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    ¡Otra vez el VAR!

    Nº 2195 - 13 al 19 de Octubre de 2022

    El jueves 3 de mayo de 2018 iniciamos este ya prolongado contacto semanal con los lectores de Búsqueda. Esa primera entrega se titulaba Aquella “mano de Dios”, en obvia referencia al por siempre recordado gol de Maradona ante Inglaterra en el Mundial de 1986 convertido con la mano, algo que, empero, no fue advertido por quienes arbitraban ese cotejo. Es válido suponer que esa infracción a las leyes de juego habría sido detectada y ese gol se habría anulado de haber existido una tecnología que se instauró oficialmente recién en el Mundial de Clubes del año 2016. Nos referimos obviamente al VAR, al que en aquella columna le dábamos la bienvenida si su aplicación “asegura una mayor dosis de justicia en el fútbol”.

    En abril del año siguiente, volvimos sobre el tema, compartiendo las críticas de la dirigencia tricolor al juez Andrés Cunha (en un cotejo ante Fénix que terminara empatado) al no validar un gol de tiro libre cuando el balón que rechazara el guardameta albivioleta —a simple vista— ya había traspuesto la línea del arco. Señalamos entonces la imperiosa necesidad de incorporar el VAR “para facilitar la tarea de los jueces y asegurar en lo posible la justicia de los partidos que se juegan en nuestro medio”. El título de esa columna fue: ¡Es el momento del VAR!

    En julio de 2019, apenas finalizada la Copa América obtenida por el dueño de casa, Brasil, volvimos sobre el tema. Uruguay había sido eliminado por Perú en un partido en el que se le anularon tres goles (dos de ellos, según expresamos, “por una mano o una rodilla milimétricamente fuera de juego advertidas por un línea muy activo y llamativamente puntilloso”; lo que el VAR convalidó). En adición, ese celo extremo para requerir su intervención brilló por la ausencia en la instancia final de ese certamen. Señalamos entonces que “no es admisible que el juez decida arbitrariamente requerir o ignorar el auxilio del VAR ante jugadas dudosas o cuestionadas por los actores ni que quienes operan el VAR decidan aleatoriamente avisarle o no al juez aquellas jugadas dudosas que merecerían ser revisadas” (aclarando que ello no era culpa de la tecnología en sí, sino del factor humano que la opera). De allí la pregunta con la que titulamos esa columna: ¿El culpable es el VAR?

    Meses después volvimos sobre el tema, y en esa oportunidad —ante el primero de los clásicos definitorios del Campeonato Uruguayo de esa temporada— ya adelantábamos opinión sobre algo que en el futuro se haría recurrente, bajo el título ¿El fin de las polémicas?. Ocurre que, en las fechas previas a esa instancia definitoria, Nacional había cuestionado con particular dureza varios fallos arbitrales, ante lo cual el gremio de los jueces paralizó por varios días la actividad. Y no bien esta pudo reanudarse, los reclamos —esta vez por parte de ambos equipos— recrudecieron.

    Ante ello, enfatizamos sobre la importancia de que en esa instancia culminante del certamen se pudiera contar con el invalorable aporte del VAR (este ya se había utilizado en nuestro país en tres ocasiones, pero por torneos de la Conmebol, por lo que sería la primera oportunidad en aplicarse en partidos de la competencia local). Fue Nacional el que ganó los dos clásicos definitorios, primero quedándose con el Clausura y, unos días después, con el título de campeón uruguayo. En este último partido el VAR le alertó al juez Cunha sobre un posible penal cometido a Estoyanoff, lo que aquel desestimó tras observar la jugada en el monitor al costado de la cancha. O sea que, en esta primera presentación oficial, el VAR funcionó del modo que se esperaba.

    Sin embargo, la efectiva incorporación de dicha tecnología en nuestro medio tuvo altibajos. Entre ellos, cabe mencionar que en la temporada del año 2021 el VAR funcionó solo si los equipos que se enfrentaban se ponían de acuerdo en ello. Así las cosas, al año siguiente, en la víspera de un clásico a disputarse en el mes de marzo en el Campeón del Siglo, y en un clima previo de tensión por una dura protesta de la dirigencia de Nacional por un arbitraje reciente que consideró perjudicial, en nuestra columna previa hicimos notar la imperiosa necesidad de reimplantarlo cuando menos en ese partido tan importante. Cabe decir que en ese clásico que ganó Peñarol el VAR tuvo una participación decisiva. Así, apenas después de que el aurinegro se pusiera en ventaja tras un penal bien sancionado, una tarjeta amarilla mostrada a Ceppellini se transformó en roja a instancias de quienes lo operaban en la cabina; y a la inversa, poco después, una tarjeta roja a Trezza mutó en amarilla tras la observación que —a instancia de aquellos— el propio juez del partido hizo en el monitor. Y en ambas ocasiones las jugadas dubitativas fueron resueltas correctamente. De allí el título de la columna siguiente: ¡Gracias al VAR!

    De entonces a hoy, con esa tecnología cubriendo todos los partidos del círculo de privilegio, no volvimos a ocuparnos específicamente del tema; sin perjuicio de señalar algunos errores puntuales de apreciación, tanto por los jueces en la cancha como de los eventuales operadores desde la cabina respectiva. Así, discrepamos en la consolidada falta de punición del sinnúmero de agarrones que invariablemente se advierten dentro de las áreas, ante cualquier ejecución de faltas ocurridas en su cercanía. Se ha alegado como descargo que, si no fuera así, se estaría cobrando un penal tras otro en cada partido. A lo que respondemos que, si algún juez se animara a tomar la iniciativa en el sentido que propugnamos, esa práctica inveterada y antideportiva desparecería como por arte de magia.

    La otra observación de tipo general es que la denuncia o advertencia que los operadores de cabina realizan al juez del partido responda a situaciones en las que la eventual ilicitud emerja clara e indubitablemente; de modo tal que su no sanción implicaría un error grosero e inexcusable por parte de aquel. Ello descartaría, a vía de ejemplo, que se sugiera la anulación de un gol por una posición adelantada milimétrica, solamente observable tras la repetición, desde diversos ángulos, de la grabación de la jugada. Y que, luego del trazado de las líneas de rigor, se compruebe… ¡que un pie del ejecutante estaba un par de centímetros por delante del último jugador del equipo contrario! Lo que viene de decirse, sin perjuicio de errores en algunas jugadas puntuales, como ese gol anulado (el segundo de Defensor ante Nacional el pasado fin de semana) por una falta en sí poco clara y cometida además demasiado lejos, en tiempo y espacio, de su ulterior exitosa culminación ante el arco tricolor. ¡Pero la culpa no es del VAR, sino de la falibilidad del factor humano que lo maneja!