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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáComo sociedad debemos darle las gracias al señor Jim Delalla, uno de los dueños de Coffee Shop, porque su error e imprudencia (que no reviste bajo ningún concepto gravedad alguna) nos ha hecho reaccionar a muchos sobre las reglas de convivencia que estamos construyendo y en forma muy especial ha puesto en evidencia el pensamiento y actitud de varios actores sociales. Creo no equivocarme al aseverar que la conducta, ética y comportamiento del decano de una de nuestras prestigiosas facultades debe ser ejemplo, tanto para alumnos, egresados, como para universitarios en general. Su forma de plantarse ante los diarios dilemas que enfrentamos y la manera de afrontarlos deben ser guía para miles de jóvenes en formación. En el caso del famoso pizarrón, quien se percató de la inclusión de una frase que podía ser ofensiva o discriminatoria, no entró al local y manifestó su disconformidad, no hizo denuncia alguna ante la Policía o ante un Juzgado, no intentó corregir la injusticia, no, no hizo nada de eso, por el contrario, se refugió detrás de un teclado y tiró la primera piedra. Expuso al despistado “amigo americano” a la “inquisición ideológica”, organización con fines de lucro y privilegios que se ha ido formando en el seno de nuestra “nomenklatura criolla” y ante los y las que vaya a saber por qué se han erigido en comisarios de lo políticamente correcto, constructores del manual del “compañero solidario” que todos y todas debemos jurar o atenernos a las consecuencias. Señor decano, espero que su pésimo ejemplo no nos frene a actuar cuando veamos que se está cometiendo una injusticia, que impere la rebeldía y el deseo de involucrarnos, que no salgamos corriendo en busca de los 140 caracteres; Poncio Pilatos sin dudas hubiera hecho lo mismo. “Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única manera”, Albert Einstein. Luego, por si fuera poco, la actitud de algunas de nuestras autoridades ha dejado al descubierto su valoración sobre los derechos individuales, pilar de los preceptos de nuestra Carta Magna. Están convencidos de que además de las múltiples tareas que la ciudadanía les ha encomendado, son custodios de la moral y la ética social, no dudan en usar la autoridad que les hemos delegado para castigarnos si a su juicio no nos comportamos dentro de los parámetros del “compañero solidario”. Señores intendente y ministro de Trabajo, han ordenado o avalado acciones que configuran abuso de poder, es intolerable la arbitrariedad que han puesto de manifiesto, espero y necesitamos que recapaciten, admitan su error y breguen porque ninguna autoridad pública se crea con derecho a imponer su criterio y creencias por encima de la ley. ¿Qué sigue si no, quema de libros, prohibición de películas, censura a las expresiones artísticas, cursos obligatorios sobre conducta inclusiva, proscripción, quema en la hoguera de Twitter? Hace poco un arribista propuso a nivel parlamentario la creación del carné obligatorio de salud psicológica, ¿qué sigue después, los campos de reeducación para los que no aprueben? Aprovechemos esta magnifica oportunidad para reflexionar, argumentar, entender y debatir sobre reglas de convivencia y construcción de una sociedad inclusiva donde prime la equidad. Con el pretexto de procurar una sociedad más justa, hemos ido instalando la peor de todas las conductas discriminatorias, el rechazo y descalificación de quien piensa distinto, cavando lentamente la cruel grieta que otras sociedades padecen, la que pone de un lado a los “buenos” y del otro a los enemigos, los que no aceptan el pensamiento único, que al parecer por las buenas o por las malas nos quieren imponer. Nuevamente, gracias señor Delalla, porque su error nos ha hecho reflexionar y para mi satisfacción y esperanza, han surgido muchas voces que traen sensatez a la discusión.
Daniel H. Báez
CI 1.465.895-4