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    ¡Mejor en el Centenario!

    Nº 2191 - 15 al 21 de Setiembre de 2022

    El título de esta columna —conviene aclararlo— es exactamente el mismo que encabezara otra publicada en la edición de Búsqueda del 2 de mayo de 2019. Y la razón de ello tiene que ver con la realización del reciente clásico entre los dos grandes equipos del fútbol uruguayo en el Gran Parque Central; o más bien, con los lamentables incidentes registrados en el interior y exterior de dicho escenario.

    Nos referíamos en aquella oportunidad a la aspiración —dada a conocer por el entonces presidente de Peñarol, Jorge Barrera— de que el Campeón del Siglo fuese el escenario del clásico del Torneo Apertura de ese año. Algo que, obvio era señalarlo, venía a alterar la inveterada costumbre de que el Estadio Centenario fuera la sede natural para albergar esos partidos tan especiales. Y, de paso, hicimos en tal ocasión una rápida reseña de los escenarios en que se jugaron este tipo de partidos, antes de que aquel fuera inaugurado en 1930: mayoritariamente el Parque Central, en contadas ocasiones la cancha de Peñarol en Pocitos y en una única oportunidad un escenario neutral, el Parque Pereira (en todos ellos —vale apuntarlo— con la asistencia de parciales de los dos equipos).

    Advertíamos ya en ese entonces las dificultades de orden práctico que podrían derivarse de aceptar la propuesta del titular aurinegro. Y expresábamos: “El escollo principal consiste en posibilitar la concurrencia de los parciales del equipo visitante, en este caso Nacional. Con un aforo de 40.000 personas es claro que, aunque el estadio aurinegro ha podido albergar a su turno y sin inconvenientes, a las hinchadas de los demás equipos del medio, no ocurre lo mismo con la de Nacional, sensiblemente superior en número”; mencionando asimismo el propósito de la Comisión de Seguridad de la AUF —por motivos atinentes a su específico cometido— de que las entradas asignadas al visitante fueran apenas 2.000. A ello se agregaba la pretensión (luego efectivamente concretada) del Ministerio del Interior, de convocar a los hinchas tricolores en el anterior predio del Aeropuerto de Carrasco, con mucha antelación, para —previo chequeo y contralor facial— conducirlos bajo fuerte custodia policial, hasta el interior mismo del Campeón del Siglo (procedimiento que debía repetirse en sentido inverso, luego del partido).

    Opinamos entonces (en virtud de algunas anteriores escaramuzas con hinchas de otros equipos visitantes) que “en este clima tan particular no nos parece oportuno dar luz verde a la iniciativa aurinegra. Lamentablemente estamos viviendo en una sociedad violenta (y no solo en el plano deportivo) y es bien sabido que la seguridad pública no ha sabido estar a la altura de las circunstancias”. Y ante la alternativa (que ya se estaba manejando) de que el partido en el Campeón del Siglo se jugara sin la presencia de la hinchada visitante —al igual que lo que ocurre en Argentina— estampamos también nuestra discordia por cuanto “si esto ocurriera, se estaría desvirtuando gravemente la esencia misma de los cotejos clásicos”. Y concluíamos: “Entendemos que la mejor opción es la de fijar —como viene siendo tradicional— este próximo clásico en el Estadio Centenario, único escenario que puede albergar, con absoluta normalidad, a todos los que quieran presenciarlo. Y utilizar los estadios clubistas en aquellos cotejos de menor convocatoria”.

    Finalmente el partido se jugó bajo esas condiciones estipuladas. Fue empate en un tanto por bando (con sendos goles en contra), y aunque hubo incidentes y algunos daños en el interior del recinto aurinegro, concluimos en la columna siguiente que la experiencia había sido bastante buena, aunque nos permitimos señalar que “no podía haber sido de otro modo cuando el despliegue policial para trasladar a una minúscula porción de la parcialidad tricolor resultó bastante similar al que se estila cuando visita nuestro país algún estadista importante”. Y concluíamos, ya pensando en la revancha —retardada, porque el escenario tricolor estaba en obras—: “¿Valdrá la pena repetir la experiencia, en tanto el legendario Estadio Centenario sigue siendo un gigante vacío?”.

    Por estricta justicia, estaba ya determinado que Nacional —a su debido tiempo— también disputaría en su remozado Gran Parque Central, el clásico en el que oficiara de locatario. Y ello fue lo que ocurrió hace un par de fechas, con una clara y legítima imposición del dueño de casa. Aunque a la inversa, hubo de repetirse todo el costoso procedimiento de seguridad que se había utilizado en la oportunidad a la que venimos de referirnos. Esta vez el punto de encuentro de la mayor parte de los 2.000 hinchas de Peñarol, fue el viejo Mercado Modelo y, desde allí, cumplidos los controles de rigor, fueron trasladados custodiados en ómnibus al estadio tricolor. Y llegados a este se cumplieron los chequeos de seguridad de rigor. Según fuera informado, hubo un millar de efectivos policiales afectados a ese procedimiento, sumados al personal de seguridad interno. Lo que empero no impidió que un grupo de inadaptados hinchas aurinegros se encargaran de destrozar los baños del estadio e introducir una gallina inflable, con la consiguiente réplica de algunos parciales tricolores.

    ¿Es lógico que apenas una minúscula parte de la parcialidad visitante deba ir a un lugar de concentración prefijado, con varias horas de anticipación, para ser luego transportada, bajo estrictas medidas de seguridad, al escenario en donde se jugará el partido? ¿O que la multitudinaria parcialidad del locatario deba permanecer dentro del estadio por más de una hora, para poder retirarse? ¿Y que el cuantioso personal policial acumulado en esa zona deje al resto de la ciudad, por varias horas, menos protegido que de costumbre? ¿Y que, pese a todo ese descomunal despliegue, los violentos hayan seguido haciendo de las suyas?

    Creemos que —cumplido el recíproco gusto de aurinegros y tricolores, de albergar en sus respectivos escenarios un partido clásico— es momento ya de buscar otra solución más lógica, más racional y menos costosa. Algunos proponen que los clásicos se disputen solamente con la parcialidad del locatario, pero ello le quita la esencia que siempre tiene este tipo de partidos. Lo ideal es que a estos, que desde siempre acaparan el máximo interés de nuestra afición, puedan asistir igualitariamente los parciales de ambos equipos; todos quienes deseen hacerlo, y no solo una ínfima parte de ellos. Claro que con las medidas de seguridad necesarias (al caso la separación por tribunas o la instalación de un “pulmón” en alguna común) para prevenir los eventuales episodios de violencia, que cierta y lamentablemente suelen darse en esos partidos. Y ello, quiérase o no, solo puede darse en el Estadio Centenario, único escenario que puede albergar a todos los aficionados que deseen presenciarlo, y no a una minúscula cuota de ellos. Eso sin perjuicio de extremar las sanciones previstas en las normas que hoy regulan la admisión de quienes concurren a los espectáculos deportivos, de modo de erradicar la preocupante violencia que en ellos subsiste.