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    ¡Pasando raya!

    Nº 2137 - 26 de Agosto al 1 de Setiembre de 2021

    Los días corridos desde nuestra última entrega han sido de definiciones, tanto en el plano local como en el internacional; lo que nos impone hacer algunas reflexiones a tal respecto.

    En el ámbito doméstico, y como desde hace varias semanas se vislumbraba, Plaza Colonia se quedó merecidamente con el Torneo Clausura, incluso con una ventaja insólita sobre sus inmediatos escoltas (siete puntos a Nacional y ocho a Peñarol). Lo que, precisamente, le permitió festejar el título ya en la penúltima fecha.

    Justo es reconocer que tres meses atrás, cuando arrancaba este certamen, el a la postre campeón no figuraba en la lista de los favoritos para ganarlo. Estaba sí en el recuerdo aquel batacazo que el Pata Blanca —como se le conoce en sus pagos— había protagonizado en el año 2016, cuando tras derrotar a Peñarol en el propio Campeón del Siglo se coronara legítimamente campeón del Clausura, accediendo a la ulterior definición del Torneo Uruguayo ante el equipo aurinegro. Y si aquella conquista pudo ser tomada como algo accidental, esta que acaba de concretar varios años después, con un derrotero muy similar, es demostrativa de que no es sino el esperado fruto de un concienzudo trabajo a largo plazo.

    Ocurre que este equipo coloniense tiene algunas características particulares. La primera tiene que ver con la solidez institucional que le confiere el ser una Sociedad Anónima Deportiva. Y —dentro de ella y en especial—tener una dupla que conforman Roberto Chiqui García y Carlos Manta, hombres de fútbol que conocen muy a fondo todos los entretelones del ambiente en que aquella debe moverse para aunar los buenos resultados económicos con los consiguientes logros deportivos. No en balde hay una frase impresa en el gimnasio del Club que dice: “No sobra nada, no falta nada”, indicativa de que estaba todo a punto para intentar algo grande. Ayudó por un lado la vuelta a la dirección técnica, luego de varias temporadas, de Eduardo Espinel, el mismo conductor de la gesta inolvidable del año 2016; y asimismo, la sorpresiva incorporación a sus filas de un coloniense de ley, como Christian Cebolla Rodríguez, que, cuando su Peñarol optó por prescindir de sus servicios, no dudó en enrolarse en el club de sus pagos de siempre, para poder aportarle su rica experiencia y jerarquía futbolística. El resto lo hizo una formación compacta y sin grandes luminarias, pero que logró acceder a la punta del torneo prematuramente y fue haciéndose fuerte con el paso de las fechas, sumando punto tras punto cuando los rivales los iban dejando por el camino (corresponde acotar que solo perdió un partido ante Nacional).

    Y cuando es un equipo chico el que se queda con las mieles de la victoria, y de un modo tan aplastante, va de suyo que los dos equipos grandes no estuvieron a la altura que esperaban sus respectivas parcialidades (ello sin perjuicio de señalar que las tribunas vacías por causa de la actual pandemia, y el inédito peregrinaje de Peñarol y Nacional por todas las canchas, pueden haber sido coadyuvantes para que tal cosa aconteciera). El aurinegro tuvo un comienzo discreto en el torneo, y estuvo lejos de la punta, pero mejoró en el tramo final de la mano con su paralelo y eficiente desempeño en el plano internacional. Pero su inesperada defección ante Sudamérica en su último partido le impidió acortar su inédita distancia con el campeón. Por su parte, el desempeño del equipo tricolor fue declinando partido a partido (perdió dos de los últimos tres que disputara) sin siquiera inquietar al líder, lo que trajo aparejado el abrupto cese de su técnico Alejandro Cappuccio, en una decisión directriz tan drástica como imaginable. Aunque no fue mucho el tiempo que este tuvo para trabajar, y que debió ir superando varios escollos imprevistos, lo cierto es que nunca pudo definir una formación titular estable y medianamente confiable. Excepción hecha de su goleador Bergessio, del golero Rochet y algunos pasajes del juvenil Ocampo, el equipo tricolor no tuvo figuras relevantes (la apuesta mayor de la dirigencia, que fue la contratación del veterano D’Alessandro —y en menor medida de su coterráneo Fernández— no dio aún los resultados esperados). Ahora con Ligüera como técnico (¡el sexto en el actual mandato de Decurnex!) la realidad actual demuestra que, prematuramente afuera de los dos torneos continentales, Nacional deberá poner su mira en el próximo Clausura, si pretende extender el predominio que últimamente, en la actividad doméstica, ha impuesto sobre su tradicional adversario (ambos están casi a la par en la Tabla Anual).

    Contrariamente, Peñarol ha disimulado su fracaso en el fútbol de entrecasa con una producción en el ámbito continental que resulta netamente superior a la que venía consuetudinariamente exhibiendo en los últimos tiempos. Tal como lo descontábamos en nuestra última entrega, aun sin brillar como otras veces, volvió a vencer al Sporting Cristal y logró clasificar a la fase semifinal de la Copa Sudamericana. Es la primera vez que ha podido lograrlo en sus varias participaciones en este torneo —que siempre les ha sido esquivo a los equipos uruguayos— y tendrá como rival al Atlético Paranaense, que no está entre los grandes del fútbol de Brasil. Es innegable que el actual técnico Larriera (criticado en un principio) ha logrado darle una impronta muy definida a su equipo, caracterizada por el fútbol asociado y bien jugado entre todas sus líneas. El destaque mayor se aprecia en la progresión ofensiva, mayormente cuando se genera por las bandas, con varias individualidades en gran nivel (como Giovanni González, Canobbio, Álvarez Martínez, Cepellini y Torres, este ausente por lesión en los últimos partidos). Y todo fluye desde el excelente despliegue de Gargano y Trindade en la mitad del terreno. Es claro, empero, que Peñarol no es el mismo al momento de defender, pues aún no ha podido disimular las ausencias de Formiliano y Piquerez; lo que genera cierta preocupación en sus tiendas. Aun así, si logra repetir lo hecho en sus recientes partidos en el exterior, bien puede el equipo aurinegro acceder a la instancia final de un torneo continental, algo que no ocurría desde aquellos recordados partidos frente al Santos, en la Copa Libertadores del año 2011.

    Y, en tanto esto acontezca, se avecinan los partidos por la interrumpida fase de las Eliminatorias para el Mundial de Qatar, fijados para los primeros días del mes próximo. Ante Perú como visitante, y luego ante Bolivia y Ecuador como local, la selección del Maestro Tabárez se habrá de jugar toda su chance de clasificar, toda vez que su actual ubicación en esa zona aparece “prendida con alfileres”. Para que ello ocurra finalmente deberá mejorar mucho lo realizado hasta ahora, persistiendo la preocupación por el bajo estado actual de varias figuras estelares, hoy militando en el fútbol europeo.