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“La posición (de gerente general) implica la responsabilidad por el crecimiento de la empresa y la dirección general de los negocios. Es responsable por la planificación y presupuestación de las operaciones, el desarrollo del equipo ejecutivo, la coordinación y eficiencia de las áreas funcionales y por el logro de metas y objetivos de rentabilidad”.
Así define el puesto de gerente general una de las más importantes empresas de selección de personal de Uruguay. Es evidente que Sendic (y muchísimos otros, de hoy y de ayer) no calificarían ni para una primera entrevista en un proceso de selección laboral.
Las encuestas sobre cargos y remuneraciones muestran estos datos: el 42% de los gerentes generales tienen título universitario (real, no trucho); el 36% cuenta con una maestría o posgrado; el 87% son mayores de 41 y la demanda por estos puestos es muy baja. Es que no es un empleo para cualquiera. Por eso la remuneración es acorde a la formación y las exigencias.
De más de 100 empresas relevadas en la muestra, un gerente general percibe entre salario, beneficios y bonus por cumplimiento de objetivos, unos $ 350.000 (US$ 12.000).
¿Y cuánto ganan los empresarios por su trabajo? ¿Cuánto se fijan como “salario”? (no como retiro de utilidades, porque eso es harina de otro costal). Tengo datos no oficiales de una muestra “casera”: la mayoría de los encuestados no se lleva para su casa más de US$ 5.000 y se trata de empresarios que le dan empleo de 10 a 70 personas.
Un director de una de las más importantes empresas constructoras del país, cobra US$ 8.000 en la mano. Un patrón de pesca con 35 años de trabajo en el mar, no llega a los US$ 4.000 (y siempre que logre buena pesca, ya que parte de su salario es a destajo).
Un ingeniero agrónomo que invirtió en la empresa familiar me cuenta: “En nuestra empresa lechera agrícola-ganadera, con una facturación de 150.000 dólares mensuales, los retiros para el núcleo familiar de cuatro personas rondan los 3.000 dólares por mes”.
Un productor pecuario comenta su situación actual: “Hoy facturo veinte mil dólares mensuales y (luego de pagar los gastos) apenas que sobra algo para vivir, y eso que nos consideramos muy buenos en gestión y producción. Antes era ejecutivo en una empresa de telefonía, donde obtenía unos US$ 5.000 entre sueldo más fringe benefits (cobertura de salud, primas por educación, ticket alimentación, etc.) más un bonus por metas”. Seguramente quiera volver a ser empleado.
Lo mismo les sucede a dos grandes luchadores que fabrican maquinaria agrícola desde un pueblito del interior, generando empleo y exportando a la región, donde cada socio retira menos de US$ 3.000 cada uno.
Es indignante ver esta asimetría entre los que producen y son saqueados (empresarios y empleados privados) y los que no solo no producen nada, sino que destruyen valor: los “jerarcas” públicos.
El caso de Sendic es grotesco por donde se lo mire. Su pésima gestión en Ancap le sirve como premio para ocupar la vicepresidencia, donde realiza una anodina gestión culminada con una renuncia forzada por abusar de los dineros públicos. Como colofón: le aprueban un subsidio inconstitucional de US$ 13.000 dólares por mes, o sea, US$ 156.000 al año.
Tengan en cuenta que a la vicepresidenta de España, Soraya Sáenz de Santamaría, le ingresan unos US$ 7.500 por mes (1). Al vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, US$ 19,225(2). Y la vicepresidenta de Argentina, Gabriela Michetti, unos US$ 10.000.
Ante estas cifras, el senador Pedro Bordaberry volvió a cuestionar los altos salarios de los legisladores y el año pasado había propuesto bajar 20% los sueldos de jerarcas y legisladores “antes de pedir un esfuerzo a trabajadores y jubilados”. Nadie lo escuchó.
Mientras en la actividad privada los empresarios, los gerentes y el resto de los mortales se desviven para lograr buenos resultados y ganar sueldos acordes a su valor agregado, en el Estado despilfarran los recursos a diestra y siniestra (más a siniestra, sin dudas).
