N° 1935 - 14 al 20 de Setiembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn los últimos días el ministro de Economía, Danilo Astori, señaló que en Uruguay no hay “atraso cambiario”, y justificó su afirmación por un lado en el hecho de que el tipo de cambio es flotante, y por otro, en que las exportaciones vienen mostrando un crecimiento superior a 7% en lo que va del año.
Ninguno de los dos argumentos resiste el menor análisis. La elección de régimen cambiario (fijo, flotación pura o diversos tipos de flotación “administrada”) no evita el que se pueda generar el fenómeno del atraso cambiario, sino que a lo sumo lo único que hace es determinar la velocidad y la forma en la que el mismo se manifiesta. Con un régimen flexible, el tipo de cambio nominal es la variable de ajuste y el atraso cambiario se manifiesta de manera muy rápida, mientras que con tipo de cambio fijo el fenómeno es mucho más lento y se produce por la generación de una inflación interna superior a la internacional.
Por otra parte, argumentar que el aumento de las exportaciones muestra que no hay atraso cambiario —cuando las mismas han estado sostenidas por una cosecha récord de soja por factores climáticos, en menor medida por la recuperación de algunos precios de exportación como los lácteos y el arroz, y también por el crecimiento de las ventas a la región ante la mejora de las economías vecinas— tampoco tiene mucha fuerza.
Más allá de que la afirmación de Astori es comprensible (difícilmente algún ministro de Economía en algún país del mundo alguna vez va a reconocer el fenómeno), para nada es compartible. Desde la observación casual de cualquier persona que haya viajado recientemente a casi cualquier país del mundo (con la excepción de Argentina, Japón y algún otro), a los problemas de rentabilidad que tiene la mayoría de los sectores productivos, es evidente que nos hemos convertido en una economía con costos y precios internos en dólares muy altos en términos comparados, lo que podría ser tomado como una definición sencilla del atraso cambiario. Las propias series de tipo de cambio real que mensualmente calcula el Banco Central (BCU) muestran el mismo fenómeno, a la vez de que estudios como el realizado hace algunos meses por el economista Ignacio Munyo estimaron que el nivel de “atraso” rondaba el 15%.
Que tenemos un problema es evidente, y aunque las autoridades económicas no quieran hablar de “atraso cambiario” (se prefiere mencionar que existe un “desalineamiento del tipo de cambio respecto a su valor de equilibrio”), en los hechos tratan de tomar algunas medidas para que el fenómeno no sea aún mayor, como lo demuestra la intervención récord del BCU que en lo que va del año ha comprado de manera directa e indirecta más de US$ 2.800 millones en el mercado cambiario. El cambio en las condiciones financieras internacionales, donde ha desaparecido el temor a que se produzca una suba rápida e importante de las tasas de interés en Estados Unidos, ha llevado a un nuevo y significativo ingreso de capitales hacia los mercados emergentes en general y también a Uruguay, lo que ha tendido a presionar a la baja el tipo de cambio nominal, forzando al BCU a tener que comprar dólares a los efectos de ponerle en los hechos un piso informal al tipo de cambio en el eje de los $ 28.
Ciertamente, el ingreso de dólares “financieros” complica el panorama de manera significativa, especialmente cuando el elevado nivel de déficit fiscal y la consiguiente necesidad de financiarlo colocando deuda, dejan al BCU “solo” y con una tarea a la larga imposible, más allá de que a corto plazo logre “suavizar” el ritmo de caída del tipo de cambio real.
Tampoco ayuda en nada la rigidez que tienen los salarios nominales, así como el hecho de que la economía uruguaya únicamente esté “abierta” con la región, que está incluso con un problema de atraso cambiario mayor al nuestro, particularmente en el caso de Argentina.
Dado que el gasto público seguirá creciendo y que los salarios nominales no serán ajustados a la baja, el fenómeno por el que estamos transitando continuará, al menos hasta que cambien las condiciones financieras internacionales, algo que no parece muy probable al menos hasta el segundo semestre del año que viene.
Habrá que ver si el sector exportador hacia afuera de la región logra sobrevivir y en qué condiciones queda. Y si los sectores que suelen beneficiarse de los esporádicos episodios de atraso cambiario (consumo de bienes durables, construcción, servicios transables regionalmente) vuelven a repetir los errores del pasado, o si ahora mantienen una conducta prudente y “ahorran” la bonanza que está generando el actual shock positivo generado por la nueva transitoria apreciación real del peso uruguayo.