N° 1985 - 06 al 12 de Setiembre de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLuego de la crisis financiera global que se agravó con la caída de Lehman Brothers en setiembre de 2008, una parte mayoritaria del mundo inició una cadena de elecciones influidas por la globalización, donde los ciudadanos eligieron “equivocados” su voto, según la opinión del establishment internacional. “El legado de la crisis financiera pudo haber sido una reivindicación a la economía de mercado”, sostiene el especialista Philip Stephens en su columna del Financial Times (replicada por El Observador el sábado 1º). “Pero, en cambio, hemos terminado con Donald Trump, con el Brexit y el nacionalismo que aboga por empobrecer al vecino”.
Es verdad. Cuando Trump se enfrentó con una representante del establishment global como Hilary Clinton, con su carga de regulaciones y líneas de control estatal “políticamente correcto”, nadie pensó que se daría el resultado que finalmente se registró. Salvo Michael Moore, el conocido documentalista rebelde de Estados Unidos (EE.UU), que lo adelantó a un auditorio de clase media en plena campaña electoral. “Ustedes están enojados, por eso van a hacer ganar a Trump”, les advirtió el visionario director de cine. Un voto equivocado para los especialistas.
Otro caso: ¿Qué país en su sano juicio quiere dejar la comunidad europea, más cuando comparte las características que en EE.UU representaba Clinton? Pues el pueblo británico prefirió arrasar con todo, casi como tirándose a una piscina sin agua. Otro voto “equivocado” o enojado, según la interpretación de muchos analistas.
De nuestro continente podemos agregar el plebiscito sobre el acuerdo de paz firmado entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de ese país (FARC), donde también lo políticamente correcto hubiera sido un apoyo masivo al Sí, y sin embargo no sucedió. Ese fue otro voto enojado o para muchos “equivocado”, aunque en este caso se cometieron errores ridículos que en nada ayudaron a que el pueblo colombiano apoyara lo convenido. Un ejemplo es que cuando culminó la negociación de estos acuerdos, la foto que recorrió el mundo fue la del primer mandatario cubano Raúl Castro levantando la mano de Juan Manuel Santos, en aquel momento el presidente de Colombia. Ese día Álvaro Uribe, expresidente colombiano y principal opositor al acuerdo de paz con la guerrilla, festejó.
En pocas palabras, debemos recordar que los actos de los gobernantes tienen consecuencias, y mucho más cuando recurren a sistemas que pretenden controlar la naturaleza humana. Para Stephens, una de las causas de la aparición de los llamados “populismos” es que tanto los bancos como Walt Street y la City de Londres siguen muy campantes, mientras el peso del desastre financiero cae de forma violenta sobre los Estados más débiles y más pobres y los accionistas más pequeños.
Otras interpretaciones apuntan a cosas más cotidianas como la insistencia en el control del Estado a muchos niveles, la corrupción ya insertada de forma permanente en algunos países y en estructuras de gobierno, y la poca libertad que tiene el ciudadano para defenderse a sí mismo.
Un ejemplo de ello también es lo que ocurrió en Venezuela. Durante muchos años se manejaba como un dato de la realidad que los gobiernos venezolanos eran de los más corruptos de América Latina, pero todos optaban por hacerse los distraídos en lugar de tomar cartas en el asunto. Así fue que llegó Hugo Chávez al poder. Y hoy es un país al borde de la extinción. Sin dudas también fue un voto equivocado, pero era previsible que ocurriera.
En Uruguay la inseguridad y la corrupción siguen en crecimiento, y si bien el gobierno parece creer que comparativamente no estamos en los niveles de otros países —aquello de “mal de otros, consuelo de bobos”—, las estadísticas muestran que lo niveles de crecimiento en esos dos rubros son significativos. Todo esto ocurre junto a un Estado que pretende estar en todo, limita cada vez más las libertades de quienes no lo necesitan y pierde el control en los lugares en donde más sufre la sociedad.
Por eso es ahora el momento de tratar de elevar la mira, de no estar concentrados solamente en las próximas elecciones, de dejar de subestimar los movimientos populistas que crecen en el mundo y de evitar seguir sintiéndonos como si fuéramos una isla en la mitad del océano. De lo contrario, habrá consecuencias, seguro que negativas. Y será demasiado tarde.