N° 1956 - 08 al 14 de Febrero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLuego de un extenso período de una anormal calma, los mercados financieros internacionales mostraron caídas significativas a partir del viernes 2 de febrero, y un aumento todavía mayor de la volatilidad.
Dos han sido los motivos básicos que se han utilizado para tratar de explicar el cambio de humor de los inversores, luego de un tórrido comienzo de año en el que se marcaban récords prácticamente todos los días en casi todas las bolsas de valores del mundo.
En primer lugar, las tasas de interés en el mercado de bonos, que ya venían subiendo desde comienzos del año, recibieron un empujón adicional al conocerse que los salarios nominales en EE.UU. habían crecido 2,9% en los doce meses cerrados en enero de 2018, en lo que constituyó el mayor aumento interanual desde junio de 2009. El temor a que un mercado laboral que hace meses está prácticamente en niveles de pleno empleo esté comenzando a generar presiones alcistas sobre los salarios nominales, y que ello a su vez repercuta en subas mayores de la inflación a futuro que fuercen a la Reserva Federal a subir más aceleradamente las tasas de interés, fue uno de los factores utilizados para explicar la fuerte baja de los precios de las acciones a partir del viernes 2. Eso ocurre teniendo en cuenta que prácticamente todo el mundo está de acuerdo con que las valuaciones absolutas de las acciones son muy altas, y que solo en términos relativos a los bonos pueden considerarse atractivas. Una suba de las tasas de interés en el mercado de bonos erosiona de manera directa e indirecta el argumento de las valuaciones relativas.
En segundo lugar, y aunque todavía muchos se resistían a utilizar el calificativo de “euforia”, claramente el optimismo de los inversores durante el mes de enero estaba en un punto muy alto, y el posicionamiento en varios mercados había alcanzado niveles extremos (en particular, la exposición “comprada” en acciones y la exposición “vendida” en volatilidad habían logrado niveles récord). Ello dejaba el mercado potencialmente vulnerable ante alguna noticia que cuestionara el escenario ideal de Goldilocks que parecían estar asumiendo los inversores, de una economía que crezca lo suficientemente rápido para permitir que mejoren las ganancias y ventas de las empresas, pero no tan rápido como para que suba la inflación y entonces la FED deba subir más rápido las tasas de interés.
El extenso período de calma previo también magnificó el impacto de las recientes caídas. Hasta esta semana, la bolsa de Nueva York había marcado el período más extenso de la historia sin haber marcado una caída de 3% con relación al máximo anterior, y hay que remontarse a los días previos a la elección de Donald Trump como presidente de EE.UU. a comienzos de noviembre de 2016, para encontrar un período de relativa volatilidad como el actual.
La pregunta del millón es si lo ocurrido desde el viernes 2 es simplemente un “pozo de aire” transitorio, o el comienzo de un cambio de tendencia general de los mercados financieros.
Apoyando la tesis de que estamos frente a turbulencias transitorias, se plantean los argumentos de que el crecimiento de la economía mundial se está acelerando de manera sincronizada. Al menos en este año, el reciente recorte de impuestos aprobado por EE.UU. va a ayudar a que las ganancias de las empresas aumenten más de lo previsto, y las condiciones de liquidez globales van a mantenerse todavía favorables.
Quienes plantean que estamos al comienzo de un cambio significativo en el comportamiento de los mercados de riesgo, señalan las valuaciones extraordinariamente altas que siguen teniendo tanto bonos como acciones y activos de riesgo en general. Sostienen además que hacia fines de este año y comienzos de 2019 la liquidez internacional comenzará a restringirse de acuerdo con los planes que han anunciado los principales bancos centrales del mundo y que el ciclo económico en EE.UU. y en las economías avanzadas en general está maduro más allá de la actual recuperación cíclica basada en estímulos fiscales y monetarios que no se podrán sostener en el tiempo. Aseguran a su vez que los problemas estructurales (tendencias demográficas; niveles de deuda global; caída de la productividad) se profundizan en un contexto donde desde el punto de vista político nadie se anima a encararlos.
Aunque es claro que es imposible predecir el comportamiento de corto plazo de los mercados financieros, lo que parece casi seguro es que el período de extraordinaria calma que tuvimos desde mediados de noviembre de 2016 hasta fines de enero será imposible de repetir, y un retorno a una volatilidad “histórica” será lo más probable.