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    ¡Y al final... Suárez llegó!

    Nº 2184 - 28 de Julio al 3 de Agosto de 2022

    , regenerado3

    Como lo dijimos alguna vez, la elección del título de estas columnas no suele resultarnos una tarea sencilla. Y aún más en esta oportunidad, cuando al momento de redactarla (con la debida y acostumbrada antelación) no estaba aún definido si el notable goleador respondería favorablemente a la propuesta que oportunamente le hiciera el presidente de Nacional, José Fuentes. Como los plazos fijados para ello se venían agotando, sin la esperada confirmación, nos vino a la memoria el vívido recuerdo de una famosa obra de Samuel Beckett, que supo estar en la cartelera teatral de Montevideo, en la tormentosa década de los 70. Esperando a Godot era su título, y el tema central era la larga y vana espera de dos vagabundos, a la vera de un camino, de un tal Godot, que no llega a saberse quién era, y del que aquellos solo sabían que “no vendrá ese día, pero mañana seguro sí”.

    Claro que ese lejano recuerdo quedó solo en anécdota, pues a media tarde del martes llegó por fin la noticia —por boca del propio Suárez— de que aceptaba la propuesta y volvía para jugar en Nacional; sin perjuicio de que “aún faltaban ajustar algunos detalles”. En nuestra anterior entrega dimos debida cuenta de las alternativas suscitadas en los días anteriores, en torno a la posibilidad de que el notable futbolista salteño pudiera volver a vestir la blusa tricolor, y de los avances que se habían dado en ese sentido. Es que, tras la sorpresa inicial y un cierto desagrado (ante su pública queja por la falta de interés, por parte de la dirigencia tricolor, ante su actual particular situación) el presidente tricolor, José Fuentes, “tomó las riendas” del asunto y —primero por vía telefónica y, trascartón, en un viaje sin previo aviso a España— le planteó formalmente a su exfutbolista que las puertas del club estaban abiertas de par en par, si él (y su familia) querían o estaban dispuestos a volver al país, y ello en las condiciones que mejor les acomodaran.

    Es ya sabido lo que Luis Suárez pretende, en este especialísimo momento de su extensa y excepcional carrera futbolística. Su prioridad es la de llegar en las mejores condiciones a lo que, sabe bien, habrá de ser su cuarto y último torneo Mundial (algo que hasta ahora solo lo ha logrado Pedro Rocha, pero que está también al alcance de sus compañeros de generación Muslera, Godín, Cáceres y Cavani). Con esa lógica expectativa —y dado que su último partido completo fue allá en febrero del presente año, y que desde fines de mayo está sin jugar por causa de una lesión—, una vez recuperado de esta, se fijó como absoluta prioridad volver a la actividad cuanto antes y, preferentemente, en un equipo europeo de menor nivel que los que defendiera últimamente, pero que pudiera asegurarle la continuidad y competencia que necesita, para llegar a Catar en su mejor condición futbolística (aunque, para ello, debiera resignar a un segundo plano sus pretensiones económicas).

    Y bien. Paralelamente a la gestión que realizaba su presidente (y en virtud de que la consiguiente respuesta del futbolista dejó cuando menos abierta una posibilidad de volver al club que le diera cobijo, en sus ya lejanos inicios), la hinchada tricolor fue ganando paulatinamente un mayor involucramiento en el tema, y en los últimos partidos por el torneo Intermedio aguzó su ingenio, y de todas las formas posibles (entre ellas, hubo varios miles de caretas impresas con el rostro de Luis, desplegadas en las tribunas) dio rienda suelta a su ilusión de que esa tibia posibilidad de que vistiera otra vez la blusa tricolor, finalmente pudiera concretarse. A ello se sumó una descomunal campaña en las redes sociales, logrando cifras de asombro a nivel mundial. Asimismo, y según se supo, esa creciente expectativa hizo que las afiliaciones de socios aumentaran de modo significativo en estos últimos días, al igual que la venta de butacas del Gran Parque Central. Restaba solo ver cómo evolucionaba la situación del goleador, en cuanto a los posibles adquirentes de su ficha, en aquel medio que se había fijado inicialmente como meta. Y a medida que el tiempo transcurría sin novedades al respecto, iban en ascenso las posibilidades de que aquello, que no dejaba de ser apenas una tibia ilusión, pudiera finalmente transformarse en una grata realidad.

    Finalmente, al filo de vencer las últimas 48 horas, pedidas por Suárez para dar una respuesta final a la pretensión de Nacional de contarlo de nuevo en sus filas, llegó aquella que se esperaba ansiosamente, en un comunicado simple y conciso, de boca del propio jugador. La inteligencia y discreción, pues, del presidente Fuentes, y la conmovedora e infatigable esperanza de la hinchada tricolor, fueron la mezcla exacta para que aquella amarga queja del Pistolero se trocara en un hito, que bien puede ser el broche de oro de su larga y exitosa carrera. Solo había que esperar; es que el paso de los días sin que surgiera una posibilidad concreta de tener cabida en un equipo europeo, a la medida de sus pretensiones, lo acercaba un palmo más a Nacional. Y precisamente ello fue lo que ocurrió.

    Descartando que esos detalles por ajustar no serán ningún obstáculo, igual no parece sencillo conciliar las ya mentadas pretensiones de Suárez, con la actual realidad de Nacional. Es claro que el club deberá diseñar una hábil estrategia para aprovechar al máximo su presencia en sus filas, y no solo por lo que pueda aportarle dentro del campo de juego (la impensada presencia en nuestro medio de un jugador que aún forma parte de la elite del fútbol mundial, puede darle un impulso impensado y fenomenal a un medio alicaído y empobrecido como el nuestro). Y en lo que hace a lo estrictamente futbolístico, es por demás evidente que la chance de Nacional habrá de verse enriquecida grandemente; y hasta es probable que su presencia pueda contribuir de modo decisivo, para que, de una buena vez, un equipo uruguayo obtenga la hasta ahora siempre esquiva Copa Sudamericana.

    Aunque toda la afición (y no solo la adicta a Nacional) aguarda la presencia dentro de un campo de juego de Luis Suárez, se nos ocurre que aún no esté en las condiciones adecuadas para hacerlo. Lo que sí se descuenta (porque esa es una condición suya, que solo Nacional podía asegurarle) es que va a tener que jugar el mayor número de partidos posibles. Es que no debe olvidarse de que el motivo fundamental —más allá de lo estrictamente sentimental— para que Lucho optara por aceptar la propuesta tricolor, fue ponerse en la mejor forma para el próximo Mundial de Catar (y, en tal sentido, incluso la cercanía con el cuerpo técnico de la selección habrá de coadyuvar decisivamente para que ello acontezca).