Cavani en este caso) y un amigo suyo que no lo es, y que además vive en otro país. Y, más aún, cuando el escueto contenido de ese intercambio es de tono francamente amistoso, tanto por parte de quien lo envía como del que lo contesta. ¿Por qué, entonces, deberá entrometerse la federación inglesa en esa conversación privada (aún hecha por Instagram), más aún cuando el propio receptor no se ha sentido ofendido? Hurgando en el tema, resulta que existe una regla E3, que “prohíbe a sus jugadores a hacer comentarios referidos a la raza, etnia, color o nacionalidades de una persona” (incluso en las redes sociales). Pero debe racionalmente entenderse que no puede ser una responsabilidad objetiva (afortunadamente desterrada desde el fondo de los tiempos de toda legislación civilizada), sino de naturaleza subjetiva, esto es con la clara intención de ofender a quien resulte ser el receptor de ese calificativo (distinto —aunque no se logró probar— a lo ocurrido en aquel recordado y confuso episodio entre Luis Suárez y el francés Patrick Evra, que lo acusaba de haberlo llamado despectivamente “negro”, en un partido entre el Liverpool y Manchester United, a fines del año 2011).

    Claro que hay una cuestión de orden lingüístico de fondo, que no cabe desdeñar. Un catedrático de Dinamarca —que vive en Manchester y es hincha del equipo del mismo nombre— ha dicho que “Cavani es un trabajador extranjero que está siendo castigado por su dominio insuficiente del idioma inglés y por la limitada comprensión de las normas judiciales británicas, aunque se comunique en una lengua extranjera con un extranjero”; lo que califica de “racismo cultural de tipo etnocentrista”. Más allá de ese concepto, y como oportunamente lo señalara nuestra Academia Nacional de Letras, las referencias a ciertas cualidades de otras personas, utilizadas como vocativos (esto es, expresiones para tratar a un tercero) pueden variar entre un país y otro. Así, en la variedad del idioma español en Uruguay, una persona a la que se le apela como gordo o negro “no tiene por qué tener sobrepeso o un color de piel oscuro para recibirlos”. Y, en este caso concreto, concluye que la voz “negrito”, dirigida por Cavani a su amigo (un fan no futbolista) “tiene precisamente este tenor cariñoso, dado el contexto en que se escribió, la persona a la que fue dirigido, y la variedad de español que se usó (…) y en particular, su empleo en diminutivo”. Es que ¿quién no tiene algún “negrito” entre sus seres queridos?

    Y cabe preguntarse: ¡¿cómo ha tolerado esa “benemérita” institución inglesa que varias figuras legendarias del fútbol mundial hayan sido apodadas La Maravilla Negra (José Leandro Andrade) o el Negro Jefe (Obdulio Varela) o La Pantera Negra (el portugués Eusebio)?!