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    ¡Un clásico más!

    Nº 2189 - 1 al 7 de Setiembre de 2022

    A lo largo de tantos años —primero como un simple aficionado al fútbol, pero después como periodista deportivo— hemos tenido la oportunidad de presenciar muchos partidos clásicos. ¡Y nos ha tocado ver de todo! Desde aquellos en los que no se definía nada importante para ninguno de los equipos, pero que igual resultaron ser altamente disfrutables, hasta los que siendo decisivos para la suerte de ambos rivales o bien de alguno de ellos, a la postre resultaron ser un verdadero fiasco.

    Lo que sí tenemos bien claro, luego de tantos años, es que en estos siempre expectantes choques entre los dos más importantes equipos de nuestro medio, el resultado no es a veces el que puede suponerse, tras un análisis frío y desapasionado de los antecedentes con que ambos llegan a esa cita. Es que son tantos los factores que pueden darse en el curso del partido, y tanta la tensión acumulada por los diversos actores en los días previos, que no puede asegurarse de antemano que el favoritismo con el que alguno de los equipos llega a esa cita se traduzca finalmente en ese resultado favorable, que se daba por descontado.

    Hecha esta inicial precisión, nada nos impide formular varias consideraciones en cuanto a lo que, en función de los últimos antecedentes, puede acontecer en la cita del domingo venidero; sujeta —insistimos— a esa impredecibilidad a la que venimos de hacer referencia. La primera apreciación, que surge de la mera realidad de los números respectivos, es que el equipo tricolor llega a esta cita con una muy superior expectativa que su eterno rival, derivada de la objetiva comparación de los respectivos resultados que cosecharan. Tras una inusual y coincidente derrota de ambos en el inicio del actual torneo, Nacional sumó cuatro victorias consecutivas, en tanto que Peñarol ganó dos partidos y empató otros dos. Pero no todo se reduce a una comparación entre números, sino que el rendimiento del equipo tricolor en este tramo ha sido netamente superior al del aurinegro, en todos los aspectos. Y hay una cuestión de base para que ello haya ocurrido, que tiene que ver con el tiempo de trabajo, ya de varios meses, del técnico tricolor al frente de su equipo, y el exiguo recorrido que lleva en cambio Leo Ramos en tiendas aurinegras. Recordarán quienes siguen nuestras columnas, cuando justificábamos las críticas que —con razón— los hinchas tricolores le hacían a Repetto (por contraposición a los elogios que llovían por entonces sobre su colega Larriera), en virtud del muy diferente tiempo de trabajo de uno y otro. Ahora pues, cuando ese panorama se ha revertido, no puede sorprender que mientras Nacional ya tiene definido un claro patrón de juego, más allá de cómo se integre el equipo titular, no se tenga aún en claro a qué juega Peñarol, ni cuál —de las varias y distintas integraciones que se han ensayado— es la que mejor se adapta al planteo táctico que Leonardo Ramos pretende para su equipo.

    Para ser aún más concretos: el mayor problema que tenía Repetto —y lo ha ido solucionando con el paso del tiempo— era encontrar la mejor alineación, entre un amplio conjunto de futbolistas de diferentes características, pero con un nivel bastante similar. De allí, que le costara un buen tiempo definir un equipo base, así como encontrar los remplazos, a los que podía apelar cuando ello era preciso sin ver resentido su poderío (un ejemplo: entre jugadores suspendidos, lesionados, y otros dos —Marichal y Ocampo— abruptamente transferidos al exterior, Nacional debió cambiar más de la mitad del equipo para enfrentar al MCTorque, sin que ello le impidiera sumar un nuevo triunfo). Y, si ello no fuera bastante, la impensada llegada de Luis Suárez vino a darle al equipo el toque de calidad que le faltaba, no solo por lo que este viene mostrando (elevando su nivel partido a partido), sino por lo que su presencia ya comienza a incidir en la evolución de quienes le secundan (el caso de Fagúndez es el más evidente). Está de más decir que este muy claro proceso evolutivo de Nacional solo incidió en el deprimido medio local, sin que resultara en cambio suficiente para mantenerse en la Copa Sudamericana, que estaba disputando en paralelo.

    Por contraposición a este actual buen momento del equipo tricolor, en tiendas aurinegras la situación es radicalmente diferente. A Leonardo Ramos (más allá de conocer lo que es dirigir a Peñarol, porque ya lo hizo —y exitosamente— hace ya algunas temporadas) le está sucediendo lo mismo que antes le pasara a su colega tricolor. Con una diferencia, que obviamente le está jugando en contra, y es que ha tenido que manejarse con un núcleo de jugadores que él no eligió; entre ellos, los escogidos por el técnico anterior, y por quienes lo asesoraban en el área deportiva, para intentar recomponer adecuadamente las raleadas filas de un plantel que había sufrido las bajas de varios futbolistas de probada jerarquía, responsables de la merecida obtención del título de campeón de la anterior temporada. Por cierto que no resulta tarea fácil sustituir a figuras como Formiliano, Carlos Rodríguez, Giovanni González, Facundo Torres, el Canario Álvarez Martínez, Canobbio o el mismo Jesús Trindade. Tanto esto es así, que lo que hoy se le está exigiendo apremiantemente al nuevo técnico tampoco lo había podido lograr Larriera, cuando tomó la decisión de renunciar a su cargo. Peñarol es hoy un equipo que casi no tiene referentes (Gargano está circunstancialmente en un bajo momento), y de los nuevos solo Lozano, sin estar aún en su real nivel, y por momentos Kevin Méndez han mostrado destellos de su habilidad para poder afianzarse como titulares. Es evidente que el déficit más notorio del aurinegro está en la ofensiva, por la ostensible carencia de un hombre de área medianamente confiable (Ramos ya probó diversas fórmulas sin el resultado buscado). Tanto que, aunque con poco tino para culminar sus hábiles y veloces escapadas por la punta, Laquintana es quien puede llegar a complicar a la defensa tricolor (como ocurriera en el último Clásico que se disputara). La defensa, en cambio, ha respondido bien, aunque la baja de Menosse puede resultar fundamental, dado que supuestamente iba a ser el encargado de marcar a Suárez, el hombre que indiscutiblemente apunta a ser el mayor centro de atención de este nuevo partido clásico.

    ¿Es Nacional el favorito? Por lo expuesto es claro que sí. Pero los resultados de los clásicos no siempre suelen ser los que parecen más probables en lo previo. Aunque algo es sí seguro: a Nacional un empate le viene de perillas, en tanto que Peñarol quedaría muy lejos de la punta del Clausura y tiene que ganar; a esta altura, la única (aunque muy complicada por el inesperado liderazgo de River) vía que tiene, para intentar retener su título de campeón uruguayo.