N° 1949 - 21 al 27 de Diciembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa respuesta que nos sale a flor de piel es que sí, que las personas son el recurso más importante de la empresa. Lo decimos con convicción por tres motivos principales: 1) porque escuchamos esta frase hasta el cansancio y la repetimos como loros, 2) porque somos personas y nos comprende las generales de la ley (“nadie serrucha la rama donde está sentado”) y 3) porque a veces, es verdad.
Pero si analizamos un poco algunas de las situaciones más cotidianas, veremos que en enorme cantidad de casos —y aunque nos duela admitirlo— los recursos humanos no son el recurso más importante en la empresa.
¿Es el pistero de una estación de servicio el recurso más importante? Si se limita a despachar el combustible y cobrar, no es lo más importante. Puede ser perfectamente sustituido por un surtidor automático como sucede hace décadas en Estados Unidos o Europa. Pero si el pistero me saluda con una sonrisa y por mi nombre, logra venderme productos complementarios (un lubricante, un aditivo, un café de la tienda, un lavado, etc.), me da sugerencias para una mejor conducción, toma los datos del cliente para mejorar la base de datos y me abre la puerta del auto antes de irme… ¡eso sí que agrega valor!
Si la cajera del supermercado se va a limitar a pasar los productos frente a un scanner y cobrar… para eso no la contrato. La sustituyo por un sistema automático de lectura de códigos de barra o etiquetas RFDI y paga con tarjeta o con un monedero inteligente que recibe y da cambio en billetes y monedas.
Un vendedor de local de shopping que solo se limita a preguntar qué quiere comprar el cliente, fijarse si tiene el producto en el stock, darme el precio y cobrar… para eso lo sustituyo por un carro de compras en la web o me paso a Mercado Libre. Ahora… si el vendedor me asesora sobre tendencias de moda, me sugiere combinaciones, trae la camisa blanca que le pedí, pero también una celeste y otra a rayas acompañadas de tres corbatas, me recuerda la promoción de la semana, me pide datos de contacto y referidos y a los pocos días me llama para preguntarme si las prendas me quedaron tan elegantes como quería… ah… bueno… eso es otra cosa. Para esto sí lo contrato.
Los ejemplos pueden seguir desde los puestos más cercanos a la base de la pirámide organizacional hasta los más encumbrados. En todos lados hay tareas y personas que agregan valor y otros que solo empujan papeles.
¿Por qué sucede esto? ¿De quién es la “culpa”? Como decía Napoleón Bonaparte: “No hay malos soldados, solo malos generales”. Muchas veces son los empresarios o los gerentes los que no definen bien ni los procesos ni los puestos de trabajo, lo que lleva a que las personas hagan tareas de bajo valor. Esto es malo para la persona que tiene que hacer algo bastante intrascendente, como lo es para los clientes y para la propia empresa que ve aumentados sus costos.
Lo son las normas laborales, que dificultan eliminar tareas de bajo valor. Lo son los Consejos de Salarios, que encorsetan a todo el mundo en las limitantes descripciones de puestos y categorías salariales. Y también los sindicalistas, más preocupados en “defender las fuentes de trabajo” que en desarrollar tareas que requieran más neuronas que músculos.
Por último, son los propios empleados los que cavan su propia tumba al quedarse en su “círculo de comodidad”, al no prepararse para nuevos desafíos y pretender que haciendo siempre lo mismo van a progresar económica y mentalmente.
Toda esta combinación de elementos, conduce a una inevitable guerra sin cuartel: la “lucha” por mejores salarios (de actividades cada vez más inútiles) por un lado, y la batalla por pagar lo menos posible y contratar la menor cantidad de gente posible por el otro.
¿Cómo se resuelve este nudo gordiano? Un camino práctico y efectivo, es hacer un mapeo de procesos, donde identificar cada punto y cada paso y preguntarnos: ¿qué tareas se pueden eliminar porque ya no tiene sentido hacerlas?; ¿qué otras se pueden automatizar con el uso de software cada vez más barato o con la mejora de procesos?, y, sobre todo, ¿qué tareas podemos valorizar, para que los clientes queden cada vez más contentos y satisfechos y lo empleados sientan que hacen algo con un propósito, más que cobrar un sueldo?
Para saberlo, habrá que leer las próximas columnas.